Monday, June 9, 2008

¿Es real la aversión a Obama?


CONDADO DE ORANGE: >Se alude mucho de la aversión, o pocas simpatías, entre los mexicoamericanos (comunidad latina, en un lenguaje más convencional) por Barack Obama. Se indica que muchos de los activistas y políticos latinos han tenido que enfrentar duras presiones antes que puedan endosar al hoy nominado presidencial Obama. Obviamente, se observa the Latino-American vs. African-American tensions El asunto se discute a menudo en los blogsites especializados en política y en las entrevistas televisivas con los llamados expertos o comentadores. Más importante es, si ésto fuera cierto, el estudio de las separatividades entre afroamericanos y la comunidad latina. De ésto ciertamente sí ha faltado el análisis y quien se atreva a dar las explicaciones.

Entre lo que se informa para describir actitudes latinas se menciona:
(1) En la subcultura latina hay una antipatía convencional por las clases altas. «Latino sub-culture in particular has antipathy to upper-class-ness. They don't care what color it is, they 've seen it in rulers of their own color in their home countries». Pero esa simpatía no se basa en el color de la piel, sino en su actitud clasista. Es decir, su Orientación a la Dominación Social (ODS).

(2) Los electores afroamericanos, como los demócratas latinos, sabían que la maquinaria poderosa de liderazgo se inclina a los grandes nombres, no por símbolo de confianza, sino por la visibilidad pública. Esta visibilidad traducida como popularidad crea las expectativas del electorado en cuanto cuál es la mejor carta, el seguro ganador en la contienda. «The bulk of California 's political leadership and unions are in Hillary's camp». Esta es la razón para que Hillary Clinton aventajara a Obama, inicialmente, con puntajes que según las encuestas fueron tan altos como 40%. No obstante, tras el triunfo suyo sobre Hillary y la promesa de ésta de transferir el poder de su apoyo, por bien a unificar el Partido Demócráta, mucho puede cambiar. Doy el ejemplo de California porque, aquí donde Obama estuvo 40 puntos en desventaja respecto a Hillary, se concentra un tercio (30%) de todos los electores latinos de Norteamérica.

(3) Del votante latino, hay que decir que es un grupo, cuya lealtad por candidatos particulares flota. No es incondicional; pero sus intereses principales tienen un centro de gravitación que los describe como clase: «Basically, Latinos tend to be blue-collar, working-class, socially-conservative but economically-populist voters». Puede que sea cierto que hoy su actitud sea económicamente populista, lo que supone una ventaja para su alianza con el afroamericano, máxime en la situación dada en que, como explica un artículo en Business Week, «el contínuo influjo de inmigrantes con bajas destrezas laborales», por ejemplo, jardineros, domésticas, meseras, conserjes y trabajadores y auxiliares en la construcción, «ya causa fricción con los afroamericanos, quienes opinan que sus empleos y salarios han sido afectados».

(4) Pero la idea de que el afroamericano, como votante populista, es insalvable es cuestionable. En realidad, se nutre más del miedo del votante anglosajón de mantener su orientación de dominación social. El temor verdadero al crecimiento de la inmigración y la presencia de un fuerte bloque de votantes latinos es al futuro impacto en el mercado de empleo y comiencen a ejercer una presión de cambio positiva, no para los que explotan el recurso de su mano de obra barata, sino cuando esa presión tenga por objetivo el aumento del salario en la estructura de compensación laboral que ha sido tradicionalmente las más bajas y peor remuneradas. Aliados afroamericanos, etnias asiáticas y minorías en general, sus intereses de clases trabajadoras estarán mejor defendidos y representados, antes que estarse peleando unos con otros.

(5) Otro aspecto del miedo al latino es su impacto al crecimiento demográfico. Se calcula que para el año 2050, la población hispana de la nación será de 100 millones o más. Por primera vez, para ese año, la población anglosajona, no hispánica, será menor al 50% del total. Políticamente, ésto significa menos empleos para ellos en la representación del poder público y duplicar su esfuerzo competitivo en áreas que antes dieron por gratuitas. El futuro de Norteamérica, si vemos el horizonte mayor, the big picture, no es blanco. Para el año 2020, el ingreso de la población latina que, en 2005, se calculó en $743 billones se triplicará y será más de $2.5 trillones. Cuando ésto suceda, se hablará menos del problema que representan los que, por ser la generación inmigrante más reciente, no habla inglés. Global Insight ya ha comenzado a hacer el pronóstico del catalítico clave para el futuro crecimiento económico de la comunidad hispana y a repensar su impacto en su poder de consumo, empleo, adquisición de propiedades y su presencia en la política. Los latinos nacidos y criados en los EE.UU. son la verdadera clave catalizadora de cambios. Los opositores verdadero de su presencia natural e inevitable en el país, siendo ya ciudadanos estadounidenses, son cualquiera en que predomine una Orientación de Dominación Social. Y, con los afroamericanos y asiáticos, hay más razones para unirse armónicamente, o hacer causa común, que cultivar y alimentar la separatividad de los ciudadanos con la mentalidad de la ODS.

(6) Un asunto que debe discutirse cuando se enfatiza sobre los síndromes de separatividad entre afroamericanos y latinos y el ODS (y los republicanos que son quienes más lo padecen)es lo que el profesor de lingüística de Berkeley y educador afroamericano John McWhorter, designa como «el culto ala victimología, el separatismo y el antiintelectualismo» que anglosajones y afroamericanos estimulan en los campos universitarios». . McWhorter analiza bien el hecho de que después de 40 años de aprobarse la Ley de Derechos Civiles, los afromericanos continúan replegados en sí mismos («a race apart»). Al inmiscuirse en el por qué, explora el hecho de el legado de racismo sufrido por ellos en el pasado les mantiene alienados. «It continues to hold blacks back», con una actitud derrotista. Ni blancos ni negros han sabido abolir «the culture of victimhood», ni bosquejar los pasos que deben ser dados para garantizar que hay esperanza para esta comunidad afroamericana en el futuro. Al contrario, el impacto de los programas de ayuda social de la Great Society lo que ha enseñado es a vivir permanentemente de la Beneficencia y el clima intelectual prevaleciente pide para que un afroamericano sea exitoso que se comporte como blanco, que es la acusación que se hacen los afroamericanos entre ellos («acting white») para dividirse como comunidad y oponer otro paradigma lamentable: cierta cultura popular donde la voz es la indignación, las letras y rimas del desafecto («disaffected lyrics of hip-hop») y las glorIficaciones en el rap de la irresponsabilidad y la violencia como protesta. Este es parte del mensaje de su libro Doing Our Own Thing: The Degradation of Language and Why We Should, Like, Care y de Why hip hop cann’t save America? [Gotham Books, June 2008].

(7) McWhorter contradice y quita validez a aquellos que claman que el «hip-hop» sea políticamente válido y un retrato real de la sociedad afroamericana. Lo coloca en su lugar como símplemente música y, si se quiere una música menos artesnalmente elaborada y rica que otras que la comunidad afroamericana produjo muchos antes, si pensamos en el jazz, spiritual, ragtime y gospel music. Celebar el encanto radical del hip-hip como el comienzo de una revolución en los derechos civiles es bazofia. Este analista prefiere convocar, en medio del vacío político quebvive la comunidad, por un renovado sentido de propósiyo y orgullo, dejando a un lado una música que describe como la voz ofensiva y destructiva de la misma comunidad («often offensive and destructive music has become a leading voice of black America»).

Quien hace este tipo de análisis en libros como Authentically Black: Essays for the Black Silent Majority (2000) y Losing the Race: Self-Sabotage in Black America, es un afroamericano que ha realizado investigaciones en profundidad en los suburbios de Indianapolis y otras «inner cities». Analiza cómo vecindarios vibrantes terminando siendo barrios destartalados y violentos, atrapados por «the explosion of the inner-city drug trade, to the erosion of the urban industrial base and the migration of middle-class blacks to the suburbs». En Winning the Race: Beyond the Crisis in Black America (Gotham Books, January 2006), libro de ensayos aclamado por la NAACP, concluye que las condiciones de vida de muchos afroamericanos ha empeorado desde 1965 y menciona problemas como éstos: «Desperate poverty cripples communities nationwide, incarceration rates have reached record highs, teenage pregnancy and out-of-wedlock births are rampant, and educational failures».

(8) El análisis de McWhorter sobre las falsas voces representativas en la cultura popular me recuerda que la comunidad latina tiene el mismo problema. Y aún los Los Tigres del Norte se prestan al juego de ser representantes de una voz del pueblo, el corrido que glamoriza el narcotráfico y les da rango de valientes y muy machos al que se gana con sus animalitos («mi gallo, mi perico y mi chiva»). Entre los corridos, el hip-hop, el perreo y otras importaciones musicales boricuas, se malrepresentan las comunidades y todo se valga por la libre empresa y la libre expresión, pero ésto, como dijera McWhorter, es parte de la alienación terapéutica que induce al sabotaje de la propia imagen.

(9) kk

They're big on things like unions and the minimum wage, not so big on gay marriage and flag-burning. Essentially, they're classic examples of what used to be called "Reagan Democrats," an important swing voting group.





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