Wednesday, March 3, 2010

«Bible Babel», de Kristin Swenson



[Facsímil de portada del libro Bible Babel: Making Sense of the Most Talked About Book of All Time [HarperCollins Publishers, 2010], 343 ps., de Kristin Swenson].


Por Carlos López Dzur / Fundador de Sequoyah Virtual y La Naranja

No es necesariamente una reseña sobre la interesante guía a la Bibla, escrita por la Dra. Kristin Swenson, profesora de Estudios Religiosos, lo que aquí pretendo; pero su libro Bible Babel: Making Sense of the Most Talked About Book of All Time [HarperCollins Publishers, 2010], 343 ps, me inspira muchas reflexiones. Diría, como en alguna ocasión lo expresara John Quincy Adams para consejar a hijos y nietos, que la Biblia es «el primero y casi el único libro que merece atención universal».

Aunque me considero más una persona espiritual que religiosa, más exploradora e indagativa que fijada a cultos, valoro la fe que la Biblia inspira y hablo de fe, en el sentido en que la entendía Victor Hugo, cuando dijo que «hay pensamientos que son como oraciones» y el alma se pone de rodillas.

Lo que Kristin Swenson ha logrado, con este libro entretenido, delicioso, que no toma una posición sectaria, aunque el 84% de la población estadounidense en los EE.UU. designa la Biblia como «sagrada», «inspirada por Dios», es mostrarnos la mucha riqueza de pensamientos que contiene. Ella no esconde que la Biblia, en su reciclaje de más antiguos textos, integra ciertos pasajes contradictorios, controversiales, ambiguos. Admite que no es el más antiguo de los libros escritos; en general, los Libros Sagrados de los Vedas son más remotos. Tampoco rehuye los asuntos desagradable o arduos que los teólogos ocultan o minimizan para no espantar a creyentes u originar más incrédulos.

Su guía al alfabetismo bíblico es sólida, trata de satisfacer las curiosidades del lector e incluye muchos apéndices, extensos índices y referencias, los que elabora con seriedad. Para hacer la lectura divertida, en adiición a sus bien documentados recuentos sobre hechos y personajes de la Biblia, incorpora referencias de la cultura popular, incluyendo la influencia que la Biblia ha tenido y seguirá teniendo en la música rock y el cine; y claro está, en la tradición judeo-cristiana, la Biblia ha sido la inspiración de maestros de la pintura (pensemos en Miguel Angel, Giotto, Rafael, etc.), el arte y arquitectura de Catedrales y Basílicas, la música de Bach, la épica de Dante Aligheri y John Milton, figuras inspiradas de la Teología, la Mística y la literatura en general. De la influencia en el cine, Swenson se refiere a Monty Python’s Life of Brian, Magnolia, The Seventh Seal, The Seventh Sign, The Omen y Evan Almighty.

Entre las cosas en que Bible Babel hace pensar es que en la cultura de consumo y comercialización de hoy, la Biblia impregna con sus motivos y subideologías todo. Si antes inspiraba teocracias, experimentos de comunalismo, utopías crísticas y adámicas, Gnosis cristiana, hoy novelas de corte apocalíptico, evocaciones de la Madonna, Black Sabbath y libros como The Da Vinci Code. Hoy se quiere vender, tal como el Vendedor más grande del mundo, utilizando los secretos de los profetas. O de sabios, como Salomón. Gente fanática promueve agenda de Conservadorismo, Mayorías Morales, universidades y colegios cristianos, que son mamparas de lucro, como los mismos clubes de tele-evangelistas y sus ministerios y megaiglesias.

Swenson escribe desde una perspectiva secular que castiga la fe ciega de posibles lectores, lo mismo que la fiereza, o iracundia, de los ateos y, sin duda, tiene el conocimiento para iluminar muchas de las falsas concepciones que tenemos respecto a ella. «La Biblia se convierte para muchos de sus lectores en una verdadera Babel», explica, justicando el título. Lo que la Dra. Swenson no rebate de la Biblia es que su intención en general es fomentar la fe como un sentimiento necesario del hombre. La fe es lo que nos hace espirituales y religiosos, en el más profundo sentido.

Miguel de Unamuno, interesado en el existencialismo y en las angustias de Kierkegaard, el predicador danés, dijo algo sobre el aspecto religioso que tengo presente mientras leo esta guía secular sobre una colección de escritos, maravillosamente espirituales, como es la Biblia. Decía el sabio Unamuno que en las conductas religiosas, de España y de todas las naciones, es «donde hay que ir a buscar lo más típico y lo más radical de un pueblo». Con ésto no pretendió referirse a las cultos callejeros, modas y flor de un día, con arrepentimentos tan automáticos como la propia reincidencia en el «pecado» o el delito

Swenson, quien ha enseñado en la Escuela de Estudios Mundiales de la Virginia Commonwealth University, quiere ofrecernos «big-picture information», amplios panoramas sobre cómo debe entenderse la Biblia y la forma alegórica y hermosa de su lenguaje y sus símbolos, más allá de la moralina de los catecismos y las escuelas sabatinas o lecturas dominicales. Observa cómo los grandes Patriarcas del Viejo Testamento son igualmente conocidos por judíos, cristianos y musulmanes; pero, por igual, sospecha que la cultura religiosa se viene conociendo ya de segunda mano, con menos fervor que en previas generaciones y que se da el caso de universitarios, aún estudiantes graduados, que no saben quién fue Noé y mucho menos ver, en perspectiva histórica, los sincretismos por los que las religiones pasan y se reciclan. «The Bible informs much of our culture, but most people know little about the book itself», dice la autora.

También es penoso que la cultura tecnológica y el pretendido cientificismo de nuestra época empobrezca la sensibildad para entender lo bíblico, sea desde la perspectiva de obras literarias, o de creación protohistórica. François Rabelais, el Padre del Realismo francés, ya adivinaba el resultado cuando escribió: «La Ciencia sin conciencia no es más que ruina del alma».

Cuando Swenson se plantea su propia religiosidad (ella creció en un hogar luterano), alega que tiene una sana envidia, o digamos, admiración por los judíos, porque, como creyentes, investigan más los Libros de su Fe, se crían como los Niños del Libro, o la Torah. Con igual interés en la Biblia hebrea, afirma su interés en la literatura budista. Ella dice que «a great deal about Buddhism (...) resonates with me as deeply, spiritually true». [Creo que yo podría decir lo mismo y éste es el por qué me gusta el enfoque amplio de su libro, que se centra en la Biblia, por supuesto].

Entre otras cosillas para la que la guía, informa respuestas están las siguientes: ¿De dónde provienen símbolos y metáforas bíblicas como el Pez, la Serpiente del Paraíso del Edén, la idea de una Reina del Cielo, el Cordero de Siete Cuernos y Siete Ojos, que abre los Siete Sellos de una Escritura Cósmica? ¿Cómo la palabra Adam, tal como es utilizada en Génesis 2-3, se relaciona a tierra, rojez y polvo (adamah)? También toca lo que, siendo fenómeno observable, merece una validación científica que en la Biblia no se da.

Paradójicamente, en el terreno bioético, con mayor peso en los escritos del Nuevo Testamento, está la parte más cómodamente aceptada por los cristianos. Sin embargo, la más traicionado en la conducta cotidiana. León Tostoi se daba cuenta cuán lejos estaba la humanidad cristiana del verdadero amor, sencillamente, por la incapacidad de imitar la moral de Jesús y sus discípulos, esto es, renunciar «a la propia comodidad personal». Tolstoi escribía: «El cristianismo, con su doctrina de humildad, de perdón y de amor, es incompatible con el Estado, con su altanería, su violencia, sus castigos, sus guerras... Es la Fe la fuerza de la vida... No se vive sin la fe. La fe es el conocimiento del significado de la vida humana. La fe es la fuerza de la vida. Si el hombre vive es porque cree en algo».

Y a la Biblia la hemos hecho el guión de una cotorra. Se la repite sin entenderla, tirando un versículo allí y otra acá. Seguramente, con todos sus agónicos escepticismos y prueba, Unamuno la atendía mejor. Se desprende de cuando dijo: «Tu Palabra no muere, nunca muere, porque vive. No muere tu Palabra Omnipotente, porque es la vida misma, y la vida no vive, vivifica».

Victor Hugo (1802-1885), que un apasionado revolucionario cristiano, decía que «Las revoluciones transforman todo, exepto el corazón humano». Así él entendía la ética cristiana. Como una sed interior por Dios, la «evidencia invisible», porque «los ojos no lo pueden ver, sino a través de lágrimas». Esto es, la compasión. Si no hay compasió, no hay revolución deseable ni posible.

Cuando uno oye a los cristiano pudridos, nominales, de hoy hablar de la Biblia como «evangelios de paz», me viene a la cabeza la frase de Napoleón, guerrero feroz, general de invasiones, cuando decía: «La Biblia no es un mero libro, sino una creación viviente, con un poder que vence a todo cuanto se le opone». Sin embargo, en él no pudo vencer su apetito de riquezas, arribismo y guerra. Me viene a la cabeza, uno de los generales confederados de la Guerra Civil estadounidense, quien había sido esclavista; contrario a Napoleón, quizás la Biblia no le pudo cambiar su afición a la guerra, porque se educó para ella; pero, un día, tras pelear por la confederación, dijo: «So far from engaging in a war to perpetuate slavery, I am rejoiced that Slavery is abolished. I believe it will be greatly for the interest of the South. So fully am I satisfied of this that I would have cheerfully lost all that I have lost by the war, and have suffered all that I have suffered to have this object attained». Veo este discurso del General Robert Lee, el primero de mayo de 1870, como un corolario póstumo a su apreciación de la Biblia: «La Biblia es un libro que hace aparecer a todos los demás, en mi opinión, como de menor importancia; en todas mis perplejidades y ansiedades nunca ha dejado de ofrecerme luz y fuerza». A final de cuentas, la Biblia le dio la luz y fuerza para entender que la esclavitud es mala y que su causa perdida fue apoyar a aquellos estadounidenses sureños que desearon perpetuarla. Esto esta autocrítica tiene un auténtico valor cristiano.

No puedo decir lo mismo de supuestos cristianos que utilizan su credo (de que la religión es la «fundadora de nuestra nación» y el Islam, «the founder of terrorism throughout the world», como dice Susan Dale), repitiendo como cócora a los incitadores de islamofobia, para hacer acusaciones infundadas. O quejarse de que el humanismo secular (que domina la educación pública en los EE.UU.) está destruyendo los valores judeo-cristianos que los padres quieren para sus hijos; pero, esta gente que grita por valores judeo-cristianos quiere, promueve la agresión y la guerra, no la paz entre naciones. Están estructurando la rivalidad y la falta de compasión para el vecino interno y el extranjero. No quiere ni mínimas garantías de salud para la gente pobre ni hospitalidad. Son enemigos dogmáticos de la compasión y de lo que insisten en llamar «universal socialized medicine», exagerada caricatura de un simple seguro médico de la Administración Obama para la gente pobre. En cuanto a esta gente, no sé para qué leen la Biblia y hablan de amor al prójimo.

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