Thursday, January 13, 2011

El síndrome de Jared Loughner (S-JL)


Por Carlos López Dzur / Fundador de La Naranja

Aunque en aras de apaciguar ánimos y no hacerse daños políticos, ni Republicanos ni Demócratas han de apuntar a las causas de ese nuevo incidente, la Matanza de Tucson el sábado pasado (que tomó entre sus víctimas a la legisladora demócrata por Arizona Gabrielle Giffords, con un balazo en el cerebro), de uno que otro demócrata se oye la culpa, la acusación y el lamento: el clima de «odio conservador» y el fantasma de la ex candidata republicana a la Presidencia, Sarah Palin, son factores en los hechos. En este caso, hay un culpable individual y otro colectivo. Es cuestión de atreverse a dar nombres; más que personas son procesos hostiles.

Sin embargo, las culpas se mal distribuyen. Se pondrán sobre un único acusado (Jared Loughner, de 22 años), y el sistema politico se absolve. Mas pienso que estos hechos se explican en el contexto dado por un estudio del Centro Legal para la Pobreza Sureña (SPLC, por sus siglas en inglés), publicado con el título La Rabia en la Derecha (2009), cuyo coautor y director Mark Potok, advierte que esta violencia no es nueva, aunque nunca se había diseminado «como lo está ahora», en momentos de crisis económica, profundos cambios demográficos y una frivolización, racista e insensible, de asuntos de justicia social y poder.

El presidente Barack Obama no puede otra cosa, en su discurso que concentrarse en consolar la memoria de las víctimas y calmar los oleajes de las aguas políticas y la polarización del tablero del poder, como cuando Abraham Lincoln, después de la batalla de Gettysburg en Pennsylvania en 1863, echó loas a los muertos y mostró el camino a los sobrevivientes. O Bill Clinton, tras el atentado de 1995 en Oklahoma City (que dejara 168 muertos) se concentrara en la unidad ante la adversidad.

Pero, con estos necesarios gestos, la realidad del problema no desaparece. Mark Potok nos recuerda en el estudio al que hicimos referencia que «todo tipo de grupos radicales de derecha: antiinmigrante de línea dura, los grupos intolerantes, los autodefinidos como patriotas o milicias», se han incrementado en un 40% y puede que haya tantos como 300.000 personas en estos movimientos, que es poco en una población de 300 millones de habitantes en la nación. El asunto es que sus azuzadores son gente a la que esos 1,750 grupos, que insisten en llamarse «patriotas antigubernamentales», según el informe del SPLC, publicitan su agenda poderosamente, escriben libros, van a la TV y con el poder de convocatoria, en menos de tres años, han crecido un 244%, y 127 de los grupos son «milicias armadas».

Este último incidente, si bien me habla de los creadores de esa mentalidad fracasada de los urgidos de poder, más exhíbe la caja de resonancia que introyecta el mensaje. Unas veces han sido adultos como Joe Scarborough, el jactancioso «bomb-thrower» / lanzabombas, y bloguero de MSMBC; otras veces, jovenzuelos con cabeza de chorlito; pero, con ambos, el síndrome es el mismo.

Ahora me interesa definir un síndrome que se vuelve cada vez más popular. Lo bautizaré con el nombre de síndrome de Jared Loughner (S-JL) y cuáles son las condiciones que lo alimentan. ¿Cómo se educa a un joven / o niño (a) / cualquiera sea la edad (porque en la nación hay niños que llegan a viejos y no maduran jamás)?

En una nación que se urge por dar cátedra al mundo de «madurez ética y política», en democracia y libertad, el síndrome lo que porta es el déficit de madurez y criterio para cumplir con su meta. Los portadores del «S-JL», como se ilustra con ese Jared Loughner, son insensibles al punto de cometer asesinatos, porque el criterio de lo que claman como su verdad, su derecho, su deber, está por encima del que deben reconocer en otros. Es una mentalidad egocéntrica y fundamentalista. La misma de los miembros de la Iglesia Bautista de Westboro que, en medio del funeral de Christina Taylor Green, la niña de 9 años que estuvo entre otras 6 asesinadas durante la masacre, en la que salió herida la congresista Gabrielle Giffords, y otras 14 personas, quiere montar su show de insana militancia 'ultraconservadora'..

Estos feligreses con el síndrome alegan: «Dios envió un gatillero para bregar con esta América idólatra». Obviamente, el grupillo quiere atención para sí, atención para esa idolatría del ego («yo pienso ésto: América es idólatra»); pero no escogen el momento y el lugar apropiado, ni un mensaje positivo. Van sin respeto a una familia que está en luto e irrumpen para desacralizan el sepelio de una niña que nada tiene que ver con el asco que ellos sienten por la idolatría. Ahí está su insensibilidad. El sindrome.

También estos feligreses de Westboro cada vez que hay un sepelio de veteranos se personan a piquetear porque «Dios envía la muerte como castigo a una nación que tolera la homosexualidad». ¿Y qué tienen que ver los veteranos con la homosexualidad? Nada. Es que la gente religiosa con «Síndrome J-L» quiere la atención para sí hasta en las pompas fúnebres que no les competen. Son gente descarada. No saben que para protestar siempre hay un lugar, hora y método adecuado que no tiene que interferir con los actos privados o emotivos de los demás.

Con el Síndrome J-L, se pierde la noción sobre lo que es, o no, procedente. Lo primero con que al síndrome se diagnostica es por la respuesta del tipo «non-sequittur». La Senadora (D-Phoenix) Kyrsten Sinema, advirtió: «A este iglesia le da por montar sus piquetes durante un momento de gran dolor de la nación. Esto es horroroso». De hecho la Legislatura de Arizona tuvo que aprobar legislación de emergencia debido a este hecho (
Lawmakers vote to ban picketing at Tucson funerals) y la Gobernadora Jan Brewer lo firmó para que entrara en efecto inmediatamente.

En un país como los EE.UU., donde son pocos quienes respetan los derechos del prójimo o de su diversidad y multiculturalismo, a menos que lo establezca una ley y haga las prohibiciones convenientes, el terreno es fertilísimo para producir resentidos sociales. Y producir resentidos sociales, por causas que no son la pobreza, es más triste que producir gente con hambre y sin oportunidades. El resentido social se molesta porque se hable un idioma (que no es el de ellos y ordena y promueve su «English Only»), que vayas a la escuela con el niño blanco, si eres niño latino, asiático o de Oriente Medio; que se te ofrezca una licencia de manejo, si no eres no-documentado... Todo les molesta. Esto no es actitud sola de un antisocial patologico como Jared.
Es cosa de grupos que prefieren que el inmigrante se vaya por falta de empleo, que se le cierren las fronteras, o que lo asesinen los minuteman o patrulleros fronterizos, en su intento de cruce; empero, comen la frutas o las verduras que campesinos mexicanos piscan en los campos; se lucran del trabajo malpagado y rudo que ellos hacen y que ninguno, que sea blanco y nativo, irá a sustituirlos. El jornalero campesino, cuando más bueno es, es cuando esclavo, mas ya no es posible tenerlos en esos términos... Entonces, comienza a verse el resentido con el síndrome del non-sequittur. «Te necesito, pero no te quiero». El sistema de labor agricola se asocia a servidumbre, no tener estatus ni la dignidad del success en el Mainstream. El S-JL contiene en su fondo la idea de que el merecedor debe ser un nativo, a quien si no se amerita, se arma en su derecho y mata a quien sea, como hizo Jared. O los acusados de la Masacre de Oklahoma, o los adolescentes que matan en las escuelas a quienes se les pega la gana porque ellos tienen un Ego grandioso, de primera clase y derechos natos.

Si la pregunta en torno al resentido social y su peculiar naturaleza sicosocial es por qué el sindrome impacta muy particularnete a los jóvenes, pienso en las frustraciones de chicos que, convencionalmente, suelen llamarse pandilleros / «gangmembers» / anti-sociales / y quienes realmente no son enfermos patológicos, o sicópatas, sino «enfermos sociales». Y es lo que creo que Jared Loughner es, aunque ahora acudan los políticos a enfatizar que no hay que alarmarse. El fenómeno de Loughner y su síndrome lo explica el desquiciamiento, éstos dicen; no un proceso social, o cultural, que le hizo adquirir la conducta de asesino.

UNAS REFLEXIONES SOBRE LOS LOUGHNER: Toda esta familia es víctima de una mala influencia. La frustración de los padres pasa a los hijos como un virus. No digo que el incentivo a matar, sino la incapacidad de cuestionar, pensar creativamente, apoyar al explorar opciones distintas. Una familia disfuncional es un caldo de cultivo. Advierto que, respecto al asesino, sus padres han sido los primeros «en shock» por lo que hizo su hijo Jared: Randy y Amy Loughner dijeron, condolidos: «No entendemos por qué ésto pasó. We don't understand why this happened». Linda clase de padres los que no advierten las esferas emotivas y sociales que introyecta un hijo

Estos son los padres del chico solitario, cuyo esfuerzo en encajar en la familia es fallido. No son padres exitosos, auténticos transmisores de valores. Si Jared fue niño urgido de ayuda sicológica, ¿dónde estaban ellos? Seguro que en la Luna de Valencia... A menudo, según compañeros de escuela, él fumaba marihuana; pero el día que adquirió la pistola semiautomática Glock para el oculto «proyecto» de matar a la congresista, ni las investigaciones de antecedentes suyos o familiares, lo indicaría. No tenía récords de felonías criminales o historial de violencia doméstica y, por supuesto, tampoco era un indocumentado en el Estado. Loughner aprobó la revisión federal de antecedentes requeridas para comprar el arma.

Estos requisitos de la burocracia investigadora para vender armas no son, en rigor, confiables y mayores son sus lagunas que sus aciertos. Del Jared, adolescente en crecimiento, ya a la altura de su edad de los 22 años, lo que sabe es significativo. Un artículo de Michael R. Blood: Tucson suspect's troubles didn't keep him from gun nos será útil para entender lo que es la frustración de un chico cualquiera de los que terminan siendo «resentidos sociales». La verdadera investigación y autorización para que se conceda un arma a un muchacho, que vive cobijado con sus padres, debe darla la familia. Mas es fácil ir a la prensa, con cara de 'yo no sé y yo no fui': «No entendemos por qué ésto pasó», dijo el padre. Lo que equivale a decir: «Mi hijo es un extraño para mí». Nunca han sabido lo que tiene en su cabeza. Familia e hijos son mundos apartes, islas polarizadas y ésto es parte del síndrome..

Independientemente, de que Jared no haya sido simpático / y si egodistonico / en lo individual / y de verse sin apoyos de una palomilla, él y un «hommie» estigmatizado, afroamericano o mexicano, son lo mismo, se comportan y divierten en similar forma. Son el mismo subproducto: hijos sin guías, seres a la buena de Dios, de los azares y el mimetismo circundante. En Pima County (Arizona) se le fichó, cuando era adolescente, en octubre del 2007, por tener «drug paraphernalia», mas asistió a un programa de reorientación, se le quitó el gravamen y no fue a cárcel. El delito de vandalismo en octubre del 2008, aunque reprobable, es el más común de los delitos de los cholos mexicanos en zonas metropolitanas de Los Angeles o Santa Ana, California: En Tucson, Jared pintarrajeó un rótulo de carretera. Tachar letras con un 'magic-marker' pretendía dar un mensaje en torno a la Cristinianidad (C, X =cruz cristiana). También quedó limpio de represalias tras el arresto y la admisión de culpa.

En ese Tucson y Pima County que el mismo Alguacil Clarence Dupnik describe como un pueblo modelado del Oeste Salvaje, «Tombstone of the United States of America», el pueblo sin ley y sede de los «gunslingers», Jared nace próximo a una armería. Puede comprar un arma, sin dificultades, pero si decide ofrecerse al Army como voluntario, el Ejército le dice que, por su fallido examen de drogas («por mariguano») es «mentalmente inestable». Es lo mismo que le dice el campus universitario al que ingresara. Que ha de ser una amenaza a otros estudiantes y profesores. Se intensifica sistematicamente su aislamiento.

Al parecer, a Jared lo convencen de que él no sirve para nada, a no ser los trabajillos de mínima paga en grandes tiendas que acostumbraba hacer y dar su tiempo voluntariamente a un albergue con animalitos. Más claro es el mensaje de que es un «bueno para nada», porque su carácter «choca con los co-trabajadores» y la policía lo considera un mariguano. En este pueblo en que naciera, él no puede desarrollar ambiciones: Ni la universidad ni una carrera militar. El es el «wierd».

¿COMO SE TRANSMITE EL VIRUS DEL S-JL?: Se transmite y se perpetúa con una deshonesta descripción de la realidad que vive el país, tal como la que estila y promueve la ultraderecha. Esta insiste en que no se les señale con el dedo y se les culpe cuando sus prédicas de intolerancia producen resultados tan nefastos como la Matanza de Tucson.

Obama en su discurso en la Universidad de Arizona les dio el gusto: «Lo que no podemos hacer es usar esta tragedia como una ocasión más para atacarnos uno al otro». Esto es conciliador, pero la ultraderecha, a través de uno de sus portavoces, John Hayward, responde: «Barack Obama no es un centrista transitando por la riña partidarista y ofreciendo una mano de paz a ambos bandos. El es un liberal de línea dura y la Izquierda enconada ha estado poniendo el dedo acusador durante este drama, desde el momento mismo del tiroteo». Obama hizo un llamado («a call for a return to civility in politics») a la civilismo en política y los fotutos de la ultraderecha falsean la naturaleza de su discurso porque no quieren asumir las consecuencias de lo que hacen. Les es imprescindible negar la realidad y que se crea que lo sucedido en Tucson «es la horrible historia de un loco solitario que trató de matar a la mujer con la que estaba obsesionado», si bien en el intento mató a otras seis. «He was a murderous psychopath». Two Events in Tucson: The difference between performance and leadership

El artículo de John Hayward comienza menospreciando que jóvenes ofrezcan, como parte de una ceremonia de rememoración de las víctimas (que no es el funeral), una muestra cultural diversa, con un toque de danza indígena. «No importa cuán auténtica sea», eso es raro, no es como NOSTROS QUEREMOS. «It felt oddly ad-libbed». Así habla el ego excluidor del anglosajón ultraderechista. Al columnista de marras le molestó que Obama y otros oradores explicara el acto de Jared Loughner, no como el de un sicópata obsesionado, sino como el de un sujeto que hizo lo que hizo con «una misión de suprimir la libre expresión» («a mission to suppress free speech»).

La terquedad por defender el abstraerse de las consecuencias de políticas de exageración y hostilidad hacia los demócratas lleva a John Hayward a decir que culpar a la Derecha es una mentira «manufacturada por la Izquierda», aprovechándose de lo ocurrido. Urge desacreditar de paso al Alguacil de Pima County, Clarence Dupnik, no porque sea un «vicioso adláter demócrata», sino porque cree que las armerías en cada esquina hacen daño y que, según los criminólogos y economistas, no hay evidencia que apoye que la revisión de antecedentes de las familias interesadas en comprar armas reducen los crímenes violentos, o son una panacea de seguridad. Lo cierto es que Dupnik también dijo, por ser creyente en el control de armas, que el Estado de Arizona es sede de unas leyes sobre armas que lo hace uno de los más permisivos de la nación. Pero otra vez la ultraderecha favorecedora de la posesión de armas rechaza que haya necesidad de más regulaciones. «Las tragedias no pueden pararse con regulaciones de venta de armas». Y hay pues que odiar y objetar a Dupnik si éso quiere y referirlo como sustentador de «wacko theories», ya que comenta que las ideas de Rush Limbaugh y Sarah Palin, han sido en parte inspiradoras de Jared Loughner para cometer los asesesinatos.

Pero, en el lenguaje de estos ultraderechistas, el sicópata asesino elije la víctima sin influencia de nadie. Su víctima es un ente abstracto. La evidencia desmiente ésto. La congresista Gabrielle Giffords es un objetivo político contra el Loughner vació un odio y una frustración expresa: «Die, bitch» escribió a mano en una nota hallada por los alguaciles en su hogar. Y el jefe de Alguaciles, Rick Kastigar, explica otros hallazgos del plan «My assassination», «I planned ahead», «Giffords». ¿Y por qué la Congresista Giffords? Porque es un crimen políticamente motivado. Y, emocionalmente enfermo o no, mariguano o no, este portador del virus (S-JLv) es un ciudadano cavilante, equívocamente entrenado en reaccionar como un resentido social que ha sido alimentado por las escuelas sociales de resentimiento y hostilidad política. Consumidor de lo que vende y promociona gente como ésta que no quiere entender que Obama es un centrista y que entre el Partido Demócrata y el Republicano prácticamente no hay ninguna diferencia y que esas distinciones que la ultraderecha hace son bazofia.

Quienes se empeñar en hundir la cabeza en la arena y ser deshonesto con la realidad objetiva del país se articulan dentro de una bazofia contraproducentes y se sienten gurúes, o cuando no enfermos. Aquí a lucrar del incidente de la Matanza y cerciorarse de dar defensa a la venta libre, no regulada de armas, se persona toda la camarilla ultraderechista, comenzando con Jason Mattera, editor de «Human Events», vocero de Young America's Foundation y autor de Obama Zombies: How the Liberal Machine Brainwashed My Generation, libraco publicado por Simon & Schuster. Le sigue Michelle Malkin, radio-tele-bemba de la maquinaria mayor de Teóricos del Sinsentido y la Hipérbole política (Newt Gingrich, Glenn Beck, David Limbaugh, Thomas Sowell, Dinesh D' Souza, Ann Coulter. etc.). En conjunto, vividores de la consultoría política y demagógica de los funcionarios, candidatos postulantes y agendas conservadoras, en el peor sentido del término.

Estos asesores charlatanes y consejeros de marras tienen su carismático estratega, Newt Gingrich, que se pinta como salvador. Este es autor de To Save America: Stopping Obama's Secular-Socialist Machine. Todos han sido cortados por un lenguaje hiperbólico y desinformador con el fin de escandalizar y meter miedo a sus propios conciudadanos. Son gente intelectualmente enferma y sólo aman una cosa: el poder, la desigualdad y el imperialismo. Mas hablan en nombre del único patriotismo que reconocen, el que es a su manera. El patriotismo de sus egos. Y es precisamente, por la colleja apetente de ego, que entra ese virus de Síndrome de Jered.


CONTINUA
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