Thursday, July 8, 2010

La idea es crear caos


Por Arturo Cardona Mattei / escritor y poeta puertorriqueño

Estos son días de preocupación para todo el pueblo de Puerto Rico. No tenemos paz. No vemos por ningún lado la justicia que debe emanar de ese contrato social entre todos los componentes de la sociedad. Lo que vemos son tribus políticas queriendo mantener sus propios privilegios a toda costa. Nadie está dispuesto a cejar un ápice. Las ambiciones desmedidas y las malditas ideologías están socavando toda la zapata donde está montada nuestra vida de pueblo. De no cambiar de rumbo, vamos a caer en un verdadero derrumbe. Nuestra isla se nos está desbaratando pedazo a pedazo, canto a canto. Nosotros mismos, todos por igual, somo la fuerza más brutal que tenemos como enemigo.

Nos autoproclamamos como una de las democracias más adelantada y estable de este hemisferio, pero la realidad diaria nos abofetea sin misericordia. Todos los componentes de nuestra sociedad están malamente heridos. Los políticos nos toman el pelo y nos tratan como tontos útiles. Los líderes obreros siguen desencajados en sus luchas obreras. Su casa es una dividida. No logran aglutinar fuerzas para llevar a cabo el papel que les corresponde. Los líderes que bregan con el aparato económico tampoco pueden dar con la fórmula que ponga a Puerto Rico otra vez en el camino del progreso.Y los líderes religiosos andan por las nubes. Parece ser que la fuerza de gravedad no aplica a ellos. Tenemos un monstruo religioso de muchas cabezas, de muchas bocas y de muchas patas. Este gremio es el más desatinado que vive en nuestra sociedad puertorriqueña. Estos son los que secan la ubre sin matar la vaca.

Las marchas y las protestas parecen ser la consigna a seguir. El descontento es una fuerza que puede desembocar en peligrosos actos de confrontamiento. Ya los estamos viendo y sufriendo. Y el tiempo que queda hasta el próximo concurso electoral va a ser uno tortuoso. Los de arriba no se conforman con sus privilegios y poderes y los de abajo no se conforman con sus pesares, angustias e inseguridades. Privilegios desvergonzados no permiten ver las necesidades apremiantes. Así no se puede construir una mejor calidad de vida. Estamos pisoteando los huevos y comiéndonos la gallina, a la misma vez. Al final del asunto todos seremos cadáveres. Y no habrá quien nos entierre. Para entonces, solo un lúgubre silencio flotará sobre nuestra geografía isleña. Esa será nuestra única bandera patriótica.

Nuestra cantera de líderes –de toda naturaleza- está esquilmada, desplumada, escuálida. Nuestro banco de talento está en números rojos. Salimos de uno malo para pasar a uno mediocre. Salimos de uno inepto para congraciarnos con uno desvalijado de ideas y propósitos. En ese carrusel llevamos dando vueltas hace largo rato, muchísimos años.

El gobernador Luis Fortuño últimamente se ha visto obligado a contestar muchas preguntas para ver cómo calma a un pueblo que exige respeto a sus derechos más elementales. El pueblo clama por trabajo, quiere respirar paz y quiere ver la justicia de la cual habla todo el mundo. El gobernador seguirá hablando y el pueblo seguirá luchando. La paz social que tanto se balbucea no va a llegar. Sencillo, estamos bajo el mandato de un gobierno neoliberal que solo postula riquezas para unos pocos. Por eso es que seguimos recibiendo el azote de una ley 7, que lo único que ha logrado es romper la paz y la tranquilidad del pueblo trabajador. El desempleo se enfiló hacia las nubes, Hacienda no recibe los recaudos esperados y necesitados, los comerciantes se olvidan de reportar el IVU en un 45%, y las instituciones sin fines de lucro siguen chupando millones de un Tesoro ya maltrecho.

Pero nuestro gobernador tiene su vista fija en un solo objetivo para terminar con todo este desmadre social, político y económico: acabar con el socialismo y comunismo. Para el todo ese malestar que desfila en las calles de Puerto Rico tiene sus raíces en esos malignos gérmenes. Con esa profundidad de pensamiento creo que no vamos a salir del atolladero. Señor gobernador, la fiebre es muy elevada y las causas son muy diversas. Usted mismo sabe que la solución que necesitamos no es mágica. Por ejemplo, ¿dónde están sus cien amigos millonarios que iban a invertir sus riquezas en Puerto Rico? ¿Por qué las gordísimas ayudas federales no le ponen fin a nuestras injusticias sociales y económicas? ¿Por qué usted no hace unos ajustes verdaderos en toda la plantilla de políticos, asesores y ejecutivos que siguen chupando de la teta pública? ¡Imposible! Que siga el asalariado rascándose los bolsillos.

Su última ingenua idea consiste en importar asesoramiento técnico de la policía de Nueva York para ver si puede acabar con las manifestaciones que tanto dolor de cabeza le proporcionan. Sin querer queriendo ha confesado que su Superintendente de la policía no tiene la capacidad para seguir en ese puesto. Entonces, ¡que le pida la renuncia! Señor gobernador, la idea de las marchas y protestas no es crear caos, sino crear conciencia de la enfermedad social que vive el pueblo puertorriqueño.

Señor gobernador, hinque sus rodillas en el Jardín Hundido de la Fortaleza, tómese de manos con la claque religiosa que usted amamanta y eleve una oración a los altos cielos, y verá cómo todo se arreglará en esta bendita isla del Cordero. ¿Se acuerda del Senador que dijo que vio la mano de Dios en la legislación para los cinco minutos de reflexión en las escuelas?¡ Esos son los líderes que necesitamos! Punto.

Caguas, Puerto Rico
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