Monday, November 15, 2010

A Golda Meir



Por Carlos López Dzur / Poeta

Férrea voluntad, boca sin tapujos,
abuela de pelo gris de todos los judíos,
cuando el sionismo se implicara
con tu nombre,
entonces, yo era sionista, «te quería.
Me inspirabas». Sionismo era espíritu. Hoy no.
Ahora es territorialidad y ambiciones, Abuela Golda.

¡Si supieras que han hecho de tus causas,
a qué niveles han decrecido y desfigurado
tu grandeza, no lo creerías...
si supieras cómo se retuerce en la tumba
David Ben Gurión, cómo hiela
tu calor humano
en Kiev donde nacíste, cómo ni residuos quedan
del viejo Partido del Trabajo que tenía
su sionismo como el tuyo.

Nada quedó en Tel Aviv, la vieja Palestina,
de lo que fue la visión del hibisco
y de una labor cooperativa de cultivos
entre Israel y Africa! ¡Nada queda,
después del Ministerio tuyo en las áreas
de Trabajo, Relaciones Extranjeras,
Planeamiento Urbano y el secretariado de Mapai!

¡Ya el sionismo es otra cosa:
fusil, desvío, colonialismo, asentamientos,
ultraje, polarizaciones, unidimensionales pactos
e Israel no es el Estado que soñaste
y ayudante a proclamar!
Después de la Guerra del Yom Kippur
(que te hizo retirar de la política),
sólo queda odio, heridas que desde octubre del '73
no han cicatrizado, aniversarios de recelo
y una que otra luz de tu grandeza.

¿Qué dirá tu padre carpintero, siempre temeroso
a verse en medio de un pogrom inminente,
tu padre Moshe Mabovitch que huyó de Ucrania
por trabajar en el New York monstruoso,
tan racista como el Kiev ucraniano?
... y mira ese dolor de la ausencia, Abuela,
todos tus hermanos muriendo en la niñez
(tal vez por el hambre, el frío, la soledad de Pinsk).
¿Qué dirá en Milwaukee, tu padre,
ahora en los empleos mejor remunerados
de los ferrocarriles cuando se mude a la familia
y sepa que 5 de sus hijos murieron en ausencia
y sólo queda Sheyna, Tzipke y tú,
qué dirá, desde su ventorrillo, Blume tu madre
y cómo desde una escuelilla de la Calle 4
has de ir fraguando el empeño de acción cooperativa,
amor social entre judíos, liderazgo activo
para pagar no sólo libros tuyos,
los de tus compañeros en el primer decenio
del siglo?, ¿cómo dirás a ellos,
que tras muchos viajes, empleos, separaciones,
temes si habrá valido la pena?... y luego, Denver, Colorado,
y la pregunta es igual con Sheyna: vamos a debatir
la cuestión del sionismo, el derecho de las mujeres
al sufragio, la necesidad de forjar cooperativas
y aprender de los kibbutz en MerhaviaIn, Palestina,
y una ética del trabajo y la tolerancia étnica
y humana que valga para todos:
porque Sión es espíritu
y el socialismo es dedicación
y complemento bueno del sionismo.

Vamos (tu esposo va contigo) al Valle del Jezreel
y aprendamos a criar pollos, a recoger almendras,
a plantar árboles y atender cocinas colectivas,
vamos, con los pequeños críos Menachem
y Sarah al kibbutz Merhavia, seamos
judíos con duras manos que aman espíritu
porque amor hay antes que tierra
o plan de particiones
y trabajo antes que cualquier república...

Férrea voluntad, boca sin tapujos,
abuela de pelo gris de todos los judíos,
cuando el sionismo se implicara
con su nombre,
entonces, yo era sionista, «te quería.
Me inspirabas»,
porque no eras paramilitar de metralleta
dentro del Movimiento y pedíste cautela
en junio de 1946
porque el británico mismo arrestaba tus líderes
y a la gente del Yishuv. Al éxodo masivo de árabes
antes de la Guerra de Independencia de 1948.
lo ubicaste desde el sionismo compasivo:
«Esto es horrible y se asemeja a lo que hemos sufrido
como judíos con las ocupaciones Nazis de Europa»
y te fuiste, Abuela Meir, disfrazada de mujer árabe
hasta Amman y te reuníste en secreto con el rey Abdullah
de Transjordania, urgiéndole: «Seamos ambos agentes
de la paz. El Estado que deseamos tiene espacio
para todos. Disuade a los árabes para que no nos ataquen.
Yo haré lo mismo en la nueva Tierra de Israel
porque hemos esperado 2,000 años para este momento».

Pero la guerra llegó. Egipto, Siria, Líbano,
Transjordania e Irak, todos juntos en 1948 contra
tu Israel y fuiste a la URSS donde en sinagogas de Moscú
se bendijo tu nombre, eras la primera embajadora
de Israel, la primera que respeta el trabajo,
que bendice el socialismo, que canta a la paz
pese a que no se puede, no se quiere,
no se honra... ¡Oh Meir hebraica, iluminada,
alcaldesa de Tel Aviv, constructora de naciones,
mucho te falta por ver, la burla que acaba
con tus grandes visiones,
aguijones querrán herir tu pie
y tirar una granada Mills en tus atrios.
Eso te espera.
Cuídate de Yaakob Dueg
y los enfermos mentales del nuevo sionismo
y de los partidos y liderazgos de Rafi y Ahdut HaAvoda,
cuídate de las coaliciones con los que urden
con la guerra de Seis Días
herirte el calcañar y los que como Nixon,
Ceausescu y Willy Brandt, a tus espaldas
se burlan junto al Partido de Gahal...
Esto de muchas balas es tu negocio triste.
Cuídate, Abuela, de Moshé Dayan
y Henry Kissinger. Del canciller austríaco
Bruno Kreisky en los campos de transición
de Schönau, en la Baja Austría.
De la Operación Ira de Dios.
De la Masacre de Munich
durante las Olimpíadas Veraniegas.
«Five years are sufficient...
It is beyond my strength
to continue carrying this burden»,
dijiste.

Cuídate de la Mossad y no los utilices
porque es la verdadera picadura
en este Septiembre Negro.
Deja que Yitzhak Rabin herede tu caída.
No te manches tus manos en las Alturas de Golán.
Israel te debe lo más heroico que el sionismo tuvo.
Ahora únicamente queda la sombra, el crimen,
la voluntad que ofende a sangre y fuego
al vecino y a Dios. Quedan fascistas que no invocan
otra cosa que violencia, seres que no se acuerdan
de los penurias de tu padre y tu madre
en Kiev, en Pinsk, en Nueva York,
en Milwaukee, en Denver
y cómo piscaban almendros en los kibbutz
y la gente era amorosa, conforme
con lo suyo, sudor y trabajo
y un Sión dentro del alma, basado en no despojar
a los vecinos, basado en el Shalom sentido.

De El libro de anaquistas

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De los hombres fuertes / Lope de Aguirre / Indice / Indice / Heideggerianas / Memorias de la contracutura / Indice / Indice: Cuaderno de amor a Haití / Dedicatoria / 44. De los jardines destrozados / 47. El extranjero egregio en el octavo día / 48. Las mingas y la Minga / Sucot

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