Tuesday, May 17, 2011

¿Por qué cambiar la Constitución?


Por Carlos Bernales

PERU:
La derecha, ahora escudada por la candidatura de la «hija del ladrón y asesino», tiembla ante la posibilidad del triunfo electoral de Ollanta Humala, por ello está haciéndole firmar, al candidato nacionalista, cuanto papelucho se le ocurre en la esperanza de salvar la constitución fujimorista.

No debe ser muy bueno lo que dice esa constitución para que al unísono la derecha la considere como las tablas de la ley. Ni Moisés, de quien se dice se le destruyó una de las tablas de lo que originalmente fueron quince, no diez, mandamientos, fue tan conservador.

Efectivamente, la constitución fujimontesinista tiene demasiadas trampas como para ser buena. Como que quienes hacen las trampas, dirigidos nada menos que por Montesinos, escribieron esa «Ley de leyes».

Hasta el momento en que fue promulgada, en el Perú existían valores constitucionales que obligaban al Estado a velar por la vida, la salud, la educación, el trabajo, la recreación y la jubilación de todos los ciudadanos.

La constitución fujimorista cancela esas obligaciones y otorga a las empresas privadas la facultad de asumir por el estado, sus compromisos sociales. Por ejemplo en el caso de la salud, el Artículo 11 dice textualmente: «El Estado garantiza el libre acceso a las prestaciones de salud y pensiones, a través de entidades públicas, privadas o mixtas. Supervisa asimismo su eficaz funcionamiento».

Lo anterior significa que se coloca a la empresa privada y al estado en el mismo nivel de responsabilidad para atender la demanda de salud de los ciudadanos peruanos. Esto no es así. El Estado es una institución sin fines de lucro. Su obligación en este rubro es velar por la salud de todos los ciudadanos sin ninguna limitación. Cuando el Estado afirma que todos tenemos derecho a la salud no puede discriminar a nadie.

La empresa privada, en cambio, es una institución cuyo objetivo central es el lucro. Al tener el sistema de salud en sus manos, la empresa privada determina que sólo tienen derecho a la salud quienes puedan pagar un seguro por ella. Además, por tradición se sabe que las empresas privadas buscan mayores beneficios a cambio de mínimas inversiones y costos de hacer.

En el propio Estados Unidos, la patria verdadera de la derecha peruana, hay casos fundamentados de irracionalidad en un sistema de salud que en realidad atenta contra la vida de los ciudadanos de ese país. En la película documental Sicko, dirigida por Michael Moore, se relata la historia de un trabajador que pierde tres dedos y es llevado de urgencia a un Hospital y teniéndo éste la técnica y las capacidades para reimplantarle sus dedos, antes de operarlo le hace un presupuesto de lo que le costaría la operación. Desconsolado, el trabajador admite que sólo tiene dinero para pagar por el reimplante de un sólo dedo. Finalmente, doblegado por la indolencia del hospital, el pobre hombre deberá conformarse con la pérdida de sus dos dedos.

Tal historia no hubiera sucedido nunca si los hospitales y los sistemas de salud estuvieran ciento por ciento en manos del Estado. Como en Europa.

Pero no un Estado cualquiera, como el que tenemos en el Perú, administrado por una oligarquía parasitaria que nunca atendió al bienestar de nadie. Ni siquiera de sí misma. De lo contrario, en vez de seguir siendo oligarquía tendríamos al frente a una clase empresarial, sin temor al futuro político. En cambio, los parásitos que viven despreciando al Estado pero que viven de éste, se mueren de susto al pensar en un cambio del sistema corrupto en el que se mueven como pez en el agua y los obligue a trabajar. Trabajar… una palabra que se les aparece como la Cruz a Drácula.

¡AAAyyy, Humala nos va a poner a trabajar…! ¡Calma, pituquín, por eso mejor vota por Keiko, con ella robarás todo lo que quieras!

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