Wednesday, February 4, 2009

Comprar, comprar y comprar


Por Arturo Cardona Mattei / Escritor puertorriqueño


Indudablemente, no aprendemos de los errores ni de la historia. Le seguimos dando patadas a la misma piedra. Y aunque nos duela, nos gusta. Somos masoquistas. Reímos, y proseguimos por el mismo camino. Tenemos un apetito voraz por las cosas materiales. La otra parte, la moral y espiritual, la ponemos al rescoldo. Las sacamos a coger sol cuando no hay otra cosa que hacer ni decir. Pero el juez tiempo siempre nos alcanza y utiliza nuestras espaldas para dejar las huellas de su látigo. Nadie quiere perder lo ya ganado. El éxito lo medimos por medio de las cosas materiales acumuladas. Y sin querer, tal vez, nos envolvemos en competencia con el vecino cercano y lejano. Así, llegamos a ser rehenes de los vicios materiales.

Gracias a que siempre tenemos voces que dan la alerta, podemos moderar en cierto grado esos apetitos materiales que tanto nos torturan. Los gobiernos, aunque corruptos, también nos advierten de la moderación para un sano vivir. Desde los tiempos del poderoso Imperio Romano la historia nos trae este tipo de alerta. En el año 22 de nuestra era, el emperador romano Tiberio criticó el insaciable deseo de lujos de sus compatriotas. Dijo que, «debido a estos excesos y a la desmedida ansia de joyas de las matronas romanas, se estaban despilfarrando las riquezas del imperio, las cuales acababan en manos de pueblos extranjeros o enemigos».

Tiempo después, el historiador romano Plinio el Viejo también se quejó de lo mismo. Según él, se gastaba tanto en adornos para las mujeres y en otros lujos, que los indios, los seres –nombre dado entonces a los tártaros orientales- y los árabes sacaban del imperio «por lo menos mil veces 100 mil sestercios». Esa cantidad representaba un 2% de la economía del imperio romano.

Hoy vivimos en un mundo globalizado. Los vicios también han seguido ese rumbo. El caso más patético y actual es el del inversionista de Wall Street, Bernard Madoff, quien cometió el fraude más grande de la historia. Como por arte de magia ha hecho desaparecer unos 50 billones de dólares. ¡Qué bárbaro! Este personaje, con sonrisa de Mona Lisa, globalizó su astucia y malicia para allegarse tan monstruosa riqueza. Aquí la avaricia rompió el saco. Aquí el amor al dinero destruyó toda medida bíblica. Sin misericordia ni piedad dejó desnudos y en la calle a muchos grandes inversores en todo el planeta. Veremos a ver cómo la justicia trata a este caballero de las finanzas. La verdad es que Wall Street es un nido de ratas hambrientas de dinero.

Volvamos a nuestro lar. El gobernador Luis Fortuño Burset ha firmado una orden ejecutiva para que todas las agencias del gobierno se aprieten los cinturones. Nada de gastos superfluos, plazas de empleos que no podrán ser ocupadas, y otra serie de medidas drásticas. Los presidentes de Cámara y Senado también han hablado con una sola voz. Puerto Rico está en una verdadera crisis económica y fiscal. Nuestro gobierno vive de préstamo en préstamo. Lo que tiene en un bolsillo se lo debe al otro. El pantalón gubernamental está crucificado de parches. Falta por ver si la Señora Corrupción se queda quieta ante tan austero llamado. En papel todo se ve muy bonito. Una cosa tendremos invevitablemente; nuevos arbitrios e impuestos nos romperán más el bolsillo, pues esos préstamos no son regalos desinteresados. Ese no es el juego de los bonistas. Ellos prestan, ellos exigen, ellos nos rompen el espinazo. No votan en nuestras elecciones, pero Puerto Rico es su rehén más preciado. Así de malhechor es el sistema económico que vivimos. Estamos atrapados irremediablemente. De ese hoyo nunca saldremos.

La zapata de nuestro sistema económico se está resquebrajando. Las grietas son visibles. El sonido de sus muros y paredes así lo confirman. El dólar americano, nuestra moneda común, está en franca caída. Su devaluación no está muy lejos. El fantasma de la pobreza y el hambre nos siguen muy de cerca. Aquí en Puerto Rico tenemos esos fantasmas muy bien disfrazados con las ayudas federales. Estamos ante el virus económico más contagioso de la historia. Si las grandes economías del mundo están en números precarios, imagínese cómo podrá quedar nuestro Puerto Rico en unos pocos años. Nuestro arbolito económico no se puede comparar con esos Secuoyas del mundo mercantil.

Mientras tengamos guerras inhumanas y vicios aberrantes y hambrunas mundiales y seres humanos desparramados por todo el planeta y políticos corruptos y líderes religiosos embusteros, esta humanidad no va a saber lo que es la paz y la felicidad genuinas. La nueva administración de Barack Obama no va a ser la salvación del mundo. Los gobiernos se están quedando sin soluciones. Veremos a ver que pasa.

Caguas, Puerto Rico

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