Wednesday, June 22, 2011

Sobre mi primer libro / El hombre extendido


SEQUOYAH / 78 / 79 / LIBROS / / Premio en UCI, Irvine / Proyecto de Pueblo para Puerto Rico / Kool Tour Activa / Codice

Por Carlos López Dzur / poeta


Casi todas las personas que alguna vez, desde que soy cibernauta, me han comentado los textos de El hombre extendido parten de lo primero que conocieron de su contenido que es la segunda parte, titulada «El viajero». Aluden al libro como el que contiene «Me conocen» / «Me olvidan». No puedo identificar mis creaciones de ese modo, si bien debo indicar que El hombre extendido (EHE) no es mi primer libro, [1] aunque parezca el primero. De hecho, EHE es el primer libro publicado (en ambas ocasiones, sus dos ediciones, parcialmente) y el primero que recibe un reconocimiento amplio por universitarios por haber sido premiado en UCI, Irvine.

Mas tengo claro que no es un libro tan simple como para aludirlo como uno sobre la inmigración y/o la nostalgia. La estructura pensada del libro dispuso como sus cuatro partes: (1) Lecciones Dionisíacas, (2) El viajero, (3) El destino de la rebeldía y la reconciliación con el Kairós y (4 )La rebeldía azul de los perturbadores. En otras palabras, El hombre extendido tiene un personaje central y arquetípico. Es Dioniso, dios trágico y, al mismo tiempo, deidad del júbilo de la existencia. Este último aspecto, Dioniso como cantor lírico de amor, es representado por su lira y las fiestas de su festejo por las ménades y bacantes. Dioniso es Llama, ardor de corazón reconciliado por dos pares de elementos: rebeldía y regocijo, lo social y lo íntimo.

No se dude que éste es el primer libro personal o parataxis poética con que, en consideración de los estados poscoloniales que España dejara en América y vista la población migrante en los EE.UU., atestiguo e inicio un pensar comparativo y multicultural de lo que presenciaré material, política y culturalmente. Nazco como poeta social pese al fuerte contenido místico / o presupuestos conceptuales / que siempre ha tenido mi poesía, o aquello que fue de mis predilecciones literarias desde mi niñez. Ocurre que, para este proceso creativo, viviré en los EE.UU., y con «El hombre extendido» mi consciencia se dará a explicar el orden del mundo ecuménico, el Estado y la sociedad. Lo pretenderá por primera vez y, en consecuencia, buscaré una voz hablante que comprenda y simbolice lo que emprendo.

El mundo tebano y ateniense son entonces subtópicos de mi partida. No son ahora meramente lo literario e hipotético. Viviré existencialmente mi pasión por estos símbolos. Pasaré de Macedonia al Monte Citerón como poseso de Dioniso... El viaje que se inicia en la Parte Dos del libro es la ruptura con mundos unipolares de mito y religión, en favor de una asumpción del destino por la rebeldía, descrita en la Parte Tres. Soy yo, emocionalmente poseyendo estos símbolos, sacándolos de lo abstracto-religioso para hacerlos sociales, sustanciales y reconocerlos en California, o en cualquier parte del mundo y con cualquier etnia. Escribo con un carga motiva que tiene mucho de desmesura / hybris / temor y arrebato. Es que California me parece tan nueva, como vivir las diferencias entre San Diego y Tijuana. O Los Angeles y mi natal Pepino.

Dioniso es el Arquetipo mediador con el que me place hacer este análisis desafiante. El héroe trágico es necesario a la meta de reeducar el Estado / cualquier comunidad del Estado / para la libertad o dar proyecto de país a la gente que cohabita el espacio o ciudad (polis). El mito de Dioniso sirve para desenmascarar la dictadura olímpica, las máscaras sociales y falsos dioses. El Dioniso de mi libro es el verdadero 'hombre extendido' que en mis textos puede hallarse en California, lo mismo que en Macedonia y la Cuarta Parte [«La rebeldía azul de los perturbadores»] en mi poemario revelará la dimensión mística y cósmica de esta humanidad extendida.

El motivo de la rebelión es la incapacidad humana de disfrutar libremente la necesaria energía, la preeminencia en el mundo de adoraciones del Sublime absoluto, encarnado en el Estado. Al querer un mundo más humano, el Dioniso interno se queja:

Mi mundo teja abajo es lo que quiero,
seco y amargo mi mundo:
la masa de reposo,
mi fuente, nexos de gravedad,
mi amparo.

Estas expresiones de sustancia o necesaria energía son la Llama / Shajevet / o la estructura física de la llama que este Dioniso echa de menos. La dimensión del corazón humano, en cuanto pone su pasión para el bien, es como la mecha a la Llama. La alusión a lo azul es el Gran Mechero o fuente de energía de la llama. El amor mismo, cuando arde con pasión, es la llama interior. Nuestro azul o color de llama divina. Nuestro 'shalhevet-kah / Jashmal'. Esta es la divinidad de la rebelión de la que hablo cuando elijo a Dioniso como voz poética mediadora de mi propia voz. El corazón dionisíaco / ese portavoz arquetipal / nos pasa por muchas pasiones del miedo al temor, de la devoción a la sinceridad; pero la compasión y el valor es lo que distingo del heredero de la lira y su eterna nostalgia.

De lo que se trata en los poemas de EHE, es de mi defensa a la rebeldía épica, esto es, al poder transformador de la voluntad ante condiciones circuntanciales y existenciales que opacan regocijos en favor de una visión trágica de la existencia. De hecho desde los tiempos de Esquilo, padre griego de la Tragedia, la visión trágica se relaciona a la idea de que el conocimiento, del Bien como del Mal, es sólo posible por el sufrimiento.

La visión trágica es reformulación del mito épico en la Atenas del siglo V y de aquellos personajes del mito que dudan / examinan / o confrontan el Orden divino del mundo (Díké), legalidad suprahumana, cuestionamiento que se infiere de las tragedias de Esquilo y Sófocles (Orestía, Antígona). Es cierto que el hombre / su humanidad / se extiende cuando viaja y convive en geografías distintas; pero, de igual importancia en este libro, es que el hombre 'se extiende', o se amplía, o crece, cuando además de las leyes no escritas, no legisladas teológicamente, crea instituciones humanas para la Ley o las Causas de Acción que despiertan el hecho trágico. En este particular, se explican las intenciones de los poemas que se concentran en las nociones de «hamartía», «até» e «hybris».

Aunque el libro es una apología a lo trágico, lo Trágico no es definido como absoluto y determinístico. Es sólo un sabor provisional en torno a la «fragilidad» de la felicidad en las condiciones sociológicas que han propiciado sufrimiento o el encadenamiento del potencial liberador y rebelde que el hombre tiene en sí y que será su reeducación para la libertad y la estimación de la aporía de progreso humano. Muchos intérpretes de Platón tienden a rechazar el valor de la tragedia para la educación y la cultura.

Lo que es visible, como visos conclusivos del poetizar en EHE, es mi comodidad con la rebeldía como elemento trágico permanente (no seré yo quien, como Eurípides, vaticine la «muerte de la tragedia», aunque entienda la necesidad de que mueran interpretaciones sofísticas y aún el cómodo estoicismo del senequismo). Estoy más cerca de la rebeldía unamuniana: El sentimiento trágico de la vida y la erótica de Kierkegaard.

Otros amigos, ahora que leerán lo que antes no se viera, las cuatro partes del libro juntas y cada uno de los poemas indexado a la parte que corresponda, ya no podrán referir el poemario «como aquel que escribiste sobre perros y jaurías». Alusión que también me desorientara porque más que de perros, el libro EHE lo que describe son erinias. Una ancianas furiosas, con cierto aspecto perruno o de hienas. En el poema Viene entre perros y viejas bochinchosas, el hablante del poema (el rey Penteo que parece conversar con Cadmos) habla sobre la irrupción de Dioniso a Tebas. El mismo da una prosopopeya de su ser canino:

No me saque en cara usted que me haya dado
un hueso / el reino de Tebas /
y, si nada, ni se preocupe.

Para que el amor se asome
yo nunca pido ni suplico ni espero.
No lamo a ningún amo. Y si él, Dioniso
es llamado el Rebelde, yo soy más rebelde
que él. Yo despojo. Muerdo.

Eso es lo que Penteo es, el Despojador, el represor, nihilista negativo, el enemigo del rebelde bueno que Dioniso representa. El no puede ser humilde, sí arrogante («No lamo a ningún amo»). En contraposición, el rebelde positivo (Dioniso) es uno con fe y humildad. Es capaz de compararse con el perro leal, aún con el que fue apaleado. Este perro simbólico que marca sus huellas, por si le tocara regresar, está simbolizado con el alma viajera (Parte 2). Y una de las cosas que dice de sí y del por qué regresa es que la fe consolida al ser como alma y lo ayudará a vencer peligros que conducen a lo trágico, a la fragilidad de la felicidad y proyecto de vida:

(La fe) Ella es dharma, nunca hamartia.
O desmesura, tan fatal hybris.
Me inspira la entrega de todo lo que merezco.

La fe me explica que el Ser es ya el alma,
y quien la tiene la toca, la despierta, la conmueve.
Aprende el alma de la fe y la fe del alma.

Uno de los mensajes más importantes del libro, como una de mis tarea reflexivas iniciales para redefinir al revolucionario / rebelde / es indicar dos ingredientes del carácter del héroe trágico. Tiene que ser humilde y leal como son los perros, pero su Amo es el ser / ente hombre o mujer/ con fe, el adorador(a), la bacante o la ménade. Esos pueblos itinerantes que le siguen son sus símbolos de adhesión. En las tragedias suelen representarse como mujeres / o coros de suplicantes. Estas mujeres, bajo el liderazgo de Dioniso, están dispuestas a toda lucha y son distintas en su función a las Erinas [2] (Furias del Orden Divino extrahumano), aunque pueden ser devoradoras como las erinas mismas.

¿Hay algo reprochable en que una Erinia se convierte en un símbolo de venganza, en particular cuando se ha comentido una bejeza criminal? ¿Cuándo pueden ser venerables diosas? ¿Cuando seres meramente borrosos y perrunos? Cuando el hablante lírico mayor de mi libro se expresa, este se vuelve voz, «chthóniai theaí», de 'deidades ctónicas’, sustancialmente carnales, mas no egoicas y vengadoras.

Yo guardo las pistas de amor cuando las veo
y si con animal me comparo es con el perro
que ensalivó su roca, al pie de un tronco de árbol
o cercado de camino, y puso a tal por señal,
por si le toca el regreso
con el rabo entre las patas, pero el corazón
siempre con su regocijo.

[Los perros y yo, I, EHE]

Uno de los mensajes más importantes del libro, como una de mis tarea reflexivas iniciales para redefinir al tevolucionario / rebelde / es indicar dos ingredientes del carácter del héroe trágico. Tiene que ser humilde y leal como son los perros, pero su Amo es el ser con fe, el adorador(a), la bacante y ménade. Esos pueblos itinerantes que le siguen. En las tragedias suelen representarse como mujeres / o coros de suplicantes. Estas mujeres, bajo el liderazgo de Dioniso, están dispuestas a toda lucha y son distintas en su función a las Erinas (Furias del Orden Divino extrahumano), aunque pueden ser devoradoras como las erinias mismas.

Yo guardo las pistas de amor cuando las veo
y si con animal me comparo es con el perro
que ensalivó su roca, al pie de un tronco de árbol
o cercado de camino, y puso a tal por señal,
por si le toca el regreso
con el rabo entre las patas, pero el corazón
siempre con su regocijo.

[Los perros y yo, I, EHE]

También creó, según observé, expetación en el libro es que sus lectores mexicanos esperaran un libro «chicano» en su temática más concreta y no la reflexión dispuesta en sus cuatro partes. Para mí, no hay diferencia entre dedicar un poema a «Orestes, arquetipo del rebelde de Esquilo», que su manera universal de nombrarlo, como hago en «Uno el apelante, ¿qué puede?» o inventarme un texto con semejante dedicadtoria, pero llamarle Oreste Pérez, u Oreste el Chingón. Lo cierto es que el poema está planteado para uan denuncia:

Uno, ¿qué puede? si lo han robado.
Han quitado la justicia que creyó tener,
la certidumbre. Uno está preocupado
hasta las nachas, creyendo ser libre,
siendo esclavo, creyendo ser trascendente,
aunque lo vapulean en raseros del tiempo.

El contexto del tema del inmigrante y el mundo, si fue lo que quiso premiarse, se resumió con éste:

El mundo puede ser muy largo.
Ancho en cada latitud.
Hasta pulsado por las aguas de vecinos
(ajenos) hemisferios.
Las fronteras pueden dividirnos.
Un pinchi chingadazo hacernos ya no hermanos.
Enemigos. Pero yo aquí, carnal,
ni modo que ser un conquistado.
Treinta años llevo.

Aquí yo sembré árboles.
Coseché lechugas, piñas, cebollas, corazones.
Y una forma del nopal echó sombreros y hongos
y siemprevivas y abrazos
y lazos y canciones
y una forma del barro me hizo máscaras
y patadas pa'l fútbol y me dio porras
y plebes y petardos.

pero está llevado a no sólo la experiencia que se vive en el territorio estadounidense y con el mexicano. El poema incluído «A don Arturo» expone la experiencia migratoria del negro puertorriqueño en New York, y Arturo Alfonso Schomburg, es uno los los padres de la Historia Afroamericana. El texto «Olores de bohío» es un texto sobre la diáspora boricua, pero también se relaciona al regreso. En la Parte III, hay otros poemas de adioses y patria.

En la parte final, el tema es más intenso, si entendemos títulos y mensajes como los siguientes: «La abjuración» que trata de los exilios y similaridades entre José María Heredia («José del Alma lo llamaría José Martí»), «Cuando se diga inmigrante», «Alejandro es bravo» que tratan sobre el exilio de Alejandro Tapia, el Padre de la Identidad, tras experiencia de destierro por aceptar un desafío a duelo. En la parte final del libro se toca el tema una «Memoria de un torturado chileno», como antes se refirió las andanzas de un sevillano que arriba a América, Mateo Rosas de Oquendo (1559-1612), en el poema «Mateo el Aventurero».

La diversidad de procedencias, geografías y motivos migratorios de los hablantes, que utilizo fundan una universalidad necesaria para comprender este personaje arquetípico, el Dioniso humano que quiero presentar a los lectores y, en segundo lugar, la noción explicativa del por qué la divinidad de sus reclamos, de su rebelión. La primera opinión crítica sobre el libro, escrita por David Péez, me sorprendió cuando halló sorpresivo el lenguaje, cuando a mi juicio no lo sería, salvo uno uno que otro de los textos: (López Dzur) «plasma un lenguaje propio del chicano, del mexicoamericano y de individuos fronterizados» «López Dzur es el tipo de escritores que no ven prejuicio alguno en escribir el lenguaje de una clase tradicionalmente marginada y, en alguna época, muy combatida». Sin embargo, Paez acierta al indicar sobre la identidad étnica que comunidad que mejor uso hace del lenguaje 'caló', o Spanglish fronterizo:
«Los abuelos y padres de los chicanos jóvenes fueron creando, con el tiempo, su propia identidad. Una identidad que incluiría vestimenta, costumbre y lenguaje. El caló chicano sería algo natural, ignorado y despreciado, por otros grupos raciales, incluyendo el mexicoamericano que se asimilaría completamente, tras varias generaciones. El personaje que cuenta la historia de El hombre extendido, por no querer ser conquistado, se aferra al lenguaje modificado, a veces desfigurado por el barbarismo y los neologismo, que permea este libro. La necesidad de una identificación peculiar hizo al chicano distinto de otros grupos, aún los de su propia clase social y racial. El chicano aún busca identidad y, aún teniendo profesión y estatus, no abandona el lenguaje que usó de niño o cuando joven: lenguaje de ghetto y de frontera. [...]

En algún momento de la historia de los Estados Unidos, hay que recordar que los chicanos fueron tan perseguidos como los negros. Los rancios yankees de regiones como la de Texas, a pesar de haber despojado a México de la tierra que pisaban, no han podido olvidar la manera tan hostil cómo les trató el gobierno mexicano, o las rancherías armadas de Pancho Villa y, por ello siempre se han mostrado racistas. A pesar de la pérdida de territorios tan ricos como el de California los Ku Klux Klan no dejan de perseguir a los morenitos donde quieran que se topen con ellos».
[3]
Ahora que esta edición virtual pone de manifiesta el índice de textos y el contenido total del libro imagino que serán obvias otras cosas que escaparon por causa de las ediciones parciales de este libro. Las sintetizaría diciendo que El hombre extendido, es filosóficamente una reflexión sobre el tránsito del sentimiento trágico al jubiloso y del pensamiento extrahumano a la ética pragmática del hombre rebelde / prometeico o dionisíaco. El poemario EHE es, además, una meditación teórico-poética sobre nociones de la justicia natural, arcaica, extrahumanamente teologizada y la justicia nueva, el destino y la fe, el kairós y el condicionamiento histórico.

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NOTAS:

[1] Mi primer libro pasó por fuego una vez fue impreso por la Imprenta Ramallo y se tituló Hazel / Compañera publicado en la década de 1970. Salvé mucho de sus textos, pero, ante un volumen, al que sus impresres, no hicieron las revisiones de erratas solicitadas, lo quemé. Eran sólo 260 ejemplares. Antes de resentar al Concurso Chicano de UCI mi libro El hombre extendido, había comenzado los poemarios Las zonas del carácter, La casa, Cuaderno de amor a Haití, Lope de Aguirre y los paraísos soñados y otros.

[2] En la mitología griega, las Erinias / Erinúes, de «erínein», ‘perseguir’, personificaciones femeninas de la venganza, quienes perseguían a los culpables de ciertos crímenes. También se les llamaba Euménides, ‘benévolas’, antífrasis usada para evitar su ira cuando se pronunciaba su verdadero nombre. «Este nombre se habría utilizado por primera vez tras la absolución de Orestes por el Areópago. En Atenas se usaba también eufemísticamente la perífrasis «semnai theai», ‘venerables diosas’, «chthóniai theaí, ‘diosas ctónicas’, y Praxídiceas ‘ejecutoras de las leyes’.

[3] David Paez: Reseña; Revista Opine en internet, Astrolabio Net, en semanario, Miniondas, Santa Ana, California, 20 de enero de 1987, Sección Editorial, ps. 4A y 5A.
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