Friday, February 11, 2011

Mis poemas órficos / De El hombre extendido

¿Te imaginas?

A Dioniso, el campesino divino
a los orphikoi,
a Fanny, a Conchita,
a Nereida Liciaga y Leyna Tez
¿Te imaginas cómo es sentirse hijo divino?
Tener la llave exacta de Alegría
y abrir lo hermoso con los ojos abiertos
aunque vengan los cuchillos
o la duda a cegarte, ¿te imaginas
la vida, dando pasión a todo lo que haces?

Saberte un poco árbol y echar ramas y frutos.
Saberte la vendimia y esparcir el vino
como si la mar fuese una cava,
la vid lícua de vida y de embriaguez,
el sabor gustoso de los entusiasmos.

¿Te imaginas tú siendo dos veces nacido
aunque vengan piratas a tu barco
y el abordaje sea impulso vil de asesinos?

Saberte secuestrado y que Dios mismo
festeje tu rescate, que envíe lo que tú pides:
nada que sea absoluto... tal vez una canción,
un cabrillo, una tupida hiedra.
unas mejillas protectoras,
como yerba húmeda y fresca,
recuerdo difuso de Luna
y muslo de Dios,
sabor de hueso vivo entre bacantes,
¿te imaginas?

Saberte vecino de Orcómeno y de Nisa
y viajar entre montañas, educado por ninfas
y musas y ménades, viajar por cada mundo
a la mano, ser la cabrilla lujuriosa,
la rumorosa orilla, azul de cielo y pájaro,
saberte Tierra y Luna, exaltar la verdad
desde el placer interior, en theos, arrobamiento,
enloquecer por el amor ilimitado y no envejecer,
ser entre árboles, con el tirso de hiedra,
ser desnudo detrás de una parra
o un uvero, ¿te imaginas?
morir cada invierno y resucitar en primavera…


10-07-1986

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La voz salvaje

A Dioniso, hijo de Sémele
Olvidarme de mí mismo
¡eso quiero!
Abrir las venas del subjetivo lamento
¡eso quiero!
Olvidarme de mis inicialidades
y mis representaciones,
desafiar a quien reparte los destinos,
fluir naturalmente como un río
crecido entre rígidas Moiras,
que no piden más ádyton que las yerbas
que tapan el hoyo
y que no tengan ojos abiertos,
sino su gran amor
para que así ofrezcan algo,
el rumor del río,
la música de las que nace el Ditirambo.

Olvidarme de mí mismo,
¡eso quiero!
estar en la noche con los campesinos,
festejar la vendimia
que el alma cosecha con antorchas
¡eso quiero!
procurándose un grito y una danza
y una ebriedad dulcemete caníbal
y un sentido común disparatado
porque ya no hablas tú,
comportamiento diseñado...
habla la ausencia de palabras,
algo afuera de lo representado
¡eso quiero!
olvidarme de mí mismo.

12 / 08-1986

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Evocación de Orfeo

Canta el hombre. Que varón haya y hembra
que escuche exista, eya ambos dueños del poema,
la cítara, la lira, su proyecto
de música y de flauta, su memoria
de la Musa que lo hizo nacer.

Orfeo tiene la dulzura de los hombres
que a las bestias amansan, duerme
los perros bravos, calla sirenas y trinos
en la mar y en los aires.

En lagos de duplicidad y alharacas;
él sobrevive al dualismo de las cosas.
Con música se disolve la epifanía desfigurada
y el pavor. Que no muera el cantor
que por amor a los infiernos baja.

2.

¿Para quién es tu canción, hijo de Apolo,
heredero de lira? ¿Para quién la ternura
y la fidelidad, para quién la dríade que se muere
mordida a los pies de la serpiente
y a orillas de los ríos de Tracia?

Responde, Orfeo, porque tendrás que aprender
que las dudas matan y quien canta, si deja
su función, se pierde en infiernos mundanales.

Insultos de la tierra y el celo
de las hembras en deliquio, hechizadas,
lo escarnecerán. Canta o responde,.

Detuvíste tu canto, de repente,
y la rueda de Ixión no se detuvo.
La rueda siguió moliendo un corazón
en la venganza.

Se agotó el hombre que empujaba la roca
de su causa. Desfalleció en tristeza, como Sísifo,
por la pendiente hacia el abismo.

Canta, hijo de Calíope. Pasa tus dedos por la lira
porque los mortales te escuchan y descansan.
Responde a quién sigue exactamenten
tu canción y se consuela.

Prueba tu amor. Un perro duerme
porque en suburbios de la muerte das reposo.
Dí que cantas por los vivos y los muertos,
no sólo por la esposa que te ama.
Haz un canto social en los montes eleusinos.

3.

El hombre canta y esa es la verdadera pederastia.
Que haya un padre que le diga al hijo,
«Talla la lira, con magia de los dedos,
cohabita en el misterio de los cantos».

Canta por el ensordecido por los truenos
que matan; musita tu respiro hasta las tumbas
del caído. Entre la gente pestilente,
enferma en hospitales, en presidios,
en exilios, en las iras del hampa,
ofrece el sortilegio sonoro de una cítara,
la voz más inspirada de tu alma.

Canta, desde el drama interior
del sufrimiento, canta, poeta,
porque el dolor se repite
y prohíbe la alegría.

Dínos agriopemente la amargura
del amor perdido, ablanda el corazón
de los demonios; define la tristeza
para que puedas salir del agujero
que te tiene cautivo a su capricho.

Citaredo, no seas cobarde.
Si no vas a cantar, muere por amor
y no maldigas los dioses.
No golpées con la piedra el don de la alegría.

No escandalices con esa vibra horrenda
de congoja. Se está marchitando la cumbre
del Pangeo, se va secando el prado
sin canciones. Canta otra vez
el canto social y humano del que sufre.

12-03-1986


NOTA: El pueblo lo asesinó a Orfeo cuando destruyó la lira con una piedra y produjo un ruido, al hacerlo, que la comunidad no soportó y se decidió a pararlo. Esta es la moraleja: El que nazca para cantar, hágalo hasta el final de sus días.

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La muerte de la esposa

Murió como un gusano que trepa
a su penacho y se detiene.
La devora un lagarto verdinegro.

A nadie tengo aquí porque llueve en la sombra
y en mi paso. Y todo es un camastrón selvático
que depreda la voz con que lamento.

Las bestias huyeron y hablo solo.
Grito a los muertos y, en candelero,
está mi aliento únicamente
y mis ojos ávidamente perceptivos
ante la rica gratitud del todo
al filo del alba y el olvido.

7-13-1980 / El hombre extendido

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