Thursday, February 10, 2011

Tá mystéria

A Orfeo, cantor y trágico viajero del Más Allá,
a Dioniso, el sufriente ente del Más Acá,
a Julia de Burgos, que pidió su número
y bebió sola de su río
1.

De veras, prescindo de unas láminas áureas
sacadas de las tumbas de Grecia y Creta.
No necesito que venga el alma de un muerto
(sea Platón o Aristóteles) a ponderar
ex-cathedra mis coincidencias con los viejos orphikoi
y menos a murmurar pendejadas
incrédulas o confirmativas cuando yo canto
lo inmortal y aprendo a figurar la trascendencia
de la voz que palpita en mí;
yo escribo los relatos de mi propio iepoi lógo
y sé que son sagrados porque los escribo
en mis células y defiendo,
con uñas y dientes lo que hago
con mi cuerpo.

2.

No doy oráculos ni digo revelaciones
(yo sólo soy el presente que se fue
del pasado, pateado, amenazado, cocido,
descuartizado; recuerdo lo que hicieron los Titanes
con el niño Dioniso y cómo lo engañaron.
atrayéndolo con juguetes brillantes a la trampa
de su desmembramiento.
No amaron el estado puro de su corazón
ni aún apetecen el recuerdo suyo
(la culpa de haberlo matado) y menos esa voz,
esa voz de lira que tuvo Dioniso, esa voz inocente
que no derrama sangre,
que no dice «mata esa bestia»,
«imítanos, envidia a tal hermano,
despójalo en cuanto puedas,
cércalo en el lugar azul del hueso.
Evita que baje a los infiernos y busque amor del fuego,
justicia de lo Ignoto, amor que nunca muere...
sí, evita que él reproduzca con otros vivientes
en la competencia
(son quienes viven por amor, en permanente canto).
Que no realicen la katábasis, no ellos.
Desoriéntalo, házlo que beba del Agua del Olvido
cuando baje al Hades, fórzalo al Desierto
más de 40 años y que se muera en cadenas
y de pena, sin saber quién es, porque la identidad
no le vino, no quisimos dársela... Bebió del Río del Olvido
y no del grato Oasis de la Memoria
del que, al beberse, se proclama:
«También yo soy inmortal».

3.

Grabo en el nombre de mi guía
este tatuaje azul sobre cada espacio secreto
de mi cuerpo; nadie lo sabrá y ninguno
vivo o muerto lo confirmará: sólo un perro lo sabe,
sólo a un gato se lo dije; sólo el zorro
de mi alma me tatúa y es mi guía.

Puede que venga un cuervo cuando esté
en el Desierto y me diga: «No te olvides
del nombre de aquel que te transmigra,
revisa siempre la marca, házlo así
para que salves la identidad
cuando bajes al Hades».

4.

De veras, sin láminas áureas
sacadas de las tumbas de Grecia y Creta,
ya viviendo en el mundo oscurecido
por los oráculos de canallas desorientadores,
ya sin lo mejor de la Noche y mi Fanes,
ya, hombre pobre saqueado por los ricos
y los habladores, no me interesa
que venga el alma de los post-pitagóricos
y de los posmodernos a decirme a dónde debo
buscar mi identidad, sabiduría,
salvaciones, iluminaciones
o cualquiera mierda enaltezcan
con sus razones..

No. Me hieden esas tumbas.
Yo quiero mi infierno a mi manera.
Bajaré al Hades, beberé de la Memoria,
no del río del Olvido.. ¿Quién me dará
su saludo amistoso, ultratúmbico,
cuando esté de nalgas en las ventas del carajo
y del infierno? No Jimmy Swaggart, no Pat Robertson
(ningún puerco de las santas iglesias).
Nada de unción postrera, novenarios, liturgias.
Post-morten. Edifico mi apertura a la Memoria
que quiero, en ese río infernal: No el del Olvido
(el de la memoria: el mismo que gustara a Dioniso
cuando bajó al Hades en busca de la Amada).

5.

Tampoco, por las dudas, crean que vendrá
Empédocles a conversarme sobre las raíces
o elementos / rizómatas puros /
de la cosmología; ya no habrá tiempo
para saber acerca del número y el alma
o la arquitectura matemático divina del universo
al que voy y regreso. Estaré en el infierno, sin tiempo
para buscar el número de oro.

Pues uno que haya sido como yo, tendrá
que hacer lo mismo y fue en tierra que lo hizo
(consultó el recuerdo / tuvo mi obsesiva manía
de tocar su guitarra, su lira, ese harpón del poema
que desafía a los Titanes, bestiales y soberbios,
y, al final, recogerse en la muerte, así
como se recogió el pequeño Dioniso,
hijo de Perséfone. Yo haré lo mismo.
Mi corazón quedó salvo, con algo de ceniza
de Titán abrasado por el rayo de Zeus
y lo mejor, algo ingénito, el recuerdo de Dioniso.

6.

Tampoco, por las dudas, se crea que vendrá
Orfeo, él sí era puro, sexualmente dicho,
y era profeta y cantaba, pero de su bíos orphikós
ya no sabré; él no me dirá cómo dejar de ser
el marginado errante / Orfeo-telestes que va
de ciudad en ciudad, con su recetario
de salvación ad hoc. Soy muy tonto para que venga
por mí al infierno y tenga el tiempo de pasearme
por sus mundos como si ambos fuésemos
demiurgos del pasado.

El tiempo de aprendizaje se acabó. Bajaré solo.
Escribí mis poemas en la piel que tengo:
Este poema interminable que me recuerda:
«Allá bebe del río / nunca olvides /
esa esencia inmortal / el saludo
ante Nix, el Tiempo, Fanes, y habla del Huevo Cósmico
primordial, que quiero verlo / que alguna vez
Dioniso te dijo / pero fue de oídas...
ahora que saquen el pinchi huevo y lo veas».


De Teth, mi serpiente

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