Tuesday, August 2, 2011

El altar sagrado de la Cercanía


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Pot CARLOS LOPEZ DZUR
El Altar más sagrado que es posible al ser pensante y sintiente es el que nos llena de regocijo y sana excitación. Uno no edicaría altar ni buscaría experiencia mística que sea menor que ésto: Gemir de gozo. En sus orígenes, la gente que litaba ante sus altares tenía sus altos estándares de anhelo. En la actuaidad, es que la gente es rebaño de oquedades, abominaciones sin sentido y realiza, con ritual aprendido y copiado, lasmismas recetas y normas cuyo contexto mienta renunciaciones e inautenticidades.

Los remotos y ancestrales altares eran intransferiblemente personales, como debiera ser lo Divino personalizado. Lo que un altar fue mentaba siempre un hueco, lugar donde se guardaría / obsequiaría u ofrendaría / algo que puede ser material o espiritual. Es estúpido y no ordinario que se quiera un altar para propiciar el miedo ante sí mismo o la desdicha. Meterse miedo, no.

Los altares son monumentos internos a la liberación. Es el lugar donde se va a conjurar el temor, a eliminarlo, o cambiar las formas de incertidumbre por gozo. La vida en sí misma está hecha de perturbaciones cósmicas y vibraciones; pero el altar es el primer monumento estético para decir que el miedo, en realidad, no debe existir y puede transformar en su contrario, osadía creativa. Quien comulga con Dios no tiene miedo. Inventarse un dios para temerlo es estúpido.

Los hebreos fervientes, aquellos que vivieron en los tiempos de Abraham y Job, comparaban el Altar con el lugar al que se aproximaron o acercaron como individuos a presentar algo. Van a obsequiar, no a ser obsequiados. O van para experimentar un regocijo, que sea su intensificada emoción. Tal vez es lo que dejarán por testimonio u ofrenda. El Altar no es un lugar del que se trae algo, sino al que se lleva y es lugar que nos hace «gemir» con actitud abierta. Allí, en la presencia del Hueco, hay la consolación y la declaración de poder.

El altar, sea porque no haya templo que lo oculte, es una interrelación con la «morada» de nosotros mismos, la subjetividad, y una Cercanía a algo íntimo que queremos conocer muy bien en nuestra vida. Un Altar no es una fantasía, pero sí un acto agradable, personal, que nos aproxima hacia un lugar de habitación. El Hueco en Nosotros mismos y en la Cercanía más gozosa del espacio vital. El espacio vital es ya lo Divino materializado. Dios es espacio dentro de nuestro espacio. Es esencia del espacio, conscienzada por el ser. Nuestro ser.

Entre mis lecturas de la Torá y Heideggetr, he descubierto que sagrado es sólo lo que deseamos conocer muy bien. En ese proceso de «desearlo» se involucra mucho regocijo, entusiasmo o curiosidad. Acercarse hacia lo deseado es erótico, delicioso. Es un acercamiento que Abraham y Job parecían, al describirlo, que lo aludían como a algo más que un «contacto» ordinario. Este «nagash» / aproximarse a lo sagrado / se aludía como al «contacto» sexual, excitación gozosa y admirada ante el cuerpo aproximado, el cuerpo de la Cercanía, a lo considerado Sagrado.

Abraham fue un hombre con mucha consciencia social que cuando expresaba su preocupación por la vida moral de sus vecinos, acudía a meditar a su Altar. Se apartaba para pedir a Dios piadad por Sodoma. No que la destruyera. El intercedía por una comunidad, donde residía mucha gente a la que él amaba.

Dependiendo cómo uno utilice el vocablo hebreo «nagash», se hablaría de aproximaciones físicas-sexuales a lo amado, o aproximaciones a lo Sagrado. Y para hablar de la experiencia del Altar y lo que en su Cercanía acontece, es imprescindible que ponderemos otro verbo, que me gusta meditar de la Torá. Es «yashab» y se traduce como «morar», con la implicación de «permanecer, habitar» y, si bien no siempre es quedarse sentado ante el Altar, siempre implica la «esperar». El altar es un lugar donde se espera.

Y lo primera, en cuanto a la expectación, es que ceda la intensidad de la aproximación y uno ofrezca, con las palabras adecuadas, lo que iba a dar. El Altar necesita unas palabras, clara idea de lo que se pone ante él. El Altar es dar sentido peculiar al habitar, provisional o permanente de ese espacio.

«Yashab» es la palabra qie aparece en la Torá por primera vez en Génesis 4.16, con su acepción más común, «morar» y, en referencia a un posible altar, el Altar es como una sala deliberativa de audiencias. Quien funda un Altar en su corazón es como quien se ha sentado a la diestra del Gobernante Supremo del Universo y cree que, con su ritual, puede comenzar a reinar. Entonces es un sentarse en espera muy poderoso: «Allí me sentaré para juzgar a todas las naciones», según lo expresa Jeremías (13.12); no es el «Sentarse en el polvo» o «sentarse en la tierra» (Is 47.1 rvr, cf. rva) que es señal de humillación y pena. Sentarse, inclinarse, yacer en un altar, es tomar autoridad divina del universo, oír cómo se perturba creativamenye y nos hace gemir como copqrtícipes.

El Altar aludido, con el uso del «yashab», describe dos cosas: la presencia de lo Deseado. Si es algo divino la idea es que Dios «mora» entre los hombres y el hombre fervoroso oye el pedido de ese Dios, como David lo oyó cuando se le dijo: «¿Me edificarás tú una casa en la que yo habite?» (2 S 7.5 rva; cf. Sal 132.14). Y, como dijimos, ese Lugar / Hueco / no es necesariamente un templo material. Es una actitud filosófica y de gozo. Es una emoción que los primeros hebreos metaforizaron con la aproximación erótica del contacto sexual, como cuando el Amante introduce a su amada a la habitación.

El morar / aproximarrse / del «yashab» en el Altar es más íntimo y permanente que el implicado en el término «shakan», que también en el hebreo traduce nuestros equivalentes de «morar, habitar, asentarse, permanecer» y «quedar». Mas no es lo mismo el habitar en las tiendas de Sem. El habitar, sin santuario en el espíritu, tan sólo para yacer o pernoctar una noche, o en lo que pastores o comerciantes nómades se mudan de un lado a otro, no es equivalente a morar como en yashab. Y Shakan proviene de la vida nómada y significa «morar provisionalmente en una tienda / mishkan».

En el Altar ya la idea del «yashab» es morar en tal Hueco para siempre y nunca más verse removido. El yashab / o habitante que permanece / descubre en su regocijo la Presencia («shekéÆnah», erótica de lo Viviente como Espíritu, esto es, Rowah, Ruaj / como lo que es inmortal y etéreo.

Hay otro nivel para describir lo viviente, que es material y físico, «nephesh» y, en estos tiempos, de demasiados templos y sinagogas, se vive con mucho Nephesh y poco Ruaj. La gente tiene la Ley y la dirección mosaica, sus cristos y papas, sus apóstoles y rezadores, pero no entiende la «ha-toÆrah», las primicias de espíritu. La capacidad de gemir por devoción y gozo. Tenemos religiones de miedo. Cultos al temor a Dios / Diablo, al fracaso social, culto a la falsa redención porque nunca hemos sido libres ni en el hueco de la consciencia. El espíritu nunca nos ha gemido / porque no hemos sentido la Presencia / la Cercanía de lo Sagrado.

Cuando decimos «el Espíritu Santo gime en nosotros», lo que decimos es que estamos cagados de miedo y que realmente no moramos, en cuanto yashab. Es quizás un espectro asustador que se mete en el mishkan, o templo de piedra, o mega templo de adoradores. Mas no hay discernimiento, sólo palabras huecas, y la forma más común de esas palabras, el miedo.
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Estas en mis manos, gordo / cuento / Formación de la etnia pepiniana / Yossi May

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