Wednesday, March 16, 2011

La ambición colonial en el plan para derrocar a Gaddafi


Por Juan Francisco Coloane (especial para ARGENPRESS.info)

Lo de Libia está complicando a la Alianza Transatlántica más de lo advertido en el peor de los escenarios. El desastre natural en Japón y la crisis de seguridad en las instalaciones nucleares, refuerza la importancia de la variable energética exigiendo la rápida recuperación de Libia como socio vital de la Alianza Transatlántica, convirtiéndose en una prioridad de su seguridad estratégica.

El Primer Ministro británico, el conservador David Camerón, anunció estar dispuesto a una intervención militar en Libia, aunque no garantizaba ayuda directa a los rebeldes. El pragmatismo fue inequívoco: «No queremos al sur de de Europa un estado que nos amenace”. Hacía recordar el Ronald Reagan de mayor alcurnia imperial de los años 80 cuando decía que “al sur del Río Grande sólo obedecen con una patada en el trasero».

La Alianza Transatlántica olímpicamente intenta demostrar que tiene algo que ofrecer en cuanto a un modelo de desarrollo democrático a los países que han estado bajo dominio colonial hasta hace menos de medio siglo. Sin embargo por causa de las necesidades de expansión y reacomodo de territorios, los países que forman esa misma Alianza se han despachado el pasado siglo: dos guerras de carácter global en un período de tres décadas; una guerra regional (Corea) de impacto global; y otra guerra más local encabezada por el país líder de facto de esa Alianza, que es Estados Unidos, afectando el ethos del resto del mundo como fue Vietnam. Siendo todo esto insuficiente al parecer, al despuntar el nuevo milenio, los miembros líderes de esa misma Alianza como Estados Unidos y el Reino Unido, encabezan una sub-alianza para invadir Irak usando un severo golpe a la probidad en la información para justificar esta invasión.

Ahora es Libia que se cruza en el camino de una tortuosa estrategia de la Alianza Transatlántica por la supremacía global que se esconde bajo el subterfugio de la lucha contra el terrorismo y la seguridad estratégica en la zona. Lo que no sabe esta Alianza, que se fundó para protegerse de una amenaza comunista inexistente en el formato reconocible, es poner límites a su propia soberbia, que no es más que la ambición insatisfecha del pasado colonial.

Es así que presiona a todo nivel para lograr un consenso internacional que facilite la intervención militar en Libia y derribar el gobierno de Muamar el Gaddafi. La Liga de Países Árabes con el voto disidente de Argelia y Siria, aprobó la zona de exclusión aérea mientras que el Presidente de Estados Unidos Barack Obama recomendaba la renuncia de Gaddafi nombrando al mismo tiempo un oficial de enlace para negociar con el gobierno rebelde. En una mezcla de demagogia con integrismo territorial, el gobierno Iraní se alineaba con la Alianza Transatlántica exigiendo la partida de Gaddafi, rechazando no obstante la intervención militar en Libia. El Consejo de Seguridad de la ONU por su parte aprobaba sanciones contra Libia. Con anterioridad, el presidente francés Nicolás Sarkozy había reconocido al gobierno instalado en Benghazi por los rebeldes.

Se constata un escenario conducente a generar un clima global que facilite la eventual decisión del Consejo de Seguridad de la ONU respecto a impulsar la intervención militar para derribar el actual gobierno en Libia. La posición final de China y Rusia es una incógnita, aunque no se descarta un rechazo a la intervención militar. Libia no es Kosovo ni Serbia. Está en África.

Ha surgido el voto negativo de la Organización para la Unidad Africana para crear la zona de exclusión aérea y de rechazo a la intervención militar. También se evalúan los efectos de una aceleración de la violencia en el proceso de cambio en el medio oriente y norte de África. Para algunos analistas, el actual proceso político en el mundo árabe equivale al inicio del fuego que comenzó en Europa con el colapso de dominios y el reacomodo de fronteras que hicieron estallar la guerra de 1914-1918, pero cuyo núcleo de tensión se prolongó hasta el comienzo del conflicto bélico de 1939-1945. Cuando comenzaban las hostilidades en 1911, muy pocos anticipaban que se entraba en una guerra que en retrospección duró tres décadas.

Es sabido que el organismo multilateral por excelencia como es Naciones Unidas, por principio no patrocina cambios de régimen en ningún país y de ocurrir con Libia se estaría frente al tipo de intervención que ha contribuido al deterioro de la confianza en el actual sistema internacional. Si la ONU se embarca en el derrocamiento de Gaddafi por el expediente de las armas, es el regreso a los tiempos de la guerra entre las dos Coreas.

Los ecos de Irak 2003 resuenan, con todo, Gaddafi no es Saddam Hussein y hasta pudo firmar un acuerdo antiterrorista con Occidente. Autocrático y dictatorial, aún así puede emerger como el último bastión anti colonial en una zona del mundo que no ha podido unificarse y decidir su destino autónomo protegiéndose al mismo tiempo de la interferencia extranjera.

Independiente del rigor para evaluar su gobierno, la cuestión esencial e insoslayable en el análisis es el fenómeno de las luchas anticoloniales por la independencia donde Libia adquiere un status central de última generación con Gaddafi convertido en una suerte de último nacionalista Árabe.

Libia es un país pivote en la actual crisis de los países árabes con gobiernos autoritarios funcionales a los intereses de la Alianza Occidental. Exhibe el ámbito de mayor claridad y realismo en cuanto a las dos antípodas reflejadas en las tensiones de la guerra fría: el dominio colonial de una potencia sobre un pequeño país con importancia estratégica; y la desesperación de éste por impedir caer bajo ese dominio unilateral y conservar algún grado de autonomía para no perecer.
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De Teth / «Teth cumplió 33 años»: Carlos López Dzur. / En EL LIBREPESADOR / Los Alcaldes del Pepino / Los Alcaldes del Pepino / Libro En Nombre de Sus Nombres de Norma Segades / A Contrarreloj / Procrastinador

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