Tuesday, March 15, 2011

Los dos Montes de Isidore / Estéticas mostrencas y vitales


Los dos Montes de Isidore


«¡Yo utilizo mi ingenio para pintar
las delicias de la crueldad!»:
Les Chants de Maldoror, 1869

«Hice un pacto con la prostitución para sembrar
el desorden en las familias»:
Isidore Ducasse, 1868
Siempre ha de buscarse la Aurora.
Mal dormirse en el horror de perpetuada siesta
es la noche, maldoror de trunca madrugada
porque la Luz es satánica y lo constante
son bestiarios de terror, injusticia y guerra,
esas las visibles huellas bajo las estrellas,
esas las que son palpables bajo la luna
y se lamentan.

Abre tu boca de automático desplante,
Lautréamont, saca bestialidades atroces del corazón
de la noche y haz espacio a la Aurora de Maldoror.
Que la escritura se desate sola y digan que el Conde
mentiroso, alma pupilaria tuya, vio al impúdico dios y le dijo
'animal antropófago me hastías' y empezó a echarle
tiros como con su pistola, seis cantos disparados
arteramente a quemarropa, Isidore, pandillero
a la edad de 22, antes de Rimbaud, surtidor de visiones
del horror o hallazgo sentido en el sinsentido.
Mas van buscando iluminaciones,
ustedes satánicos, luzbeles en temporada
de infierno, condes malditos de lo surreal.

2.

¿De qué mundo hablarías tú sino de aquel atrapado
debajo de la Aurora, la era de Mal d'aurore,
noche oceánica ---cráneo dentro y ---cráneo fuera,
con su
«inmensa magulladura sobre el cuerpo de la tierra».
La noche necesaria para copular con tiburones
y ballenas y con perros que ladran al infinito.
La noche en que llora el junco y habla la piedra
y los dioses y los ángeles son gigantes
de uñas largas y feroces, cómplices de epidemia,
raíces de amargura, disidencia y contención.

¿De qué se alimentará el hijo de un diplomático
en tierras como éstas, lejos de Montevideo,
sino del ejemplo de clases nobiliarias presuntuosas
y piojos parasitarios y destripados gestos
en faunísticos ambientes cortesanos,
tanto que él ha de quererse
Conde de Lautréamont, algo así como un luzbel,
«Y yo, con alas de ángel, inmóvil en los aires
para contemplarlo»
todo, con la misma insanía profética
del Manfred de Byron, el Konrad de Mickiewicz
o el Fausto de Goethe, héroes del maldoror,
testigos de un dios divino en el burdel
del sobrehumano asesino que seduce
a Dazet y al efebo Mervyn, en la cúpula del Panteón
tras la columna de Vendôme... ¡qué inútil protección
que se muera así como tú, adicto,
compulsivo consumidor de angustias sentimentales
y desdicha y mala voluntad sin grata
aprehensión de lo sublime! ... porque se está
en la noche con excesos de sombra
y en lo numinoso, con guerra de opuestos imposibles
como la tiniebla y la luz... y los creadores de ultratumba
son nefastos, pero se llaman divinos.

Son lechuzas de asalto con tu alma en pederastia
y ojos opalinos sobre un pozo de escondidas tarántulas,
¡ay, condecillo del opio! profeta del Otro Monte
---l'autre mont ---, donde el Cristo y su Dios
no van, mira qué lejos se está del infinito
desde el barrio parisino de Montmartre,
mira los diez ejemplares diez balas en el costado
de Dios que duelen como flores malignas
de Baudelaire...

3.

¿Pero que víste, Isidore, al otro lado
de la Aurora, alto en el Monte de Ti que te fuíste
de 24 años de edad?, a prisa y corriendo,
Isidore, defraudado de cuanto se llama
la inquietud de sí como eje formativo y corrector
del carácter, actitud general, relación consigo mismo,
la inquietud de sí como privilegio estatutario,
la cuestión del ser del yo del que hay que ocuparse
a fin de determinar el yo como alma –
o el alma como sujeto de acción –
o la necesidad de un maestro de la inquietud.
o la inquietud de sí como autoconocimiento...
o que víste? que no sea lo que yo también ví
como Alcíbiades en búsqueda
de algún Sócrates por genuino maestro...
5,200 negros ahorcados,
mutilados, quemados en hogueras
y la chusma de 1890 a 1960,
justificándolo, lo ví y me habría largado también
antes de conocer a dioses de la Noche
de los que trajeron viruelas a las Indias
y en la persona de «(...) un negro con esta desdicha»
se planta en estos reinos ) y mata
a 600,000 indios... ¡ay, en la Noche de Maldoror
los conquistadores consarampión, gripe,
peste bubónica son mi fiebre amarilla
y malaria para la Aurora
y profetas de espinaje para la CIA, KGB,
MI-6 británico, o la Mossad israelí todo ángel blanco
del reino del Otro Monte
Benjamin Franklin hecho de pilas luminosas
John Jay para Otto von Bismarck,
Wilhelm Stieber, mercader de ídolos
y pornográficos articulejos entre tropas enemigas
del burdel bajo el cielo que llaman la Humanidad.

4.

¿Qué inteligencia recaudas en los Cantos del Maldoror
que sirva a esta Guerra Fría cuando se apetece
expresionismo abstracto, inopinante bisutería
de Jackson Pollock? Tuyos son descarnados ecos
que E. Howard Hunt no vendería, tus Cantos son
diez ejemplares, dolientes maldiciones...
y ahora los que vale son síquicos en contrato
para manipular el mundo a control remoto...
y el opio debe conducir a una modorra que silencie
su asco, ascos como el tuyo, náuseas
como las tuyas...

¿Qué lugar se te dará, Isidore, condesito
de folletín rocambolesco, cuando se comiencen
a descodificar claves secretas y artimañas
y se te vea nombrar lo encubierto del mundo
sin necesidad de espías, traidores, informantes
o parejas escandalosas como Verlaine y Rimbaud,
que apenas adivinan lo que dices,
porque andan perdidos como tú en el opio...

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Del desasosiego de mi hermano Fernando

«Puse en Caeiro todo mi poder de despersonalización dramática, puse en Ricardo Reis toda mi disciplina mental, investida de la música que le es propia, puse en Alvaro de Campos toda la emoción que no debo ni a mí ni a la vida (...)»: Fernando Pessoa
1.

Yo quiero algo de mí, mi fondo, Fernando,
mi mismidad, aunque no me guste,
mi dolor, si es preciso.
No quiero otros nombres,
nombres diferentes a mi misma persona.
El nominalismo no me aporta nada
ni otros personajes cosa alguna
si no arranco de cuajo con mis propias uñas
lo que tienen mío y les doy en desafío
mi propia cara.

Yo no me educaría con el «saepe noster»
si «a menudo, uno de los nuestros» es el pasado
con aquellos padres antiguos que no soy,
que ya no vale ser pues nada dieron
ni con aquellas doctrina de élites
que se volvieron rígidas, envaradas,
con estoicismo tal que intensificaron
la perturbación de mi dolor y mi psiquis,
¿para qué me engaño yo
pretendiendo ser alguno que no soy
o alguno de ellos?

Fernando, la heteronimia no funciona conmigo
por más que quiera vestirme con el karma.
Me molesta el alma que no rasca el presente.
No puedo yacerne en la «Stóa poikilé» de Crisipo
ni alojarme en Pórticos pintados del ágora de Atenas.
Quiero este fango raigal de mis huesos primarios,
no heteronimos, quiero un ángel que me tuerza
el muslo y yo aferrado a él, evitaría
que me detenga el paso, o me prohíba el equívoco
de mí, si es que yo soy el equívoco...
y yo sé que no soy Lord Byron ni nada inusual
me origina aventuras; pero esta mediocre mierda
de mi vida es la mía y sin adorno la quiero
hasta que aprenda a aborrecerla
o amarla. Antes no, Fernando.

2.

Despersonalizarme no,
un cosmos ficticio que sea mi eje
no quiero y todas mis sensaciones que sean
mi inquitud si estoy perdido y no valgo.
Ciudades inventadas no quiero.
Que sufra yo con mi geografía
lo prefiero, desarraigo no ni nihilismo...
aunque me sobreabunde la histeria
y las neuras y el carajo, misántropo no,
aunque no ame lo suficiente y me coman
los odios, porque alguno tengo.

No puedo ser Diógenes Laercio, el cínico.
Puede que no ofrezca a nadie ningún programa
de vida válido; pero husmeo en mis fondos
y a mi fondo lo quiero, aunque no sea claro.
Toda mi inteligencia selectiva es para el hallazgo
y no sé si habré de construir una verdad
de mí, la vida es sólo mi tanteo
con mucho de incertidumbre y caos,
pero así somos todos... y nos asusta a menudo
«a estreiteza de una só personalidade,
de uma só naçao, de uma só fé».

Y toda constante recepción de lo nuevo
y todo asombro ante el acto
de tener que empezar, sin garantías..

3.

Y puede, lo sospecho, que exista un más allá
(el absoluto) que hoy es ajeno,
y una aparición de la otredad que nos convoca,
seguro que la hay, pero en mí no es Caeiro
ni Reis ni Campos ni Bernardo Soares
ni puede ser otro hombre, si no el que soy
y no una máscara que se me pega
a la cara, aunque no quiero...
a ninguno que no sea yo querré
ir a confirmarlo, diluyendo mi yo
o la identidad que tengo.

Fingir no conocerme, ser otro, no puedo.
Disgregado no me quiero,
ni por un gran Yo filosófico-uniabarcador,
totalizador, impersonal y supremo
aunque tal vez, como tú, vivo dialógicamente
hablanndo con los otros, con Nietzsche, ¿sabes?
con Schopenhauer o Kierkegaard,
con todos los adoloridos, los solos,
hasta contigo, Fernando.
pero no son heterónimos de mí
ni enigmáticas máscaras.
Los siento tan humanos, conmovidos
hermanos míos.

Como tú, cuando dices:
«Tenho neste momento tantos pensamentos fundamentais,
tantas coisas verdadeiramente metafísicas que dizer,
que me canso de repente, e decido nao escribir,
nao pensar mais, mais deixar que a febre de dizer
me de sono, e eu faça festas con os olhos fechados»;

pero yo no creo en el absurdo de la nada,
ni que la verdad sea incognoscible
ni que le deba al mundo, indiferencia.

¡Oh, yo no soy Diógenes Laercio!
Ni Zenón de Citio... ni son mis alter egos
quienes anhelan la vida sencilla,
sobria vida, soy yo... aún en el tormento.
Calma, serenidad, sí la quiero, pero sé que no siempre
se puede. Como Séneca ante Nerón no puedo.
Con fortaleza se puede funcionar,
pero con pasiva aceptación ante canallas
no me muerdo los güevos, no si me emputan, Fernando.

Sólo así me invento egos salvajes, saco heterónimos,
aquellos que realmente puedo ser, inspiradores egos,
porque hay muchos de esos diablos o ángeles
que, dicho sea de paso, no soy máscaras
ni han vivido en países inventados.
¡Ay, tú sabes eso!
Un conocimiento hipersensible
del mundo jode. Lo muy intelectualizado,
abstracto, a priori, se transforma en tristeza,
en ideales imposibles... es mejor sentirse un poco,
no mucho, como Ricardo Reis, un poco flor
o sensación de luna, no siempre con belleza
para Alberto Caeiro... hay que ser incrédulo,
pero no en total desconocimiento,
no en estoicismo puro que es tu inconsciencia
dada como el fundamento de la vida
como tú la defines, perdidos en tu legión de egos..

4.
«Ser poeta no es una ambición mía,
es mi manera de estar solo»:
Fernando Pessoa
No hay ninguna soledad en la poesía.
Soledad sería que no tengas a quien escribir un pensamiento.
Mira, cabrón, que hablas conmigo, sea que fingas
un nombre, o me des el realmente tuyo.
Yo te leo y te escribo.
Y es cierto la vida no es siempre para comprenderla
pero tampoco para tocarla a gusto, ella nos toca
aunque no la veamos. Por eso existe la muerte
cuando se retira el aliento, por eso existe el dolor
cuando no la comprendemos.

Si la función natural de la crítica es desdeñar
y dar la buena higiene del espíritu, mira que desdeño
tus nombres y lo hago porque eres, después de todo,
lo que es un portugués, hasta donde lo has comprendido,
un hombre tierno y poco intenso, alguien que habla
con demasiada consideración con los ajenos.
Hablas demás y no temes morir por la boca
como el pez y amar como ama el amor
«¿Qué quieres que te diga además de que te amo?»
Nada, Fernando, eso es suficiente
Lo que quiero decirte es que te amo
y cuando te critico, por tu bien, te desdeño.

Del libro «Estéticas mostrenca y vitales».

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