Sunday, December 21, 2008

Ideología, piratería y agresión sionista




Por CARLOS LOPEZ DZUR, editor de OC La Naranja

ORANGE COUNTY
: Recuerdo de mi niñez una teleserie sobre piratas, basada en la vida de Francis Drake. Las películas hollywoodenses y, en particular, la que Estudios Disney produjo recientemente con el título Pirates of the Caribbean hoy me lleva a reflexionar sobre la capacidad del mercado para frivolizar la historia y sus episodios de aventura. El tema de la piratería es colorido e intrigante; pero se puede extraer de ella una concepción que sea explicativa de las problemáticas humanas, sociales y políticas, sin ocultar causas ni patrocinar ideas prejuiciosas o justificatorias del colonialismo, el crimen, el pillaje y el intervencionismo imperial.

Al menos, con la película, el Caribe y la bucanería, se pusieron de repente de moda; se pretendería que nos remontemos a ese pasado de gente barbuda, sucia, tal vez con un parche en el ojo, o un brazo de metal y reconstruyamos, con la imaginación visual, la época en que los pioneros de la piratería en el Caribe rondaban por la isla La Hispaniola, se establecieron en ella en las postrimerías de 1630 y ya, con el hito del año 1750, se comenzaría a verse en su pausada desaparición después de su intenso auge.

A la reinvención hollywoodense de La Hispaniola y sus habitantes temibles, se vinculará un estilo de vida: riqueza, tesoros de oro y plata, en medio de una vida salvaje. Se presentará otro territorio simbólico: la isla de La Tortuga, guarida a donde los buccaneers, se trasladan. Está cercana a las costas de la Hispaniola y tiene los visos de un paraíso por sus aguas frescas, amplias bahías, fértil suelo e ideal para las necesidades de este hampa de los mares. Se revela, tanto en libros y películas frivolizantes, algo sobre la vida bucanera. Que es riesgosa y marcada por la provocación.

Las hogueras al cielo raso («buccans») por la que estos piratas toman el apelativo de bucaneros se apagan, por necesidad, cuando hay carencia del alimento principal de su sobrevivencia: los cerdos salvajes. Y los españoles enviaban cazadores para exterminar tales cerdos, fuente primaria de su alimentación, obligándoles a los piratas a salir de sus refugios. «With the pigs gone, many buccaneers turned to piracy in order to survive», y aquí hay, como dirían los cabalistas, gato encerrado. El pirata fue, o pudo ser, muchas cosas, una vez se creara una histeria contra él. En las colonias, diversamente pobladas, sea extranjeros, indígenas o negros, y a donde el judío fue como converso o expulso que anhelaba el libre culto, ser soschoso fue fácil y común estigma. Por ejemplo, un desertor de la milicia, un judío converso que aún temiera a la vigilancia de oficiales españoles; un cazador o agricultor con preferencias por criar ganado de cerda, vender carne al bucán, o ser intermediario con contrabandistas activos, ya suponía un individuo problemático, o caía bajo sospecha..

Como la mayoría de la literatura de ficción y las películas que aborda el tema, es común la pintura de la «malicia, el terror y el oportunismo» que se adscribe a ese estilo de vida. Entre los piratas más famosos, o infames ladrones de mares, los motes ya prefiguran la idiosincracia, estereotipos e imágenes: por ejemplo, Barbanegra, el Captain Kidd, ‘Calico Jack' Rackham, Anne Bonney y Jean Lafitte. Estos son nombres de la Edad de Oro de los bucaneros y la piratería caribeña, esto es, de los mediados del siglo XVI y otro siglo después. Germán Vázquez Chamorro alega que algunos de estos dizque famosos piratas (como Anne Bonney o Mary Read) atacaban barcos pesqueros o chalupas de escaso o nulo valor para la corona española. Son piratas de poca monta.

Otros, más fieros piratas, destacaron por la falta de escrúpulos: Henry Morgan, El Olonés (de nombre Jean David Françoise de Nau), el holandés Laurens de Graff, Lorencillo (llamado así por su corta estatura; también conocido como Lorent Jácome). A El Olonés se le recuerda tristemente porque atacó a Maracaibo, a Lorencillo por su incursión en Veracruz y a Morgan, por sus acciones en Puerto Bello. Estos lugares fueron azotados y estaban materialmente desprotegidos al carecer de defensas o fortificaciones. Con el tiempo, especialmente después del revés de la Armada Invencible y el ataque inglés a Galicia (España), se fortificaron las ciudades de la costa española y de ultramar. La Habana, San Juan de Puerto Rico y el Fuerte de Cartagena de Indias, en Colombia, son ejemplos de ciudadelas militares y de reforzamientos coloniales para proteger las áreas caribeñas.

Por historiadores como el británico J. B. Black y el español Mariano González-Arnao se infiere que los libros de ficción y las películas han sobrevalorado la capacidad destructiva de los piratas. Un barco pirata, típicamente con 20 o 30 hombres, es casi improbable que capture un galeón con 168 arcabuceros (más artilleros y marineros). De hecho las grandes hazañas que J. B. Black echara de menos, al lamentar: «Los formidables escuadrones de corsarios, que antaño asolaron el Caribe, habían desaparecido», se realizaron en Puerto Rico y los macheteres boricuas dieron buena cuenta de los invasores y piratas más famosos, humillándolos. Para finales del siglo 16, la mayor parte de los piratas estaba preso o muerto.


Un libro del editor Jon E. Lewis, como es The Mammoth Book of Pirates: Over 25 True Tales of Devilry and Daring by the Most Infamous Pirates of All Time, nos da el ejemplo de cómo se puede simplificar un tema. No porque no hayan existido esos «demónicos y temibles, 25 piratas», de los que se espera contar historias verídicas, al contarlas se va a lo profundo y crucial del tema. Es cierto que a Francis Drake se le llamaba la maldición de España («Scourge of Spain»), tras la rapiña nocturna Nombre de Dios, es cierta la captura de Panamá por Henry Morgan, es cierto que había crueldad en los gobiernos internos de los llamados Brethren of the Coast, pero lo que The Mammouth Book describe, dista de ser una explicación del por qué surgió la piratería, a quiénes beneficiaba, cuáles fueron las ideología movidas entre sus telones. Y. por cierto, por qué fue tan intensa en esa edad de oro.

En su afán de sobrevalorar lo temerio y aterrorizador de los corsarios viles, Jon E. Lewis no da buena noción de que la piratería, si bien fue un factor decisivo en la decadencia del Imperio español, «tuvo muy poca influencia en la marcha del Imperio». En Puerto Rico, por ejemplo, isla terriblemente heroica por su enfrentamiento con piratas, el contrabando se practicó intensamente; pero al pirata anti-español se les daba sus duros escarmientos.

Contrario al de Lewis, el libro titulado Los piratas judíos del Caribe, de Edward Krizler, añade el elemento de lo judío / sionista, diría yo, razón por lo que me parece interesante en el contexto de la gran empresa colonizadora y lo que fue iniciado por Cristóbal Colón, quien nació de la cepa de judíos conversos y con un pasado de piratería. Es decir, en los años del descubrimiento de América, de traficante de lanas en el Viejo Continente, tras su regreso de la isla La Española, tras sus aventuras y viajes de 1492 al 1498, se presentará en el Puerto Sanlúcar de Barrameda, España, con «una muestra de aquellos aborígenes, metales preciosos y perlas, alfarería, tejidos, frutos y animales, todo ello en calidad de mercadería novedosa y sorprendente».

Con ésto abre para su siglo, nuevas secuelas de piratería y rapiña territorial. Ver riqueza, fluyendo en galeones, de las tierras americanas hacia España despertó la codicia de naciones enamigas. España será atacada en su ruta de Azores y Canarias y en el Mar Caribe, a miles de millas del control europeo. Los piratas patrullarán los mares con el fin de robar. No hay una definición más honesta para la piratería ni en su origen ni el la actualidad. Charles Johnson la definió como The Great Mischief and Danger Which Threatens Kingdoms and Commonwealths. Por su definición actual, la piratería es «cualquier robo o acción violenta, con fines privados sin autorización por una autoridad pública, cometida en los mares o los cielos aéreos fuera de la jurisicción normal de algún estado».

Como los monarcas europeos no podían financiar esa empresa de pillaje, expiden las autorizaciones con las llamadas patentes de corsarios / letters of marque / que da a los marinos con barcos privados el permiso de atacar naves de naciones rivales. Estos capitanes, con tales patentes, son llamados los privateers / piratas legales, a quienes el gobierno que los patrocina ellos pagarán algún dividendo.

Entre esos piratas legales, se cuenta con el inglés Sir Francis Drake, quien durante la guerra angloespañola hostigaba barcos, pueblos españoles y carretones de carga de oro. A Drake no se le consideraba un delincuente, al menos en Inglaterra. «Queen Elizabeth I chose him to be the second person after Magellan to lead a sailing expedition around the world». La reina lo hizo Caballero, ocasionando que la nobleza española e inglesa protestara; pero, aún más, Elizabeth le adulaba como «mi querido pirata» y otras frases livianas, antes de que se fuera de viaje en 1580. Un historiador indica que durante la guerra de España, contra la Reina Elizabeth («Elizabethan wars»), a finales del siglo 16, los galeones con tesoros españoles, provenientes de México, eran el objetivo natural de los privateers, y definir la legalidad y el saqueo en guerra se volvió relativo y difícil de trazar. España se robaba a sí misma con funcionarios corruptos. O gente descontenta. El contrabando interno en las colonias fue rampante.

Wolfram ZuMondfeld, quien escribe sobre las causas de la piratería, nos llama la atencón al hecho de que, tras la expulsión de los judíos y los costos militares incurridos por España, ocurre un empobrecimiento que la tuvo en la opresión económica; a ésto se suma la existencia ultramarina de un monopolio de comercio con la metrópoli, «monopolio ostentado por la Casa de Contratación». El colono en el Caribe, México y Sur América, sufre la «limitada capacidad productiva de España, que no podía atender todas las demandas de utensilios, herramientas, enseres y demás mercancías demandados por unas colonias que la superaban en mucho en extensión y población». El contrabando parece un mal necesario. Un remedio en las colonias. No obstante, también se ha examinado en España misma era un vicio de funcionarios ambiciosos. «Ciertos magnates canarios debieron su fortuna a este comercio clandestino con los piratas a lo que las autoridades hacían la vista gorda. La cuestión era sobrevivir en un espacio insular a medio camino entre las colonias americanas y la metrópoli española. Otras veces, los ataques tenían sencillamente motivaciones políticas». Vid.

Cuando España intenta hacer algo al respecto, tras la derrota de la Armada Invencible, durante el gobierno de Felipe II, el miedo de Castilla, la sensación de pánico ante un posible atyaque de Inglaterra, requiere la imposición de un nuevo impuestos. Se obtuvieron unos 8 millones de ducados para nuevas naves y fortificaciones; pero resultó terrible para los españoles en general y los castellanos en particular, especialmente para las clases más humildes.

PIRATERIA, SIONISMO Y RACISMO: El tipo de análisis que haré en este ensayo señalará la diversidad de puntos de vistas que es posible frente al tema. Si bien es cierto lo que nos dice ZuMondfeld, España no reacciona apropiadamente al hecho y se endurece contra sus colonias, así como contra sus alehados enemigos. Entre éstos enemigos que coinciden en el siglo XVI con el colapso del Imperio Turco y la piratería inglesa y francesa en el Mediterráneo, están los llamados Estados Piratas: Morocco, Algeria, Túnez y Trípoli. Estos Estados Beréberes del Norte Africa rechazan el control de los turcos; pero, por alguna razón, España también los repudia y la impugnación será mutua..

La España imperial y colonizadora vive un especial momento ideológico en que el sionismo territorial dará su primer paso.

Diego de Ocaña*, a notary public, and a cofidant of the powerful royal treasury officer who was also a converso, Gonzalo de Salazar. Ocaña was tried and found guilty of practising Judaism. But he was not sent to the stake, possibly, because of his close relationship with Gonzalo de Salazar.



HEREJES Y LUTERANOS COMO ENEMIGOS: En el

siglo XVII, todavía España insiste en menospreciar al judío dondequiera que lo distinga. Sabe

CRUELDAD, TERROR Y CODICIA:

aparece una serie de aventureros que llenan las costas americanas y que van en busca de fortuna. Son mercaderes y negreros, bandidos y contrabandistas.

En Dover (Inglaterra) se llega a pagar 100 £ en pública subasta por hidalgo español capturado.
Surge igualmente una actividad nueva: los piratas o corsarios se hacen negreros y se apoderan en África de seres humanos para vender y esclavizar. Unos 15 millones de negro aproximadamete fueron traídos a America en los barcos negreros de los portugueses e ingleses.

El Gobernador General de Indias, con centro de mando en La Hispabniola, Nicolas de Ovando es quien autoriza en 1502 la importación de esclavos. Los frailes Jerónimos obtuvieron una licencia para traer negros al Caribe en 1517.

Cada uno de esos navíos apiñaba entre 400 y 600 hombres, mujeres y niñios, en comparrimentos sin higiene y sin ventilación. Encadenados bajo cubierta, el 50% de ellos moria durante la travesia, por lo general, de 4 semanas, por causas se la desintería, tifusnáutico, el sarampión y el suucidio.

Figura del esclavista británico más sobresaliente de este momento es el ya citado John Hawkins, que pobló de negros africanos toda el área del Caribe.

Navegan por iniciativa propia pero con dispensa pública de sus gobiernos respectivos. Se dedican casi exclusivamente al saqueo de las riquezas obtenidas por los españoles, para su propio provecho. A estos nuevos piratas, en España, se les llama herejes luteranos por sus actividades, que se consideran no sólo ilegales, sino violadoras de la fe católica. Tenían su cuartel general en las colonias de Barbados y Jamaica. Esta llegó a ser la isla más rica y fuera de la ley del mundo. Los piratas se adueñaron de esas costas por espacio de 200 años.

Pero antes de alojarse en las antillas menores, los nuevos invasores sienten la necesidad de limpiarlas de sus pobladores autoctonos

PUERTO RICO Y EL CONTRABANDO: Desde 1625, la economía ganadera, la producción de cueros y carne de res, fue la industria más consolidada de Puerto Rico. Los hatos se multiplicaron; pero el acceso a los puertos de España fue insuficiente. Los ingleses, franceses y holandeses, ofrecían mejores oportunidades de venta y terminos de compra desde las Antillas Menores. Para reparación de barcos o fabvricación de muebles, se mostró interés por adquirir maderas puertorriqueñas y en la economía de subsistencia de la isla, la producció de los «pocos azúcares, el jenjibre y el cacao, tenían un mercado seguro y bien pagado en las islas» y, en consecuencia, «a la larga, el contrabando se convirtió en el modus vivendi de la mayoría de los hispano-criollos en todos los niveles sociales». Destaca en su mundo puertorriqueño, como uno de sus más viejos partidos el del Cabildo de San Germán, como «zona de mayor monto de tráfico ilegal».

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