Sunday, October 31, 2010

Las juderías / 35 / Tu misión


De la novela Indice / Las juderías / de Carlos López Dzur

35. «Tu misión: Estar con tu marido»

(...) todos los hombres son hermanos en naturaleza, de que todos los hombres deben recibir igual instrucción sin privilegios de castas, de que todas las escuelas deben ser neutrales en creencias religiosas y políticas, respetando la creencia religiosa del católico, del mahometano, del budista, del brahamano, del judío, etc.; y siguiendo sólo la senda de la ilustración y del progreso, caminando paso a paso a la perfección que tanto anhela, estoy segura, segurísima, de que el mismo clericalismo que hoy vocifera en contra del laicismo (...) estaría lejos, muy lejos de tocar las consecuencias de estar en abierta guerra de religión con la enseñanza(...) He ahí lo que hallará (el hombre) en el laicismo: ciencia, moral, justicia (...) Y hay que comprender que la Escuela laica es la escuela del pueblo, la única verdaderamente liberal y la única que puede converger con los ideales del siglo (...) la Escuela laica existirá porque lo pide el siglo, el progreso y el indiferentismo popular: Teresa Mañé i Miravet (alias Soledad Gustavo), 1 de abril de 1888, en: El Vendaval

¡Cómo odiaba Mamá este consejo seudobeatón y, como todo lo beatón, falso! Que la misión de la mujer es 'estarse con su marido, en las buenas y en las malas'. «¿Y qué tal, si la primera de las malas circunstancias, es que el marido es malo, golpeador, mentiroso, vicioso y asesino?», reaccionaba ella. La misión de una mujer es conocer a un 'camarada' y, con él, formar una familia decente y proyectarse como tal en su vecindario y, si no hay camaradas en el vecindario, por ser distintos a ellos, contribuir a formarlos. «Sin vecinos solidarios, no hay patria. No son posibles cooperación y alianza, políticas de buena vecindad».

Habían vuelto las recauda-firmas a llevarse fuera de La Habana a otros 14,000 niños y metían miedo a las judías para que sumen a la causa y con el grupo pasen la voz y se apresuren a salvar los niños, enviándolos al exilio...

Con unas pocas amigas entre los con que Sara hizo migas en La Habana, se hizo muy claro su concepto. La fidelidad es sólo para el servicio santo. «¿Pero entiendes qué es servicio santo? Educar». Estar con el marido puede ser una causa perdida: una guerra sin frutos y una pérdida del tiempo. El marido no es un esposo. Con el marido, se hace reeducación, inclusive se le reeduca sexualmente; con el esposo, ya se Comparte y se hace el Sexo».

Mas estar con el esposo son palabras mayores, sojuzgarse por el marido es una blasfemia, y no es lo mismo.

Entre algunos libros, siendo novia de Abram, y que Sara se leyó antes de su boda en Sevilla, sacó de un baúl de la casa, el libro favorito que de Teresa Mañé su madre anarquista, muerta, tenía muy guardado: El amor libre (1889). Este no, necesariamente, un manual de infidelidades o de fornicaciones. Quiere llevar consigo este libro a La Habana. Ahora fue la oportunidad, casi diez años después, de sacarlo del sótano de La Bodega y hablar sobre él con sus a amigas sobre cómo pensó que se reeducarán a los machos que aspiran a casarse con una Abeja Machiega, con una reina. Es un libro sobre cómo educar a los camaradas para que no se comporten como obreros estériles y violentos. Para que no tengan, ni el amor ni en la política, esa mentalidad voraz y calculadora de los Maquiavelo, que son los ingenieros de tantos tipos de poder sobre hombres, mujeres y naciones.

Acerca de Teresa Mañé, Sarita La Abeja conversó muchas veces con el Dr. Abram, con quien se casó al fin de cuentas, pero él es reacio a oírla, ni aún cuando todavía ni estaban atrapados en cautividad por circunstancias como las presentes y él carecía ambiciones materiales y políticas.

Es que, Mañé la maestra olía (y todavía huele) a anarquismo y, es cierto, es la tradición de los de Riga: Ricardo Mella, Anselmo Lorenzo y otros/as. La tradición de Abram es sentirse, o admirar, a los cruzados, guerreros dogmáticos que, en el fondo, aman lo heroico y se van a la guerras en pos de riqueza, vanidad, lujo y, al fin de la guerra, demandan algo más que condecoraciones, el ocio propicio a la meditación profana, el humanismo, que escupirán sobre las ciudades de la antigüedad, porque ya las han convertido en escombros.

«¿Qué más quieres Abram? Eres tan occidental como esta guerra misma, de bombas atómicas y misiles de Krupp», le dijo ella recién casada, cuando él se fue a Baltimore y, sin ganar dinero todavía, ya pensaba en comprar allá una casa con la arquitectura federal de los edificio de Johns Hopkins.

Según Sara rememora, el fantasma de su madre en la tumba, se revolcaría de ira si supiera lo que este hombre piensa. Le habrfía recordado, si viviera, que no es de su camada. «Tú le llevas siglos de pensamiento crítico a todos los Abram, antes y después de Benavito». Le latía que es cierto. Es que Sara le dijo que sus anarquistas, al estilo de la Mañé y Teresa Claramunt, otrora feminista anarca y una de las últimas, él les despreciaba, mas ellas sí entendían la vuelta a la naturaleza, el paisaje y el desnudo en las artes, el lenguaje popular en la literatura, la ciencia experimental, de un modo más profundo que la mística de la armonía kepleriana y las hipótesis estético-metafísicas, base del galileísmo investigativo que a los Abram les obseden. «Invocar esas alianzas del Papa Alejandro VI que echan a los turcos contra los venecianos, que ponen al Leonardo da Vinci, en sus laboriosas noches del hospital Santa María, a buscar el secreto de la vida y de la muerte por examinar cadáveres, no nos es necesaria a nosotras las mujeres. Somos madres, no execramos cadáveres abiertos por aquello que decía el castrado Abelardo, el nominalista, 'no se debe creer sin pruebas', pero, ¡carajo, si la vida no se ve a ojo pelado, bajo una lupa! ¿qué tal si la prueba es oír dentro del corazón, y no en una osamenta seca, para gritar ansiosamente, suplantando a Dios, como Da Vinci: «Voglio fare miracoli!»

«¿Qué tal si el misterio de la vida es un oir, no un ver, o guardar ombligos o tripas en un frasco de alcoholes?».

«How dreadful is this place!»: Hebrew 28:17

Hallarás a tu hermano de seis alas. En tu exilio, lo pongo y lo llamo Peniel, Quien defiende tu Norte de cualquier extravío y tu lugar terrible disuelve para el necio.

Binah, la Madre de los Niños, te envía sus bendiciones. Como un susurro de las Nanas Celestes: silva la brisa de Em ha’Banim, te tranquiliza tu madre, crío, y exhorta: «Duerme», aunque no quieras dormirte.

¡Qué duro ha de ser, Jacob desobediente, que haya que enviar al Sefirot alado, al más radiante de todos al reino de Malkut en tu presente Olam Hazeh; pero vas a ver lo sublime: Peniel accederá al norte de HaMaqom y vas a ser el Nuevo Hombre en el mundo de hoy, en la esfera de temores.

[13-11-2000: Carlos López Dzur: Seforot ha’Midot]

El método de la Abeja fue siempre como un vuelo del ángel que le dice: No abras ese cadáver todavía. Al cadáver se le fue la vida. Abre tu corazón y aprende. Es más útil que rasgar el pecho, o hacer sacrificios sangrientos, como la guerra o la eugenesia nazi. ¿Qué? ¿No entiendes lo que Peniel, rostro de Dios, viene y te dice cuando descoyunta tu muslo y te lleva ante Binah, la Madre de los Niños? Si quieres ver lo sublime, hay otra Ciencia, a la manera al norte de HaMaqom y no es un terrible en medio de la guerra... No se necesita la guerra y la plaga para aprender de los males... La Reina de la Empatía y del Conocimiento es una Serpiente. Dios no hizo un Toro para hablar de Sabiduría. El Toro es simplemente la fuerza y quien ha de criar a un hijo de sabiduría y educarlo para la libertad, soy yo, con la manera de la Serpiente, astuto y tierno como una paloma. Y la Serpiente y la Paloma que yo te propongo. Es una escuela laica, como aquella que fundara Mañé. Ella fue la primera maestra laica del Estado español. Con la ayuda de Bertomeu Gabarró, ella abrió la primera escuela laica en Vilanova y, si no hubiera en Cataluña, una escuela como ésa, seamos tú y yo camaradas en la tarea de fundar una, o tenerla en la casa.

Ni me gustan los prushím («fariseos») ni los tzukím («saduceos»). Ni La Becerra ni los gringos prusianos, o esos colegios militares que llamaste fabulosos y espléndidos. Sí, como Cicerón, te diría: «Sin la historia uno permanecería siempre como un niño»; pero no se trata de buscar una tradición académica, «a lo petrarca». Tirar a un niño, solo, uno entre muchos, en la lata de sardinas.. La historia humana caduca; pero la historia divina es eterna y no niega la dialéctica y nosotros somos la semilla, el primer cimiento de ese niño, y hay que tenerlo con nosotros; pero nosotros ser la Unidad / la unidad de los camaradas / y, por desgracia, no lo somos. «¿Dónde está tu mente Abram si no en quitar a Batista (de acuerdo, es necesario) para poner a los gringos y atajar a Fidel Castro? Entonces, ¿a quién tienes en mente para que sustituya a los ladrones?»

Yo si tengo algo en mente: la prioridad es nuestro hijo. Y eso no significa que yo sea una de esas damas, con miedo, que embarcaré a Karl en los vuelos de Peter Pan, o lo vea, ¡ay, mi niño! como sub-producto que se engendra en el estilo gracias a la publicidad de la película de Disney, o ese inicial The Boy Who Wouldn't Grow Up y que termina siendo un duendecillo, como Pan con su flauta, en Never Land, sátiro que nunca crece, contrario al Sileno mitológico... un putillo en camisa de mangas cortas, gorrito de pluma y orejas de reno... yo quiero un niño que vuele de verdad y que no sea el Niño Perdido entre indios, piratas, fantasmas y sirenas... Un niño real que no vuele, si no ha de volar con la imaginación creadora y alas de amor concreto...

Casi a finales de enero, el Dr. Abram visitó a su mujer.

«Me dijeron que te vieron en la calle. Hablaste con las judías de Obispo».

«Mas bien, ellas vinieron».

«Te dije que no salgas a la calle, porque hay muchos disparos de francotiradores».

«¿Me cuidas, me celas o me espías?»

«No mientas. Me encabrona».

Para esquivar la pregunta de su esposa, él se refiró a los periódicos sobre la mesa y el libro que vio, 'El amor libre' y ejemplares de La Revista Blanca, al que prefería llamar La Revista Roja.

«Imagino que ya leíste lo que acaba de ordenar El Caballo», se refiere a Castro, «utilizó el Estadio de La Habana y se planchó a Jesús Sosa delante de auditorio lleno».

«Fue generoso. Estaba condenado a muerte, ¿no estás contento? ¿Eres anti-Batista, o ya no?»

«Frente a 18,000 comunistas y 300 periodistas del mundo lo expulsó de país».

«Eso nos puede suceder a nosotros, ¿o no?»

«El juez del Tribunal Militar, Dr. Sori Marín, me conoce. El Mayor Chibás, no. Es receloso».

«Quienes protestaron por una ejecuciones en la noche, un par de ellas, vino en la mañana. Pedían firmas para que sigamos salvando niños de los contrarrevolucionarios y apoyandos a los peter-panes», informó ella.

«Le sigue el capitán Morejón. A ese sí, al paredón. Es un incendiario».

«¿Tienes miedo?»

«No por mí... Bueno, en fin de cuentas, ¿por qué querías verme?»

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Las juderías / novela / 20 / Sara de Riga


De la novela Juderías / Indice / de Carlos López Dzur


20. Sara de Riga la Abejita y la Bodega

Al segundo día de vivir en La Habana, Sara tuvo la oportunidad de ver el exterior de lo que sería su casa.

La Bodega había sido un almacén de vinos y, en el sótano, sus cavas estaban vacías. Descubrí la reminiscencia de enormes toneles. Una muchedumbre de ratas campeaba por sus restos, huidizas en la oscuridad. En pasadizos, o túneles, se les contenía su propagación o salida, con venenos y trampas.

Cuando yo describí a mamá, ya en el exilio, cómo recordaba La Bodega, me dijo que también ella ya hurgó esos lugares y sótanos. No había la peste a ratón muerto que me sorprendía en ocasiones. «Vino después, cuando salimos de Cuba por casi tres años», me dijo. «Aún los sótanos y los cubujones de una casa, hay que cuidarlos».

El tercer piso, también deshabitado, vacío, todavía guardaba indicios de mercaderías de sus viejos acopios. «Y antes que nacieras, sí que no había un tercer piso deshabitado. Tuvimos vecinos».

En el primer piso, se habilitó la Clínica Médica de Benavito, que después compartió brevemente con el Dr. Otilio Matías y heredó mi padre. Había arrendamientos de oficinas comerciales y profesionales, como las que tuvo el ingeniero Leopoldo Matías de Neves, la oficina de exportaciones de Novás Calvo, el bufete legal de los Díaz y las oficinas de viajes, boticas y maicerías, de otras gentes que no recuerdo.

El edificio tenía tres ristras de ventanas barrocas del siglo XVII o XVIII, con logias voladizas y vidrieras emplomadas en el segundo piso, añadidas en 1900. En el interior, yo descubrí el ancho alféizar de las ventanas y, por tanto, supe que antes que mi familia alguien tuvo allí su residencia. A principios del siglo XIX, la segunda planta del edificio se utilizó como escuela de música, lo que explica la cantidad de viejos instrumentos de viento y tambores destartalados que hallé en el declarado sótano.

El anterior propietario del edificio reforzó paredes, desde dentro y fuera de la enorme estructura, y ordenó que se hicieran cornisamientos o dinteles en las áreas habitadas como viviendas. En el exterior, a ras de la calle adoquinada, las paredes frontales del palazón, sin balcones frontales en la planta baja ni en la tercera, cada puerta de entrada o pórtico residencial, se flanqueaba con un largo y corrido macizo, sobre el cual se apoyaban los estilóbatos, con columnas cuadradas espaciadas cada veinte pies. Y la estrecha calleja, sombreada por casas menores, tenía un tráfico humano intenso.

Recuerdo muy pocos automóviles. Los transeúntes y, en especial, los pordioseros, a menudo utilizaban los muros macizos para sentarse y facilitar su tarea de mendigar.

Mi padre me vedó mi salida a la calle. Le tomó tirria a la cáfila mendicante que se reunía en las cercanías de su puerta. En tiempos en que vivía Leopoldo, antes del arribo de Sara, también se quiso eliminar los macizos que la gente tomaba por asiento.

Ya en su vejez, conocí a Andrés y me aficioné a él. «Yo te confiaba a él porque te quería, te cuidaba. Y salías con tu tío Andrés, [porque yo lo permití, aún en contra de tu padre. Me alegraba que te enseñara el mundo fuera de la casa. Una no tiene patria si no tiene un vecindario al que y en el cual confíe». Que Tío Andrés te dijera: ¡Mira las parejitas, nalgas fría! Son colegialas enamoradas y sus cucaracheros! me gustaba y, ¿sabes por qué? porque supe que Abram, tu padre, se crió, aislado del mundo, y por eso es como es. Es malo ser tan solitario y abrir los ojos al mundo, al exterior, muy tarde en la vida»].

Mi mamá, Camarada Sarita / La Abeja / no sólo quiso ver el exterior del paisaje, o de este edificio. Creo que sabía todos mis rinconcillos de juego o escondites. Cuando mi padre se fue a Baltimore a estudiar, jugábamos mucho a las escondidas. A veces Mamá fue más niña que yo... pero veía el interior de las almas. Me hizo querer a Andrés, porque sufrió mucho, y querer a papá. Y quererla. Por de pronto, viéndolo a él por dentro, me habló sobre Andrés.

Tío Andrés, hijo de Rachel, fue hombre mucho más simple que mi padre. Su judaísmo, sin ascetismo, nada tenía de ultramundano ni heroico. Mercader de telas en Almelo (Holanda), se hizo muy próspero que, en Overijseen, olvidaron que vino con una mano atrás y otra delante. Antes de ser almacenista y exportador de telas, fue sastre de día y conserje de noche en las industrias de tela de algodón y, sin los ahorros de sus desveladas y el apoyo financiero tan menguado de Leopoldín, él no tendría para coser ajeno al día siguiente ni una chaquetilla de lino. La maldita guerra lo hizo otra vez botellero, la política arruinó su fábrica de botellas y hasta lo puso a coser. El pudo haber ido a Ceiba Mocha, donde tenía una enorme extensión de la Hacienda de Benavito, pero dijo: «Si yo no labro la tierra, ¿por qué voy a ir a pedir que me alimenten de ella y a poner presión a un peonaje que está desesoso de que se acabe el latifundio y tenga tierra el que no la cultiva?»

A peones de su padre, aunque ya la tierra estuvo en su propiedad, no pidió jamás ni un gajo de bananos. Ni una naranja. Le preguntaban de quiénes son los cultivos y él, siendo dueño, decía: De Bartolo y nunca supimos quién era Bartolo. «Pero los hombres buenos y humildes no tienen que pedir... les dan. Vienen a obsequiarte aquellos que saben que no es su tierra y que, en el fondo, el generoso eres tú».

Su madre Rachel, la más pequeña de las hijas del Dr. Moritz, fue el primer amor de Benavito. Seguramente, algo de la humildad de Andrés la aprendió de ella. Rachel vivía a la sombra, opacada por su hermana Paquira, aunque tenía la misma belleza. Mas Rachel era retraída, solemne y matrera. Disimulaba su interés por los hombres, con su aire muino. Hecho que mortificó y desalentó a Benavito y sus primeros devaneos por ella hasta que un día supo que Antonio, por lastimar el orgullo de su esposa Paquira, cometió estrupo y que, en ocasiones, a pesar de la resistencia de la muchacha, la gozaba. Así sucedió con Alicia, la vírgen. Dicen que era estéril.

Y, seguramente, Rachel fue quien más gozaba con Benavito. Cierta complicidad de moscamuerta. A sabiendas de tales circunstancias, él compitió por quitársela a Atonio, medio-hermano de Antonio, siendo demasiado jovenzuelo. «Te digo ésto, hijito, para que aprendas a quererlo y entiendas por qué Benavito, herido por engaños de Rachel con Antonio, les rechazara... pero, no creas que los rechazos son por siempre. Tú no pudíste conocer a Benavito ni yo; sólo podemos juntar pedacitos sinceros de las memorias de aquellos que nos hablaron sobre él... Hay días que una persona que nos quiere, nos hiere. Al otro día, lo puedo lamentar. Se arrepiente y es quien más nos ama».

Benavito sufría muy profundas crisis religiosas que, a menudo, las ocasionaría su antipatía por Antonio López y después sus diferencias con Leopoldo. A su juicio, el primero dio mala vida a las dos hijas del Dr. Moritz Abram Matías. Este fue uno de los parientes que él más admiró. «Nunca pienses que Benavito no quiso a su hijo y sé prudente. No le digas, sin saber, que su padre no le quiso. Recuérdale lo que ya sabemos con seguridad. El amó a Rachel, tu tía-abuela. Y, aunque Rachel, fuese imprudente, inmadura en muchas cosas, ¡qué ironía! era hija de un sabio y el Dr. Moritz, padre de Rachel, es bien querido... De Antonio López nada sabemos, excepto que Andrés no lo considera su padre. Y su padre es tu Abuelo Benavito».

No lo voy a preguntar a Mamá de este modo: «¿Te dijeron abejita porque eres chismosilla desde pequeña, y metes tu naricita en cada flor que ves?»

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Las juderías / novela / 1-15 / Las juderías / Rachel, Andrés y otra gente de La Habana / Piratas judíos en el Caribe / Reseña de libro de E. Kritzler / 16. ¡Qué camarada ni qué ocho cuartos! / 17. El Moisés cornudo y sin timbales / 18. Llegó con gran euforia el hermano esquivo / 19. Presentaciones de rigor / 20. Sara de Riga la Abejita y la Bodega / 21. Antonio: La jactancia de un macho estéril / 22. La moral descuartizada / 26. ¿Quién es el faraón? / 28. «Ya veo por donde van tus sincretismos»

Las juderías / 18 / Llegó con gran euforia


De la novela Juderías / Indice / de Carlos López Dzur


18. Llegó con gran euforia el hermano esquivo

Independientemente de mis escrúpulos, si bien admiré al hombre de ciencias que fue el Dr. Abram Matías, héroe en Berna (Suiza), ex-estudiante en Leiden (Holanda) y graduado en Johns Hopkins (Baltimore), dudo que tenía buenos ojos para averiguar lo oculto. Me habría gustado que, de veras, hubiera visto a la luz de Dios. O que confesara que tal Luz fue mi madre, judía luminosa, ya que cuando tenía sus días excepcionales de amor, o necesidad de consuelo, recurría a ella y, entonces, si le decía... camarada, camarada de Berna... Mas, paulatinamente, cambió su testimonio de lo visto en Europa como salvación y ella en sus quehaceres, por cosa tan vulgar como decir que Adonai se representa en forma de parásitos. Y que contra los parásitos no se puede luchar... Esos mentados bichos son las emociones de la gente.

Mi madre dijo que la llegada de Abram a La Habana fue eufórica. La misma euforia con que se recibiera a Malká, La Sueca. «Aquellos primeros días», según contó mi Abuela, Abram era irreconocible. Se sentía heroico, aunque no lo dijera.

Antes de viajar a Europa, él vivía tan encerrado en sí mismo y en sus libros que, entre 1934 a 1940, aunque le hablaron sobre la realidad de Cuba y sobre cómo había una dura represión contra los movimientos comunistas y socialistas de las centrales azucareras, a él sólo interesó lo que pasaba en los alrededores de La Bodega. Su mundilllo, su torre de marfil. Se le podía preguntar quién estaba gobernando la nación durante esos seis años y no sabía. Los tabaqueros de las Calles Obispo y Neptuno sabrían más. «Lo único que tenía sagrado era el Viejo Benavito, ni siquiera Malka, su abuela», me dijo Mamá.

Extraño que ésto fuese así, porque, cuando Benavito viajaba a Matanzas se enteraba de cosas horrorosas. Veía tanta hambre y desesperación. Quizás la única hacienda en Ceiba Mocha, donde había un nivel de salubridad y lealtad al patrón, fue la suya. Y se lo decía: «Caridad y misericordia... lo que Grau San Martín no trajo ni traerá la Coalición Socialista-Democrática que se organiza con Batista».

Durante el primer mandato de Batista, él cooperó en la 2ª Guerra Mundial con los aliados y declaró la guerra al Imperio japonés, la Alemania nazi y la Italia fascista. Y Leopoldo y Leopoldín festejaron esta señal, como las cosas buenas de Batista, además se discutía el aprobarse una nueva Constitución, que introdujera en la práctica política cubana el semiparlamentarismo y una cierta intervención del Gobierno en la economía, a través de un sistema de cuotas, puesto que la industria azucarera se vio duramente afectada por las politiquerías y el asunto de querer oponerse al yankee.

Con el ditador Batista, que sería un ladronazo, a la larga, ofrecieron a Benavito comprarle cada pedacillo de tierra que tuviera en Ceiba Mocha. Nunca, les dijo, y fue en fecha de un festejo de Tu B'Shevat o Comienzo de Primavera, cuando para reverenciar el renuevo de los árboles iba a sus frutales de Ceiba Mocha e invocaba las almas renovadas de Eretz Israel, porque cada arbolito es como crio humano. Lleva dulces a los vecinos para los guajiritos y se cocinaba una 'matbucha' o ensalada de verduras para que comieran todos los peones.

De hecho, la mejor porción de su tierra se la dio a Andrés, el Tonto, y éste le dijo que no le interesaba la agricultura y, aún teniéndola escriturada a su nombre, Andrés se la dio de palabra a Abram y le dijo: «Si Benavito no me dio cariño, que tampoco me contente con hacienda. El respeto debe ser primero». En vano, su mediohermano le decía: «El te respeta. A mi también me llama klotz y entiendo que a quien no respetara fue a tu madre». Duele igual.

Después de todo, las tierras de Benavito y Andrés (con sus sueños de ser empresario exitoso, con oficinas en el enorme edificio de La Bodega, donde ni alquilándole una puerta en el primer piso su padre accedió) daban de comer a cientos de guajiros. «Caridad y misericordia. Ellos doblan la espalda, no quiero que siembren caña para el gobierno corrupto; pero que me cuiden el pedacito que me ayuda en mis faenas, el laboratorio de patología, porque, ¿quien quita que seas tú, Abram, el futuro patólogo?»

Como parte de la euforia con que Abram vino, recuerda Mamá, que llamó a Tío Andrés, quien fue el primero en llegar de los hijos de Benavito y quien de veras le escribiera. De hecho, en 1940, Andrés fue el único que vio morir y estuvo presente en las exequias de su padre. A él si tuvo el tiempo de bendecirlo.

«Murió, ya sabes, y me bendijo», le dijo Andrés cuando lo vio. No supo por qué Andrés sintió que su medio-hermano lo abrazaba por primera vez.

«¿Te dejó algún mensaje para mí?»

«Lo que dijo siempre: Que su dios es el Viviente Chai, Eeel Chad, el que Es y Será, y que no quiere muerte ni sacrificios de sangre...»

Estas palabras las sintió como una bofetada. Mas su contento podía más. Volvió a abrazar a su hermano mayor... Sí. Abram vino eufórico y le presentó a una mujer muy hermosa, «Mi esposa y Camarada». En vano, sería preguntar cuántos años se tardó en querer de veras regresar, o cuándo realmente pudo. Teóricamente, el Armisticio se firmó el 22 de junio de 1940, y había llegado en 1944. «Llegaste tarde. Te dimos por muerto». Mas, tarde y seguro, aqui el vivo, casado, y ya con diploma de médico. Ofertas para irse a Baltimore, y el Gobierno de los Estados Unidos pagaría sus estudios postdoctorales.

Aquí, sin embargo, encara al fracasado quien quiso labrarse su futuro solo. «Cuba jodida, desde que llegué. La fábrica de botellas en ruinas y, con la guerra, ya no hay negocios de telas ni exportaciones. Yo, en la prángana».

A la casa, cuando Benavito vivía, iba por la compañía de La Sueca, no por la de su padre. A Andrés le gustaba los alborotos de la capital y, en ésto no fue distinto a Abram; pero él sigue el olor de la gente de su querencia. «Soy como un perro». Abram no. Apenas llega y le ha dicho a Sara y La Sueca que lo primero que le corresponde ahora es lavar las camisas de fatiga del Ejército, quitarse las pesadas botas, y terminar sus estudios médicos.

Andrés que siempre valoró la espiritualidad de Abram, «uno con los ojos puestos, en un más allá sin geografía, obsesiondo con saber si Dios es visible en realidad, si se hace carne», no supo decir si éste es la copia de Benavito, la sombra de él. Razonó, «pero buen gusto tiene», miraba como Abram, como su padre en su oportunidad, sigue trayendo suecas. Esta judías hermosas que parecen muñecas, hechas para la sensualidad. «Y uno acá, perdiendo la cabeza y los cojones con las mulatas, como Rosa Belén», meditó. Llegaba a pensar que suecada y hermosura / o heterodoxia / eran lo mismo.

En menos de media hora, tiempo que se entrevistaron, Abram preguntó sobre todo, tomó la voz cantante. El, que era silencioso, introspectivo, estaba ansioso de información. De todo, excepto el ir a dar respetos a la tumba de su padre. Si Abram no preguntó cómo fue su muerte, no le quiso presumir un milagro, no sea que le crea jactancioso.

En días del Yom Kippur, al presentir su muerte, Benavito pidió perdón a Andrés. «Si viviera un poco más, querría ver que regreses a casa, bene mío!» Fue la primera vez que Benavito se retractó de tantas erranzas e injusticias que cometió, aunque siempre añadió la palabra «de mierda», al aludirlo, porque era su forma de disfrazar su cariño y marcar su distancia, como el gran fiscalizador ante la prole de su cepa.

«¿Quién gobierna?

«Fue reelegido presidente Ramón Grau San Martín».

«¿Y la hacienda?»

«...»

«¿Y Lleó? ¿Y sigue de chismoso El Cotorro?

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Saturday, October 30, 2010

Las juderías / novela / 14


De la novela Indice / Las juderías / de Carlos López Dzur


14. Regreso a la cosecha y el reposo

Este es el Día del pequeño huesito de la Luz.
Luz que no es asimilada al polvo de la tumba.
Luz que no muere con la muerte:
De Teth, mi serpiente / Carlos López Dzur

Solo, entre la gente, está él (aunque conoce las uvas del majuelo); y triste ... pero los jilguerillos trinan como siempre y las golondrinas se anidan en balcones y él las mira con la dulce piedad de la simbiosis... A él esperaban muchos de los que sufren, niños con trichulis y parásitos, guajiritoscon los ojos tan grandes como sus barrigas, mulatas que serán primerizas. (Su clínica está llena de enfermos y nadie le llama Simón sino Viejo Santo y bendito).

Las sombras lo acompañan, pero no le hablan. La Habana conoce su ternura; sus amores, admira; pero la calle es dura... y es como cerviz de piedra, muy pulida y jabata.

En la noche volverá a casa y estará solo. La vejez está diciendo: No sonrías. Su boca ya no quiere tantas voces. El corazón multiplica más recuerdos que paliques en guatequerías.

El hijo de su carne está en la guerra; el hijo de su hermano, tan amado, está en la noche, muerto. Los nazis lo reventaron a balazos.

Mi abuelo Benavito ya no es pobre, pero la riqueza de su casa tiene lágrimas y el azar del capricho hila ironías con lutos y premeditaciones. ¡Mirad qué solo está, abuelo solo, porque Elohim se hizo para él una simple, hueca palabra del Siddur! La palabra sola y el solo Dios caminan entre infieles e incrédulos, entre saduceos como él, que antes litaba, y se comía el libro de los píos. Hoy no visita ni a los templos del consuelo. Realenga está su alma, sin sábado de justo, sin havdalah en el vino.

Bet ha tefillah fue asaltada en riña de estos años de guerra sucia y de imperialismo anglo-británico, fascismo sin sentido, ultraje colectivo. Y el abuelo maldijo y se mordió en su lástima por no querer la lengua como llama ni la Mano de Elohim como su amparo.

La soledad da coces al aguijón y en el abuelo triste, viejo solo, la historia pudo más que el príncipe del sábado y la reina Nashim, Sueca, abuelita.

Ella, dulce de alma, a su sombra permanece y le seca sus lágrimas y le oculta las suyas. Con la pipa en los labios, Simón está y oculta que está solo, aunque hay gente que lo llama a los partos, y lo abrazan y le besan en el pecho, porque es alto como nube o vara larga de guayabo.

Triste se tiende sobre el lecho al lado de la esposa. Vehemente en dolor, en yugo primitivo, su barba amanece, crecida en grises; pero no piensa cortarla jamás.

Como al hijo del castigo, la soledad saluda a su mañana; el sol de baronshin está en desobediencia: el viejo está sin fe, por días y días. Seco de labios, mustio, aunque del vino rutinario él probara su dulzura y del secreto majuelo del ayer bebiera dicha, aún no se seca la queja: «Se fue a la guerra» o el aviso del maskilim, es por falta de ángel, de dulce fantasía, o vigor en la carne.

La soledad te vencerá poco a poco, le dijeron, hasta la muerte, pero la gente ¡qué sabe! El se sostiene activo y, en privado, La Abuela con los suyos consolidan su mundo: «¡Te amamos, Benavito! ¡No llores!»

En agosto de 1940, los bombardeos («blitz») nocturnos sobre Londres, procedieron a pactos entre Japón, Italia y Alemania y pese a las reuniones de Churchill con el Presidente F. D. Roosevelt, en Norteamérica se tenía la cómoda actitud de recobrarse de la Recesión de 1938 con la venta de armas y equipo militar que Europa ordenaba.

Eisenhower sería el fin del cambio de actitud: la señal que esperaba de Roosevelt. Benavito si odiaba lo vicioso de la guerra. Sin embargo, en la barbería de Lleó se escuchaba, por la radio, con el mismo alboroto con que otrora, antes de la guerra, se sintonizaban los partidos de Grandes Ligas, los boletines explicativos del discurso de W. F. Churchill, Blood, Toil, Tears, and Sweat.

«Como la guerra no es aquí en América, acá estamos como noveleros. Esta es nuestra película», comentaba con amargura.

Y, entre los propalados decires y titilares, se magnificó la noción de que: «Se rindió el ejército holandés». Otros editorializaron: «Polonia ahora es de Alemania». «Los rusos se quedaron con Finlandia». Imagino que Abram, donde quiera que esté, se clavará en la lectura de los periódicos ingleses que destacaban la tercera reelección de Roosevelt.

A Benavito le aseguran que, a lo mejor, debido a que el Congreso en Washington aprobó la Ley del Servicio Selectivo, se enlistarán los judíos, todos esos infelices que sufren en Europa, con la resistencia aliada. Y a Leopoldo lo enorgullecería que se dijera: «Claro, claro. Es lo que debemos hacer. Es lo que hizo el hijo mío, der Soldaten Leopoldín». En parte, es por lo que han vivido, su padre Otilio y él. Se supo que Leopoldín se unió a la resistencia austríaca, porque había conocido a Karl Gruber, quien lo instó a reclutarse, en los días en que llovieron las bombas alemanas sobre Bélgica, Francia y Luxemburgo.

Alguna cartas, de procedencia desconocida, llegaron más rápidamente. Unas con significativos detalles y no por eso más esperada que la que enviara Andrés, tan lacónico y, aún peor, impreciso para dar informes. Abram debió escribir para consuelo y alegría de su padre, no él. Abram y hacerlo con su puño y letra, no delegando su mensaje a un tonto, que no sabe expresarse sin que vea a los ojos y se convenza que tiene un interlocutor. El es práctico. Ve y cree lo que toca. «Escribir cartas no se hizo para él».

«Perdona, ama a tu muchacho. No seas tan cruel por Andrés», le dice Malká La Sueca.

«El hizo ya lo que pudo. Me dijo que está vivo. Lo que dijo en su carta: ¿Puedo ayudar en algo? es evidencia de lo tonto que es. Si puede ayudar que ayude, que no ofrezca nada. Que haga. Ya sé que se fue a Basilea, ¿por qué no se llevó a Abram consigo, que es más joven y ha viajado menos?»

«Volvamos al campo porque no hay disfrute en tus sábados. ¿Cuánto hace que no escortas a la Reina? Antes me llamas Malkah... yo era tu Ceres / Java / la amada del Sábado representada en una aceituna / y contigo despedía al rey quien nos dio su huesito de luz, la vida... pero ya no tienes gozo. Se'udata d'Dovid Malka Meshicha', tu fiesta de David y el rey Mesías, no te nutre... ya no me llamas tu Aceitunita... ¿Es que no ves en mí el huesito de la luz? y ¿dejaste de ver Creador que hizo a la mujer en la séptima hora de la Semana de la Creación y la llamó Java -Eva. Un alma adicional... bendíceme en el próximo Melaveh Malkah y, si la muerte es designio de estos días, en la base del cráneo, amarremos el Tefillin y recrearemos desde ya resurrección; pero que Luz nunca se destruye y vamos a bendecir huesitos de luz de tus hijos... y vamos a hacerlo en el campo, en Ceiba Mocha, donde te sientas en contacto con la cosecha y el reposo....». E intervino así La Abuela porque venía mucha gente con fastidios, aún en días de la Despedida del Sábado y la comida de Melaveh Malkah...

Llegaron, quizás no de mala fe, a dar versiones sobre la guerra en Europa marinos con prostitutas, empleadillos y sinvergüenzas, ebrios fingindose llorosos, y fue Benavito echó a correr el aviso de que se urgían noticias sobre Leopoldín, Andrés y Abram. Y todos tenían amistades en barrios de gentiles... Y cierto es que Benavito murió sin saber que Abram, el estudiante de medicina, vistió el uniforme americano. «¡Ay, Abram, nunca lo esperé de tí, porque las guerras matan, aunque quede uno vivo». Ni supo sí, efectivamente, se había casado, y si lo hizo fue sin su bendición. Mucho de lo que se le informó fue cierto; pero no pudo ser su consuelo...

Según Benavito, para los trafalmejos, todos estos pueblos tan lejanos no significaban la vida espiritual, unicidad, lo único que atesora el judío. Le son como entidades abstractas: idea-nación, otredad extranjera y prescindible. Los germanófilos cubanos aplaudían los triunfos nazis alegando que Alemania había sufrido con los tratados humillantes que contra ella se pactaron tras la primera Guerra Mundial. Justificarían el derecho alemán a la represalia. En violación de la neutralidad declarada por los Países Bajos, las tropas alemanas entraron a Holanda. Establecieron su imperio de terror en Rotterdam en 1940. Con exterminios judíos en Holanda y las bombas alemanas, como en el centro de la ciudad de Rotterdam, cumplen esta ignorancia que llaman las «últimas noticias». Y lo hastiaban. Ya no desea oír.

Cuando pasó a Ceiba Mocha, celebraron el primer Sábado. Escortada la Reina del Shabat, como correspondía y La Sueca bonita, lo amó cuando le escuchó su plegaria, Acción de Gracias para morise en paz:

Siempre me comprendo como Ser, ker que crece, hijo del crecimiento, ente sembrado en la Tierra, puesto para el cultivo. Esta fue mi ser es, mi ceremonia en silencio prometeico de luz porque el Rey vendrá. Vendrá mi día de reposo y veré un fruto, mi forma de aceituna, yo brotando de la tierra, de lo profundo de lo oscuro para ser un huesillo de luz bajo la mirada del Sexto Día que me entierra y dice Ser-semilla, hueso primero, único entre los cinco misterios de Iejidá y Jaiá, la vida.

Aunque la tierra, lo coma, Ser es. No será Nefesh, porque la sangre es vida que nadie ha de comer. Este huesito de luz Ser-es, y «no comerás tú la vida con la carne».

El mejor de tus huesos pongo como tu espiga de trigo, más allá del polvo de la muerte y te lo entrego con instancia de Melave malka para que sea tu ceremonia cuando me esperes, cuando me despidas, Sembrador, panadero de trigo limpio. Ser es, como esperanza de crecimiento, Ceres como diosa de lo agrario, ser es en el Shejiná de tu hembra en los sábados.

Desde el sexto día, en la primera hora cuando Tu Creador hizo, como Saturno, el Tiempo y con él la bondad de Tu Ser. En la sexta hora se te hizo Alma porque todo debe ser de ese modo, que en el espacio donde se te echara la tierra sea transformada en barbecho, preparada, abierta en surcos, arada con dedos que puedan hacer agujeros, sembrada por el Aliento y el Sudor gozoso del Creador / el Gran Labriego / Rey de la Tierra y el Agro / como Ceres / es Tu Rey Obarator divino. El escarifica y escarda para mejor clarearte en los días de la cosecha, Messor.

Después, antes de gozarse en su audacia, te esconde, bondosamente, el brindis de tu aceituna, te da su Java, su delicia, ese huesito de su luz, Eva, premio para la octava hora de Tu Día porque mujer Ser-es, y ceremonia del Descanso, cúspide del Reposo. Recibe a tu Rey, Shabat es Su Nombre y luego, en el Melave malka, agradece, despídelo, y entra en la novena hora para seguir cultivando el Jardín de la Tiera, al Edén planetario.

Las juderías / novela / 19


De Indice / Las juderías / de Carlos López Dzur

19. Presentaciones de rigor

Considerando el hecho de que, por la euforia de Abram, Sara no sintió que fue adecuadamente presentada, ella misma lo hizo. Abram ni siquiera recordó cuán cansada estaba su delicada Camarada. Antes de retirarse a la habitación, por estar su yerno presente, saludó a Andrés como se debe. Abram, que ni por cortesía le invitó a su paseo, dijo que tenía que salir en la noche, caminar por la ciudad, ver La Habana, su barrio y localizar a amigos que creyó que tuvo. O que hizo antes de su estadía de muchos años por Europa. A ella sí la invitó, pero Sara se le quejó, aduciendo el cansancio y el desempacar y no dejar a su anfitriona sola.

Entonces, hizo claro que deseaba ir solo (porque su medio-hermano lo opaca, por ser gregario y miel para los amigos). El médico necesita la visibilidad de sus dotes e instintos, su individualidad. Entonces, dijo a Sara que atendiera a su hermano, o que dejara que se fuera a donde quisiera. Y, para corregirla, otra correccioncilla:

«Malká no es anfitriona. No estamos de visita. Estamos en nuestra casa y Malká es mi madre y la tuya desde hoy».

«Pero yo soy, por de pronto, quien me siento extraña. Ház lo que quieras hacer. A mí, déjame descansar», le dijo al marido.

«No es para que repliques, mi amor».

Cuando Sara conversó con La Sueca, a quien le encantara que le llamaran Malká (y así la trataría), simpatizaron profundamente. Le dijo que su padre a ella le llamaba la Abejita. «Pues, como eres tan dulce, así te llamaré», le dijo Malká Aaarhaus, la sueca.

Le dio el debido tour por la casa y le mostró algunos de los retratos que hizo de Benavito y de su parentela. «Te pintaré. Me queda energía». La Abejita Sara comenzó a sentirse feliz, zumbar, curiosear todo lo que veía. Cuando aludió a que había estudiado medicina, con Abram en Berna, aunque no tenía su carrera terminada como él, Malká la animó. «No dejes eso sin acabar» y se refirió al servicio médico, o todo cuidado de salud, como lo sagrado: «La medicina es la más generosa de las ciencias. Así lo había entendido Gregorio, Ruy, Otilio y Moritz, para quienes la medicina era el sacerdicio mayor.

Hablaron sobre Leopoldín. De su padre Sara sólo tuvo referencias y le confirmó algo triste. El sí murió. José Finat Escrivá de Romaní, embajador de España en Alemania, le escribió una carta que Malká no le pudo enviar al pobre Leopoldo. La abrió y leyó, porque Andrés la instó a hacerlo a finales de 1941, ya muerto Benavito.

«Será un joven con la edad aproximada de 30 a 35 años y colgada a su cuello estaba una pequeña Estrella de David y corresponde a la descripción que diera usted. Ante nadie que lo reclamara, se incineró el cadáver, que ya estaba muy deshecho».

Es cierto, insistió Sara, quien dijo que su padre también había muerto en combate.

De algún modo, estas cosas llevaron a hablar de Leopoldo, quien se desvió y, aún cuando dio fervor a las ideologías por las que él se fascinara, no vio cómo «se unirán extranjeros y se juntarán a la familia de Jacob», y que, con alianza tal, serán los opresores de Babilonia, «ciudad codiciosa de oro», y serán quebrantados. Malká la sueca no hablaba así. Mas Sara, la Abejita, sobreentendía que eran las profecías de Benavito. El profetizó que Leopoldo, «con el báculo de los impíos, el centro de los señores», sería cortado y se vería cautivo de los que le cautivaron y que los que él llamó amigos se señorearían sobre él, oprimiéndole. Y, a pesar de su pretensión de predicar las Siete Lámparas, fue llamado Leopoldo a Oscuras y su hijo, el desobediente soñador, murió sin gloria y su cadáver siquiera fue recuperado.

«No debe ser fácil la vida con mi hijo», se sinceró Malká. «Cuando Benavito vivía, Abram no tuvo ojos para mí porque mi esposo era el Juez y Anciano Sefatzer, nuestro Rey (y era una devoción merecida)... Tenía mucha influencia entre algunos grupos judíos habaneros entonces: El Centro, Adath Israel y El Patronato... Con el Patronato sigo con mis caridades para los pobres».

La referencia carácter arduo de su hijo, o la gravitación excesiva de Benavito sobre él, intereso mucho a Sara, mas no creyó que sería conveniente discutirlo; pero se han tratado durante cinco años por lo menos y, como vida de pareja, funcionan. Es ardiente y tierno.

Sara volvió al tema de Joachim de Riga, su padre convencido de que la guerra que Alemania libraba contra el mundo era, sobre todo, una guerra contra la más alta visión de la historia, la de Sión como Ciudad Deseada y «linaje escogido, pueblo santo». Cuando el jefe de la Gestapo alemana, Adolf Eichmann, se asignó la tarea de destruir a los judíos en toda Europa, tanto Sara, como Abram, siguiendo el consejo de Joachim: combinar el ministerio de la medicina y la honra de su fe con la autodefensa, las armas. Todavía dudaba; pero la destrucción y la mortandad de judíos en Rotterdam les convenció a todos.

«He visto a mi hijo y no lo reconozco», dijo su madre. Su temperamento auto-centrado, indiferente a la bulla, lejano como quien dice adiós, sin prodigar besos y últimos abrazos, «y ha venido como una tromba. Mira que antes de preguntar por su padre, o Andrés, me dijera: 'Vengo loco por ver al Cotorro'... Ahora. ¿es siempre así?»

«Hasta yo misma necesitaré mi tiempo para saberlo», dijo Mamá Sara.

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Las juderías / novela / Cap. 21

De la novela de Carlos López Dzur / Indice / Las juderías

21. Antonio: La jactancia de un macho estéril

Aunque fue costumbre de los judíos y poetas hablarlo con alegorías, Antonio supo que él es uno. Se lo dijo su mismo padre Gregorio López, el patriarca de Cárdenas y Ruy, el rabino de Ceiba Mocha. A ellos les oyó Antonio, alguna vez en sus reuniones de predicación, elucidaciones que no entendió, incluídas pues profecías en torno a hombres («entre nosotros») que se harían cómplices del Derrumbamiento de Occidente. Sucedería sin que nadie lo pudiera evitar. «Fascinados por Babilonia, la guerra forjará a los sacerdotes de Aarón, a los hijos del Sacrificador.

En el sacerdocio de Benjamín contra los espíritus malignos, se profetizará en paz y en sabiduría. El Dios Altísimo se transformará en Chai, la manifestación de lo viviente, y el pecado («masick») se lavará con ciencias, con remedios sin violencia ni derramiento de sangre». Esta fue la profecía de la generación de médicos a la que se sumó las profecías sobre uno que querrá ser el Moisés que pegue su cornuda jactancia, pero que no tendría méritos por causa de su esterilidad.

Su padre se lo dijo. Supo siempre que sería él. Mas Antonio lo vivía con mucha amargura y rebeldía a medida que se manifestaba su némesis. Sus erecciones eran firmes, sólidas; pero, con el mucho onanismo, escaseó el semen. «Mucho apetito y sed y poca leche», pensaba

«Un cuadro que no me he atrevido a terminar es el que Benavito me pidió, Ruy Abram, el fue quien lo exhortó a la carrera en medicina, y fue el primero considerado como un patriarca», se escucha la voz de Malká en la sala. «Y es que siempre hay alguien que es instrumento de la voluntad de Dios y a éste le toca ser el Juez».

Ya había pasado la primera generación de los ancestros llegados a Cuba, precisamente a Cárdenas en los tiempos de Narciso López. «Pero si es la voluntad de Benavito que lo pinte, lo haré». Le dieron descripciones orales, una que otra foto, hoy perdida, ha visto. «Horribles fotos que, por razones químicas, se vuelven borrosas por el calor y la humedad. El alma se va de ellas».

«¿Es ésta Rachel?», preguntó Sara de Riga ante un cuadro que mira colgado en la pared.

El Tío Andrés ha llegado a la casa al tercer día de que su medio-hermano Abram llegara a Cuba, con la dulce Camarada. Apenas él la conoció dos días antes y la oye. Ella sólo pudo decir «gracias», cuando Abram ante él la festejaba como hermosa y Andrés dijo: «Sí. Lo es». Mas ahora, dos hermosas de la Suecada, están en plática ante un cuadro que Malká Aaarhaus / La Sueca / pintara de Rachel, madre de Andrés.

En vida, su pintora le dijo a Benavito: «La viejita más linda que he visto». A él agradó su afán de reproducir las pinturas de la Epoca Victoriana y, en adición, que pintara a las mujeres que tuvo, a partir de alguna fotografía vieja... y Malka, aún pintó a las mujeres de Otilio Matías de Neves, con la satisfacción de Benavito, pero reproches de Leopoldo. Una primera fue Claudia Aaarhus o Aaargaus, siguió la segunda esposa, y luego... Carmencita... Al ver que ella a todos hacía retratos, con más elegancia y virtud de la que tenían, en realidad, Alicia quiso ser pintada.

«¿Alicia? ¡Otra dama para conocer!

«Toda estas mujeres son maravillosas. Si bien por momentos se peleaban entre sí, durante las ceremonias del Yom Kippur, se perdonaban y eran como amigas en los momentos de necesidad. Ya, cada una a su casa, los celos quedaban con su raíz de amargura y el mal sabor de muchas otras cosas inconfesas. Pero la Humanidad es peor: los gobiernos laico han heredado la teología de los matarifes y una eterna moral de resentimiento».

«Es cierto, Malká», le dijo Sarita.

«Ví que miraban 'mi cuadro' de Rachel», se aproximó Andrés. De unos años acá, elegía sus mejores galas para visitar a la familia. Es cuando se dice que está más pobre; pero, le quedan guayaberas de los viejos acopios de sus talleres de costura.

«¿Conocíste a Andrés, Sara? Hijo de Rachel, de quien hablamos. Dijo su cuadro porque sabe que yo se lo regalé», expresó Malka.

«Fue en el sepelio de María Lecsinka, cuando Benavito tenía sólo diez años que echó una mirada a Rachel. La amaba desde pequeña», dijo Andrés.

«¡Qué tierno, ah!», reacciona Sara.

Alegó que Benavito creció hasta la adolescencia con el recuerdo de aquel día, cuando la vió en el sepelio de María y no se imaginó que otras muchachas existieran más bellas hasta que llegaron los suecos a La Habana. Entonces, la cepa de las Lecsinka daba el prototipo de hermosura que los judeznos buscaban en Cuba, «no las rusas, como se dice ahora».

«¡No! Sigue presentando a ella los retrratos para que sepa quiénes fuimos... Es ahora de la familia... puede regresar luego...»

«Abram madrugó. Dijo que iría a Ceiba Mocha. No me explicó qué significara al decir 'poner orden'... ¿Usted sabe, don Andrés?»

Prefirió el silencio por respuesta, pero sonrió.

«Este cuadro fue de los primeros que pinté. El Dr. Otilio Matías de Neves cuando en 1917, vino a Cuba. Yo vine con todos ellos... entonces, dizque habría conatos de una propuesta de guerra contra Alemania, en la que EE.UU. y Cuba serían aliados. ¡Buen momento fue para que Otilio, Leopoldo, todos... llegáramos!»

Cuando Malké mostró o señalaba el cuadro de La Becerra, mi Tío Andrés desandó el camino que lo llevaba al comedor y se unió otra vez a las dos mujres. Fue un golpecillo de nostalgia. Recordó a su padre intentando, al menos, «uncir a este par de mulas (Abram y él) al arado. Lo que dijeras, en protesta contra su disciplina, lo usaría en contra del confeso para señalar que es tonto, que no aprende de la erranza y los equívocos... «Que yo fallara, particulatmente, en el aprendizaje con La Becerra, entonces, judía tan joven y bonita, esmeradamente educada, que sabía hebreo y alemán, y que no le hacía mala cabeza a la idea de emparentar con Benavito, molestó a mi padre. Soy el hijo que desaprovechó la ocasión de casarse bien con una señorita educada y linda» , medita Andrés.

«¡Ella sigue como maestra y cuando tengas hijos, Sara, acuérdate que mejor tutora que ella no hay ninguna en La Habana!»

Quería volver al comedor, rumbo a la cocina, pero Sara se aferró a uno de sus brazos para que le acompañara durante este curso de arte de la familia. Por la converesación sobre arte que resultara, entre Malka y Sara, Andrés comprenderá mejor los entresijos de la idea de «suecadas» con que asocian a Malká, la Sueca o La Arjau, como también se le dijo. En Europa, por causa de la primera guerra, surgió harta prostitución y los suecos descubrieron el amor libre antes que los gringos en los Sesentas. Entonces, sexo y prostitición se volvió una alternativa al hambre.

Sarita explica que ella no pinta, que lo suyo es leer historia, medicina y política. «Sé de arte lo que sabe una enfermara», le dijo. Mas Joachim de Riga la hizo trotamundos y, siempre que recorrían a Europa en turismo, o por las participaciones en conferencias de su padre, se metían a los museos.

«En un museo británico ví la Nueva Arcadia que los pintores de la Era Victoriana habían recreado. Esas pinturas que han sido tu escuela».

«También yo ví ese arte del desnudo. Tuvo que dejar de pintar esos temas porque acá es la mente es pequeña. Todol lo tuve escondido en el sótano de la casa. Yo quería ser una copista de Arte Victoriano, vivir de eso y, mas la gente persignada, la Sinagoga, me dijo que vale más ser mujer honesta... Yo se las canté a Leopoldo: Puede que mi madre haya sido una prostituta, pecado ha de ser de Otilio, no mío».

En los Países Bajos, las mujeres cingan tan sabrosamente como cualquier negra, de caderas anchas. Y de esas cosas, aunque me llenó de rubor al oírlas, Andrés me habló como queriendo espabiilar mi inocencia tan tranquila. Y auguró que sería tan sabio como Moritz, Benavito y Malka.

«¿Nunca pintaste a Antonio, Malká?»

«Eso fue, como las copias que hice de cuadros de la Nueva Arcadia, otra de las cosas que Benavito me prohibió: pintar a Antonio... Era censurador, ¿verdad, Andrés?.... pero tenía sus razones y las comunicaba. Una cosa diferente, te lo advierto, porque como madre he observado a mi hijo, a tu esposo. Abram no es así, hay que sacarle lo que piensa con un tirabuzón».

«¿Y cómo se ha llevado Abram con usted? ¿Su mediohermano?», preguntó Sara y, como Abejita susurrona, dulcifó la pregunta: «¿Te quiere?»

«No hemos sido criado bajo el mismo techo».

«Pero te quiere, Andrés», aseguró. Hay, en cierto modo, una significativa diferencia de edades y de carácter.

«Yo he aprendido a tomarme la vida con filosofía... quizás no es la palabra adecuada porque yo respeto a los filósofos de la vida, a los doctores... y los jueces sefardos... y recuerdo lo que decía Moritz cuando juzgaba, todos sus hijos y parentelas tenían el espíritu hecho garras... Sí, he andado en fachas. Me ha tocado parecer muy ingrato e infeliz; pero yo no lo he sido, aunque pareciera que andara 'como pordiosero', según me calificó Alicia... Ahora que soy más pobre que nunca antes, me siento más rico, poque antes de morir, Benavito me bendijo y, en su larga agonía, dio sus explicaciones... El supo que yo soy su hijo. Lo soy porque Antonio es un Moisés cornudo, estéril... yo no nací del aire y, así como Antonio mentía al hablar sobre Alicia, hija que considería suya y a quien a él correspondería dar herencia y dote, el día que muriera, mintió al querer que yo fuera su hijo, aunque fuera para dar idea de que él podía ir preñando mujeres por el mundo».

Esquivando tal vez malos recuerdos, respetando heridas que Andrés aún tiene. no plenamente cicatrizadas, las dos mujeres han vuelto a recordar el bombardeos sobre Rotterdam, recuerdos de Sara La Abejita en los patios de la Universidad de Leiden... ¡La más antigua de Holanda! y, en general, sobre la Tierra de Rembrandt y de las grandes editoriales, que había allí.

Como quien oye un discurso que le agrada, con pocos simbolismo, sin menos hermetismos que los que oyera de sus ancestros, Andrés se entretuvo con la boca de Sara. La Abejita está sintetizando un material amargo al criticar una estructura o maquinaria intolerante, con impulsos radicalmente xenófobos y racistas. El proyecto histórico del antisemitismo es predador, se hizo belicista desde su nacimiento y no se ha medido en ferocidad y crueldad. Se refirió a los orígenes sevillanos de los Riga, no obstante, son judíos racialmente más mixtos que un café cubano, con mucha leche, azúcar y chorrillos del ron. «¿Sabes cuál es la esencia después de tanta mescolanza, Malká?»

Dijo que un sentido de aborrecimiento de la estructura sociológica del mundo y aquella concepción que se iniciara con la visión aristotélica, expuesta en La Política: «el griego tiene derecho a mandar sobre los bábaros» porque, por razón natural y para la conservación de las especies, uno es el que Manda y otro el que Obedece. «No sé que habría dicho Benavito de que yo crea que, en el mundo político y sus ideologías orgánicas, lo que impera es un racismo cristiano vs. un racismo islámico, racismo sionista vs. racismo occidental y medio-oriental y, en este laberinto sin salida, hemos vivido 4,000 años».

Y dijo: «Yo sé que soy judía porque aborrezco la estructura de ese mundo malo que engaña a la gente haciéndole creer que el interés del amo es el mismo que del esclavo y que los amos son necesarios, o el que fuerte de músculos que obedezca... Toda la llamada capacidad de inteligencia, dirigencia y previsión, de la que se sirve la estructura sociológica y gubernativa de este mundo está podrida y ya, como mi padre Joachim, no creo en el Estado ni en la manera de pensar de Occidente; no quiero decir que todos los seres humanos estén podridos. De hecho, somos los más impuros genéticamente, los más híbridos... Somos, como los Dionisos descuartizados en medio de un ambiente de niñas desnudas, el cuadro que llamaste tu obra maestra y que has tenido que enrollar, esconder, al punto que lo díste por perdido... ¿Acaso no somos impuras, híbridas las dos, Malká, sueca? Yo oigo las voces de mi parentela sevillana, desde la Edad Media, pasada a espada, me siento dionisíacamente descuartizada, y me veo en 70 millones de indígenas que sólo en América han sido descuartizados por el genocidio y el racismo... ¿Sabes? viendo sangre y matanza durante la Guerra, me despertaba en la noche con los pensamientos de mi padre: ¿Es diferente ésto que vivimos, nosotros, gente europea y judía, gente tan diversa, que las vivencias de los 80 millones de negros del África que murieron en el océano Atlántico... El costo social en vidas que demandó la invasión colonialista y la sustentación de la estructura sociológica de mando y servidumbre del mundo fue más de 200 millones de seres humanos muertos... y recuerdo, cuando leí algún texto de Nietzsche en la universidad sobre el significado de Dioniso descuartizado, como proeza de vida, uno que renacerá eternamente y regresará de la destrucción, pero híbrido, con la voz de indígenas, negros, mujeres... porque en Europa, aunque a las mujeres se les tome como vacas, por 300 años, la Iglesia Católica y el fanatismo de los misóginos la fue matando... entoncs, son cinco millones de mujeres ejecutadas en la guerra contra las brujas... ¿Quiénes seremos los próximos en ser sujetos de crimen? ¿A quiénes corresponderá ponerse en el lugar de Dioniso?»

Andrés oye y piensa que le gustaría oírla mucho más.
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Dedicatoria / Las juderías / novela / 1-15 / Las juderías / Rachel, Andrés y otra gente de La Habana / Piratas judíos en el Caribe / Reseña de libro de E. Kritzler / 16. ¡Qué camarada ni qué ocho cuartos! / 17. El Moisés cornudo y sin timbales / 18. Llegó con gran euforia el hermano esquivo / 19. Presentaciones de rigor / 20. Sara de Riga la Abejita y la Bodega / 21. Antonio: La jactancia de un macho estéril / 22. La moral descuartizada / 26. ¿Quién es el faraón? / 28. «Ya veo por donde van tus sincretismos»

Las juderías / 34 / El testamento


34. El Testamento y la Berajá de Malká

«Paz en tu entrar y paz en tu salir, paz para con todos los hombres. Grande es la paz porque es el sello de todas las bendiciones»: Talmud

«Hijo: Espantado de todo, me refugio en ti.Tengo fe en el mejoramiento humano, en la vida futura, en la utilidad de la virtud, y en ti... Si alguien te dice que estas páginas se parecen a otras páginas, diles que te amo demasiado para profanarte así. Tal como aquí te pinto, tal te han visto mis ojos. Con esos arreos de gala te me has aparecido. Cuando he cesado de verte en esa forma, he cesado de pintarte. Esos riachuelos han pasado por mi corazón. ¡Lleguen al tuyo!»: José Martí: Ismaelillo

Y para que viera la Ciudad de la Bandera, aquella en que la madrugada del 19 de mayo de 1850 desembarcó el General Narciso López en Cárdenas, izando por primera vez en la Isla la bandera cubana, tomaron el tren de la Compañía del Ferrocarriles de Cárdenas, hacia una ciudad que se llamó la Villa de San Juan de Dios de Cárdenas. Este día del viaje. en1959, además del ramal de Güines a Matanzas, había otros, el primero construído de Güines a Catalina. Otro, a la Estación de San Luis. El Ferrocarril de La Habana a Güines fue la primera línea de trenes en operación en el mundo hispano y la cuarta en todo el mundo y en ella van los tres. Es el niño quien debe ver la Ciudad de la Bandera para que no le quepa duda a nadie que pisó la tierra de los Abram de su cepa.

Según viajaban en el tren, si bien Andrés era discreto como su 'Bartolo' que parece sin existencia real, se le salían sin querer detalles de su niñez que dieron a comprender, cuánta distancia puso Benavito en relación a él y la insinuada orfandad de su infancia. Es que pasaban por lugares evocadores y Andrés era un buen guía, con su elucidario de anécdotas, algunas se le brotarían, sin comedimiento, ese día, por viajar tan a gusto. Además había que educar a Karl, como si fuera el Ismaelillo, hijo o 'príncipe enano' de Martí.

En el trayecto evocó ciertos lugares, en barrios habaneros que, para él, eran importantes, porque sin que fuese invitado por Benavito, él, correcaminos y guripa, seguía a su padre, «sin que él me viera», como buscando su cariño y compañía. Entonces, el padre al notarlo lo llamaba con él y le explicaba qué hacía. Así fue que, al pasar por Luyanó, por la Carretera Central en dirección hacia Matanzas, Andrés señaló al antiguo Puente Alcoy y un riachuelo que pasaba por debajo, por todo el barrio desde San Miguel del Padrón a Luyanó. «En esos riachuelos, por ahí, allá donde se ven aquellos chuchos, yo recogí aguas en botellas. Fue en mi niñez».

Andrés alarga la pausa. Algo lo conmueve. «El, urgía unas muestras de aguas, iba a la quebrada». No dijo quien hasta que se impuso que dijera: «Para estudiar parásitos o qué sé yo que bichos, por sus experimentos. Es que yo quería ayudarlo; pero no me invitaba ni me dejaba ni quería verme, dizque para que no me ahogara por resbalar en quebradas contaminadas... pero yo, terco, siguiéndole, como en los Pozos de Arroyo Naranjo, por el sector de El Cacahual».

«¿Hablas acerca de Benavito?», había preguntado Sara en dos ocasiones y él, sin atreverse a pronunciar el nombre que ahora le parecía sagrado, asintió con la cabeza. «El».

Doña Malká adivinaba su nostalgia, o tristeza, intuyéndole en su infancia el afán suyo por la compañía de Benavito. «Es curioso pero Karl es así. Espioncillo, guripa, ¿te dije, Andrés? cómo juega conmigo y yo le digo: no me mires así, a la distancia y ven de una vez», dramatizaría la Abuela. Sabe que este comentario halagará a Andrés y dulcificará su memoria. Que, por obedecer a Sara cuando da la orden de no molestar a los adultos, a quien está ocupado con cosas importantes, el niño se mantenga silencioso, a distancia, sin formar correrías y distracciones. «Cuando estoy pintando, él se acerca sin ruido, como una pequeña sombra. Es su forma de pedir permiso».

«Será la genética espiritual de Andrés», se reía Sara y extiende un brazo para acariciar su rostro. Karl sabe que hablan de él. Sin embargo, este cariñoso gesto de la madre es para su tío.

En ocasiones, Karl no sabe si lo regañan, o festejan su carácter. Por eso el primer apodo que la Abuela le puso fue 'guripilla', vigilante silencioso, 'incordio maduro'. Sin embargo, ella misma dejó de calificarlo con estos epítetos. Un respeto para el niño se impuso. Quiso ser el 'pequeño camarada de La Abeja' y se ganó el derecho, al regresar de Puerto Rico y, entre leyéndole los versos sencillos y el Ismaelillo de Martí, se le apodó El Príncipe Enano y, por causa de Andrés, ya medio enojado, el príncipe de las nalgas frías.

Como si, en Ceiba Mocha, fuese a dictarse un testamento, su Bendición / berajá / para la Diáspora, doña Malká la Vda. de Simón ben Abram, les dijo que sabía desde abril de 1955, después de la visita del jefe de la CIA, Allan Dulles, a La Habana, y de reuniones para esa misma fecha de quienes con él hablaron, todos los jefes y amigos que en Guantánamo tenía el Dr. Abram, que algo muy feo afectaría a la familia. A su hijo lo harían co-partícipe. El cambió mucho desde esa fecha. Sería la creación del Bureau, así lo llamaría el Dr. Abram, a quien le gustaba hablar con claves. El 'código buró' fue la mención a la BRAC, organismo para la represión de actividades comunistas.

El Dr. Abram no tardaría en ordenar a su esposa, recién parida, como su labor, «lavar pañales y callarse, o ir únicamente donde yo te diga». Sará dejó de ser La Abeja dulce. Sacó los aguijones. La abeja machiega es capaz de matar a su Zángano macho, mostrar el lado oscuro. Fue, cuando al poco tiempo, se fue del panal, así como se van las golondrinas, aunque al tiempo regresan. La BRAC fue el golpe duro a la familia.

... ¡ Ay! yo he sabido, Sara, de tu paciencia... Aunque anchas son las paredes de la casa, las voces se filtran. Tus lloros. Aún los pleitos asordinados de alcoba me despiertan. Tú le pedíste que dejara el Buró y, más tarde, tu cama. Fingieron que dormían juntos para no preocuparme; pero se acostaban en recámaras separadas. Me dí cuenta... No sé cuando Moloch entró en el vocabulario de la Babel del Establecimiento y Adoyn-y Moloch dejó de significar 'mi dios reina' para significar a un dios solar que pide hijos / ilhm / niños de Elohim / para el fuego consumidor y los holocaustos, como quien tiene un demonio / Adversario / en la casa, o en las sinagogas. No supe cuando llegó Chemosh para desmentir a Melquisedec. Cuba dará los hijos de la esperanza, ¿a quién? le preguntas, y quién es el Dios de la Montaña (¿El Shaddai?) o ¿quiénes los Hijos del Varón de Sierra Maestra?)... Te escuché hilvando con él lenguaje de sus códigos para que yo no entendiera que se separaban. ¡El divorcio! Para que no entendiera nadie de qué hablan. Ni la cocinera. Ni la criada que viene y plancha, o lava las ropas, cuando Sarita lo ordenaba. Hablar en códigos fue necesario porque el esposo es un agente de la CIA...

... ¡ Ay! bien que he sabido, Sara, acerca de tu paciencia... No sé si hablaban sobre Karl como el niño que ha de pasar por fuego, o si sobre los niños de Nuestra Cuba entera, la isla enferma, cuyos fetos sin desarrollo hay que quemar, no por odio. Por higiene pública, según decía tu esposo, mi pobre hijo; pero yo sé que hablan sobre el derrocamiento de Batista, como ese Moloch / Baal / o Kemosh / que pide al pie del Monte Sión (tu Sierra Maestra) sembradíos de muerte, valle de lágrimas, el renuevo del Valle de Hinón, y que el falso señor es una estatua hueca, con brazos extendidos para cargar sus víctimas / toda Cuba / sus jóvenes / entre los tambores y cantos de los partidarios de Rivero Agüero, títere presidencial de Batista, que es la boca devoradora en la Estatua. O el Dragón.

Sería, a principios de 1959, que capté tu valor por el celo cariñoso que te inspiran los Lecksinka, tal vez por causa de aquellos pordioseros que llegaron a La Bodega. Repasaste la herencia recobrada por Andrés, memorias de Benavito. La justicia convertida en luz de la divinidad, das fliesserde Licht der Gottheit. Una vieja Torá en rollos y el Jüdische Geheimgesetze. Cartas de la gringa Lecksinka a su padre Jerome y libros que el Jinete Mayor, el rudo Dr. Leonard Wood, había hecho traer de New Hampshire, y obsequió al Dr. Moritz. El interés de mi hijo por tales viejos textos de medicina... A no ser por Andrés no se salvaría ni el legado de Moritz, sus muchas notas... Te ha preocupado la parentela de Paquira, la rechazada. Te ha conmovido la hospitalidad entre hermanas, siendo que una se cubría, con mugriento chal. Con telas de crudillo, también abrigaba a los niños, flacos como la miseria, criaturas que procreó con negro. Y la hermana rica y la hermana pobre se exhibieron la compasión, después de tantas riñas y odios entre ellas. «Estos niños son currinches. ¡Qué lástima les tengo!», leimos de unas carta y tú viste los niños, ya mozos, con los ojos túrneos, uno ya ciego. Prematuros adultos que crecieron hambrientos, jóvenes desgastados, como espejo de la niñez de Cuba... Y, cuando se anunció, la matanza de 75 santiaguinos por los ex-policías y el ejército privado, con esbirros del ex-Senador Rolando Masferrer, me dí cuenta de quién realmente eres: Valioso corazón tiene esta varona de Riga, eres Judit resurgida y tu grito es el mismo de mi exposo, que antepuso la misericordia a todo.... Por eso te bendigo aquí... En estos días, mujeres de esos mismos masferreres de codicia y pillaje, ¿recuerdas que llegaron a la casa a pedir firmas? Nos dijeron que son damas respetables... que Castro no ha tomado el poder y, por Matanzas y Santiago de Cuba, se anunció ya que, una vez que lo tomara, expropiará a los grandes terratenientes y a los cañeros que no sean del país... y se atrevieron a porfiar conmigo cuando les dije: «Señoras: por más de 40 años he vivido en Cuba, yo no soy extranjera y, si todo lo que tengo, Cuba lo necesitara, lo doy. No puedo firmar tal petición... 'que no me quiten lo mío', pues si el desarrollo de Cuba lo requiere, doy todo lo que tengo y más».

«Firmaría que se acabe el pillaje. No ésto», eso le dije.

«Usted es anticubana. Me informaron mal. No son conservadores. En fin, extranjeros».

«No me diga que después de 40 años en Cuba, soy sueca, o suiza, o de un lejano norte», me enojaron. Tú, ¡ay, mujer! que pantalones que te llamaron una Mariana Grajales de la izquierda, animada por mis palabras, saltaste más brava que yo: «Tampoco me digan que firme nada; ni me hablen sobre los Niños Pedro Pan ni sobre grupos de madres, con temor a perder sus hijos ante el comunismo. No sean hipócritas... Matando niños de hambre ha estado Grau, con sus ladrones, matando niños. Con sus dictaduras y guardias asesinos, lo estuvo haciendo Gerarldo Machado y Fulgencio Batista y nunca abrieron la boca... Y no me hablen, como si fuera extranjera tampoco, 'about loosing children to communism'. Farsantes».

«¡Lárguense!», les gritaste. «Ustedes tienen ya las maletas listas, el dinero en los bancos suizos. Lo que temen perder (¡pues ya lo he leído en Caretas son las propiedades, las casas en El Vedado... Y no es que yo no quiera los niños, o que los quiera adoctrinados... yo supliqué a mi esposo, cuando vino a esta misma casa el Dr. Augusto Fernández Conde, de la Asociación Médica Cubana, hace apenas unos años que fuese a Estambul y ante médicos de todo el mundo en conferencia, denunciara las atrocidades que se viven en Cuba, no por anuncios de Castro o Camilo Cienfuegos, sino por hechos que se han vivido con Batista... y él fue a Turquía y lo dijo: Hay más médicos en Daytona y Miami que médicos practicando su medicina para servir a los niños en Cuba. Se van como los niños de Pedro Pan para ser los señoritos del exilio... ¡Qué manera más infame de llorar por la niñez! si al mismo tiempo están pidiendo la impunidad para policías asesinos y ladrones que están huyendo de la Revolución con el tesoro del país y es que, en la mañana, ustedes salen a la calle con lágrimas de cocodrilo, a pedir justicia, y en la noche a bailar en los hoteles yankees...»

Por eso Doña Malká la bendijo. El plan de viaje a Matanzas, el año pasado, lo interrumpió la bomba que en mayo destrozó el viejo Molino de Tinguaró. «Mas el celo del Señor puede más que el miedo» y aquí, Andresito, quería que me trajeras, cerca de las cosas de Benavito. El último lugar santo que me queda. Esta finca, tu porción, que sea mi Sepulcro de Majpelá... y aquí les bendigo, antes de que muera. La salud de mi alma es la sonrisa y la felicidad de este momento... Voy a hablarles de lo que no volveré a repetir más. No sé cuando me sorprenda la muerte, y muerte sin achaques no hay y yo quiero ser enterrada en la isla de la esperanza, aquí en Matanzas...

¿No sienten, como yo, que en La Habana todo es trajín, menos tranquilo? Y será peor, aún para nosotros que no matamos una mosca... La Habana y La Bodega son ahora como el Valle de Sidón. En Cárdenas es diferente. Benavito me lo decía, 'aquí la Mar y la Mano de Dios, que es la Mar y la vida de lo Alto, me acarician'. En La Habana, las pezuñas de La Baga, emisarios de Grau, Alemán Casharo y falsos consoladores, llegaban cuando ustedes ni estaban presentes, por andar en Europa, o en servicio médico-militar... Aquí es Dios Quien consuela... Piensa acerca del pobre de mi hijo, Sara. Házlo antes de juzgarlo con la plenitud de los rigores.

El quería reconstruir el Consultorio y refundar una Clínica Médica, ¿pero quién puede? En La Habana, se izó el ultraje desde hace mucho tiempo... y víste ya: tras unas elecciones de fraude y payasería, la presión indetenible y triunfadora del Movimiento armado de Sierra Maestra, Andrés Rivero Agüero, que ni siquiera puede jurar como presidente después del simulacro, Batista en fila para llevarse 100 millones de dólares o más de la arcas públicas, y sí se los llevó, se ha sabido ya de su fortuna en la isla de Madeira, en Portugal no se hablaría de otra cosa, recibido su primer depósito... todo ese sucio, no dejaría que mi hijo sea un médico familiar, junto a quien puedas estar, porque te hizo tales promesas...

... yo he sabido, Sara, de tu paciencia...

¡Ay, pequeño Karl, guripa, que te traen de aquí y para allá! y ni siquiera se te ha permitido que conozcas el espacio al que pertences, te bencediré. Tengo palabras que darte para cuando ya no me veas ni puedas ponerte a espiar qué hago, o suplicar que te haga un dibujo de tu carita preciosa, o te dibuje un barco con piratas, o te pinte una rana verde con crayolas... ¿Has visto lo bonito que es el campo?

No es poco ni mucho lo que pueda decirte. Eres tú quien me bendices por nacer en casa. Si tu Abuelo te hubiera conocido, imaginaría que el verdadero Amigo de Dios, Abraham antiguo, anda de nuevo por la tierra. Y que, sin ver la Tierra Prometida, contigo la isla de la esperanza se ha vuelto la Sión terrena y que sus tres esposas han dado fruto, digno de ellas... Lo publicaría en El Diario de La Marina, si pudiera. Compraría la portada a colores de Bohemia. ¡Ah sí, haría paliques durante el Purim, cerrando las Calles de Obispo y Neptuno, con Miguel A. Quevedo y de la Lastra, para festejar las tres esposas de Abraham, con quien el mismo Dios andara... Estaría brincando de alegría por Sara, Agar y Ketura... y yo sería tipo y figura de Ketura, del que descendió Bahá'u'lláh. Diría que el Pacto Perpetua se ha sellado, el gran convenio que Dios hizo con Abraham, tiene promesa contigo... Yo he mandé a comprar el «Ismaelillo» de Martí, en La Moderna Poesía, y vas a comenzar a leer más pronto que lo imaginado, yo mismo leeré y te hablaré de él, como si fuera Abraham, el verdadero, porque, si bien José Martí y Pérez lo escribió, seguro que Martí era el Príncipe Enano que Abraham anhelara y Benavito, tu Abuelo, estuvo esperando un Príncipe Enano que fuese su nieto, y yo sé que Martí, te querría como si fueses Ismaelillo, su hijo... y te digo más, con mi berajá. Este consejo también aplíqueselo todos... Cuando se tiene un pariente ladrón, la vergüenza corre por dos caminos, o el ocultarla con racionalizaciones mentirosas, o por la vía del servicio ideológico desmistificador, que es siempre asignar las responsabilidades y no justificar al ladrón aunque nos duela... pero de la Némesis nadie escapa aunque se esconda en el exilio y se ponga el sanbenito de patriota sufrido... Es que no sé qué pueda suceder, si se van o se quedan. Pero el Talmud dice: «Paz en tu entrar y paz en tu salir, paz para con todos los hombres. Grande es la paz porque es el sello de todas las bendiciones».

A tí, mi nietecito: Paz. Shalom. Sé honesto en todo... No temas dar palabras ni nombres cuando quieras sacar chispas de luz de las piedras. Habla con corazón de buen testigo y calla lo que no sepas. No presumas lo que no eres. Ni encubras la mentira. Sé valiente y puro. Disfruta la vida, pero no el vicio. La valentía y el trabajo valen más que el prestigio. Vé con Andrés, después que yo lo bendiga, y mira este campo. Regocijate. Si sales de Cuba, recuérdalo como uno de los paisajes bello de la tierra en que nacíste. Ama a todas las Antillas. Aprende de cada una de ellas... En Haití, nacieron los primeros negros que amaron la libertad e hicieron una República.... porque eres un judío, en la Isla de la Esperanza, te diré: los judíos de las Antillas y, especialmente, los de Curazao, apoyaron económicamente la gesta libertadora de Simón Bolívar... Aprende sobre Simón Bolívar y de Francisco de Miranda... ya habrá tiempo para que recuerdes esos nombres y aprendas poemas de Martí. Que sean parte de lo que pongas en tu mezuzah... No tengas miedo de la palabra hereje, malcristiano, pirata o conspirador... busca en las vidas de ellos la verdad de lo que sintieron y pensaron y te llevarás muchas sorpresas... piratas fueron Mordechai Ricardo, Yaakov Koriel, David Abrabanel, muchos de los cuales, tienen cosas muy buenas de las que anhelarás saber, porque, son mucho más que parches en un ojo, o manos de metal con garfios, o banderas negras, o espadas y cañones...

... yo he sabido, Andrés, de tu paciencia... y para tí también tengo bendiciones... ¡Ay, Andrés! Este es mi regalo de alabanza, mi berakah para que nos prosperes, y contigo, a través de tí, sea Dios quien nos obsequie la tranquilidad que da salud. El no añade tristeza con ella. Barak para tí, Andrés ben Barak, hijo de abundancia, liberalidad de Dios que en tí no puso tormento, ni grilletes de mucho pensamiento, verdadero tzadik, cabeza no de Almelo, sino cabeza del justo, la bendición de Berak sea contigo, porque bendición sacerdotal de templo alguno no recibíste. Indigno fue el templo que retiró de tí la Birjat HaKohenim... pero yo, la viuda del Viejo que te menospreció, te doy mi berajá, como palabra de mi gratitud y mi humildad ante tí. No vengo de tradición aarónica para que mi bendición sea válida, pero Dios oye a las benjamitas que han tenido que huir de muchos mundos y no han visto la tierra prometida en Palestina, y se conforman con una tumba modesta en la isla de la esperanza. No soy heliah Tzibur ni hablo en las congregaciones, pero con mis dedos en la forman de Shin (W), con índice y corazón pegados el uno al otro y mis meñiques y anular juntos también de la misma manera en ambas manos, te doy la bendición, pronunciando: Yevarejeja Adonai veyishmereja – El Eterno te bendiga y te guarde... Esto de los dedos lo aprendí de Benavito porque él sí era rabino. Te bendijo a medias porque estaba enfermo. Tomaste su bendición como milagros, como el más grande tesoro... Yo sólo soy una sombra, que se bendice si te bendigo. No puedo atreverme a rituales ni asomarme a la sinagoga, sino en días de mayor santidad... mas aún así, recibe esta sincera invocación de Tu Bendecidor: Ya’er Adonai panav eleyja vijuneja – Que Dios haga que Su Presencia brille en ti y te garantice su gracia...

Si mi hijo no respondiera por Sara ni por Carlos, procura hacerlo tú. Que haya un varón cerca, no les desampares... Si entras a la Revolución, lleva la paz; si sales de la Revolución, lleva la paz y no mientas... te quedes o salgas de Cuba, que la paz sea contigo. «No tropieces en un garbanzo», porque cerca de Sara y su hijo, te encarezco que seas protección para ellos. Y te lo digo, porque aún con tu crianza, junto a Rachel, Alicia y tu piedad para los hijos de Francisca José, fuíste la protección y no hubo que decir, como Moritz, que lo mismo tropezaste con un garbanzo que con la abundancia... ¿Recuerdas a aquella carta de Moritz que guardara de tu padre? La traje conmigo:

«Estoy triste porque mis hijas gastan exageradamente en arrequives de gente vana; visten con las más finas telas y bordados. En su casa, no faltan varias empleadas a sueldo para el aseo del hogar, en nada útil se afanan. Las tareas de cocina y, sobre todo, los encargos especiales con que se complacen, ya no tienen norma ni ética de kósher. No hay almodrote ni chuchuca en nuestros sábados, comen como gentiles el puerco... Y a mucha gente me dice, Benavito, que en público ellas hacen desprecios, bailan como rameras con cualquier hombre, arriman el ascua a su sardina y ésto es aborrecible, porque la pobreza y enfermedad vienen por estas causas... Los yerros de los médicos la tierra los cubre, pero Dios los observa y los juzga. Dios ve con enojo a quien pisa la sal y la vela que enciende por shabat, no la deja en la habitación con luz».

Después de mucho callar la alegría, por oír a La Abuela, siendo que fue su primer viaje a la ruralía, preguntaron durante el regreso a La Habana cómo se sentía el Príncipe Enano. Cierto es, que lo vieron muy cansado ya desde el paseo que hizo con Andrés por el campo. Se le mostraron los sembradíos, árboles de fruta de las que comieron. Era un sábado de ayuno. Es cierto que la casa de la hacienda estaba abandonada, en malas condiciones para pernoctar cómodamente. Había sido un viaje calculado para un día, intenso y simbólico.

«Estoy tan cansado, Abuelita».

«¿Qué? ¿No te gustaría regresar a la finca de Ceiba Mocha de tu tío Andrés?», preguntó Sara.

«¡Claro que sí, Mamá! Además ya no es de Tío Andrés. ¡Es mía! El mismo me dijo: ¡Qué mucho espacio tendrás para correr! ¡Mira, tanta tierra sin labrar, mira donde puedes jugar! ¡Ahora ésto es tuyo!»

«¿Te dijo eso?», preguntó La Abuela.

«Entonces, Ceiba Mocha ya no es de Bartolo».

«De Bartolo y mía, porque Bartolo le dijo a Tío Andrés. ¡Ahora ésto es de Karl y tuyo para que él traiga un helicópero y tenga muchos animalitos, hasta cotorras! Y Andrés me dijo: Toma toda esta tierra para tí. Toda, pero yo le dije: Le daré la parte de Bartolo a mi Mamá, por si Bartolo se olvida de lo que te dijo. ¡Qué bueno eres, Andrés!», dijo el chiquillo y comenzó a besarlo por todo su rostro y las manos.

«¡Te la dí! Toda para tí y tu mamá», reafirmó Andrés. Vio al niño dormirse en el tren con una cara de felicidad infinita.
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Indice / Las juderías / Dedicatoria / Las juderías / novela / 1-15 / Las juderías / Rachel, Andrés y otra gente de La Habana / Piratas judíos en el Caribe / Reseña de libro de E. Kritzler / 16. ¡Qué camarada ni qué ocho cuartos! / 17. El Moisés cornudo y sin timbales / 18. Llegó con gran euforia el hermano esquivo / 19. Presentaciones de rigor / 20. Sara de Riga la Abejita y la Bodega / 21. Antonio: La jactancia de un macho estéril / 22. La moral descuartizada / 26. ¿Quién es el faraón? / 28. «Ya veo por donde van tus sincretismos»