Saturday, October 30, 2010

Las juderías / 34 / El testamento


34. El Testamento y la Berajá de Malká

«Paz en tu entrar y paz en tu salir, paz para con todos los hombres. Grande es la paz porque es el sello de todas las bendiciones»: Talmud

«Hijo: Espantado de todo, me refugio en ti.Tengo fe en el mejoramiento humano, en la vida futura, en la utilidad de la virtud, y en ti... Si alguien te dice que estas páginas se parecen a otras páginas, diles que te amo demasiado para profanarte así. Tal como aquí te pinto, tal te han visto mis ojos. Con esos arreos de gala te me has aparecido. Cuando he cesado de verte en esa forma, he cesado de pintarte. Esos riachuelos han pasado por mi corazón. ¡Lleguen al tuyo!»: José Martí: Ismaelillo

Y para que viera la Ciudad de la Bandera, aquella en que la madrugada del 19 de mayo de 1850 desembarcó el General Narciso López en Cárdenas, izando por primera vez en la Isla la bandera cubana, tomaron el tren de la Compañía del Ferrocarriles de Cárdenas, hacia una ciudad que se llamó la Villa de San Juan de Dios de Cárdenas. Este día del viaje. en1959, además del ramal de Güines a Matanzas, había otros, el primero construído de Güines a Catalina. Otro, a la Estación de San Luis. El Ferrocarril de La Habana a Güines fue la primera línea de trenes en operación en el mundo hispano y la cuarta en todo el mundo y en ella van los tres. Es el niño quien debe ver la Ciudad de la Bandera para que no le quepa duda a nadie que pisó la tierra de los Abram de su cepa.

Según viajaban en el tren, si bien Andrés era discreto como su 'Bartolo' que parece sin existencia real, se le salían sin querer detalles de su niñez que dieron a comprender, cuánta distancia puso Benavito en relación a él y la insinuada orfandad de su infancia. Es que pasaban por lugares evocadores y Andrés era un buen guía, con su elucidario de anécdotas, algunas se le brotarían, sin comedimiento, ese día, por viajar tan a gusto. Además había que educar a Karl, como si fuera el Ismaelillo, hijo o 'príncipe enano' de Martí.

En el trayecto evocó ciertos lugares, en barrios habaneros que, para él, eran importantes, porque sin que fuese invitado por Benavito, él, correcaminos y guripa, seguía a su padre, «sin que él me viera», como buscando su cariño y compañía. Entonces, el padre al notarlo lo llamaba con él y le explicaba qué hacía. Así fue que, al pasar por Luyanó, por la Carretera Central en dirección hacia Matanzas, Andrés señaló al antiguo Puente Alcoy y un riachuelo que pasaba por debajo, por todo el barrio desde San Miguel del Padrón a Luyanó. «En esos riachuelos, por ahí, allá donde se ven aquellos chuchos, yo recogí aguas en botellas. Fue en mi niñez».

Andrés alarga la pausa. Algo lo conmueve. «El, urgía unas muestras de aguas, iba a la quebrada». No dijo quien hasta que se impuso que dijera: «Para estudiar parásitos o qué sé yo que bichos, por sus experimentos. Es que yo quería ayudarlo; pero no me invitaba ni me dejaba ni quería verme, dizque para que no me ahogara por resbalar en quebradas contaminadas... pero yo, terco, siguiéndole, como en los Pozos de Arroyo Naranjo, por el sector de El Cacahual».

«¿Hablas acerca de Benavito?», había preguntado Sara en dos ocasiones y él, sin atreverse a pronunciar el nombre que ahora le parecía sagrado, asintió con la cabeza. «El».

Doña Malká adivinaba su nostalgia, o tristeza, intuyéndole en su infancia el afán suyo por la compañía de Benavito. «Es curioso pero Karl es así. Espioncillo, guripa, ¿te dije, Andrés? cómo juega conmigo y yo le digo: no me mires así, a la distancia y ven de una vez», dramatizaría la Abuela. Sabe que este comentario halagará a Andrés y dulcificará su memoria. Que, por obedecer a Sara cuando da la orden de no molestar a los adultos, a quien está ocupado con cosas importantes, el niño se mantenga silencioso, a distancia, sin formar correrías y distracciones. «Cuando estoy pintando, él se acerca sin ruido, como una pequeña sombra. Es su forma de pedir permiso».

«Será la genética espiritual de Andrés», se reía Sara y extiende un brazo para acariciar su rostro. Karl sabe que hablan de él. Sin embargo, este cariñoso gesto de la madre es para su tío.

En ocasiones, Karl no sabe si lo regañan, o festejan su carácter. Por eso el primer apodo que la Abuela le puso fue 'guripilla', vigilante silencioso, 'incordio maduro'. Sin embargo, ella misma dejó de calificarlo con estos epítetos. Un respeto para el niño se impuso. Quiso ser el 'pequeño camarada de La Abeja' y se ganó el derecho, al regresar de Puerto Rico y, entre leyéndole los versos sencillos y el Ismaelillo de Martí, se le apodó El Príncipe Enano y, por causa de Andrés, ya medio enojado, el príncipe de las nalgas frías.

Como si, en Ceiba Mocha, fuese a dictarse un testamento, su Bendición / berajá / para la Diáspora, doña Malká la Vda. de Simón ben Abram, les dijo que sabía desde abril de 1955, después de la visita del jefe de la CIA, Allan Dulles, a La Habana, y de reuniones para esa misma fecha de quienes con él hablaron, todos los jefes y amigos que en Guantánamo tenía el Dr. Abram, que algo muy feo afectaría a la familia. A su hijo lo harían co-partícipe. El cambió mucho desde esa fecha. Sería la creación del Bureau, así lo llamaría el Dr. Abram, a quien le gustaba hablar con claves. El 'código buró' fue la mención a la BRAC, organismo para la represión de actividades comunistas.

El Dr. Abram no tardaría en ordenar a su esposa, recién parida, como su labor, «lavar pañales y callarse, o ir únicamente donde yo te diga». Sará dejó de ser La Abeja dulce. Sacó los aguijones. La abeja machiega es capaz de matar a su Zángano macho, mostrar el lado oscuro. Fue, cuando al poco tiempo, se fue del panal, así como se van las golondrinas, aunque al tiempo regresan. La BRAC fue el golpe duro a la familia.

... ¡ Ay! yo he sabido, Sara, de tu paciencia... Aunque anchas son las paredes de la casa, las voces se filtran. Tus lloros. Aún los pleitos asordinados de alcoba me despiertan. Tú le pedíste que dejara el Buró y, más tarde, tu cama. Fingieron que dormían juntos para no preocuparme; pero se acostaban en recámaras separadas. Me dí cuenta... No sé cuando Moloch entró en el vocabulario de la Babel del Establecimiento y Adoyn-y Moloch dejó de significar 'mi dios reina' para significar a un dios solar que pide hijos / ilhm / niños de Elohim / para el fuego consumidor y los holocaustos, como quien tiene un demonio / Adversario / en la casa, o en las sinagogas. No supe cuando llegó Chemosh para desmentir a Melquisedec. Cuba dará los hijos de la esperanza, ¿a quién? le preguntas, y quién es el Dios de la Montaña (¿El Shaddai?) o ¿quiénes los Hijos del Varón de Sierra Maestra?)... Te escuché hilvando con él lenguaje de sus códigos para que yo no entendiera que se separaban. ¡El divorcio! Para que no entendiera nadie de qué hablan. Ni la cocinera. Ni la criada que viene y plancha, o lava las ropas, cuando Sarita lo ordenaba. Hablar en códigos fue necesario porque el esposo es un agente de la CIA...

... ¡ Ay! bien que he sabido, Sara, acerca de tu paciencia... No sé si hablaban sobre Karl como el niño que ha de pasar por fuego, o si sobre los niños de Nuestra Cuba entera, la isla enferma, cuyos fetos sin desarrollo hay que quemar, no por odio. Por higiene pública, según decía tu esposo, mi pobre hijo; pero yo sé que hablan sobre el derrocamiento de Batista, como ese Moloch / Baal / o Kemosh / que pide al pie del Monte Sión (tu Sierra Maestra) sembradíos de muerte, valle de lágrimas, el renuevo del Valle de Hinón, y que el falso señor es una estatua hueca, con brazos extendidos para cargar sus víctimas / toda Cuba / sus jóvenes / entre los tambores y cantos de los partidarios de Rivero Agüero, títere presidencial de Batista, que es la boca devoradora en la Estatua. O el Dragón.

Sería, a principios de 1959, que capté tu valor por el celo cariñoso que te inspiran los Lecksinka, tal vez por causa de aquellos pordioseros que llegaron a La Bodega. Repasaste la herencia recobrada por Andrés, memorias de Benavito. La justicia convertida en luz de la divinidad, das fliesserde Licht der Gottheit. Una vieja Torá en rollos y el Jüdische Geheimgesetze. Cartas de la gringa Lecksinka a su padre Jerome y libros que el Jinete Mayor, el rudo Dr. Leonard Wood, había hecho traer de New Hampshire, y obsequió al Dr. Moritz. El interés de mi hijo por tales viejos textos de medicina... A no ser por Andrés no se salvaría ni el legado de Moritz, sus muchas notas... Te ha preocupado la parentela de Paquira, la rechazada. Te ha conmovido la hospitalidad entre hermanas, siendo que una se cubría, con mugriento chal. Con telas de crudillo, también abrigaba a los niños, flacos como la miseria, criaturas que procreó con negro. Y la hermana rica y la hermana pobre se exhibieron la compasión, después de tantas riñas y odios entre ellas. «Estos niños son currinches. ¡Qué lástima les tengo!», leimos de unas carta y tú viste los niños, ya mozos, con los ojos túrneos, uno ya ciego. Prematuros adultos que crecieron hambrientos, jóvenes desgastados, como espejo de la niñez de Cuba... Y, cuando se anunció, la matanza de 75 santiaguinos por los ex-policías y el ejército privado, con esbirros del ex-Senador Rolando Masferrer, me dí cuenta de quién realmente eres: Valioso corazón tiene esta varona de Riga, eres Judit resurgida y tu grito es el mismo de mi exposo, que antepuso la misericordia a todo.... Por eso te bendigo aquí... En estos días, mujeres de esos mismos masferreres de codicia y pillaje, ¿recuerdas que llegaron a la casa a pedir firmas? Nos dijeron que son damas respetables... que Castro no ha tomado el poder y, por Matanzas y Santiago de Cuba, se anunció ya que, una vez que lo tomara, expropiará a los grandes terratenientes y a los cañeros que no sean del país... y se atrevieron a porfiar conmigo cuando les dije: «Señoras: por más de 40 años he vivido en Cuba, yo no soy extranjera y, si todo lo que tengo, Cuba lo necesitara, lo doy. No puedo firmar tal petición... 'que no me quiten lo mío', pues si el desarrollo de Cuba lo requiere, doy todo lo que tengo y más».

«Firmaría que se acabe el pillaje. No ésto», eso le dije.

«Usted es anticubana. Me informaron mal. No son conservadores. En fin, extranjeros».

«No me diga que después de 40 años en Cuba, soy sueca, o suiza, o de un lejano norte», me enojaron. Tú, ¡ay, mujer! que pantalones que te llamaron una Mariana Grajales de la izquierda, animada por mis palabras, saltaste más brava que yo: «Tampoco me digan que firme nada; ni me hablen sobre los Niños Pedro Pan ni sobre grupos de madres, con temor a perder sus hijos ante el comunismo. No sean hipócritas... Matando niños de hambre ha estado Grau, con sus ladrones, matando niños. Con sus dictaduras y guardias asesinos, lo estuvo haciendo Gerarldo Machado y Fulgencio Batista y nunca abrieron la boca... Y no me hablen, como si fuera extranjera tampoco, 'about loosing children to communism'. Farsantes».

«¡Lárguense!», les gritaste. «Ustedes tienen ya las maletas listas, el dinero en los bancos suizos. Lo que temen perder (¡pues ya lo he leído en Caretas son las propiedades, las casas en El Vedado... Y no es que yo no quiera los niños, o que los quiera adoctrinados... yo supliqué a mi esposo, cuando vino a esta misma casa el Dr. Augusto Fernández Conde, de la Asociación Médica Cubana, hace apenas unos años que fuese a Estambul y ante médicos de todo el mundo en conferencia, denunciara las atrocidades que se viven en Cuba, no por anuncios de Castro o Camilo Cienfuegos, sino por hechos que se han vivido con Batista... y él fue a Turquía y lo dijo: Hay más médicos en Daytona y Miami que médicos practicando su medicina para servir a los niños en Cuba. Se van como los niños de Pedro Pan para ser los señoritos del exilio... ¡Qué manera más infame de llorar por la niñez! si al mismo tiempo están pidiendo la impunidad para policías asesinos y ladrones que están huyendo de la Revolución con el tesoro del país y es que, en la mañana, ustedes salen a la calle con lágrimas de cocodrilo, a pedir justicia, y en la noche a bailar en los hoteles yankees...»

Por eso Doña Malká la bendijo. El plan de viaje a Matanzas, el año pasado, lo interrumpió la bomba que en mayo destrozó el viejo Molino de Tinguaró. «Mas el celo del Señor puede más que el miedo» y aquí, Andresito, quería que me trajeras, cerca de las cosas de Benavito. El último lugar santo que me queda. Esta finca, tu porción, que sea mi Sepulcro de Majpelá... y aquí les bendigo, antes de que muera. La salud de mi alma es la sonrisa y la felicidad de este momento... Voy a hablarles de lo que no volveré a repetir más. No sé cuando me sorprenda la muerte, y muerte sin achaques no hay y yo quiero ser enterrada en la isla de la esperanza, aquí en Matanzas...

¿No sienten, como yo, que en La Habana todo es trajín, menos tranquilo? Y será peor, aún para nosotros que no matamos una mosca... La Habana y La Bodega son ahora como el Valle de Sidón. En Cárdenas es diferente. Benavito me lo decía, 'aquí la Mar y la Mano de Dios, que es la Mar y la vida de lo Alto, me acarician'. En La Habana, las pezuñas de La Baga, emisarios de Grau, Alemán Casharo y falsos consoladores, llegaban cuando ustedes ni estaban presentes, por andar en Europa, o en servicio médico-militar... Aquí es Dios Quien consuela... Piensa acerca del pobre de mi hijo, Sara. Házlo antes de juzgarlo con la plenitud de los rigores.

El quería reconstruir el Consultorio y refundar una Clínica Médica, ¿pero quién puede? En La Habana, se izó el ultraje desde hace mucho tiempo... y víste ya: tras unas elecciones de fraude y payasería, la presión indetenible y triunfadora del Movimiento armado de Sierra Maestra, Andrés Rivero Agüero, que ni siquiera puede jurar como presidente después del simulacro, Batista en fila para llevarse 100 millones de dólares o más de la arcas públicas, y sí se los llevó, se ha sabido ya de su fortuna en la isla de Madeira, en Portugal no se hablaría de otra cosa, recibido su primer depósito... todo ese sucio, no dejaría que mi hijo sea un médico familiar, junto a quien puedas estar, porque te hizo tales promesas...

... yo he sabido, Sara, de tu paciencia...

¡Ay, pequeño Karl, guripa, que te traen de aquí y para allá! y ni siquiera se te ha permitido que conozcas el espacio al que pertences, te bencediré. Tengo palabras que darte para cuando ya no me veas ni puedas ponerte a espiar qué hago, o suplicar que te haga un dibujo de tu carita preciosa, o te dibuje un barco con piratas, o te pinte una rana verde con crayolas... ¿Has visto lo bonito que es el campo?

No es poco ni mucho lo que pueda decirte. Eres tú quien me bendices por nacer en casa. Si tu Abuelo te hubiera conocido, imaginaría que el verdadero Amigo de Dios, Abraham antiguo, anda de nuevo por la tierra. Y que, sin ver la Tierra Prometida, contigo la isla de la esperanza se ha vuelto la Sión terrena y que sus tres esposas han dado fruto, digno de ellas... Lo publicaría en El Diario de La Marina, si pudiera. Compraría la portada a colores de Bohemia. ¡Ah sí, haría paliques durante el Purim, cerrando las Calles de Obispo y Neptuno, con Miguel A. Quevedo y de la Lastra, para festejar las tres esposas de Abraham, con quien el mismo Dios andara... Estaría brincando de alegría por Sara, Agar y Ketura... y yo sería tipo y figura de Ketura, del que descendió Bahá'u'lláh. Diría que el Pacto Perpetua se ha sellado, el gran convenio que Dios hizo con Abraham, tiene promesa contigo... Yo he mandé a comprar el «Ismaelillo» de Martí, en La Moderna Poesía, y vas a comenzar a leer más pronto que lo imaginado, yo mismo leeré y te hablaré de él, como si fuera Abraham, el verdadero, porque, si bien José Martí y Pérez lo escribió, seguro que Martí era el Príncipe Enano que Abraham anhelara y Benavito, tu Abuelo, estuvo esperando un Príncipe Enano que fuese su nieto, y yo sé que Martí, te querría como si fueses Ismaelillo, su hijo... y te digo más, con mi berajá. Este consejo también aplíqueselo todos... Cuando se tiene un pariente ladrón, la vergüenza corre por dos caminos, o el ocultarla con racionalizaciones mentirosas, o por la vía del servicio ideológico desmistificador, que es siempre asignar las responsabilidades y no justificar al ladrón aunque nos duela... pero de la Némesis nadie escapa aunque se esconda en el exilio y se ponga el sanbenito de patriota sufrido... Es que no sé qué pueda suceder, si se van o se quedan. Pero el Talmud dice: «Paz en tu entrar y paz en tu salir, paz para con todos los hombres. Grande es la paz porque es el sello de todas las bendiciones».

A tí, mi nietecito: Paz. Shalom. Sé honesto en todo... No temas dar palabras ni nombres cuando quieras sacar chispas de luz de las piedras. Habla con corazón de buen testigo y calla lo que no sepas. No presumas lo que no eres. Ni encubras la mentira. Sé valiente y puro. Disfruta la vida, pero no el vicio. La valentía y el trabajo valen más que el prestigio. Vé con Andrés, después que yo lo bendiga, y mira este campo. Regocijate. Si sales de Cuba, recuérdalo como uno de los paisajes bello de la tierra en que nacíste. Ama a todas las Antillas. Aprende de cada una de ellas... En Haití, nacieron los primeros negros que amaron la libertad e hicieron una República.... porque eres un judío, en la Isla de la Esperanza, te diré: los judíos de las Antillas y, especialmente, los de Curazao, apoyaron económicamente la gesta libertadora de Simón Bolívar... Aprende sobre Simón Bolívar y de Francisco de Miranda... ya habrá tiempo para que recuerdes esos nombres y aprendas poemas de Martí. Que sean parte de lo que pongas en tu mezuzah... No tengas miedo de la palabra hereje, malcristiano, pirata o conspirador... busca en las vidas de ellos la verdad de lo que sintieron y pensaron y te llevarás muchas sorpresas... piratas fueron Mordechai Ricardo, Yaakov Koriel, David Abrabanel, muchos de los cuales, tienen cosas muy buenas de las que anhelarás saber, porque, son mucho más que parches en un ojo, o manos de metal con garfios, o banderas negras, o espadas y cañones...

... yo he sabido, Andrés, de tu paciencia... y para tí también tengo bendiciones... ¡Ay, Andrés! Este es mi regalo de alabanza, mi berakah para que nos prosperes, y contigo, a través de tí, sea Dios quien nos obsequie la tranquilidad que da salud. El no añade tristeza con ella. Barak para tí, Andrés ben Barak, hijo de abundancia, liberalidad de Dios que en tí no puso tormento, ni grilletes de mucho pensamiento, verdadero tzadik, cabeza no de Almelo, sino cabeza del justo, la bendición de Berak sea contigo, porque bendición sacerdotal de templo alguno no recibíste. Indigno fue el templo que retiró de tí la Birjat HaKohenim... pero yo, la viuda del Viejo que te menospreció, te doy mi berajá, como palabra de mi gratitud y mi humildad ante tí. No vengo de tradición aarónica para que mi bendición sea válida, pero Dios oye a las benjamitas que han tenido que huir de muchos mundos y no han visto la tierra prometida en Palestina, y se conforman con una tumba modesta en la isla de la esperanza. No soy heliah Tzibur ni hablo en las congregaciones, pero con mis dedos en la forman de Shin (W), con índice y corazón pegados el uno al otro y mis meñiques y anular juntos también de la misma manera en ambas manos, te doy la bendición, pronunciando: Yevarejeja Adonai veyishmereja – El Eterno te bendiga y te guarde... Esto de los dedos lo aprendí de Benavito porque él sí era rabino. Te bendijo a medias porque estaba enfermo. Tomaste su bendición como milagros, como el más grande tesoro... Yo sólo soy una sombra, que se bendice si te bendigo. No puedo atreverme a rituales ni asomarme a la sinagoga, sino en días de mayor santidad... mas aún así, recibe esta sincera invocación de Tu Bendecidor: Ya’er Adonai panav eleyja vijuneja – Que Dios haga que Su Presencia brille en ti y te garantice su gracia...

Si mi hijo no respondiera por Sara ni por Carlos, procura hacerlo tú. Que haya un varón cerca, no les desampares... Si entras a la Revolución, lleva la paz; si sales de la Revolución, lleva la paz y no mientas... te quedes o salgas de Cuba, que la paz sea contigo. «No tropieces en un garbanzo», porque cerca de Sara y su hijo, te encarezco que seas protección para ellos. Y te lo digo, porque aún con tu crianza, junto a Rachel, Alicia y tu piedad para los hijos de Francisca José, fuíste la protección y no hubo que decir, como Moritz, que lo mismo tropezaste con un garbanzo que con la abundancia... ¿Recuerdas a aquella carta de Moritz que guardara de tu padre? La traje conmigo:

«Estoy triste porque mis hijas gastan exageradamente en arrequives de gente vana; visten con las más finas telas y bordados. En su casa, no faltan varias empleadas a sueldo para el aseo del hogar, en nada útil se afanan. Las tareas de cocina y, sobre todo, los encargos especiales con que se complacen, ya no tienen norma ni ética de kósher. No hay almodrote ni chuchuca en nuestros sábados, comen como gentiles el puerco... Y a mucha gente me dice, Benavito, que en público ellas hacen desprecios, bailan como rameras con cualquier hombre, arriman el ascua a su sardina y ésto es aborrecible, porque la pobreza y enfermedad vienen por estas causas... Los yerros de los médicos la tierra los cubre, pero Dios los observa y los juzga. Dios ve con enojo a quien pisa la sal y la vela que enciende por shabat, no la deja en la habitación con luz».

Después de mucho callar la alegría, por oír a La Abuela, siendo que fue su primer viaje a la ruralía, preguntaron durante el regreso a La Habana cómo se sentía el Príncipe Enano. Cierto es, que lo vieron muy cansado ya desde el paseo que hizo con Andrés por el campo. Se le mostraron los sembradíos, árboles de fruta de las que comieron. Era un sábado de ayuno. Es cierto que la casa de la hacienda estaba abandonada, en malas condiciones para pernoctar cómodamente. Había sido un viaje calculado para un día, intenso y simbólico.

«Estoy tan cansado, Abuelita».

«¿Qué? ¿No te gustaría regresar a la finca de Ceiba Mocha de tu tío Andrés?», preguntó Sara.

«¡Claro que sí, Mamá! Además ya no es de Tío Andrés. ¡Es mía! El mismo me dijo: ¡Qué mucho espacio tendrás para correr! ¡Mira, tanta tierra sin labrar, mira donde puedes jugar! ¡Ahora ésto es tuyo!»

«¿Te dijo eso?», preguntó La Abuela.

«Entonces, Ceiba Mocha ya no es de Bartolo».

«De Bartolo y mía, porque Bartolo le dijo a Tío Andrés. ¡Ahora ésto es de Karl y tuyo para que él traiga un helicópero y tenga muchos animalitos, hasta cotorras! Y Andrés me dijo: Toma toda esta tierra para tí. Toda, pero yo le dije: Le daré la parte de Bartolo a mi Mamá, por si Bartolo se olvida de lo que te dijo. ¡Qué bueno eres, Andrés!», dijo el chiquillo y comenzó a besarlo por todo su rostro y las manos.

«¡Te la dí! Toda para tí y tu mamá», reafirmó Andrés. Vio al niño dormirse en el tren con una cara de felicidad infinita.
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Indice / Las juderías / Dedicatoria / Las juderías / novela / 1-15 / Las juderías / Rachel, Andrés y otra gente de La Habana / Piratas judíos en el Caribe / Reseña de libro de E. Kritzler / 16. ¡Qué camarada ni qué ocho cuartos! / 17. El Moisés cornudo y sin timbales / 18. Llegó con gran euforia el hermano esquivo / 19. Presentaciones de rigor / 20. Sara de Riga la Abejita y la Bodega / 21. Antonio: La jactancia de un macho estéril / 22. La moral descuartizada / 26. ¿Quién es el faraón? / 28. «Ya veo por donde van tus sincretismos»

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