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Por ALEJANDRO NADAL
Los recursos del seguro social fueron utilizados para mantener bajos los impuestos a los ricos, pagar las aventuras militares imperiales y los astronómicos rescates del sector financiero.
Hoy Eisenhower habría dejado la referencia al Congreso en su discurso. Y es que por fin el Congreso estadounidense ha declarado abiertamente una guerra contra el pueblo de ese país, obedeciendo los designios del 5 % más rico de su población. Aunque, pensándolo bien, la guerra comenzó hace mucho.
El fetichismo reaccionario ha logrado imponer como verdad la idea de que la causa del descalabro fiscal en Estados Unidos está en los programas sociales, en especial el sistema de seguridad social. Ha conseguido que el pueblo estadounidense considere que los derechohabientes del seguro social sean considerados parásitos sociales, a pesar de que una parte importante de sus prestaciones está cubierta con sus contribuciones a lo largo de su vida laboral. Eso no importa: la ideología reaccionaria insiste en que los pensionados son como sanguijuelas que consumieron más de lo que podían pagar y dejaron de ahorrar para enfrentar su vejez. Esa es la más grande mentira que el pueblo estadounidense ha terminado por aceptar.
La realidad es que el sistema de seguridad social en Estados Unidos siempre se ha mantenido con superávit. El seguro social se alimenta con recursos provenientes del impuesto FICA que es pagado directamente por los trabajadores estadounidenses. Si se consultan las cifras oficiales (www.socialsecurity.gov) se puede comprobar que entre 1984 y el 2009 los derechohabientes pagaron dos millones de millones de dólares al seguro social y al programa Medicare por arriba de lo que recibieron como prestaciones. Dependiendo de los supuestos sobre evolución demográfica, empleo y crecimiento del PIB, así como el nivel del impuesto sobre nómina (15,3 % en la actualidad), el seguro social estadounidense permanecerá con números negros hasta el 2025 o el 2035.
¿De dónde provenían esos recursos? En 1983 Reagan nombró a Greenspan presidente de una comisión para la reforma del seguro social. Esa comisión recomendó un incremento del impuesto sobre nómina que generó enorme superávit. Pero esos recursos no se mantuvieron en el fideicomiso especial del seguro social, sino que fueron desviados al fondo de ingresos generales. A cambio solo quedaron pagarés inservibles del tesoro. Atención: no son bonos del Tesoro, son simples pagarés carentes de valor.
Es decir, el seguro social no contribuye al déficit, sino que ha subsidiado constantemente al gobierno federal y ese subsidio ha sido superior a los dos billones de dólares antes mencionados. Si el gobierno no hubiera usado esos recursos habría tenido que aumentar su endeudamiento, lo que habría implicado mayor carga financiera. El cálculo oficial indica que se habrían erogado otros 800 000 millones de dólares por el peso de la deuda si el gobierno no hubiera usado los recursos del fondo del seguro social.
En pleno debate sobre el techo de endeudamiento, el presidente Obama indicó que si no se llegaba a un acuerdo sería imposible garantizar que los cheques del seguro social fueran pagados a los derechohabientes. ¿Cómo es que no había dinero para pagar esos cheques si el seguro social tiene en teoría un superávit? La realidad es que ese fondo solo contiene los pagarés que el Tesoro estadounidense ha entregado al seguro social a cambio de los recursos que se han captado por las cotizaciones individuales retenidas como impuesto.
En otras palabras, el superávit del fondo del seguro social ha sido saqueado para cubrir el costo de mantener bajos los impuestos a los ricos, para pagar el costo creciente de las aventuras militares imperiales y, más recientemente, para pagar los astronómicos rescates para el sector financiero.
En otras palabras, los recursos del seguro social fueron objeto de un desfalco, de una gigantesca malversación de fondos mientras el pueblo de Estados Unidos veía televisión y rendía homenaje a sus héroes caídos en guerras sobre las provincias más lejanas del imperio. A Obama le tocó la explosión de esta bomba de tiempo sembrada en 1983. En lugar de denunciarla, ha preferido abrazarla. La reacción en el Congreso no ha titubeado y aprovechó bien la oportunidad para comenzar a desmantelar el seguro social. Es una forma de enterrar el problema.
Dicen que las guerras tienen la ventaja de quitar las máscaras. Así se conoce al enemigo, porque en la batalla lo que importa son las acciones, no las palabras. Ahora el saqueo del siglo ha quedado al descubierto. (Tomado de la revista Sin Permiso)
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