Por CARLOS LOPEZ DZUR
El enfoque oral y heideggeriano
Historia no es ni lo pasado, que ya no es, ni lo de hoy que pasa fugazmente; la historia como historiarse es el actuar y padecer cabal a través del presente determinado por el advenir que se hace cargo de lo sido... No todas las referencias hacia la historia pueden devenir científicamente objetivables y situables, y justamente las esenciales no: Martin Heidegger
1.
Todo pepiniano tiene un pedacito privado —y público— de la historia de su pueblo, es decir, de lo sido en esta geografía y sociedad —como posibilidad existentiva— en que se precisa el destino propio, el destino en común y la historia del mundo. De modo que cada uno de ellos, en cuanto compueblanos, son parte de la historia que me interesa y del libro o los libros posibles que otros y, aún yo, habremos de escribir. La historia total de San Sebastián de las Vegas del Pepino es tan monstruosamente gigantesca como pepinianos, o puertorriqueños de otras vecindades, haya disponibles para aportar su pedacito de relato, su pieza para el rompecabeza general y colectivo, el Gran Relato, con páginas de historicidad y destino en común, Geschick.
No entendí este concepto tan profundamente, cuando inicié mi primer ensayo sobre la historia regional, como ahora lo entiendo. Lo poco entendido, entonces, motivó que, en la década de 1970, desde mis primeros años universitarios y siendo aún adolescente, me interesara en la historia de Pepino y, particularmente, en conceptos de Historia Oral (Allan Nevins) [1] como metodología de elucidación.
En el transcurso de varios decenios, reflexioné sobre mis notas y mis entrevistas realizadas. E hice mis propias revisiones de artículos y ensayos escritos con pretensión historiográfica. Ha sido tarea dura y nostálgica. Llevo más de 20 años de residencia en los EE.UU. y otros puntos del extranjero.
A pesar de ésto, he meditado, ya con mayor madurez, sobre los posibles enfoques, ya que a algunas aproximaciones previas las rechacé de plano. Y ahora, únicamente, seguiría adelante, si mediante este medio que provee la Internet, obtuviera otras piezas del rompecabezas: las que han de aportar otros: es decir, aquellas personas prestas a dar detalles, sugerencias, historias propias, genealogías, fotos, anécdotas o documentos, orales o escritos, que enriquezcan esta versión de base, que será siempre incompleta, pero dinámica, como es la propia vida en la historia... No renuncio al proyecto original que me ata al pueblo de mis amores.
He topado una y otra vez con diversas observaciones de Martin Heidegger en torno a la tematización historiográfica. Tematizar el pasado como objeto del mundo sido-ahí, los entes a la mano de ayer, sin que éstos sean algo «pasado», sino presente, es también contar lo venidero, con el peligro de la constante destrucción («Zerstörung») del advenir («Zukunft») y de la referencia histórica hacia el advenimiento («Ankunft») del destino.
El gran filósofo alemán, que ha influenciado mi filosofía de la historia, advierte que hay épocas que no son historiográficas, pero no dejan por ello de ser históricas. Para él, «sin erranza no habría ninguna relaciones de destino a destino, no habría ninguna historia. Las distancias cronológicas y las concatenaciones causales pertenecen, es cierto, a la historiografía, pero no a la historia». [2]
Esto significa que, semi-oculta por los datos, aunque intuíble y leíble entre líneas, pese al incompleto mosaico de concatenaciones causales y distancias cronológicas, es sospechable otra significatividad tanto o más rica. Su riqueza late como tal. Es aprovechable. Una de sus consecuecias es la atadura del Giro Lingüístico a la búsqueda de la Verdad, a la Hermenéutica, y el lenguaje poético. Heidegger cree que al estudio de la filosofía hay que sacarlo de las Torres de Marfil y confinamientos académicos y regresar el pensar y al meditación a círculos más amplios, en especial beneficio para la gente sufre y sucumbe en los distanciamientos que mutilan el ser-con-otros. No es de extrañar.
Una de las perspectivas que aprecié, con mi primer ejercicio de historiografía, ésta que aparentaría ser muy localista (los orígenes de la cultura pepiniana), por igual, me llevaría a una idea que Herbert E. Bolton elaboró. Visto que «el sentido de la unidad de América es la unidad esencial del Hemisferio Occidental», «el pasado debe y puede utilizarse con miras al presente». [3]
Al estudiar la 1752, y redescubrir a sus primeros Del Río, Salas, Castro, Liciaga, López de Segura, González de la Cruz, Borrero, Luciano, Ortiz de la Renta, Cabrero, Echeandía, Prat y López de Victoria, al tratar de comprender las divergencias coloniales, las partidas de miñones, los bandos de policía, la aplicación de reglamentos para jornaleros y esclavos, los descontentos de vecinos con sus patrones del Viejo Mundo o con los propios criollos, en roles de opresores, al explicar el por qué de las tradiciones migratorias comunes (e.g., la Cédula de Gracias para los inmigrantes venezolanos o del Haití Español) y el surgimiento de una conciencia nacional, de la que las «conspiraciones en verso» de Las Golondrinas (1851), la rebelión de Lares y Pepino en 1868, las Partidas Sediciosas de 1898 y las turbas republicanas de las décadas de 1900 y 1930-40), se evidencia que cualquier municipio y país del hemisferio ha pasado por fermentos y experimentos sociales parecidos, de modo que como dijera el Dr. José Basadres, en una ocasión, en América, de norte a sur, de confín a confín, los países y sus gentes han encarado «los mismos peligros, los mismos enemigos, el mismo reto, el mismo destino». [4]
Bolton, por su parte, define bien uno de mis enfoques comparativos:
... Tengo la intención de poner de manifiesto, a grandes rasgos, el hecho de que se trata de fases comunes a la mayor parte del Hemisferio Occidental: Que cada historia local tendrá un significado más claro si se estudia a la luz de las otras; y que mucho de lo que se ha escrito acerca de cada historia nacional no es más que una muestra de una pieza más grande. [5]
Ahora estoy conciente de que cuando fui por documentos, artículos de prensa, entrevistas con personas que vivieron, o poseyeron una aprovechable memoria, con y por la que se conserva la data epocal de mi objeto de estudio, no obtendría el relato sobre el mero acontecer aislado e irremisiblemente sido-ahí, sino sobre el destino en el cual el «Ser, que es la historia, se da y se niega a la vez», como observara Heidegger.
El Pepino histórico se da, se abre, en ocasiones, como prolongación de Europa; porque es innegable que nuestros antepasados fueron españoles y ellos trajeron consigo sus ideas e instituciones tradicionales; pero, con la historia de Pepino, como en otras, se niega —a su vez— una parte de esa mentalidad que los antepasados europeos sustentaron ante la necesidad, objetiva y material, de construir una estructura social en campos y villorios fundados, donde no existía ninguna clase de sociedad europea, excepto uno que otro indígena, a quienes la prepotencia militar y el subyugamiento practicado por Juan Ponce de León y otros capitanes posteriores les ahuyentó de la isla, o les forzó a morir. O cuidarse del contacto con los «blancos».
Esto favoreció el reajuste de las ideas, sentimientos, costumbres y métodos europeos, particularmente, en cuanto lo que concierne a progresos político-prácticos y la consciencia de formar parte de una determinada fuerza hegemónica. Entiéndase el proceso (de «trato cuidado») ante el quehacer moral y político.
Pero, como se revelará en estas secciones de Trece monografías históricas sobre San Sebastián del Pepino, la historia de la América hispana, así como la historia de Pepino como uno de sus cubujones de especificidad en el Caribe, no ha de ser simplemente la historia de España en América, sino que es también una visión de futuro, es decir, un poder ser.
Obviamente, ya no somos europeos. Ni colonia europea, bajo control de criollos que advendrían como pequeña burguesía. La autoconsciencia crítica de sus intelectuales. es decir, de organizadores y dirigentes, movió a Pepino hacia la misma dirección a la que se moverían, como bloque histórico triunfante, otros pueblos.
La Guerra Hispanoamericana (1898) hizo romperse el cordón umbilical que a nuestra sociedad regional ató al españolismo. La organización del Comité del Partido Republicano (de Barbosa), a principios de siglo, anticipó una ideología anexionista respecto al nuevo interventor, dado un rol protagónico a éste, como ideología orgánica, en el Establecimiento.
Desde entonces, a partir del surgimiento del PER y el PPD, se ha oscilado entre el panamericanismo y el anexionismo incondicional. La influencia de los EE.UU. es factor, no siempre condicionante, pero sí influyente, en la evolución y destino («soluto» intramundano) de las ideologías puertorriqueñas.
No hay organización política —ni moral ni espiritual— sin intelectuales. No hay cultura filosófica ni transformación práctica de la realidad sin ellos. Al decir intelectuales defino al intelectual tradicional que es el que suele ser derrotado como funcionario dentro de las superestructuras que se encargan del desarrollo y la difusión de la visión de mundo por la clase dominante. La intelectualidad, por igual, incluye al intelectual orgánico (A. Gramsci) que es el funcionario que, con su filosofía empírica, se activa en la modificación del ambiente, corrigiendo, ajustando y perfeccionando, las iniciativas ideológicas, morales y sociopolíticas, o sea, las visiones de mundo existentes en cada época determinada o unidad cultural-social.
«El Ser mismo en cuanto destinable ('geschickliches') es, en sí, escatológico». El ente dado como esencia epocal del ser es una época de erranza. La historia es un proceso dialéctico, pero no sistemático del ser que se «re-presenta» como material conservado, soluto concreto y repetido del Dasein-sido-ahí, objeto propio de la historiografía.
Las nostalgias por España que obtuve como ethos de entrevistados —como Doña María L. Rodríguez Rabell, Dolores Prat, Pedro T. Labayen, etc.—, son parte de ese material conservado; pero ya expresado como erranza, soluto en sus límites e imperfecciones.
Ese pasado no puede volver, aunque sí expresarse en solidaridad con el esfuerzo de los que desbrujan la tierra de la historia en común y separan el grano y la paja, lo falso y lo verdadero, ante vituperios y confusiones sobre la Leyenda Negra de España y su colonialismo, que sí fue esencialmente real.
En el desarrollo de la unidad cultural hemisférica, contrario a lo que Bolton pensara, el progreso cultural no siempre sigue a la prosperidad material. Ni el ser de la historia, en cuanto destino, se condiciona por la densidad de la población o la extensión geográfica. Puerto Rico es una nación, ser histórico, con misión esencial dentro del hemisferio, independientemente, de su pequeñez territorial y las directrices predefinidas por los estadounidenses. Las cuestión política no cancela su identidad latinoamericana, ni la verdad de su esencia histórica. Frente a España o a los EE.UU., que es el nuevo patrón, Puerto Rico es parte de la historia de la libertad, que es el interés común que cada país comparte con el hemisferio y con Norteamérica.
Bibliografía / 13 Monografías
[1] Allan Nevins (1890-1971), historiador norteamericano, profesor de la Universidad de Columbia (1928-1958) es autor de excelentes biografías sobre los presidentes Grover Cleveland, Lincoln y A. Hamilton. Su exhaustiva historia de la Era de la Guerra Civil norteamericana, en 6 tomos, constituye uno de los trabajos principales en el tema. Nevis creó el primer programa de Historia Oral de la nación, desde su cátedra universitaria en Columbia. Escribió sobre la época heroica de los negocios en la nación, el surgimiento de la Norteamérica Moderna, las tribulaciones de la Unión frente a los confederados y la moderna esclavitud colonial. En sus ensayos Essays in Freedom, plantea muchas de sus ideas sobre la literatura y su rol en la ciencia histórica.
«Allan Nevins, because beside training more than a hundred Ph. D's and writing dozen of excellent historical works —which won him two Pulitzer prizes, a National Book Award, and numerous other honors— he was a lifelong advocate of the writing of good popular history» (John A. Garraty).
[2] Martin Heidegger, Carta sobre el Humanismo (Universidad de Chile, 1946). Traducción de Roberto Wagner de Reyna; El Ser y el Tiempo (Fondo de Cultura Económica, México, 1951), prólogo y traducción de José Gaos. Utilicé el ensayo reciente de Heidegger, El concepto del tiempo en la ciencia histórica, que adquirí publicado en su original alemán. Citas en este trabajo tomadas de estos libros y ensayos.
[3] Citas de los historiadores Herbert E. Bolton y J. Basadres tomadas de los ensayos La Epopeya de la Gran América de Bolton y ¿Tienen las América una Historia Común? de Edmundo O' Gorman, incluídos en la recopilación de ensayos de Lewis Hanke, titulada ¿Tienen las América Una Historia Común? (Editorial Diana, S.A., México, D.F., 1966), ps. 73-112, 113-121.
(Al Dasein) no es posible trascenderlo hacia un mundo ideal o religioso porque todo género de ideas o de cosas se halla implicado, inserto, en él mismo. Efectivamente, el hombre no es el absoluto esencial y centro de la realidad que creyó el racionalismo, pero, aun contingente y limitado, es lo único que existe, y tras de él nada hay. [...] El Dasein aparece inexplicablemente en la realidad, sobrenada durante su vida en el 'poder-no-ser', esto es, suspendido sobre la nada, y, entre sus muchas y fortuitas posibilidades, sólo una es necesaria: el morir. El Dasein es un 'ser para la muerte': Martín Heidegger, Sein zum Tode
Propongo un estudio existencial de la historia de San Sebastián del Pepino, al considerar que, desde ese «ahí-del Ser» / Existencia humana / es el que el historiador o cualquiera que quiera un sentido histórico para sí, conciencia de su historia, «ahí del ser», tomará cuidado, siendo no sólo «el punto de partida y el motivo inspirador», sino el campo en que se moverán siempre, sin trascenderlo o salir de él en ningún momento» [1].
El ahí-del ser estará siempre, antes y después de la muerte del quien quiera comprender, que es la forma de iniciar la historia. El ahí no juzga a quien toma o deja historia, esto es, su presencia modificadora en el entorno, Cosa distinta es decir que la adquisición de conciencia histórica, o de un esfuerzo por hacer la historia, vivenciándola auténticamente, no sea necesaria porque el ahí escénico no pide cuentas. Es inerte y callado. El hecho es que la persona se hace histórica en la medida que comprende. Y el comprender es el modo en que el Dasein se registra en acción. El humano historiarse es actuar, enfrentarse con la realidad, como «existencia auténtica».
El individuos, aislado o en grupo, es sujeto de continuado hallazgo. El «primer existencial» y «lo ónticamente más conocido» consiste encontrar y encontrarse. A veces el hombre se pierde en sí mismo; pero siempre se encuentra en la vida cotidiana pues una realidad inescapable. Un «estado de yecto», conocido, y que por más perdidos que estemos nos recoje, templa y alberga.
En la acción de rechazar una propuesta / proyecto interpretativo de la historia o activarse en su favor siempre se ha partido de un estado de ánimo. El hombre templado en su circunstancia y espacio vital-temporal desde el que reacciona es lo que potencia lo que-el-ahí de la historia ofrece, o semioculta. A quien se abre para este proceso de comprensión del relato histórico vivible para él se le puede preguntar por un Ethos de su esencia epocal. Es precisamente lo que que hice, cmo ejercicio filósofico en mi propuesta de Historia Oral, a la luz de una aproximación heideggeriana.
Lo hice con los compueblanos, o relatores, Manuel González Cubero, Pablo Arvelo Latorre, Delfin Brrnal Serrano, Antonio González Rodríguez, Andrés Jaunarena, señoras María Luis Rodríguez Rabell, Dolores Prat, Mariana Rivera Alers, David Alicea Marxuach, Lcdo. Pedro A. Echeandía, Horacio Hernández Campán y otros.
Una idea del por qué oír y calificarlos como Relatores no sólo fue la edad, que estuviesen aptos para contar etapas dquer traídas a la memoria actual ofrezcan datos sobre lo que ocurriera y pudiera confirmarse hasta 60 o más años de sus propias vidas, o más de cien años por referencia de lo que vivieron sus padres y le fue contado a ellos. La memoria oral puede ser muy ancha cronológicamente.
Así, por ejemplo, González Cubero, alegó que recibió de los «invasores gringos más cariño y atención» n 1898, cuando fue niño y las tropas ocuparon El Tendal, en San Sebastián del Pepino «que el que tuve después, ya que se fueron». No obstante, él no recordaría ni nombres ni apellidos de aquellos que impresionaron tan gratamente su niñez, casi afectivamente.
El justificaría su falta de memoria para los nombres «de gente que yo distingo y quiero» (sic.), con o por la misma causa que se pensaba limitado para recordar los apellidos y nombres de sus abuelos, «por la edad en que deje de verlos y no porque tenga mala memoria». El nombre de las personas, fechas de los incidentes y utilidad de detalles contextuales, según dijo, para él, tuvo menos importancia y memorabilidad que los sentimientos y afectos con que se solvía con y ante ellas.
... No se me ocurrió nunca preguntar el nombre y apellidos, ni edades, de otra gente, menos de mocoso. ¿Qué me importa? Pienso que, de haberlo hecho, seguro que se me olvidaría lo que dijeran de todos modos. [2]
Por esta razón, él era capaz de «querer mucho al gringo que me subía a su caballo y que de El Tendal me llevaba a mi casa», después que se le alimentaba con salmón y, aún «dándome latas de alimentos para que llevara a la casa, vale más... recuerdo que mi madre echaba insultos al gringo desde la ventana y me perseguía con su varita de pica pica para darme una foetiza por andar con ellos» (González Cubero, loc. cit.).
Este entrevistado da una característica que sumaré a otras que debe tener el candidato a relator para memorias orales en el transcurso de una investigación con el método de Historia Oral. En su caso, la rememoración del ethos:
* 1) Edad
* 2) Temple
* 3) Ethos
* 4) Retención o sabiduría memorante
* 5) Sentido temático del pasado y de lo ec-stático
En 1898, González Cubero fue capaz de internalizar el ethos en medio de la invasión y rememoría aquellas cualidades propias de la época y de la gente que conoció. Heidegger ha descrito el ser-ahí como la realidad humana, «que es capaz de responder la pregunta por su carácter racional»; en el caso de Don Manuel, posibilitándose que se viva sin temor y con la confianza de que el proceso de la invasión americana, cambio de soberanía o derrota de España por los EE.UU., conduciría hacia un mayor progreso, así como a la comprensión o acercamiento personal a su destino en común con otros hombres.
Ethos es precisamente tal fe en la nobleza ideal o universal, la fe en el hombre y en la realidad humana y, pasados muchos años, más de 70 cuando le conocí, él conserva una visión moral del futuro. Y la retensión de datos o buena memoria es obvia en su caso. La calidad de este ethos en el relato es virtud que adquiere en el presente. Este es un hallazgo ejercido, tras búsqueda, no dación tomada de la nada, o del vacío histórico.
El relator debe tener sus ojos muy abiertos a la posibilidad de hacer hallazgos para realizar proyectos de vida. No dejará que actitudes apáticas, aburridas o la diversión con lo insignificante, lo desentienda con lo que nos rodea. Nunca se vive una 'nada ontológica. Vivos, por más fugaces, confusas o enturbiadas en apariencia que sean nuestra pasiones y teleologías, hay esperanza de ejercicio en la historia.
Es indispensable que quien arguya una vida histórica desplegándose ante sus ojos, sea apasionado y participe en ella. La comprensión del Dasein requiere la discursividad. Un buen relator que conocí, don Delfin Bernal, adujo la discursividad como un estar abierto a oír y dialogar con los partipantes de hechos que llamara históricos, comprender e interpretar sus móviles para los actos.
En la tarea historiográfica, la tematización del pasado requiere ordenabilidad y articulación por el lenguaje de sus elementos.
Estar abierto, tomar anímicamente una participación y redescubrir un sentido temático de historia, para añadir de la tradición oral o los documentos familiares, genealógicos, privados, la voz relatora propia, el pedacito de relato y memoria debidos al Relato Mayor / que es la Memoria Comunitaria / es asunto de pasión. La pasión no se despliega con indiferencia, aunque el Dasein tiene la doble posibilidad de inclinarse a una modalidad auténtica o inauténtica de la existencia y su convivir.
Una propuesta existencial del proceso histórico comunitario, que de veras rompa con la modalidad inauténtica, requiere de pasión para vencer la indiferencia, que es la forma habitual en que se diluye y pierde la memoria histórica y se nubla el sentido. Heidegger explica que ni el historiador ni el poeta pueden ignorar el sentimiento y la pasión que relacionan al hombre con su condición de arrojado al mundo, como un ser para-la-muerte. Por la angustia de saberlo se nutre de mucha pasión. La angustia de cara al poder-ser es lo más honesto que tiene el hombre de lucha, el héroe, el afirmador, para quien el hecho histórico es un aprovechamiento de las posibilidades que han de ser arrebatadas al mundo, en cuanto desde el presente es que se hace historia.
La historia no ha de ser el ejercicio del Don Nadie, Hombre-Masa, [3] cuyo ego impersonal inauténtico se conforma con el se dice, se hace y él mismo no dice ni hace lo suyo, dando un aporte al ser de la época. Desde la modalidad inauténtica, el Dasein lee historia recogida por otros, sin fiabilidad. Puede ser una historia oficial, llena de mentiras y desmemoramientos intencionales. El ser-inautético es realmente indiferente, anti-protagónico, pero las fuerzas de la historia lo pueden arrasar.
3.
El existir mismo está como lanzado («geworfen»). Es esencialmente en el lanzamiento del ser, en cuanto es aquello que siendo destinante (=enviante) está sujeto al destino. En cuanto que ec-sistente soporta el hombre, el existir (=el estar-allí), tomando el 'allí' como el despejo del ser en el 'cuidado': Martin Heidegger, El ser y el tiempo
La Historia («Geschichte») es la organización del tiempo, el tiempo lleno de pasado, de los hechos acaecidos. No dice nada acerca del auténtico ser del hombre, no le revela el sentido de su ser el tiempo, sentido que está en el futuro y no en el pasado. [...] El ser es, pues, infinito existencializarse e infinito trascenderse. El sobrepasarse del Dasein es esencial para la finitud de la existencia a través de los tres «éxtasis» (Extasen) de la temporalidad, el pasado, el presente y el futuro; la temporalidad es, en sí misma, esencialmente «extática», «estar fuera» originario: Michele Federico Sciacca
Entiendo que el 'poder-ser' y sacar-fuera, aflorando la esencia de la pepinianidad, o la identidad de lo 'ya-sido' y otros posibles despliegues de la comprensión de lo que somos como moradores de esta región antillana y porción de Puerto Rico no está agotado. Pudimos ser pepinianos y lo seremos en su modalidad auténtica por mucho tiempo más, hasta la muerte. La especificidad de lo que sea el esbozo sintético del futuro desarrollo apenas ha sido descrita. Cada persona y mundo mienta posibilidades y una estructura para interpretación y comprensión. El poder ser pepinianos nos marca.
Nuestro ser-en-el-mundo comienza con lo sido como pepinianos, pero no indico que ha cesado este estar-ahí. En una meditación como ésta, en la cual se propone una apertura a todas las cosas, una pregunta que surge, en la medida en que escribo, concierne a si uno es lo que puede ser, o es lo que quiere ser. Si fuese lo último, únicamente, ser pepiniano sería un capricho, o mero acto de voluntad. Así dicho, sería innecesario que yo haga una historia, involucre a quien crea ser pepiniano en la tarea de protejerla con sus actos y pasiones y aporte a la historiografía del proyecto de su investigación.
Este ensayo comenzó con la idea de que la Historia es convocatoria colectiva. «Todo pepiniano tiene un pedacito privado —y público— de la historia de su pueblo, es decir, de lo sido en esta geografía y sociedad —como posibilidad existentiva— » y, por eso dicho. me realimento como pepiniano con lo que otros me dan, con lo que observo e internalizo.
Este ensayo comenzó con la idea de que la Historia es convocatoria colectiva. «Todo pepiniano tiene un pedacito privado —y público— de la historia de su pueblo, es decir, de lo sido en esta geografía y sociedad —como posibilidad existentiva— » y, por eso dicho. me realimento como pepiniano con lo que otros me dan, con lo que observo e internalizo.
Mas, en este decirnos o sentirnos pepinianos, que ni es particular capricho mío ni de muchos que optan por tal solicitud [4] incide algo más que una declaración de cédula de nacimiento y residencia como morador del poblado. Ser pepiniano no es cuestión de lo que diga el Registro Demográfico ni siquiera de haber nacido del vientre de una nativa. Heidegger lo dijo de un modo más elegante. El mortal / el Dasein como ese 'quien' o ego que tiene que nacer en algún lugar, elige o rechaza el Ser-con («Mit-sein»), Ser arrojado al mundo tiene un sentido muy profundo, de compleja discursividad. El hombre, cada vez que nace y muere, cumple con su determinación («Bestimmung») que va al destino de la verdad.
Y cada encarnación (si creemos en ego reencarnates), o cada 'Existentia', si no creemos, es la actualización (=efectivación) «de aquello que es algo en la aparición de su idea». Así como soy apasionado en la idea de que la esencia del hombre existe y que buscar la esencia del existir y el habitar es nuestra misión, tarea básica en la vida, diría con esta parafrásis de Heidegger que el pepiniano ec-siste; hay una esencia de la pepinianidad.
Y cada encarnación (si creemos en ego reencarnates), o cada 'Existentia', si no creemos, es la actualización (=efectivación) «de aquello que es algo en la aparición de su idea». Así como soy apasionado en la idea de que la esencia del hombre existe y que buscar la esencia del existir y el habitar es nuestra misión, tarea básica en la vida, diría con esta parafrásis de Heidegger que el pepiniano ec-siste; hay una esencia de la pepinianidad.
Pepiniano, haya nacido o no en Pepino, es quien investiga su esencia pepiniana. La pepinianidad esencial es lo ec-stático del existir, una determinación desde lo ec-sistente, o soporte existencial de un estar allí donde se despeja la esencia, se investiga su posibilidad y se le da cuidado [5] porque la esencia de lo que sea la pepinianidad está sujeta a destino.
Es importante agregar a lo dicho: El auténtico pepiniano, si nació en San Sebastián del Pepino, como se le llama al municipio en el presente, toma cuidado del hecho; nacido en el pueblo, en la hondura de su espacio escénico y sus leyendas y cotidianidades objetivas, se facilita la observación e investigación del ser-con, que se ha determinado por la apertura de los otros, en aras de conformar una comunidad de seres libres. En la modalidad auténtica de la existencia en comunidad, el modo de la procuración contiene un ser-uno para-el-otro, un pasar de largo junto al otro y un uno sin otro; en el modo inauténtico, la procuración es impropia. Con esta se experimenta el ser uno contra el otro, el uno contra otro y el no importarle nada uno al otro.
En el estar nacido y criado en la comunidad del que nos damos gentilicio, es muy vívido el vinculo de la interdependecia social de modo que la procuraración por los otros es la fáctica actividad social que facilita e induce a organizar las instituciones.
Aunque no se viva en la comunidad, el ser-ahí-con (los pepinianos), el pepiniano lo es como caracterización de un ontologismo existenciario que da respuesta a la pregunta de quien es cotidianamente este hombre que vemos en el pueblo y del que le sabemos ancestros. Entre los vecinos, se verifica el ser-ahí-con la percepción ontica «con otros yos», con quienes se da coexistencia y se comparte el ser-en-el-mundo. Sin embargo, la honestidad y benignidad de la procuración es más importante que los cotejos de la percepción óntica y la actividad fáctica de servicio a las instituciones. Lo realmente significativo de ser pepiniano es lo que Heidegger llamara el «despejo del ser en el Cuidado», el cómo por simpatía de unos-con-otros colaboran en proyectos, se vinculan en misiones, cuidan a su gente, su pueblo y la cultura (comprensión alcanzada de su esencia).
Desde una abstracta concepción de ser esencial / esse essentiae / u onticidad existencial esse existentiae, no es que se determina la esencia humana. No es tampoco desde una adscripción de formalidad gentilicia, o política. Lo llamado el soporte del existir no es un trámite de oficima ni un título por concesión que pueda otorgar una oficina. Es una pre-comprensión que se torna en comprensión y precedida por la angustia y desde tal estadio de lo ec-stático del existir, que es destinante (=enviante) se toma el debido Cuidado / o curación para satisfacer el destino más propio del Dasein, en cuanto personalidad ontológico-dinámica.
El hecho básico es que el Dasein, o las personas objetivas (con onticidad) que somos y con personalidades subjetivas (ontologicidad / subjetividad), sólo podemos relamar la esencia como parte de un desarrollo ontológico continuo, integral y existenciario. Procurar la esencia que nos da la experiencia de ser-con pepinianos, en la modalidad más auténtica, compete a Cuidado, Educación y Destino. El educador Rodolfo J. Rodríguez nos ha orientado sobre el rol educativo que implica la formación óntico-fáctica concreta que, en última instancia, permite decidir qué somos. Dice él: «el ser humano tiene como facultad constitutiva, el autodimensionamiento subjetivo de su propia objetividad, que se da como un proceso comprensivo onto-fenomenológico y que de manera explícita e implícita, permite organizar los principios cognoscitivos fundantes de la antropogogía, que se convierte en la teoría general de los odos, métodos y metodologías de la construcción y deconstrucción de los aprendizajes humanos, cuya validación de tales principios cognoscitivos fundantes es de naturaleza intersubjetiva, y que es posible traducirlos en una praxis transdisciplinaria sobre los sistemas educativos óntico-fácticos concretos» [6]
Recapitularía mis anotaciones sobre la pepinianidad con estas ideas: No basta creerse pepiniano a capricho, o por dictado de alguno que pretenda dar otorgamiento de la titularidad. Hay que educarse espiritualmente como pepiniano; pero, en estos asuntos de actitudes existenciales, no hay título. La pepinianidad es una tarea de interno descubrimiento que nos recuerda una conceptualización histórica de Arthur Schopenhauer cuando dijo: «Nadie ha vivido en el pasado y nadie vivirá en el futuro, sino que toda vida es únicamente en el presente. El presente constituye el único patrimonio de la vida, que nunca puede serle arrebatado. Es el único consuelo de la fugacidad del individuo, mientras esté ahí la voluntad de vivir». Sin duda que Heidegger admitiría la misma intuición de destino que Schopenhauer.
Recapitularía mis anotaciones sobre la pepinianidad con estas ideas: No basta creerse pepiniano a capricho, o por dictado de alguno que pretenda dar otorgamiento de la titularidad. Hay que educarse espiritualmente como pepiniano; pero, en estos asuntos de actitudes existenciales, no hay título. La pepinianidad es una tarea de interno descubrimiento que nos recuerda una conceptualización histórica de Arthur Schopenhauer cuando dijo: «Nadie ha vivido en el pasado y nadie vivirá en el futuro, sino que toda vida es únicamente en el presente. El presente constituye el único patrimonio de la vida, que nunca puede serle arrebatado. Es el único consuelo de la fugacidad del individuo, mientras esté ahí la voluntad de vivir». Sin duda que Heidegger admitiría la misma intuición de destino que Schopenhauer.
La pregunta sobre la esencia de la pepinianidad es equivalente a la seriedad con que al hombre, al que no le debe ser ajeno su propio ser, emprende la tarea de una recuperación y comprensión de su ser («Seinsveständnis»). El hombre filosófico, a fin de ser auténtico, será preguntante del sentido del ser, que es la cuestión fundamental y la que ha sido olvidada. En adición, debe su existenciaridad, del Decaer y la angustia y la existencia trivial. Debe encontrarse a sí mismo y preguntarse por lo que puede llegar a ser. Si el ciudadano o morador entiende la guía existencial que Heidegger propone, entenderá el paralelo que establezco para la búsqueda de una esencia en la investigación de la pepinianidad.
4.
¿Cuándo comienza la persona humana a preguntar por su esencia? ¿Cuando el ciudadano se da trato-cuidado con su ser-ahí, en tarea de procuración de la esencia de su pepinianidad y la convivencia con su pueblo del modo más auténtico? Para vivir-con y solverse en plenitud los potenciales reveladores de la esencia, hay que estar atraído por la posibilidad de ese ser y esencia. Según la investigación iniciada, el relator de pepinianidad debe articularse, solver su Dasein, con madurez, con tarea de lenguaje, o determinada discursividad y ordenación del elucidario histórico, que le oculta o desoculta su sentido.
A fin de aportar su pedacito de relato a la historia comunitaria, su empeño será apasionado y, ¿quién puede ser apasionado? si no aquel que sabe que en la angustia y lo que conduce al temor enfrenta algo en que «nos va la vida» y el sentido.
La pregunta por la esencia y el ser es, al mismo tiempo, la batalla contra el olvido del Ser y la caída en la anonimia del Don Nadie, que no es ninguno él mismo y se cobija en el «Se» de la masa. Mas hallar una particularización, como persona social y como ego-auténtico, es un proceso esencial en cuya madurez nos acercamos a una re-Solución, a un acercarse a la meta.
El pepiniano es alguien que comprende la naturaleza de la solicitud de ser y estar-con, así como la auténtica penuria del habitar en el mundo y sus proyectos arrojados, es decir, lo que nos toca vivir y se convierten en la ética, o responsabilidad ante el Soluto.
Martin Heidegger pregunta por qué el mortal experimenta una exhortación íntima y colectiva a morar (=«wohnen»), a co-habitar con los otros y como parte de la respuesta señala: «en el momento en que el hombre considera la falta de suelo natal, ya no hay más miseria. La falta de una patria es, pensándolo bien y teniéndolo bien en cuenta, la única exhortación que llama a los mortales al habitar. [...] La auténtica penuria del habitar reside en el hecho de que los mortales primero tienen que volver a buscar la esencia del habitar; de que tienen que aprender primero a habitar». [7]
Lo que nos toca vivir es desafío más que premio y gratuidad. Puede ser bueno o malo. Es en la vida histórica que podemos hacer las descripciones o el relato de si la esfera lógica es irreductible a mera esfera psíquica. «El espíritu viviente es como tal espíritu histórico en el sentido más propio del término» y, en cuanto lo es, hay que «fundar la validez objetiva de las categorías en la vida de la conciencia, la cual se caracteriza por la temporalidad y por la historicidad». [8}
Antes de colocarse una etiqueta como hombre universal, el quehacer del Dasein-hombre es entenderse con un lugar, lenguaje y conjunto de preocupaciones específicas, en que la necesidad va del pensar al construir. «Éste, el construir, tiene a aquél, el habitar, como meta» (Heidegger, «Construir, habitar, pensar», loc. cit). El Dasein proviene del ahí de una geografía y también respecto a ella puede distanciarse. En el carácter de su co-mundanidad, en lo cotidiano, la esencia humana se buscará en la existencia, o en esa presencialidad del siempre ha-sido, poder-ser, que configura al hombre. Como ha observado Vattimo en su Introducción a Heidegger. el uso del término existencia por este filósofo es complejo y juega con el hecho de que, humana y cotidianamente, nuestro modo de ser es el de la posibilidad y no el de la realidad. Aquí es que radica el extravío y las caídas de los proyectos del hombre.
«... el hombre no es un existente en el sentido de la Vorhandenheit. Decir que el hombre existe no puede pues significar que el hombre sea algo «dado», porque lo que el hombre tiene de específico y lo que lo distingue de las cosas es justamente el hecho de estar referido a posibilidades y, por lo tanto, de no existir como realidad simplemente presente. El término existencia, en el caso del hombre, ha de entenderse en el sentido etimológico de ex-sistere, estar afuera, sobrepasar la realidad simplemente presente en dirección de la posibilidad. Si entendemos el término existencia en este sentido, habrá de reservárselo sólo para el hombre; la existencia tal como la entiende la ontología tradicional (que no puede aplicarse al hombre) es la simple presencia, la Vorhandenheit». [9]
Entendido que el ser como Vorhandenheit, o simple presencia, es inadecuado y obnubila la coomprensión del fenómeno de la vida y de la historia, preguntemos qué propiciaría una mejor reivindicación del Leben (la vida), la historicidad (el ser histórico del espíritu) y los modos comunes, cotidianos y generales de darse la esencia.
En la investigación nuestra sobre la pepinianidad, hay la misma inquietud con que Heidegger se plantea la comprensión del ser y cómo es posible para el Dasein (aquí definido en virtud de la noción de Cuidado y de espíritu histórico) dicha comprensión del ser. El Dasein es lo que abre y funda proyectos, al tiempo que trasciende a entes y les asigna su utilizabilidad. El Dasein, en cuanto abre muchos poder-ser, trsciende más allá de su territorio geográfico. Crea cosmogonías utópicas y pasa juicio sobre «lo real, de la ilusión, de lo banal y lo trascendente, de lo universal y lo regional», en fin, como una de sus posibilidades, puede ser el constructor de imágenes artísticas, go poéticas, que fundan un territorio metafórico. «El paisaje no como manifestación natural de una geografía determinada sino como extensión síquica; el paisaje como punto exacto donde se fusiona lo interno y lo externo del ser con todos sus interrogantes». Sin embargo,.es la colocación en el término medio («Durchschnittlichkeit»), la cotidianidad misma, lo que permite la historicidad y la vida en su efectividad sea pensada. Y el encuentro para convivencia con la mayoría de la gente es más arduo con las propuestas utopícas que con las que asignan una consabida utilizabilidad de recursos y entes.
Pero ni la esencia del ser / ni el ser de la pepinianidad / deben entenderse como cosas. Reducir a cosa, objetivar vulgarmente el ser, ofende; aunque en nuestro tiempo la actitud sea predominante. Heidegger admite que el ente intramundano no es objetividad ni simple presencia, sino que es utilizabilidad. La concepción de lo útil, o la ética de la utilizabilidad, puede ser un buen punto de partida para el planteamiento de lo que somos, debemos y queremos ser como parte del poder-ser.
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[1] El filósofo Martín Heidegger, como otros (Sartre, Camus, etc.), se atañe con una explicación que afirma lo concreto y existente, la existencia sin trascendencia, mas ya obtenida una plataforma como tal, ser-ahí, se alcanza otro punto de partida y se buscaría una trascendencia (un ir más allá). Esta estructura se llama poder-ser y no es el «triunfo efímero» de la esperanza o el capricho (que Avilés Medina menciona, en A mi aldea). Es el fáctico y ontológici poder-ser en las condiciones de su madurez. «Momento de combate en que el esfuerzo y el honor» triunfan sobre las "noches amargas' y la luz que, desde ella, 'engaña'.
El profesor Rafael Gambra en su libro Historia sencilla de la Filosofía [21ª edición, Rialp, Madrid 1996, pp. 227-229], refiriéndose al pensamiento de Heidegger, dice: «Heidegger (1889-1976) opina que la primera misión de toda filosofía es aclarar el sentido del ser». Lo que significa ser y su ciencia es un hacer del hombre, es decir, algo que tiene el modo de ser del hombre que la hace. La realidad primaria, donde el ser se capta con su sentido original, es lo que Heidegger llama el «Dasein».
«Dasein» es una palabra alemana que, por difícilmente traducible, se suele transcribir en todos los idiomas. Significa «ser-ahí», y, en definitiva, se refiere al hombre como «arrojado a la existencia», ser que existe en el mundo y actúa sobre las cosas, que tienen, ante todo, el sentido de instrumentos del Dasein. La filosofía, según Heidegger, no puede ser más que una analítica e interpretación del Dasein».
[2] Entrevista con Manuel González Cubero, San Sebastián del Pepino, realizada en 19 al 23 de octubre de 1977. En lo que más útiles fueron sus testimonios para la primera de mis trece monografías, Come vacas y Tiznaos: Las Partidas Sediciosas en El Pepino de 1898 [Outskirt Press, Denver, 2005], señalaría las descripciones de rivalidad entre grupos de hacendados dividos por ideología, las quemas de las residencias de José y Agustín María Font-Feliú, Cheo Font, el pie de la espada blanca y de Avelino Méndez, el verdugo de los españoles en 1898.
Para González Cubero, su niñez se desplegó dentro de un escenario que, si por algo fue temible, no fue por la prepotencia del invasor ni por su superioridad militar sobre los Batallones Voluntarios de Alfonso XIII, sino por la incertidumbre encarada por muchos españoles, en particular, los que se regresaron a España o se fueron de Pepino, «el rumor falso» que se propalaba, o se supuso sin fundamento, y que explicaría del siguiente modo:
... Que los gringos dieron un plazo para que los campesinos se vengaran de los amos y se mataran todos los que quisieran, unos a otros, antes que el Capitán Brackford se decidiera a intervenir; pero este fue un rumor, cosas del miedo. Yo no lo creí. No tenía malicia. Otros muchos tampoco lo creyeron.
En repetidas ocasiones, durante las entrevistas que sostuve con don Manuel González Cubero, él mencionaría con la palabra «misión» el hecho de que los invasores traerían la paz a sus coetáneos; «pero ésto fue después, más tarde», cuando entonces, los adultos que él conoció de niño se convirtieron en comevacas y tiznaos, es decir, cuando aquellos que se mataban por causas de las viejas rencillas del comercio y el poder municipal, se decidieran a vivir en armonía: «No en la hipocresía y el descontento que se vivía... Entonces, tal gente quemaba propiedades y mataba reses; después vino la paz, porque los arrestaron. Los arrestaron, pa' después perdonarlos».
Mientras su madre sufría con miedo a las quemas y escaramuzas del fin de siglo, el niño se abandonó a lo inevitable, a lo amenazante y «dejé de tener miedo». Descubrió que «los americanos no comían gente, que éso fue otra mentira de algunos españoles y de los alzaos».
[3] En su libro El ser y el tiempo, Heidegger se pregunta por qué tiene que ser un Dasein u hombre-masa despersonalizado quien escriba la historia y represente la sociedad que sufre por hambre, opresión, vicio, despotismo y negación de oportunidades de acceder a la verdad, a los potenciales más altos. En un pasaje, el Das Man / el Hombre-Masa aconseja: «Disfrutamos y gozamos como «se» goza; leemos, vemos y juzgamos de literatura como «se» ve y juzga; encontramos indignante lo que «se» considera indignante» Este sujeto inapto para ser relator es Don Nadie, sin nombre ni apellido, «uno» que está por doquier, perdido en el anonimato del Se Dice, porque, a falta de pasión por la verdad y el compromiso o responsabilidad, él no es capaz de afirmar algo o proponer. Por su parte, el profesor Alfredo Sáenz afirma: «en el campo social, la masa se da cuando un grupo de personas se agolpan en base a idénticos sentimientos, ideas, actitudes, perdiendo, en razón de aquella vinculación, su personalidad, convirtiéndose en un conglomerado de individuos uniformes e indistintos» [El hombre moderno. Descripción fenomenológica (Ediciones Gladius, Buenos Aires, 2005, Quinta Edición).
[4] A la relación de un ser-ahí con otros, Heidegger la designa Solicitud («Fürsorge») o preocuparse por. Una de las cosas por las que hay que curarse y preocuparse es de la existencia del ser-ahí, en cuanto es algo que se sitúa fuera de sí mismo, o de lo que no siempre se tiene control.
[5] Lo que Heidegger define como cuidado del ser-ahí y del proyecto arrojado refiere al mundo como un conjunto de entes a conocer, al que la persona misma corre el riesgo de asmilarse, volcándose entonces a una existencia impropia, caída en la impersonalidad (el Uno, Das Man). Esta situación caída («Verfallen») es una de las caras ontológicas del ser-ahí. Sólo la angustia («Angst») puede evitar el extravío total del hombre en los apectos negativos de ese ser-ahí. Entonces, hay una propuesta de Cura / Cuidado («Sorge»). El concepto de «lo ec-stático» en la Analítica del filósofo propone una temporalidad no preexistente, que incluye el carácter de un siempre «haber ya sido» y a unas posibilidades de ser de las que la más propia es la de la muerte,adiciona la noción de un pasado y de un futuro denominados éxtasis. Cf. «Martin Heidegger (1889-1976)», en Diccionario de Filosofía Herder. Ver
[6] Rodolfo J. Rodríguez, «Antropogogía: Teoría agógica general», publicado en la bitácora suya: «Antropogogía y metodología de la investigación»
[7] Heidegger, «Construir, habitar, pensar», en: loc. cit.
[8] Gianni Vattimo, Introducción al 'Ser y Tiempo' de Heidegger, traducción de A. Báez [Gedisa, México,1987] VER
[9] ibid.
5.
Pepinianidad, identidad y esencia
Aunque admitamos como un ingrediente de la noción de identidad la existencia de rasgos propios, así achacado a individuos como a comunidades, tal caracterización del sujeto o colectividad, no significa la ausencia de cambios de una frente a otras posibilidades. La identidad no es absoluta. La identidad es más proceso que algo inmutable. Así es como suele concebirse en la filosofía tradicional, que la esencia revela una propia e indisoluble identidad y se opone a la apariencia fenoménica.
Como esencia del Dasein / de la pepinianidad misma / que está depositada en quien la valore / puede nacer en el presente. El presente es continuum para la esencia, así procurada en la solicitud del ser-ahi.
De aquí el por qué manejaré el concepto de «constitución esencial del ser ahí», puntal que señala que las vías hacia una identidad son el proceso interactivo de dos existenciales básicos: el encontrarse y el comprender. La pepinianidad es primero conciencia de encuentro; después transita más profundamente, hacia la conciencia de comprensión. Recordemos el concepto heideggeriano de que una persona puede desinteresarse por otra, estar junto a ella, pero no con ella. Estar en un mismo espacio geográfico no significa convivir, compartir los mismos valores, o ser solidario en el proceso de ser-con. Esto hace divergentes el des-ocultamiento de la identidad, o la comprensión de la esencia eel ser.
Háblese sobre identidad, conciencia de rasgos propios, sólo cuando se comprenda lo que fue hallado y se utilice el sistema servicial en el mundo / la observación y evaluación del 'hallarse' para la realización de proyectos. Hallar incluye lo dado del paisaje, geografía a examinar, otros seres humanos y cosas. De algunos de estos elementos, se tiene una pre-comprensión. Otras cosas hay que adquirirlas, estudiarlas y comprenderlas. El influjo de lo que se proyecta dentro el hallarse, puede cambiar, aún desaparecer, y lo mismo puede decirse del temple humano que percibe y valora, de la capacidad discernitiva y sentimental del observador.
El hombre es capaz de tomar la esencia de su 'hallarse' en el paisaje y particularizar imágenes visuales, introyectarlas como símbolo identitario y aún, se proyectará a la externalidad apercibida, influyendo sobre el paisaje. Es una doble vía. Lo que está fuera de sí, o en el ahí del paisaje, pasa lo interior para que se procese como elemento de su identidad. Lo externo tiene el poder de modificar muchas costumbres y obstaculizar momentáneamente, al menos, algunas posibilidades humanas, a menos que se redescubran otras mañas.
El paisajismo introspectivo despierta los momentos que nuestros poetas en la experiencia pepiniana aprovechan para explicar sus esencialidades: Consideremos éste:
En torno al pueblo, sus diversos repartos,
y más allá, verdegueantes praderas,
y a lo lejos, negruzcos roquedales,
dentada y alta la sierra;
caminos retorcidos sembrados en las eras,
tardes en el Pepino, progresista y alerta
* * *
Bosques de añoranzas
de ulular de palomas
y de trinar de montaraces reinas,
donde se mece la risueña brisa;
repicar de campanas
del pueblo a la floresta.
En mí siempre moráis, ¡Colinas verdes,
atardeceres de oro, purpúreas puestas!
[Francisco Alberty Orona, Canto al Pepino]
Como un bálsamo de alivio;
con tus montes elevados
donde cruzan cristalinas
las corrientes de los ríos
que tranquilas van contando
las leyendas misteriosas
de las hadas peregrinas
que en un tiempo legendario
Asomaban sus orillas
sorprendiendo aquellos hombres
que atrevidos,
como hidalgos de la Mancha,
se internaban en la sombra
silenciosa de la noche,
nhelosos de aventuras,
y conquistas de la vida.
[Audeliz Aymat Cardona, Saludo a mi Pueblo del Pepino (1952)]
En belleza se destaca
con sus verdes cafetales
su Lago de Guajataca
y sus verdes cañaverales.
La madre naturaleza
ha guardado en su regazo
entre rocas y malezas
el lindo Chorro de Collazo.
Que lindos se ven tus campos
color de verde esmeralda
cubiertos con el follaje
que forman bellos parajes
de barrancos y de jaldas.
[José A. Cardona Soto, Con amor a San Sebastián]
La empatía identificatoria con el paisaje es una interna pre-comprensión del hecho posible. La Naturaleza es como útero materno y futuro regazo, único «ente» externo que nos cuidaría, siendo ya volcados, seres arrojados al Seno Geográfico. Es la belleza del paisaje, a veces su grandiosidad, lo que evoca «lo ex-stático del Dasein como ser-en-el-mundo»; lo sublimemente exuberante y poderoso de la vida. «Esta ex-sistencia, como esencia arrojada del Dasein, tiene sus raíces en la verdad («Alètheia») como libertad en la exposición del desocultamiento de lo ente» (Heidegger, loc. cit).
Un bello paisaje evoca el Otero / el Claror del bosque, y no lo umbrío del laberinto de árboles en que nos perderíamos. Cada rumor de río, o caída de agua, mienta la vida, la posibilidad de la limpidez y transparencia. Los olores y el ornato colorido de flores, en cada tradición poética, marca símbolo de virtudes, emociones y estéticas posibles. De modo que el paisaje / el Bosque y el Otero / símbolos que utiliza Heidegger para explicar la Poesía en su densidad (hallarse) y en su Claror (comprender), en su carácter determinador de los fundamento que la antecede, lleva a la ruta sonora, al timbre de la casa del lenguaje y sus cadencias. La poesía / la Palabra fundacional / hace al hombre, «pastor del Ser, quien arroja su melodía bajo el destino de la libertad». [1]
En la racionalidad de su comprender, el poblado, junto a su gente, puede crecer, hacerse «el Pepino, progresista y alerta». pero desde la experiencia esencial de lo ex-stático del Dasein, la verdad de la esencia y la primera pre-comprensión sobre lo ente, Francisco Alberty Orona en su Canto al Pepino desea un diálogo de retorno que le revele la trascendencia en cuanto libertad de fundamento. La finitud del Dasein no importa ahora, sino la autenticidad del tránsito hacia fines que preparan el trayecto a su histórico destino: El pueblo ha entrado en su alma y lo grita: «¡Mi Pueblo, El Pepino! / Has entrado en mi alma, innegable certeza» y la consecuencia es que, aún estando ausente, está poresente.
hoy siento, al mirarte en ausencia
en el fondo de mi alma, un halo de tristeza,
tristeza que es ternura,
un amor desmedido,
que, al evocarte espera
por un cierto retorno...
En el nivel alegórico de lectura que realizo y que el texto sugiere, existe en «sombra de amor», en velado cobijamiento un «tesoro» / «heredad señera, / dulce melancolía, impregnada / de rumor de palmeras» ante:su «amorosa mirada». Sería muy obvio y fácil decir es el paisaje, es el hermoso Valle, el alto a la ribera del Culebrinas, del Sonador, del Guatemala. Cierto: puede ser todo lo que Alberty Orona menciona en tan bello poema; pero, desde un «extático estar dentro», donde se asume fácticamente el cuidado, la comprensión y la cura («Sorge») del Dasein, habla por igual de la verdad de la esencia mediante su alma extasiada. De un transformar («trastoca(r) ilusiones en verdades»; como diría en otro texto, titulado Añoranzas.
La geografía humana, en cuanto hay elementos humanos en el paisaje, que se vuelven símbolos el ser-con y la convivencia con los otros, forja identidad, aunque la esencia parezca menos profunda. Esto se desprende del pensar poético de Angel Alemán Cardona, autor de un poema titualado Pepino, pueblo con alma. En el nicho ecológico que describe no falta el indio, la noción de 'hijo' porque la Naturaleza es la Madre, el Salto de Collazo, Lago Guajataca, el Barandillo, La Central y los cañaverales, la Plaza de Recreo, los músicos («Millín, Benito, Estrellita, / Ceferino y Vicente Salas, Juanito Acosta y Mislán»), sus bellas danzas, la gracia de sus personalidades pintorescas (Carlos Quemao, Marcia) y las cosas jocosas:
Me recuerdo de Cheo Plaza
Los muñequitos pintados,
Bella tradición de Pascua.
* * *
la flauta de Pelo‘ rata
magia tenía Cheo Achiote
y magia Chalo la mancha
magia tenía la Titina y
la machina de Guilo Vargas
magia 'El Lindy' de don Tito
y los ñames de 'La Jalda'.
[Angel Alemán Cardona, Pepino, pueblo con alma y magia]
En el proceso formativo de la identidad, además del paisaje, debe tomarse en cuenta otro elemento que puede ser parte de lo dado / biológicamente dicho / opero también trasmitido en formas cambiantes, el ancestro. Este es elemento fundacional, pero, «no se transmuta, va a la tumba juntamente con la desaparicion de aquella generacion» que dio ese aporte sanguíneo-étnico y cultural, «el bagaje cultural que los grupos de inmigrantes orginarios trajeron para agregarlo al del indio nativo». [2]
En uno de sus poemas, Eliut González Vélez, quien es uno de los autores pepinianos que como poeta y ensayista acoge la meditación del pasado histórico del Pepino y del Pepino que ha de ser en aras al futuro, «nueva generación que sube» (y tendrá que ir) «creando y desarrollando un nuevo ambiente bastante ajeno pero con los elementos vivos del viejo» y otra vez, «desplazando al ambiente de la generacion anterior» (Eliut González Vélez, loc. cit), dispone el ingrediente que es básico en el hallarse. Nos habla sobre el primer asentamiento, que fue llamado Las Vegas [3].
En tu histórico pasado
las Vegas del Guatemala,
tú, primer asentamiento
de la chica madre patria.
Sembrándose en el terruño
pobladores artesanos,
sus vástagos produjeron:
son los primeros veganos.
Pepinito, promontorio
tú, segundo asentamiento,
concebiste, pepinianos
completaste el fundamento.
De la Vega al promontorio,
del promontorio a la Vega,
se acrisolan las simientes,
y se produce esta cepa.
Son las Vegas y el Pepino
Identidad fusionada,
Vinculados por sus genes
En estirpe Pepiniana.
Caribeño y europeo
De la Cédula de Gracia,
Injertaron sus renuevos
En la cepa Pepiniana.
De las Vegas, al Pepino,
Más luego, San sebastián,
Se concreta nuestra historia
En la Pepinianidad.
Mi lejana voz te canta,
Te evoca mi fuero interno,
Yo soy parte de esta cepa
Y de allí son mis renuevos.
Este tránsito a la pepiniianidad ha sido mediante el injerto de lo caribeño y europeo. Su concreación histórica es la pepinianidad
Un poema de Héctor Soto Vera, titulado A San Sebastián se enmarcaría en las primeras dos fases con las que Eliut González describe «visión generacional del Pepino», la arqueologico-estático y la de un Pepino, cuya dinámica viva, con el paso del tiempo perdio su vitalidad y belleza. Así es que Soto Vera lamentará a ese «pobre San Sebastián», que ya no es ni puede ser «la musa / de tus bardos». En el deterioro, el paisaje campestre y urbano, lo vital y sagrado, deja e ser.
Ya tus ríos
cristalinos
se van muriendo...
Tus bosques
se convierten
en cementerios
de cemento...
y aquella Plaza
Ateneo de tus Poetas;
es ahora cama
De deambulantes
Y tecatos...
¡Ah San Sebastián
de ayer,
como te vas
muriendo!
[Héctor Soto Vera, A San Sebastián, en: Cantares (2003) ]
González Vélez, el poeta e historiador, medita sobre ese desencanto con lo que va y regresa, perceptible desde el paisaje y ante el trato perceptivo con la onticidad:
En esta visión, el sentido de nostalgia por lo que ha ido extinguiendose es profundo y raya en el dolor y en la lucha existencial.
La vision trascendente mira al Pepino como un ser colectivo que nacio y se ha ido desarrollando a traves del tiempo, enriqueciendose y modificandose y que su existencia no depende de cambios generacionales culturales sino de la esencia inherente pepiniana, la manera de ser y de existir creada por los pepinianos originales como la base fundacional, que se modifica con el tinte de las siguientes generaciones sin que esta se pierda. Esta vision es mucho mas amplia, más permisiva y trascendente. Además, admite la existencia de pepinianos de diferentes clases dentro y fuera del marco geografico pepiniano y hasta acepta pepinianos cuyo vernaculo no es el espanol como resultado de lo que una generacion deposita en otra. (Vélez González, loc cit.)
En los análisis que se han realizado por historiadores y poetas en Pepino para evaluar la esencia local y la identidad del Da-sein pepiniano, casi todos coincidan en dar cuente del marco márco social más amplio al explicar la pepinianidad. Se presenta la gloriosa solicitud o procuración que solve y cura el olvido del ser («Seinsvergessenheit»), el tedio y la indiferencia ontológica y, por igual, investiga cómo se procesa el nihilismo y la nadificación. «En todo caso, es preciso destacar que la angustia no designa aquí (como tampoco lo hacía en el caso de Kierkegaard) un estado psicológico, óntico en definitiva, sino un carácter ontológico del ser-ahí» (Heidegger, loc. cit.),
Eliut González Vélez dirá en cuanto a las tres visiones del proceso del 'ser-ahí' pepiniano, por ejemplo:
Requiere de una serie de ingredientes que se entremezclen y amalgamen y cobren una identidad propia y una cultura peculiar. Dentro de un recipiente llamado el territorio pepiniano, ya amplio ya achicado, se van cocinando los ingredientes de la raza, la familia, el idioma, la religión las costumbres, tradiciones peculiares, entre otros y entre-mezclados van cobrando una conciencia de identidad propia que los enmarca y les da personalidad existencial y cultural diferente dentro de la diversidad de tantas etnias culturales, incluso, las existentes en Puerto Rico. [4]
Esa aproximación al estudio / en la que muchos pepinianos han colaborado / es descrita como sociológica por González y aún como científica (Lionel Valentín) [5].
Uno de los pioneros en captar y reflexionar sobre el tema fue Juan Avilés Medina (1904-1994), quien en 1993 escribió la letra del himno musical de San Sebastián. El trazo de su pepinofilia data de un poema suyo titulado A mi aldea, posiblemente escrito en o antes de 1923. Sin embargo, por antuguedad, escrito por autores del siglo XIX, destacaría el homenaje A mi Culebrinas de Adolfo Medina González (1967-1926), poema escrito en enero de 1880. Sin duda, no he hallado epitafio para la tumba más emocionadamente regionalista que este pedido de Medina, tener por compañeros al pie de su tumba: «Los encantos de tu suelo / la frescura de tus aguas». La belleza del Valle y el Río Culebrinas, en los años en que así escribe, se transluce en este fragmento, donde se confiesa con el río.
El poema es un elogio de la serenidad, pero, en el momento, ofuscado por los recuerdos de la infancia, puede más el tedio, el cansancio por el sufrimiento, sus temores de muerte y pobreza. Como si fuese un consejo de algo duramente aprendido, dice:
Sigue tú siempre sereno
entre azucenas y dalias,
entre amapolas y lirios
que tus orillas esmaltan.
Que yo seguiré llorando
mis perdidas esperanzas. [6]
¿A quién daría yo, entre los cantores del regionalismo pepiniano, el mayor crédito como promotor de la actitud pepinianista? Optaría por Jerónimo Ramírez de Arellano, no sólo por la cantidad de sus reflexiones poéticas y sino su civismo? Después de todo, la peinianidad no está entendida aquí, como una moda literaria, o gesticulación ciudadana para los días del Santo Patrón.
El enfoque del estudio sobre la pepinianidad que propuso Eliut González lo comparto y, en particular, cuando dice:
Es evidente que no puede existir un monopolio en cuanto a como miramos al Pepino. Ver este organismo colectivo en su totalidad y en todas sus dimensiones requiere la visión, la percepcion y la interpretación de muchos. Podríamos catalogar, sin dogmatizar, las visiones sobre el Pepino y su pepinianidad en tres: 1) la visión del Pepino histórico, arqueologico y estático: 2) la vision del Pepino dinamico pero que se desvanece y 3) la vision del Pepino cambiante y trascendente» (loc. cit.).
El fallecido poeta e historiador, Ramón Luis Cardé Serrano, [7] al compilar sus Cantares al Pepino, provee a los lectores locales la antología básica para conocer muchas de las voces que desean aportar al proyecto de festejar la herencias identitaria de la «madre-chica», esencia de pueblo. Entre los textos que Cardé incluye de Jerónimo Ramírez para su antología Cantares, están los sonetinos En el sendero u el poema Del pretérito (que rememora y festeja a Don Manolo Méndez Liciaga, quien bien pudiera ser uno de los pepinófilos mayores desde los tiempo en que fundara y animara La Tertulia de La Central).
Como otros pepinófilos, Jerónimo Ramírez [8] escribe con conciencia de las tres visiones que esboza González Vélez. Uno de los servicios que diera Ramírez fue su labor de antólogo y biógrafo de los poetas del generaciones anteriores a la suya, así como la los jóves que conoció. La colección Estampas del Pepino (1953) es importante antología en la historia cultural del pueblo. Amplía el marco de autores, prosistas y poetas, hombres de cultura, que Méndez Liciaga presentó en el Boceto que, a la fecha, se redujo a Ramón María Torres, Pedro Angel Cebollero, Luis Domenech Hernández, Lcdo. Adolfo Medina González, Juan Avilés Medina, como «musas pepinianas» mayores.
Volviendo a Ramírez, como el pepinófilo que con mayor energía y dinamismo, retomó una dirigencia cultural que antes tuvo Andrés Méndez Liciaga, subrayaría que la mayor parte de la obra tiene el temple de una exaltación amorosa de lo local y lo patrio, un deseo de «conservar los azahares» (sic.), o esencias y aromas de lo propio, «la flor, la grata esencia / y el fulgor del horizonte». En sus versos, se enumera lo que ama del pueblo (e.g., Angel Mislán, Antonio 'Toño' Vega y Juanito Acosta Arce, «historia de sus hombres de cultura», la óptima agricultura, los plantíos, La Plata y su chimenea, el río «Culebrinas sempiterno», «las anchas vegas del viejo San Andrés», el camino a la Javilla, la cuesta de la Calle Aguadilla, el pórtico de la hacienda La Fe. las distintas y viejas calles que menciona rigurosamente en Del Pretérito, que incluyen a «la Esperanza, Fondo el Saco, Chancletas, Miraflores, De Hostos que hacia Lares se ve», los amigos como Don Manolo Méndez Liciaga, su esposa Isabel y sus hijos).
Para quienes, su pueblo natal o de crianza es amigo, o un «Jardín de Poetas», tal como piensa Ramírez, hay una necesidad de «dialogar» cuando con ese pueblo, cuando se está ausente». El pueblo, «estar entre mi gente», abriga. El amor regionalista sincero es una forma madura de ser. Para comprender cómo desde ese diálogo amistoso del vecino con su pueblo, sea el más humilde o el más encumbrado, culto y sofisticado de los vecinos, es importante que entendamos que lo resulta más difícil a los seres humanos es darse una identidad en un sistema colonial que se organiza y preserva para dividir a las comunidades.
Manuel Méndez Liciaga (1884-1964) con Jerónimo Ramírez, quien dedicó el sentido poema Del Pretérito, tenía muchas afinidades, la vocación natural por el magisterio. Ambos lo fueron, el gusto por la tertualia, el ideario liberal de justicia e independentista. En los difíciles tiempos en que a Don Manuel le sobraba juventud, ambos eran miembros del Partido Liberal y Ramírez optó por un independentismo más abierto y militante que no les separó por razone sde ideología, aunque Méndez escaló posiciones de poder como militante del Partido Popular Democrático y antes, por 20 años, en la Junta Central del Partido Liberal, logrando la posición de Alcalde en 1932.
En los años de La Mordaza y la intolerancia política de los '50, la actividad crítica y satírica de Don Jerónimo recrudece rebatiñas persecuctorias del PPD y comisarios políticos-policiales que allanan su casa y la oficina de su semanario Claridad. Aquel Alcalde que él recuerda «trincadito de blanco», «buenazo de Alcalde» (Don Manolo), no le puede dar otra cosa que solidaridad, porque el poder en los años de furia contra el nacionalismo y el independentismo no son los mismos que los del muñocismo de finales del 30' y los '40. Lo único que puede «conservar los azahares», el «cofre de aromas», de la pepinianidad fraternal, son los valores comunes.
Sería adecuado mencionar esos valores (que entre ambos fueron sólidos e innegociables): el amor por el «suelo amigo». El fervor por la esencia se hace en base a la amistad por el paisaje. La imagen amorosa que te haces del lar nativo / «suelo anigo» / da la lealtad y la fuerza para sobrellevar todo. No toda persona es capaz de ser sincera cuando clama «Pueblo Mío» ni entrar en el diálogo con el «Suelo Amigo» de los poemas de Jerónimo Ramírez. Pero, sin duda, uno de los que sí supo desde su botica, la célebre Farmacia Central fue Don Manuel, el ex-Alcalde. Ambos tenían la sensibilidad para capitar la belleza de las cosas y paisajes autóctonos. Manuel principalmente mediante una prosa poética, como la que dedica a Charco del Peñón (1906) que escribiera para la fecha en que se muó a la Universidad de Cornell para estudiar inglés y pedagogía, esto es, aprovechar el horizonte de poder-ser (proyectos) que el mundo urge en cuanto servicialidad y utilizabilidad. Esta es una virtud que ambos entendían: No todo es poesía y dulce cantío. Hay momentos en que para desatar la justicia, el conocimiento y la ser-con-otros, hay que ser pragmático. ¿Qué no hacer por un suelo que hemos de llamar el «Mejor Amigo»?
El valor de la amistad es una de las cosas que se ha perdido en el mundo de la posmodernidad y, en condiciones de miseria, la comprensión entra en las zonas del subdesarrollo. El «dolor de la existencia» es, sobre todo, insolidaridad, traición al Suelo Amigo / traición a la gente, un tema que tiene su lugar en la cultura política y los modos en que plantea la construcción de la agenda temática El profesor e investigador Mariano Barberena, de la Universidad Nacional de La Plata (Argentina), al explicar la «lucha fatal en que se agitan / en ruda convulsión todas las razas» (Avilés Medina), ese «dolor de la existencia» que es tópico de Avilés Medina y sentía tan desgarrante en el decenio de 1920, abre interrogantes sobre la ética y la producción de subjetividad, de modo tal que sea posible «analizar los padecimientos producidos por las transformaciones económicas, sociales, culturales así como pensar las formas de la cultura política actuales entendiendo que en ellas se encuentran marcas de la historia y pistas de lo nuevo que no termina de aparecer». [9]
Este es uno de los temas que recuerda a los poetas nuestros que conocemos desde las antologías de Méndez Liciaga, Ramírez de Arellano, Ramón Vargas Pérez y Cardé Serrano: Que «sin temer sl dolor y la desgracia», analizando los padecimientos que resultan las transformaciones, es posible la producción de subjetividad ética que impregna esperanza y valor, el nueva hallarse / retorno / el giro / que enrumba el comprender.
El poeta Avilés Medina, aún al rememor su pueblito de infancia en A mi aldea, pueblito en miseria y opresión, confiesa que antes de haberse enlazado a la vida de la aldea, ha renovado un voto o juramento (deber de triunfo) y poir de hijo. Será un combatiente, mas ya no inexperto y dsesperanzado: Este es un bello testimonio de quien marchó fuera de su terruño y sabe que debe reconstruirse, a pesar de la distancia.
Aquí hay implicado un sujeto propenso a la variable de desarrollo o de vulnerabilidad. Su corazón es valiente; pero debe centrar su esfuerzo en la recuperación / en el Cuidado o Cura del retorno en vista de que ha pasado por momentos de crisis, o descompensaciones, al verse alejado de lo que ama.
La ausencia puede traer la pobreza, la marginación, la exclusión, etc.;y escuchamos una voz que comúnmente necesita de intervención multidisciplinar. O de regreso. La baja tolerancia a la frustración, la resistencia al cambio en los momentos de combate, harían que cualquier sentimiento de identidad se diluya. Un cambio necesario no debe percibirse como amenaza y preferir el dolor por la necesidad de cobijo, seguridad cómoda o escapismo.
La identidad del sujeto se apoya y perfila con la identificación con combatientes triunfadores, personas que son relevantes como modelos en vida. En este poema de Avilés se insinúa una definición: El Yo / Dasein como instancia organizada necesita la valentía a fin de diferenciarse de su ambiente, de efímeros triunfos o de ruda convulsión, competencia deshumanizada. Hay que atreverse valientemente a reclamar lo que es mío, «agitarse en el deber». Avilés se ausenta para educarse; pero, en este proceso, la ausencia lo atrapó desde 1926 que se muda a Nueva York y allí murió en 1994 y disfrutó del sueño cumplido de ser enterrado en su tierra natal, en el Cementerio de Calabazas.
A mi aldea es retrato poético sobre la lealtad al pueblo, a la producción subjetiva de gratitud y potencial de triunfo. El triunfo es la capacidad vivenciada de continuidad y seguir siendo la misma persona coherente, útil y bien intencionada en la sucesión de cambios. Así lo comunica a Pepino, así ha de ser el triunfo en este diálogo:
Yo soy un hijo tuyo que si triunfa un día
retornará de nuevo a tus montañas
porque mi vida se enlazó a tu vida
en un beso de amor de nuestras almas.
[Juan Avilés. A mi aldea] [10]
El tuvo ratos de vuelta a Pepino. Logró muchas de sus metas como combatiente cultural y existencial. Pepino le dio el privilegio d escribir la letra del Himno. Mas, entre las necesarias y profundas intuiciones de la esencia que arrojara en su poesía, una concierne al dolor de la existencia, al trabajo con la angustia y el «tercer paso hacia el tiempo».
¿Qué es lo que Avilés designa como «el dolor de la existencia» o las «noches amargas» si no los momentos de combate con la angustia?
Angustia, en el sentido heideggeriano, en el trecho de vida auténtica, es el desengaño con el ilusionismo fácil. «Efímeros triunfos». Es la asumpción de una actitud combativa ante la ruda convulsión y las salidas escapistas que abaten al mundo. Es preparar al Dasein para los verdaderos momentos de combate que son los del regreso para articulador la identidad y la alteridad, la honestidad de los acercamientos entre unos y otros. «La pluralidad de las narrativas amplía el conocimiento de los otros y, por ende, de si mismo». [11]
Angustia, en el sentido heideggeriano, en el trecho de vida auténtica, es el desengaño con el ilusionismo fácil. «Efímeros triunfos». Es la asumpción de una actitud combativa ante la ruda convulsión y las salidas escapistas que abaten al mundo. Es preparar al Dasein para los verdaderos momentos de combate que son los del regreso para articulador la identidad y la alteridad, la honestidad de los acercamientos entre unos y otros. «La pluralidad de las narrativas amplía el conocimiento de los otros y, por ende, de si mismo». [11]
Antes de comprender, que es asunto arduo, cuando a las sociedades no se les induce a ello ni aún desde los sistemas alfabetizadores, si hay afortunada ocasión de tenerlos, el hombre-masificado o no vivencia la opresión y explotación del hombre por el hombre, la violencia y, la falta de opciones y la ausencia de proyectos sociales, las fuerzas de la imposición y conservación del poder político y económico, el sometimiento de una sociedad a las nuevas y viejas doctrina de atropollo, el refugio en el retorno a la etapa infantil que quita cualquier responsabilidad. y facilita los movimientos de evasión y escape.
Describiré la («2) la vision del Pepino dinamico pero que se se desvanece»), sumarizada por Eliut como la realmente causante de la inmadurez («Unmündigkeit»), término que Immanuel Kant utilizara en 1784, para describir la condición de la subdesarrollada individualidad del hombre promedio, mentalidad de o subdesarrollo socialmente inducido por su propia culpa.
Heidegger habla sobre la crisis del pensar y la asoció al nihilismo y al habla que encubre más que a revelar. A la gente que llamara nihilista, les describió: «... ya no piensan. Los maleantes públicos han suprimido el pensamiento y lo han sustituido por un parloteo que barrunta nihilismo en todos aquellos sitios donde consideran que su opinar está amenazado. (...) El pensar sólo comienza cuando hemos experimentado que la razón, tan glorificada durante siglos, es la más tenaz adversaria del pensar». [12]
El preguntar por el ¿quiénes somos? es respuesta que casi nunca es satisfecha tempranamente y por entero, ya que nuestra identidad es algo que evoluciona con el tiempo y es influenciada por los cambios de nuestra historia vital. Aún el asumirse pepiniano es proyecto. Y, de hecho, serlo está en un macroproyecto de humanismo en el Dasein del que hay más incógnitas que respuestas. Ser pepiniano, como ser mocano, sanjuanero, ruso, chino o yankee, mienta los tránsitos por el avanzar-hacia-el-proyecto. El proyecto más sutil, que mayor educación y maduración requiere, es la conciencia de si mismo y que la convierte en alguien distinta a los demás por conocimiento de los 'rasgos propios'.
Vivir el proyecto de una identidad que enorgullezca y despierte potenciales en la esencia del ser puede curvar el presente sobre sí mismo y desatar una actualidad que conduciría al destino del giro («Kehre»). Curvar el presente es también sustraerse del pasado que incide en el presente para constituir la real identidad, definida como «el ser-ahí apropiado en el ser, como guardián de esa quietud, huida y llegada de los dioses» que ahora se desplazan a lo sido y se sustraen de lo pasado. Un dios desplazado a lo sido en un hombre, es decir, aquello que no se escinde en el hombre y le da la verdadera identidad como espíritu viviente. [13]
Desde esta proyección arrojada al tiempo, o instante clave de tensión con el presente-sido, sobrevenir un futuro que Heidegger llama la fructificación del acontecimiento propio originario («Ereignis»). Este momento de liberación rompe la continuidad de factores que ataron a la existencialidad, lo que tiene de doloroso e insólito, turbador y oscurecido. Es entonces, sólo después, que se redescubre la cultura como historia, como un claro del bosque. «Es, en este claro, donde comienza lo ex-stático del Dasein como ser-en-el-mundo; y solamente a partir del origen de este claro, podemos determinar el fundamento que le antecede, que como vemos, depende de la llamada misma al timbre de la casa del lenguaje». [14].
El proceso de la identidad no escapa a la fuerza que ejerce el concepto de «el modo de hallarse» / encontrarse / de acuerdo a la época y el lugar en donde habitamos. Si la más sublime tarea humana es sustentar la esperanza de «lo venidero, la verdad del ser», como humanismo, lo que se vive en el presente, es una espera desde el trayecto finito y mortal. Descrita como denegación, a «esta verdad del ser, la denegación, pertenece el velamiento», un desligamiento y disipación del ser, que se experimenta en abandono del ser, en cuya paciente perseveracia y angustia, hay una garantía de la grandeza. En este trayecto más breve del ser-en, el sufrimiento «no es vacua arbitrariedad y desorden». Es, más bien parte, de «la planeada dirigibilidad y justeza de la salida segura y del dominio». Todo ésto que así se precisa, como escisión del ser, es aleccionador a la larga. Libera de «la apariencia artificial del equilibrio, de la felicidad y de la falsa perfección; pues el último dios aborrece en primer lugar todo esto». (Heidegger, Sobre el acontecimiento-apropiador, loc.cit.).
El sentimiento interno de unidad que el Dasein anhela como autorrealización no es ir más allá de las apariencias fenoménicas que ya conoce, sino una convivencia menos traumatizante de su ser-en-el-mundo. El hombre no querrá la «la más íntima indigencia, el abandono del ser» que es lo que ahora experimenta y que Heidegger metaforiza con la noción de huída y alejamiento de los dioses. Mas 'dios' es sólo símbolo del Ser y, en la experiencia de identidad madura, es el «acontecimiento-apropiador» y «retorno a través del volver y de la huida de los dioses que han sido».
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[1] Cf. Martin Heidegger, «De la verdad de la esencia», en: De la esencia de la verdad (1943) e Hitos: De la esencia de la verdad (Traducción de A. Leyte y H. Cortés. Alianza Editorial), ps. 161, 169. Vea además: Introducción a la fenomenología de la religión de Martin Heidegger (Siruela, 2005)
«Esta ex-sistencia, como esencia arrojada del Dasein, tiene sus raíces en la verdad (Alètheia) como libertad en la exposición del desocultamiento de lo ente». A partir de aquí, es decir, de este primer instante de apertura al mundo, es cuando podemos hablar de acontecimiento propio originario (Ereignis), que en palabras de M. Heidegger vendría a ser lo siguiente: «Todavía incomprendida, ni siquiera necesitada de una fundamentación esencial, la existencia del hombre histórico comienza en ese instante en el que el primer pensador se pone al servicio del desocultamiento de lo ente preguntando qué sea lo ente. En esta pregunta es en donde por vez primera se experimenta el desocultamiento. Lo ente en su totalidad se desvela como Physis, la naturaleza, que aquí todavía no alude a un ámbito especial de lo ente, sino a lo ente como tal en su totalidad, concretamente con el significado de un venir surgiendo y brotando a la presencia. [...] La historia sólo comienza cuando lo ente es elevado y preservado expresamente en su desocultamiento y cuando esa preservación es concebida desde la perspectiva de la pregunta por lo ente como tal. El inicial desencubrimiento de lo ente en su totalidad, la pregunta por lo ente como tal y el inicio de la historia occidental son lo mismo y son simultáneos en un tiempo que, siendo él mismo inconmensurable, abre por vez primera lo abierto, es decir, la apertura, a cualquier medida…»
[2] Eliut González Vélez, Pepinianidad, Introducción, publicado en su bitácora personal, Vegoeli: Ensayos y poemas.
[3] Décadas antes de la fundación del pueblo, Las Vegas fue nombre de uso po los pobladores con preferencia al de Pepino. «Llama la atención el hecho de que siendo Las Vegas un nombre de tanta importancia para la identidad del pueblo, no fuera asignado a uno de sus barrios. La explicación es que Pepino y Las Vegas eran una misma cosa». En la investigación que realizó Andrés Méndez Liciaga, cf. El Boceto histórico del Pepino (1924), consultó un documento que establecía firmemente que en los terrenos separados para la construcción del poblado -llamados ejidos- había un lugar llamado el Pepinito. El nombre del Pepinito pudo haber correspondido al cerro que estaba en lo que hoy es la plaza de recreo y que fue eliminado en 1829. El poema de Eliut González es uno de los pocos que da cuenta de este lugar fundacional. y su producción, siendo que fue finca de Las Vegas una etapa anterior al 1752. La misma fue adquirida por la familia Echeandía un siglo después. Con ese nombre sobrevivió hasta fines del siglo 20.
«Hasta 1994 el sector Leyo Serrano del barrio Guatemala se conoció como Las Vegas. En las vistas públicas que realizó la Asamblea Municipal para considerar el cambio de nombre, tuvo más peso la petición de la comunidad que la oposición de Juan Sotomayor, quien votó en contra de la medida porque “el nombre de La Vega es parte de la historia de San Sebastián» (Dra. Helén Santiago).
[4] Eliut González, Pepinianidad, Parte III, publicado en su bitácora personal, Vegoeli: Ensayos y poemas. Una propuesta de «analizar la historia de El Pepino a la luz de las ciencias sociales para contestar en principio las interrogantes que nos hemos planteado», sin descuidar la geografía, «como necesario para levantar y establecer la etnia pepiniana» (Parte II) es la de Eliut. «Una etnia, difícilmente se puede levantar sin un punto geografico estratégico que le sirva de nicho permanente» (ibid). Sus interrogantes incluyen y sirven al propósito: «el fin de explicarnos que es y como surge la pepinianidad, que es el pepinianismo, que es la pepinofilia, que es un pepinófilo, que es el imaginario cultural pepiniano, que elementos seleccinados lo constituyen y como se fortalece y se preserva la pepinianidad».
[5] Lionel Valentín, artista gráfico y bloguero, se ha unido a este dialógo aque se empeña en reunir diversos enfoques a la identidad y la esencia -----AMPLIAR
(6) Ramón Luis Cardé Serrano (1952-2006), es autor de la monografía Datos históricos de la Literatura Pepiniana, publicada en 1995 y reactualizada en ediciones sucesivas. Incluído en el Diccionario biográfico pepiniano (Aguada, 2000) de Rubén Arcelay Medina. Como otros de los pepinófilos, ha colaborado con muchas publicaciones localles y nacionales. Esencialmente, se trata de un poeta que valora en su literatura las estampas y tradiciones de su pueblo, siempre pendiente a publicaciones y aportes de su compañeros poetas e historiadores. En su poesía, consolida símbolos y leit-motif de la pepinianidad. Del paisaje, el gran Salto de Collazo, chágaras y camarones de los ríos, el río Guatemala, el puente en La Vega en El Barandillo, la desaparecida, pero «majestuosa Central Plata»
(7) Heidegger,
[8] Jerónimo Ramírez de Arellano (nacido en 1911 y fallecido), educador, periodista, de vena crítica y satírica, pionero del periodismo radial con su programa Ecos del Pepino transmitido por WABA de Aguadilla y patriota, fue autor de seis libros de poemas, algunos oncluen prosa. Fundó de dos semanarios («Cumbre», en 1948-49) y «Claridad», 1949-50, y donde puso sus ideas, también su valentía y honor personal. Cf. Carlos López Dzur, «Jerónimo Ramírez de Arellano: Poeta Regionalista: Baluarte de Pepinianidad», en: Revista de Trabajo Social y Ciencias Sociales (Número 13, otoño 1999).
[10] El poema «A mi Aldea» está reproducido en: Méndez Liciaga, Boceto histórico, ps. 117-118.
[11] María Rizo García, «Reseña de El espacio biografico: Dilemas de la subjetividad contemporanea de Leonor Artfuch», en: Revista Mexicana de Ciencias Politicas y Sociales, 2002.
[12] Heidegger se refiere a este momento de Giro o de la Vuelta, como «decisión sobre la huida y la llegada de los dioses», «huida o advenimiento de los dioses», «la nobleza más alta del donar y el rasgo fundamental del ocultarse, cuya manifestabilidad constituye la esencia originaria de la verdad del ser», advenimiento del ser, «con el paso tranquilo, fugaz, del último dios». Cf. ver: Sobre el acontecimiento-apropiador, en: Contribuciones a la Filosofía (Traducción de Fabián Mié, Revista de Filosofía. Cordoba. Año VI. N° 8-9, nov. 1996). El mncionado texto corresponde a la séptima sección del libro de Martín Heidegger, Beitrage zur Philosophie. (Vom Ereignis). Ed. por Friedrich-Wilhelm von Herrmann. Gesamtausgabe vol. 65. Frankfurt am Main 1989.
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Destino en común: Tradición, Misión y Proyecto
1.
Durante varios días, a partir del 5 de septiembre de 1978, visitaba a la casa de Don Delfín Bernal Serrano, [1] utilizándolo como uno de mis relatores orales. Estaba ya en curso mi investigación para hilvanar mis monografías sobre historia municipal.
Si categorizara las características que hallé en su persona y el aporte de su visión sobre el proyecto fundacional de Pepino, entiéndase la gesta de su historia contada dede sus labios y cómo influyó para que optara por una aproximación heideggerianas, destacaría sus comentarios sobre el «estar abierto» a cómo la gente siente y «cómo comprender a tal gente en tiempo de violencia».
El momento más difícil en la historia de Pepino que le tocara rememorar fue el ataque de las Partidas Sediciosas a la residencia de su padre (Victorino Bernal Toledo). Don Victorino fue amenazado / componteado / o mejor contra-componteado, hecho que circuló mediante una décima anunciativa de la violencia generada por la Invasión de 1898 y el derrumbe territorial por las posesiones residuales de España frente al poderío norteamericano:
Me le dirás a Cheo Font
el pie de la espada blanca,
que ya El Pepino se arranca
al grito 'e Revolución
y que aquí, a la población,
no se debe de asomar
y a Victorino Bernal
le dirás con alegría
que junto a Antonio Pavía,
lo vamos a compontear.
«Te preguntas por qué en un pueblito la gente se vuelve loca, y acude a venganzas y violencia, daña propiedades y es, al punto de que se pintan las caras con tizne de carbón, sabiendo que no engañan a nadie, son vecinos, o gente entre los peones que uno conoce... Papá, como yo, se preguntaba por qué y llegamos a una conclusión. Esto sucede en todos los pueblos, en todos los rincones del mundo. Se pudo ver en España ante que mi padre naciera, después que vi no a Puerto Rico. Esto va a suceder siempre porque es lo que mueve la historia y la comprensión. Sólo por eso se está abierto a lo que pasa en cualquier pueblo: la gente quiere construir una casa que sea suya, no ser arrimado. Mientras se busca ese lugar y en tanto no se sienta que habita, ni que hace algo para sí, sea su propia casa, o su negocio, está en un limbo y su suelo natal se equivale a miseria... es la gente que se vuelve agresora y antisocial. Y no es envIdia del pobre al rico, yo en eso estoy más abierto. Se pisa en el vacío y no hay ninguna sicología en eso, Tarde o temprano, viene lo político». [2]
En ese particular fragmento de su relato, grabado el 7 de septiembtede 1978, comprendí algunos planteamientos que leí de Martin Heidegger sobre la interpretación o comprensión de la existencia humana y los factores que alientan su poder ser. Toda interpretación es un proyecto o el anticipado esbozo del futuro desarrollo de sus posibilidades. Heidegger habla sobre lo que es «de antemano, a manera de esbozo», en un sentido de una totalidad, o globalidad universal en que lo particular o indidividual «depende de la comprensión previa de lo general. Y la comprensión pasa por la mediación de la comprensión de lo particular. La primera remite, reenvía, a la segunda, y ésta a la primera». [3]
En el razonamiento de Don Delfín, discute lo mismo. El hombre quiere hacerse justicia, estarse abierto a una comprensión, con una meta a la que se remite: construir para habitar. «La historia, eso de fundar pueblos, es lo mismo que eso de fundar una casa, salir del arrimo; hí le digo el por qué de la violencia, por qué unos se paran engrandecidos o enojados frente a otros. La pregunta lleva al cómo ha de irnos a cada uno en esta situación. Unos tienen que huir y otros se quedan a enfrentar la resonsabilidad por todo lo que suceda» (Bernal Serrano, loc cit.).
También Heidegger se refiere al sunto de la violenia y el temor cuando el individuo / vecino o arrimado / ser-ahí arrojado en el mundo / se da cuenta de la responsabilidad como ente de su propio ser. El estado de animo / el «cómo ha de irnos», no es un buscar ya un lugar, sino un huir. Como si hablara de la situación de ataque y temor del 1898 en Pepino, o Puerto Rico, aplicaré la noción heideggeriana de los tres sentidos del temor: «Aquello que se teme por su carácter amenazador y de nocividad que presentan los entes a la mano» (Heidegger, loc. cit.) y, si referimos, a la sociedad campesina de 1898, en Puerto Rico en general, la gravitación amenazadora y nociva de la desigualdad de capital, ingresos y propiedades, así como de carencia de oportunidades.
Hay días de verdadero miedo. A veces se vive con temor por años. El miedo se contamina con otras emociones. El descontrol, el odio. Los años de las turbas, a principios del sigio XX, fue una extensión de aquellos seis meses en que se dijo, como si fuese la estrategia de los amerricanos: 'Métense entre ustedes mismos. Evítemos la tarea de tener que intervenir'. Antes de que la política y la ambición contamine un sentimiento que, en su fondo lo mueva la justicia, uno está dispuesto a comprender y compadecer. Aún el hacendado que tuvo muchas tierras lo sabe: el peonaje tiene hambre, son más los arrimados y la gente con deudas que las cuerdas de tierra que tengo. Según ha ido pasado el tiempo, parece que crece la desiguladad y la desigualdad trae miedo y el miedo amenaza (Bernal Serrano, loc. cit.).
Como si se trata de un acierto intuitivo, Bernal menciona que la tendncia progresiva después de 1752 1776, cuando El Pepino contaba con 150 haciendas; hatos extensos con no menos de 923 cabezas de ganado y 293 caballos, las sucesivas etapa econónicas traerán latifundios y despojo de los pequeños agricultores y hacendados. Es, a partir de 1831, con: Miguel López de Victoria, Teniente a Guerra; en 1836, electo Síndico Procurador junto a Juan José Liciaga, que comienza el proceso.
El periodo de 1835-65, en España trae: grandes cambios de propiedad en el sector primario por causa del proceso de desamortizaciones de tierra, procedentes de manos muertas: municipios, mayorazgos, instituciones eclesiásticas y del real patrimonio, y los cambios que se generan en España repercuten en Puerto Rico. No es una reforma agraria; pero se crean grandes capitales para algunos sectores y algunos gobernadores vienen con una actitud represora de la vagancia o contra los jornaleros, e.g., en 1838, se establece: Régimen de La Libreta del Gobernador López de Baños [4]
Hay una segunda modalidad del temor, adicional a la primera, que es un temor callado, difuso en la sombra; y es el temor mismo. En esta caso, se produce la aparición de lo amenazador. Y lo concreto, en 1898, fue el vecino armado, en glas de ladrón o de ajusticiador. «Viene con el machete en la mano, dispuesto a caerte a palos» (Echeandía Font). En el segundo estadio del temor es que estos relatores explican la historia del 1898 en El Pepino. «Pero no fue la única ni primera vez que los arrimados se salieron de sus corrales, armados con palos» (Bernal Serrano, loc. cit.),
Expliqué a Don Delfín sobre la influencia que, desde España a partir de 1845, cuando se funda El Porvenir, el primer periódico anarquista en España, editado por Ramón de la Sarrá y Antolín Faraldo, ejerce ideas de justicia agrarista y repartos de tierra. Curiosamente, el nombre de esa periódico será, por igual, el nombre elegido para la organización clandestina de un proyecto revolucionario en Pepino, el que resultará en la rebelión de Lares en 1868. Admite a la aseveración diciendo: «La historia violenta de Pepino siempre ha sido por lo mismo: volver a ser parcelero, tener un pedazo de tierra para fincar una casa» (Bernal Serrano).
La tercera forma del temor, fundamentada en «aquello por lo que se teme» es lo que desata( Que puede ser por muchas cosas).el verdadero reordenamiento del sentido de proyectar. Antes el hombre 'comprendía' sin sentido de comunidad, estos, descubría los útiles, se fiaba de la conveniencia ir abriéndonos a nosotros mismos; pero, en el fondo ignorantes del asunto último, no conscientes «ni de dónde hemos venido, ni adónde vamos a ser arrojados. Este ser-ahí, colocado a si mismo, apenas puede decirse afectivamente abierto y encontrado por sí mismo y por los demás. Es una persona que se ha lanzado previamente hacia sus posibilidades, el proyectarse. El proyectarse en posibilidades. no es meramente «óntico», sino ontológico, pues, «acierta a obrar como debe y se espera» (Heidegger, loc. cit.). Una existencia meramenter óntica ni acierta a obrar como debe para existir, ni sabe existir, ni puede existir para un radical poder ser. Comprender es un requisito para ese ir a la raíz, radicalidad, del conocimiento
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[1] Entrevista con Don Delfín Bernal Serrano». Notas y grabaciones. San Sebastián, Puerto Rico. 5 dee septiembre de 198-.
[2] Carlos López Dzur, Comevacas y Tiznaos: Las Partidas Sediciosas en San Sebastián del Pepino en 1898 Hay una publicación en papel de la monografía de 2005.
[3] Martin Heidegger, Carta sobre el humanismo (Ed. Huascar, Argentina 1972). Lo interesante del temple con que Bernal Serrano reflexiona sobre la historia (el tópico particular de que el campesino del 1898 se movía, en un plano previo al puramente psicológico, hacia un proyecto y solicitud de espacio / tierra para edificar su casa), coincide con el concepto de preocupación, cuidado y comprensión de Heidegger. En éste, la preocupación se entiende como cuidado, lo que traduce la palabra alemana Sorge, que tiene también «el amplio sentido del vocablo latino sollicitudo: interés, atención, solicitud, preocupación por el hombre, esto es, por lo humano del hombre. El hombre se pre-ocupa de lo óntico de la tierra, su siembra, su usufructo y su espacio protector. En la coyuntura, en que es posible 'Solicitud' / «Sorge», / es decir, en relación con lo que no amenaza, despoja y daña al hombre, es que la persona funda el proyecto de su solicitud que puede tornarse político o trámite de empatía. El comprender y estarse abierto de Bernal Serrano equivale al heideggeriano «meditar y preocuparse —curarse— de que el hombre sea humano, y no inhumano, esto es, extraño a su esencia».
El pensar es «de antemano, a manera de esbozo» explica cuando todavía no es el «ser-ahí-con», ya adaptado y conformado con la cotidianidad. El Dasein / hombre / mujer / es primero ser-en-el-mundo. / Sein-in-der-welt) arrojado hasta cosas y personas, tareas, intereses, cosas, búsquedas, de un modo circundante. En esta inmediatez de su actividad frente a las cosas, puede «estar-dispuesto-a-mano», como formado u obediente peón para el sistema servicial. No es todavía Dasein poderoso y realizador de proyectos, aunque el ser del mundo ofrezca posibilidad. Hay que ser, como Dasein, más que «ser-en».
Aspirar a ser-más es comenzar a ser-con y en la historia.
[4] López Dzur, Enfoque heideggeriano
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