Tuesday, May 20, 2014

DIARIO DE SIMON GUELDRES / 21-24

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21. ¿Está seguro que no es un Stroganov?

               Dijeron que es un Stroganov y él lo negaba. Este fue un asunto privado. El Abuelo Molokano pasó a Rusia y sirvió a la familia del Barón de Stroganov. Aprendió el ruso, luego el alemán y el holandés, también el francés y el español. Entre los aldeanos de Ensenada, curiosos de su parentezco, persistió el hábito de llamarlo el Cosaco Stroganoff.

            En parte, en su tiempo, cuando meditara sobre vínculos y memorias de su crianza, el Abuelo creyó que hubo cierta justicia, no en llamarlo cosaco, mas sí Stroganoff. No daba la mano a torcer y negaba ser uno, por la vía paterna. No es cosa que deba importar a la gente. Se absorbió, con más gusto, en el símbolo que Gueldres encarnaba.

            En Holanda, fue donde los Gueldres dijeron: ––Patria mía, o se sintieron sociales–, me contaría Claudia.

            Quiso el apellido de sus hermanos mayores, ahora siervos de rango, pero, empleados en el extranjeros. Ser Stroganov, aunque honroso, aristocrático, sería como su jactancia y puede que, sin desearlo, ofendiera a las dos familias. La que en él pesa sentimentalmente; la otra, la que como anfitriona le enseñara a percibir el significado práctico de ser benefactor.

            Es preferible que sea la cabeza herida de un dragón de Netherland que la Bota de un aristócrata ruso.  El sabe que fue un hijo putativo... y, como dijo su hermano, al que rompió los dientes, «y nuestra madre tan putaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!»

            Pues bien, al Abuelo no gustó entretenerse con memorias que dataran de mucho antes del 1905, en días de la guerra ruso-japonesa, fecha en que se hiciese molokano y aprovechara el permiso del gobierno de Nicolás II, el Zar de todas la Rusias, para emigrar con otros interesados a otras tierras.

            ––Fue inquieto, aventurero. Rusia le aburrió, sentimiento que tenía en común con su madre.

            Con algún Stroganoff, husmeó por Alaska, supo de la venta del inmenso territorio de los osos... ni siquiera el beber vodka le atrajo; tenía poco en común con los rusos, los griegos y las ortodoxias en general... y decía que las cosas para él se prueban, –cuando se las toca y se las ve, cuando sus sentidos van a cerciorarse, empíricamente, de causas y efectos–.

            Y estudiar a Meno lo hizo filósofo.

            ––A él le gusta que Dios lo bendiga, provocarlo para que lo haga. Le gusta buscarse problemas porque Dios vendrá a la problematicidad concreta y lo ayudará. Cree en mundos físico-mentales que llama Noosferas, o capas del pensar, idea que tomó del geoquímico ruso Vladimir Vernadsky. A veces alude a Jules le Roi, para aludir a la existencia de un cerebro mundial –o gobierno de campos electromagnéticos que son elementos de la noosfera y del mismo ADN.

            Creyó que hay, manifiestos como cinturones de radiación, pensamiento planetarios, misiones kármicas y globales... Y los molocanos mismos se asustan: –A veces hablas como un ateo.

            Lo reprochan. Lee a Vernadsky. Asustaba cuando polemizaba con Barone Giulio Cesare Andrea Evola (quien acaba de morir, Simón. En 1974).

            En Ensenada, a Fredrika de Bülow la trataba con el cariño que se tiene a una hija. Le confiaba sus penas de viejo, cuando su nuera Claudia no estaba para escucharle. A ella fue quien dijo que, exactamente, no supo quien fue su padre biológico. Al menos, dos de los Stroganoff dijeron: ––Creo que soy el padre–. Quien fue su madre y el segundo esposo de ella, sí lo supo. Fue más obvio. Aquellos hombres eran gentiles, con él, y con ella... y con todos.

            Dio su recuerdo de la madre:

            ––Le tenía pánico al desamparo; a la miseria y quería asegurarse que sus posesiones en Holanda no habrían sido reducidas a cenizas, por segunda o tercera vez. Sentía horror al fuego; temía ser quemada en una hoguera y lo soñaba una y otra vez. Temía que no hubiese hombre con suficiente tiempo para ella, divertirla y quererla, con mimos y sexo, como le gustaba. Mi señora madre era ardiente, no absolutamente modosa, como las mujeres en aquellos años, donde no había derechos, sólo clandestinas osadías, y para una mujer ser feliz tendría que ser puta, económicamente poderosa e independiente y culta. Mi adorada madre tenía los atributos para ser feliz.

            Su primer marido sí fue valiente. Este fue su modelo espiritual. También lo fue del Abuelo Molokano. De éste si le hablaron orgullosamente sus hermanos. No tenía miedo al poder represor y, por causa de su valor manifiesto, el Barón ruso dio la distinción de Imenitiye lyudi a los Güeldres - Van Vranken. Lo contrató para sus empresas y lo seleccionó como un amigo al que querría cercano a él, en las buena y en las malas.

            ––Se nos dijo Imenitiye lyudi–, aseguró el abuelo, sabiendo ya que fue bastardo de algún Stroganoff, y que su padre sería alguno de los que acompañaba a la viuda Van Vranken cuando daba sus viaje cortos a Rotterdam, «para ver si seguía con propiedades, con ahorros en el banco». Ella quiso valer algo para su país.

            «Rusia es tierra esteparia y fría, Holanda es, para mí, tierra baja y fría; pero con agua caliente y mi lodo nato».

            Ella se regresó a Rusia, «de donde no debió haber salido», porque, la prensa identificó a sus acompañantes, anhelantes de escándalo y a la pareja, sus progenitores, la llenaron públicamente de improperios y, en la comidilla social de la aristocracia de Amsterdam y Rotterdam, vaya que fueron la miasma del lodo. Esto hizo que del título de 'Imenitiye lyudi' / gente ilustre / se hiciera jiña.

            De cierto que la compañía holandesa de las Indias Orientales tuvo que ver en el giro de esta Rueda del Mala Fortuna. Pero el  G Großvater üeldres dijo que «sea lo que sea, Dios, es kairós, arreglo propicio y conveniente a los tiempos y espacios, la edad y geografía». Fue un optimista, no el verdugo de sí mismo, y se sabía amado y él mismo amaría, «predestinado a amar, porque se sabía ilustre, con la señal de un título que no se concedía tan frívolamente. «¿Qué será lo que Dios anhela de mí?», solía preguntar cuando más solo se sentía entre los misioneros de Guadalupe.

            ––¿Qué querrá de mí la Noosfera?

            Todavía a mediados y finales del siglo XIX la Familia Stroganoff / o Stroganov / tenía su influyente presencia en la Corte de los zares y, desde un siglo antes, realizaban obras de misericordia y filantropía, como fueron la creación de numerosos hospitales, iglesias, monasterios y escuelas. El barón halló que los Güeldres, padre e hijos, fueron organizadores, políglotas y dan positivas razones de sus viajes. Los hizo, por tanto, sus favoritos para cumplir con los auxilios filatrópicos que deseaban. En tiempos tales, faltaron hombres de confianza. Sobre todo, como siempre, ha pasado, de talento.

            El tamaño de la familia Stroganoff se redujo por diversidad de causas. Alejandro Sergeievitch hablaría acerca de gentes y tiempos desilusionadores, siendo que todo el mundo, al parecer, robaba, o querían hacerlo para dar seguridad a sus vidas [«y lo hicieron»] a los Stroganoff.

            ––Mi familia ya no es la que fue siglos antes–, es decir, quería explicar que los Stroganoff, en el Siglo XVII, financiaron las campañas militares que Pedro I (el Grande) libró contra Suecia. –Ya no somos guerreristas–, añadió.

            Habían sido, como familia, una máquina de opresión y despojo. Ahora saben que, hasta en las ciudades de Rusia y los suburbios de Moscú, hay hambre, necesidad de escuelas, hospitales y la necesidad de misericordia, se vuelve inestabilidad social y política.

               ¿Qué haría la familia Güeldres para que la familia Stroganoff no fuese comparable a la Compañía Holandesa de las Indias Orientales? ¿Cómo lavarles la cara?  Y las proposiciones fueron muchas… Cosas tan simples que Alejandro Sergeievitch, ni sabía si creerlas o no. De hecho, por no hacer cosas simples como tales, el Barón Alejandro perdió unas minas de sal y otras minas que habían adquirido desde el siglo XVI. Los falsos amigos e inescrupulosas administradores se quedaron con ellas para 1850 y 1870.

            El Ingeniero Güeldres fue excepción en todo. Fue el rector más honrado de un Instituto Privado de Industria y Artes que Alejandro puso a su cargo; el administrador más eficiente, el amigo más leal, el defensor de su casa real ante nacionalistas y extranjeros y, cuando para heredar la fortuna de los Stroganoff, sólo quedaba la Condesa Olga, Alejandro y Olga convinieron para un compromiso de amparo a perpetuidad para estos holandeses, que serían los molokanos.  Era tan estudioso que, tras graduarse de abogado, estudió Ingeniería y cuanta ciencia pudo.

            Y, aunque la viuda del ingeniero, se apresuró a tomar otro hombre, «no respetó el tiempo del luto por viudez», Olga la quiso. Y verdadero primer molokano, que se radicó con México, creció en la buena cuna que se le ofreció. Los Stroganov se aseguraron de que esta familia viviera como ilustre, siempre protegida por el Barón Alexander Sergeievitch Stroganoffs y su descendencia, incluyendo a la Condesa Olga, casada con el Príncipe Shcherbatov, una de las más antiguas cepas aristocráticas que dataría de los tiempos del cuasi legendario fundador del Estado ruso, Rurik.

            El dilema fue que, a causa de la Revolución de 1917, se estaría a punto de que se les confiscara la riqueza a la familia Shcherbatoff-Stroganov. Se pensaba en las cuatro hijas de Oleg y la princesa Sophia Wassilchikoff; Xenia y Helene de Ludinghausen. Y los Güeldres que entraron en contacto con la realeza rusa en 1825, dijeron que una tragedia tal no sucedería. Aprovecharon sus ciudadanías e influencias en el extranjero: artes diplomáticas, olfato.  El diario del Dr. Güeldres anota:

               Quiero que mi hijito Simón sepa de su Tarabuelo (n. 1775), se trajo seis hijos a Rusia y a la heroica mujer que los había parido, desde la edad 14 años. Fue mudanza tras mudanza.  Fallecido en 1865, dejó una viuda joven, quien manifestó su deseo de regresar a Rotterdam (Holanda) y conocer qué habría sido de su familia que, por causa de su mudanza a Rusia, y no tuvo informes sobre ella. Ya que los deseos de la Viuda Van Vranken se tomaban como mandatos («así de amada fue la familia holandesa entre ellos»), se fue y regresó. Murió cuando su último hijo cumplió diez años y se lo dejó, a uno de los Stroganoff, que fue su padre y terminó reconociéndolo después de diez años de bastardía. «Pero fue un asunto de costumbres. Se le quería; pero, la aristocracia y las apariencias se sostuvieron».

 

               Es más, como anotó Güeldres, en la segunda generación, ya en Guadalupe, Baja California, «el dinero de Papá fue el que, en 1915, le heredaron los Stroganoff, y ya estaba, por acá con los molokanos del 1905, cuando se le llamó con urgencia para que recibiera su parte y y relocalizar a Oleg y la princesa Sophia Wassilchikoff; Xenia y Helene de Ludinghausen». La historia es sencilla, pero data de generaciones. Alejandro Sergeievitxh fundó la primera academia privada de artes en Rusia en 1825 y su famila financiaba el Instituto que, después de la revolución, es todavía llamado la Universidad de Artes Superiores e Industria del Conde S. G. Stroganoff. El rector de la institución no fue otro que un ingeniero y maestro del Sur de Holanda, quien enseñaba cursos sobre la tecnología portuaria de su tiempo, enfatizando la necesidad de innovación.

            Fue siendo el Ingeniero en Rotterdam todavía cuando conoció a Isaac Titsingh, oficial de la Vereenigde Oostindische Compagnie, [la Compañía Holandesa de las Indias: VOC], y se hicieron amigos y buena labor para la Compañía. La muerte del cirijuano, mercader e investigador Titsingh, liberó al tarabuelo de un gran peso y prefirió dedicarse a la enseñanza de tecnología y humanidades porque, con los años y las nuevas coaliciones británicas de la Compañía Inglesa de las Indias Orientales a la VOC, el Tatarabuelo atestiguó que el comercio asiático-europeo se realizaba a expensas de valores en los que él creía.

            Con la muerte de Titsingh, todo dejó de ser igual.

            El Ingeniero Güeldres estuvo a punto de quitarse la vida cuando comenzaron a presionarle intereses de la Compañía Holandesa por una conferencia ofrecida durante la cual criticaba los métodos utilizados por la VOC y gente con la que ya no quiso trabajar más. Dio la casualidad que por la presencia del Barón Alexander Sergeievitch y otros representantes del Gobierno ruso, los funcionarios de la Universidad de Rotterdam y los delegados del VOC a la conferencia, si bien lo dejaron terminar, estuvieron a punto de lincharlo. El «insensato» se despachó con la cuchara grande y su denuncia fue valiente: «Para mantener su monopolio, VOC acude a la supresión violenta de la población nativa, practica la extorsión y el asesinato en masa. Queman árboles de ciertas especies para obligar a las poblaciones indígenas cultivar otro tipo de producto o cosechas». Tal cual vio, lo expuso.

            El Barón Alexander Sergeievitch escuchó conferencista con admiración. Fue crítico ante la primera corporación multinacional en el mundo, la VOC y la denunció ferozmente. A nadie hasta entonces había escuchado con tanta valentía y verdad. «La VOC se excede con plenos poderes y son poderes nacidos de secretividad. Nadie se los ha dado. Dirige, o destruye gobiernos, no siendo uno en rigor: VOC declara guerra, negocia tratados, acuña monedas, establece colonias y mata poblaciones».

            Al viajar con el investigador Titsingh, por años, él verificó el trato de los mercaderes holandeses a las poblaciones de Java y otros puntos de Indonesia y las Molucas. ––Quise verlo y dar este informe. Esto no puede continuar... Por cosechas de nuez moscada y clavos de olor, nos hemos deshumanizado y, ya no es sólo ir a burlarse de la gente; es practicar el asesinato a capricho.

            El salón de conferencias se convirtió en un hervidero de chiflidos, aplausos, insultos o diversidad de reacciones. El barón escuchó la respuesta al discurso y salió, a poco de convencerse de la tónica rencorosa con que se respondía al Ingeniero Güeldres, sin argumentos apropiados para desmentirlo. Supo que echaron a disertante del VOC y de la Universidad, ––jamás tendrá otro foro para sus mentiras. O desplantes.

            Vio que se dio maltrato, no sólo ese día, sino en los días sucesivos, y que ante individuo tan valiente se urdió su escarmiento. Si no se largaba de Ámsterdam, donde tenía su casa y su familia se le mataría.

            El Barón Alexander mandó a que se le localizara y lo visitó en su casa, que ya había sido arrasada por el fuego premeditadamente. Fue la razón por lo que se lo llevó a Moscú.

*


                        22.  Margot y el moralismo preceptivo
 
Lo único íntegro y sincero que no me ha quitado
la adúltera sociedad en que yo vivo
es el silencio; ya es tan difícil vivir con lealtades,
difícil esconderlas, protegerlas, perpetuarlas.
 
De «Memorias de la contracultura» [2014],
pág. 243 
 
Seres empacados desde el presente
sólo para codicia, placer y mal negocio,
extorsionistas del pobre
y el sector mayoritario.
De «El libro de anarquistas» [2014],
pág. 122  


            ––... ¿por qué no me lleva usted a donde va? Usted entra y sale de la aldea miserable. Lee los periódicos. Tiene luz eléctrica y radio, consulta y lee libros y revistas... ¿Qué otros individuos hay aquí con tales privilegios? ¿Rednitz y usted, los socialistas? ... Menno, desde su fosa, nos ha condenado a moralismo y desigualdad, ¿no? ¿Qué diferencia entre Menno y San Agustín? Y si Séneca se abre el pecho y se desangra, ¿lo haremos? Hay distintas formas en que Nerón nos entrega un cuchillo envenenado o cicuta con el mandato: ––Bebe y muere–. ¿No cree usted, señor Güeldres?

            El día que el Benefactor  dio el 'Sermón sobre la Maldad Entretenida' picó la cresta, sin saberlo, a la hermana de Claudia Delfzij. A Margot no fue agradable la vida humilde y comunal en Ensenada, pese a que sus padres le describieron cómo se vivía en su tierra natal durante los años de posguerra. Desde que nos dio compañía, con Claudia, recién casada, otro hermano y parentela, a Margot dijeron: ––Oramos por ti. Agradece al señor Güeldres la hospitalidad de los menonitas... Acá es el caos–.

            Una hambruna, como no se conocía en más de un siglo, surgió en Holanda y se agravó, año tras año.

            ––Benditas ustedes quien salieron de Ámsterdam a finales de 1944.

            El benefactor tenía dónde llevarles y les dijo: –Es un lugar de paz. No faltará alimento. Ni faltará techo. Toda la comunidad aporta trabajo para hacer la casa adicional de los amigos, o futuros hermanos.

            Y, cuando los padres oyeron al benefactor, cuando habló con ellos por primera vez, dijeron:  –– Sácalos de aquí porque el hambre arrecia y el dinero vale poco y no basta cuando falta alimento y los inescrupulosos sacan las uñas con maldad, encarecen hasta el pan. No hay ayuda, sino hambre. Apiádese usted de nosotros, Güeldres.

            Apenas Margot vio que los más afortunados engañaran el estómago. Fue de las afortunadas que se fue; pero, bien supo, por Claudita, que los víveres de ayuda de emergencia, también los suplementos para servir a los enfermos, escasearon. Fue la razón por la que Iván dijo a su padre: ––Claudia y yo, nos vamos contigo. Es tiempo de ir a la villa en Guadalupe, donde nací. La capital neerlandesa estaba desastrada y la devastación agrícola repercutía en las condiciones de escasez en otras naciones del continente europeo.

            ––No hay donde ir... acá no hay esperanza.

            ––Vayan donde haya esperanza aunque haya penuria.

            ––Sí, sí, todo el que quiera venir, que venga conmigo. Tengo dónde llevarlos por el tiempo que quieran.

            Estas fueron las últimas palabras a la familia Delfzij. Los porcelaneros.

            ––Quizás Norteamérica sea el único rumbo–, dijo el hermano todavía incrédulo. El fue el primero que dijo 'les acompaño', pero también fue el primero que dejó el Valle de Ensenada y se fue rumbo a Los Ángeles, tentado por las babilonias... O las ofertas de filibusteros. Que nunca se van del todo aunque los derrotes una y otra vez.

             ––Y, ¿quién tiene el dinero para viajes, empresas colonizadoras y quién los contactos?–, preguntaban los Delfzij.

            Para no poner toda la carga en el Molokano, se negaron muchos de los Delfzij a emigrar e hicieron peripecias para sobrevivir en Holanda cuando se fue.

            ––No creo que sea justo que se le agrave, señor Güeldres. Ahora se habla de alemanes en fuga y espionaje. Se mueve mucho dinero en la clandestinidad.

            Si discutías en profundo con el Organizador Colono, asentía. Te transportaba al tiempo de piratas, templarios en camino a Tierra Santa y Cruzadas se financiaban con dineros de saqueos en Europa o en Medio Oriente...

            ––Mi contacto es México, donde tengo amigos en las autoridades–, dijo él. No quería meterse en antecedentes. Sabía que sería una pérdida de tiempo que se discutiera verdades históricas con gente de tan pobre intelecto. Gente que le llamó cultura a los esplendores de su confort, mas la penuria material que vino con la guerra los puso en evidencia. Son como necios en la inopia.  ––No teman al viaje. Ni a costes. Aseguró que el dinero no faltará.  Yo les muestro–, les dijo.

            ––Ten paciencia. Amárrate a los Güeldres-Stroganoff–, se leía de las cartas que recibía todavía Margot, desilusionada, aburrida, porque no había electricidad en la aldea. Quiso largarse del lugar a donde fue conducida por el Benefactor, largarse apenas vino. Todos los advirtieron: ––Te irás; pero ten paciencia.

            Para el invierno del 1946–1947, por la gravísima hambruna, el Secretario de Estado norteamericano, George Marshall, en conjunción con William L. Clayton y George F. Kennan, propusieron una iniciativa o plan de reconstrucción europea, que se anunció con bombos y platillos el 12 de julio 1947. Holanda obtuvo financiamientos por 471 millones de dólares en 1948 y la concesión de estas ayudas y recursos hizo que la Tía Margot, hermana de Claudia, reventara de ira contra el Viejo Vorläufer Gründer, Molokano. Ninguna persona lo refirió así, tan irrespetuosamente, por la simple impresión de sus barbas. Un día obtuvo un periódico que discutía el plan.

            Y con petulancia, le exigió:

            ––Deme el dinero para yo hacer el viaje a Holanda. ¿No es usted un Stroganoff–.

            Y el abuelo se ofendía porque no le gustaba que se le torturara con un secreto de familia y una pena.

            ––Su madre no ha sido perfecta, mas bien, buena coqueta–, supo.

            ––Mas, al fin y a la postre, una Stroganoff. 

            Margot ofendía sin desearlo. Exageraba: ––No sea miserable conmigo porque ésto ha sido como un campo de concentración... No imponga sobre mí ni sobre su nuera su moral penitencial, su sentido de virtud. Queremos irnos... Usted nos tiene cautivas... No somos menonitas. Ni somos molokanos... Su hijo si lo es, que no haga de Menno una carga para su esposa. Claudia, mi hermana, no es menonita. Ella es frívola, burguesa, tenía ilusión con las artes; hay que devolverla a su camino natural, a las grandes ciudades, donde el arte vive.

            Lo que dijo fue hiriente y procedió a mucho más. La histérica Margot describió cómo se vive en la colonia y «a una mujer tan hermosa, a una artista, un pueblo con coercitivas normas, tuvo el poder de transformarla en campesina, vestirla como una monja medieval, obligarla a rezar en un alemán que no se habla en Holanda ... y yo, señor Stroganoff o Van Vankren, no veo virtud en ello. Me causa lástima. Esta vida es dura, aburrida, traumatizante.

            Margot recordaría, todas y cada una de las palabras del Sermón sobre la Maldad Entretenida.

            ––Para usted es fácil definir el pecado. El que se va y no trabaja. Su visión pesimista del mundo requiere esta ética del aislamiento. Menno  es el nuevo San Agustín y su San Agustín tal vez no nos pide rodillas peladas. Ni rezos ni himnos. Basta el mutismo de esas mujeres que no saben otra cosa que criar gansos y atender sus sembradíos de verdura, coser, lavar, fregar los pisos y parirse para aumentar los críos de servidumbre... y mi pobre hermana no puede parir, porque sus huesos están cansados de esta vida dura de la villa... y yo no la puedo ayudar, voy arriba abajo con ella. La cuido; pero no crea que voy a atender cabras, o lapachar sobre mierda de gallineros, o cuidar del caballo del médico–, había dicho la Tía Margot.

            ––Usted, Margot, me dice que siendo mayor que Claudia, no es útil ni productiva en la villa. Usted cuenta los días del regreso y tres años aquí y no ha aprendido nada... ni siquiera a poner un botón a una blusa Eso es triste. Eso no es virtud... ¿Sabe que hallará en Ámsterdam cuando regrese: filas de hambrientos y desempleados. Ahora hay ladrones en abundancia, calles con prostitutas, y mujeres que agradecerían una aldea como ésta, donde no hay que venderse para dar un pedazo de pan a los hijos... Aquí la vida es aburrida para quien no se integra a una labor, a aprender algo nuevo y puede ser aprender a cuidar a los niños, aunque no sean los nuestros.

            Sea como sea, aún se acusa al Benefactor, de consolidar un moralismo preceptivo. A todos los que quieran irse él dice, –váyanse. A los que entre 1920 y 1930, hicieron de los ranchos de Tijuana, una pequeña Babilonia los condenó. Dijo que eran los gringos, insatisfechos de que la Enmienda Volstead les prohibiera la maldad entretenida, el gusto del licor y el exceso, los juegos de azar y la crueldad. Así destruyeron a los Molokanes, la Russische Gründerfamilie. en Guadalupe. Sólo los fieles se acordaron de la Familia del Pacto y su  pequeña villa de Ensenada.

            ––No hablo sobre tí ni contra ti, Margot. Hablé contra los gánsters que desde 1927 nos han rodeado y del Gobernador Abelardo Rodríguez que quiere estas tierras para que tahúres de la talla de James Croffton, Baron Long y Writ Bowman transformen a gente de trabajo en viciosos... Me dices: ¿por qué no me lleva usted a donde va? y yo te digo que dónde voy, combato a demonios que no lo parecen porque andan, muy bien vestidos, pero su negocio es un turismo malo, con la oferta de juegos, alcohol, opio y prostitutas.  Una zona de tolerancia. Una Babilonia que rodée mi villa santa, hasta donde se te dio de comer, y no te ha pedido nada. No te ha exigido que tomes una picota y labres de la tierra, como cualquiera de esta mujeres bellas que alguna vez tuvieron un sueño mundano... No te has casado y labriegos se han acercado a tí a llenarte de devociones. ¿Qué prefieres? ¿Halagos de gángsters disfrazados de hombres de negocios?

            ––A usted lo llaman Boca Brava, Cosaco–, dijo Margot.

            ––Siempre hablo contra el vicio que corrompe la virtud y no confundo el progreso necesario con cabaret ni casinos como el Foreign Club, el Molino Rojo y El Montecarlo... ¿Es allá donde quieres ir conmigo? Lamento decirte que yo no voy allá... y que los ejecutivos de la ABW Corporation son los que me llaman boca-brava, ¿a quién le has oído que soy un boca-brava?

 

7 de octubre de 1974

               Esta anotación es importante. Puede que la leas y no entiendas. Margot te visitó cuando tú eres muy niño. Es una tía buena y buena hermana. Envía, sistemáticamente, esos libros que Claudita guarda en un baúl, libros de arte que había dejado en Holanda. Libros que son muy amados y los pone bajo llave para que nadie se los quite y, si Dios les pidiera que no los lea y nos vuelva a mirarlos, ella los dejaría y si Dios pidiera que se hiciera una pira y los queme, ella lo haría. Pero Nuestros Dios, según el conocimiento que, por intuición admitimos, no es la Inquisición y no es tan mezquino que diga: ––No recuerdes los libros que fueron la alegría de tu niñez ni menosprecies los dones que Dios mismo te dio, cuando eras alumna de arte y la admirada de tus padres. Será artista y pintará porcelanas... Margot ha anunciado su visita a la Comunidad al Pacto y puede que yo no esté presente por causa del viaje que haré a Chihuahua para prestar auxilio médico a mis hermanos menonitas... Salgo mañana y ella vendrá una semana después. Me temo que no podré saludarla.

               Quizás observes alguna tristeza en tu mamá. Ella vendrá, con la mismas razones, que vino la primera vez. A pedir a ella y a mí que desertemos. Que volvamos a Ámsterdam, o Rotterdam, porque gracias al Plan Marshall, Holanda es industrial, se recobró del desastre y su nivel de vida es ahora muy bueno. Los abuelos maternos han muerto; pero tus tíos son exitosos y algunos no olvidan la protección que se les dio aquí. Sienten más gratitud que tu tía Margot... Hoy Margot y su hermano que vivió, entre nosotros de 1945 al 1949, comprende que fue mucho lo que tu abuelito hizo por ellos, especialmente, durante la hambruna de 1944.

               Margot vendrá y dirá que es mala idea que parezcamos atrasados, aburridos, sin fiestas y sin cantos... y dirá que estamos comidos por el tiempo; dirá que todo ha cambiado. Ahora, Simón, tienes el derecho de cambiar tus rumbos. Cumplida una cierta edad, el derecho a educarte y hacerte universitario... No pienses que esto segundo es malo; pero, no pienses que la humildad del corazón es atraso y que, por tus oberoles y sombrerito, te hace menos que cualquier otro niño. No permitas que nadie menosprecie a tu abuelo por los preceptos de moral que definió y que un día entenderás con más rigor. Da apoyo y obediencia a tu madre y dale mucho amor durante esos días. El abuelo también ha sufrido. Siempre ha vivido acosado por otros y buscando el justo medio.

               El Abuelo no quería convertir su nacimiento tardío y cierto viaje durante el cual quedó embarazada su madre en una memoria de pena y estigma para ninguno. Ni para sus hermanos (o hijos de ella con el ingeniero, su único esposo) ni para otros que ahora se habían convertido en familia, o protectores de su familia en Rusia, antes que volvieran a Holanda. Con el tiempo, él pensó que, siendo amados y admitidos por los Stroganoff, ya esto fue y sería más que suficiente y el buen Güeldres o Van Vranken, «con que agradeciera lo recibido cumplía».

               ––Aunque mi madre haya pecado, no somos siervos. Stroganoff no compró nuestras vidas ni nos puso un yugo de responsabilidad, ni nos requiere que seamos perfectos ni ante Dios ni ante ellos. ––Somos humanos–, les dijo, –y no hablen mal sobre mi madre, porque, puta o no, es madre suya también. Olvídense del qué dirán. Con vanidad no se come–.

               Ese día asistieron a la ceremonia de títulos en San Petesburgo. El Abuelo se diplomó de abogado y pensaba exhumar a su madre y enterrarla en Rotterdam. Descubrió que ese fue su deseo y lo dejó escrito en cartas, en diarios, en notas de recordatorio, hasta que llegó este día en que el Abuelo lo materializó. «Viajaré. Todos me lo piden o esperan que lo haga».

               Es que la Señora Van Vranken visualizaba este día. Lo que quiso de este modo y todos los días lo puso en su mente para que se posibilitara. Se vio dentro de un arca cineraria en la misma casa de Rotterdam, alguna vez incendiada, en que vivió muy jovencita y donde tuvo a sus dos primeros hijos. Ella, con un viaje imaginario y mental, ve al Abuelo que la regresa a Holanda. Al fin, es un joven abogado, guapo, elocuente y bien intencionado.

               ––Abogado es quien enseña a los hombres a desear lo bueno; instruído en ley, piensa en todos y no quitará a nadie; al perverso, enñalo a que pague y al bueno a que acepte los regalos del Universo–.

            Bastantes estímulos que recibió de ella. El aprendió a dar las gracias al Universo por todo lo que tuvo, sea una madre que, como dijeron sus hermanos mayores, ––es coqueta, indiscreta y no guardó luto. Un día lo dijo: ––Agradezco al universo que no nací de una hiena. O de un gorgojo––. Hablaron cerca del pecado de una madre. Lujuria, supongo.

            ––Tal vez necesitaba más pasión, que la que recibió cuando estuvo casada.

            ––Tú no debiste nacer… bajo esas condiciones.

            El Abuelo Güeldres supo que su madre, tan extrovertida y espontánea, se excedió de cariñosa, porque vivía entre hombres. A ninguno ofendía, a todos los respetaba, y les daba la comunicación que puede una mujer, cuya virtud fue sentirse linda, ser sincera, cálida, simple. Se sentía galanteada, a veces insegura, fuera de lugar. Cualquiera que llegara a darle un apoyo, la hacía feliz y por esto le pareció vulgar a sus mismos hijos. A ellos se les subió la cultura aristocrática a la cabeza. Empleos y vida cortesana los apartó de ella. El proceso de juzgar a la madre se fue haciendo amargo para todos, excepto para  Großvater Van Vranken-Gueldres.

            Los Stroganoff que le hablaron de su madre coincidían.

            ––Es una mujer sencilla y siente nostalgia de su país. Ese es su único defecto.

            Ella quería recibir muchas cosas que no son materiales. Y les llegaban, como si las anhelara de corazón. Eran tipos de amor, porque sus hermanas estaban ausentes, amores no siempre sexuales; pero sí, podían serlo. ––Es una mujer apasionada, que se deja querer y quiere querer. Todo lo que quiere lo hace suyo, sin esfuerzo alguno.

            El Abuelo dice que de su madre hubiera aprendido mucho; una de las cosas habría sido que la naturaleza / el universo / a cada objeto lo hace para una sola finalidad, mas, por el contrario, al hombre lo hace para muchas. La pluralidad de deseos que inquietan al hombre es cuasi infinita. A veces, al reflexionar en torno a escritos de Platón sobre la desiguldad de los hombres, «tan diferentes los unos de los otros», piensa que son muchas las funciones para las que los hombres están aptos, aunque sean vacilantes ante los incentivos que da el deseo. No se muestran seguros de lo que quieren; no piden todos los días lo que más desean ni sellan con la convicción de que ya es suyo lo que les urge y desvela.

            Por el contrario, su madre decía que la concreción del deseo está en el futuro y que el presente involucra la tarea de enviar un recordatorio al Universo para que se cumpla, ––el Dios-Universo otorga todo lo que se pida a quien es como una ladilla molestosa, que pica y pica, por amor a su deseo––. Así fue el carácter de ella y su actitud ante Dios: La Naturaleza está bien hecha; el Universo-Dios, por igual; pero tenemos los deseos disparejos, evanescentes y la felicidad se nos va de largo. ––Creemos en hacer deseos, no en recibirlos; no, no, hijo. Lo único que yo llamo deseo es lo que es imposible que lo haga yo misma. El deseo es una colaboración. Es la forma más humilde de solicitar ayuda––, ella tenía fe.

            Y según envejecía, dejó de hacer cosas más pequeñas que el deseo para hacer las más grandes y hermosas, que son las cosas del deseo. Cosas divinas.

            ––Habríamos sido muy felices si a nuestra madre no le hubiese dado con cometer locuras ya vieja.

            ––¿Cómo cuales?

            ––Parirte… Tú no debiste nacer… bajo esas condiciones.

            ––Las únicas condiciones que yo entiendo que te afectan o molestan son las de tu vanidad, hermano. Esa pasión es mala porque ni te libera ni te hace virtuoso. No soy ni más libre ni más esclavo, ni tengo mayor perturbación moral ni lo naturalmente objetable en la conducta porque mi madre me haya parido fuera del matrimonio. No he nacido por ésto ni más loco ni más cuerdo.  Soy responsable de lo que soy y lo que hago y lo que siento. En nada la culpo y, más bien, me enorgullezco de que dos seres felices / ella sobre todo que me haya dado la vida… Te preocupas en torno a qué heredaré, o si a tí vendrá menos riqueza, porque soy el bastardo… Si estas condiciones no se explica tu amargura. Te pregunto otra vez ¿cualés? ¿De esas condiciones me hablas?

 
*

                              23. ¿Quién mató al Dr. Güeldres?

 
No puedo ser ingenuo.
Ni profundo a menos que el dolor
me hable, me enoje o me ensordezca.
Conforme apenas puedo ser certero.
Lo económico está bajo mis pies.
Es el derrumbe. Es el trasfondo,
es el vacío donde creo estar en pie
y voy apenas levitando, en arrastre,
trepidatorio como el temblor de fondo,
como lagarto tragado y sacudiente
en los cimientos.
De «Estéticas mostrencas y vitales» [2014]
pág.  316
 

               Simón, el Niño de la Balanza / Mozna'aim / como le decían los judíos rusos que le vieron nacer y supieron de su orfandad, muerto su padre y fallecida su madre en 1980, cuando todavía es viuda joven, estuvo tan bloqueado emocionalmente que demoró ante algunos opinantes en reaccionar.  Le dijeron que tomara venganza y lo pensó: ––¿Pero  contra quiénes si no conozco quién mató a mi padre? ¿Cuándo exactamente se dieron los hechos?

            ––¿Cómo que venganza, criatura? si con venganza... uno iguala a su enemigo; comete iguales crímenes que él, empero, perdonando, es cuando uno se muestra superior al escarnecedor. No es del alma cristiana acudir a la venganza y el mismo Nietzsche que menospreciaba al creyente lo advirtió: «Es pobreza de espíritu obstinarse en devolver el daño que se ha recibido». Sé juicioso y espera. Ten paciencia.

            ––Espanta, Fredrika, a toda esa gente de mi patio. Que no quiero oír a nadie––, lloraba la presunta viuda.

            ––Es sólo rumor... Verás que el Hermano Iván en cualquier momento vuelve.

            Todavía, en 1974, cuando rodó el rumor del homicidio de su padre, había un chiquillo prometiendo a su madre, 'arreglar el asunto'...

            ––¿Qué va arreglar o desarreglar un chamaco miedoso?

            Era la chusma antifraternal de los Rednitz. Ya habían ido al vallecillo de Chichihuatl y se llevaron el tractor moderno del médico. Llegaron como pilletes al instante que supieron que hallaron el cadáver.  Y la autopsia reveló varios tiros a quemarropa, uno disparado verticalmente en el cráneo. Una vez Doña Claudia identificó a su esposo en la Morgue, dejó Tijuana y volvió a casa. Todo el tiempo quedó Simón, adolescente, al cuidado de Bülow y la Hermana Susana, mujer del Molinero. Las hermanitas Arnol rodeaban al chiquillo.

                 «Este nene se da a querer. Dice que no tiene amigos... ¿cómo que diga disparate así? No tiene 13 años aún y, a tal edad, lo contemplo: un jovencito con estilo, tan fácil es que se ame a un nene así, bendito sea Dios, señor Nuestro y Rey en los Cielos.... si eres afectuoso y se ve que en tus valores está hallar la felicidad, no sólo tuya, la de otros... y Pamela dice, 'escribe poemas muy lindos'. Es un nene sensible. Lo es, lo eres, Hermano Simón. Sí. Ha de ser bueno que  expreses tus sentimientos con palabras, ya que no has vuelto a la Iglesia. O dilo a Dios en oración... Abre tu corazón y deja que alguien llegue a él. Escucha consejos y aún críticas,, con paciencia, no te derrotes ni pegues con tu cabecita en la pared. No te presiones ni dejes que ninguno lo haga. Las buenas críticas maduran al niño que es reflexivo antes que al vivaracho impulsivo y al impaciente estúpido... En el Templo, los Hermanos judíos que son conversos hoy a la Doctrina de Menno han dejado ofrenda para que se entierre con dignidad a tu padre y a la viuda no le falte alimento, porque viene días de prueba... Me dijeron: ¡Mira que morir en Otoño! o se conozca su muerte en inicio de Otoño, cuando el séptimo mes de Tishrei es iniciación para los hermosos cambios hacia la serenidad y el equilibrio... No te aflijas, Hermanito, porque ahora es que recibas la Balanza. La que te dará objetivo para toda tu joven vida: abrazar la armonía, como hizo el Molocano, que vivió muchas angustias y peores tiempos, dos guerras mundiales, dos revoluciones, una de bolcheviques y otra cuando vino a Ensenada y se mataban por tierras, los de Pancho Villa con los gringos y los pelones, hacendados que tenían todo... Vestiré a mis hijas con color de las flores de violeta, ¿te parece? Flores que al talón que las aplasta en los valles  le sueltan su fragancia... Flores que hablan de perdón y de Venus / la Afrodita Celestial del Molocano, no de las Venus del hedonismo. Flores del amor que significa compartir sentimientos, tus miedos, tus esperanzas y anhelos... ahora que tienes la Balanza / Mozna'aim / como dicen el judío ruso... a quien tiene necesidad de compañía y odiará la soledad porque ni el dirigente ni su parentela han nacido para soledad... Y el Templo necesita de otro Dirigente gentil, apasionado e iniciador, por la Causa que Dios encargó para que sea doctrina... La Colonia ha estado sufriendo desde que murió el heredero del Príncipe Van Vranken-Gueldres... ¿Has oído, pequeño y hermoso Hermano, que cuando estas muertes violentas tocan a los dolientes, que son justos, la tarea «es recordar sin dolor, sin amargura, sin la herida abierta; perdonar es recordar sin andar cargando eso, sin respirar por la herida, entonces te darás cuenta que has perdonado y que perdonar no es olvidar»... Sea esta la oración que hago por ti y la Hermana Claudia... Sé fuerte. Dale el estímulo del hijo varón y único... y  los del Pacto de Menno, digamos ––amén. [Amén]  Y los aliados al Pacto de la Tradición Anabaptista de Jacob Ammann, los hermanos suizos, digamos ––amén [Amén, así sea]. 

               Para solucionar el misterio de aquel homicidio, el niño oraba, junto a su madre, todos los días, hasta que se gastara mucha de la fe o mucha de la salud que tenían. Fueron años duros. De 1974 a 1980. Doña Claudia murió y no vería esclarecida la muerte de su esposo. El niño de 12 cumplió la edad de madurez y salió de la Comunidad. Hizo crítica a lo que vio corrupto y anti-comunal, gente no fraterna, vampiro interiores; pero animaba a colaborar en la investigación a aquellos que debían encomiarse porque dentro de la Comunidad eran verdaderos cimientos de fe y amor.

            ––Hay cimientos aquí. Y si bien salgo, les recuerdo que con la compañia de los que son el cimiento pelearé la batalla contra el corruptor. Identificaré a los asesinos. No estaré solo en la tarea de desemascararlos.

            ––Amén.

            ––Cuando los que están conmigo decidan su consenso, no parará el castigo que es de Dios, no mío, la Némesis... El heredero del Príncipe  Van Vranken-Gueldres creyó en estas cosas. La Némesis es quien finaliza lo inconcluso.

            Hubo quien juzgó que el Niño de Tishri, con la áurea balanza de Justicia / la Mozna'aim, anunciaba prematuramente un regreso triunfante para destituir a Adán Rednitz. Se le dijo que más que sarcástico predicó como un hereje hosco que se resiste a recibir órdenes porque su mente aún inmadura resiste a la armonía y a las emociones de control y capacidad instintiva de los Jefe que amarran el Poder a sí. No es tan dulce, equilibrado y encantador, quien ha surgido ante un adulto como Rednitz, con 65 años de edad, echando fieros de cimientos de apoyo que tiene entre hermanos. No dijo cuáles. ––¿Con quiénes realmente puede contar?

            Puede que, en apariencia, sea sumamente inteligentes, con carita de amor y belleza, luz y dulzura. mas se le verán lasbcosturas, al mismo tiempo increíblemente ingenuo y crédulo.

            ––¿Con quiénes realmente puede contar?–– lo habla Rednitz con su hijo, vicioso, malhablado, bastante estúpido y grosero en sus tratos para dominar ese conglomerado de hermanos. Deduce el teórico de poder y corruptor de la villa que la estrategia que lo desacreditará para que no vuelva al gremio de sus reyes tiene que utilizar el péndulo. Desequilibrar la susodicha balanza del judio Haredí y Mozna'aim, metáforas de sus almas. Hay que evitar que sea afable, arrancarse su cordialidad, colocarlo en ambientes estridentes para que pierda su mesura... Hay que obligarlo a discutir, hasta que saque la casta... y que sepa que conmigo no puede. Con usted sí, en el plano intelectual, recua de estúpidos; pero si és la diligente paloma de la paz, rompamos su nido cada vez que lo edifique. No hagamos que su balanza mida bien ni esté en equilibrio celestial. Que se quede con su Afrodita Uránica, nosotros a disfrutar las niñas / hijas del que adeuda... niñas de la Antigua Aaarlen, con los hoyuelos de Venus en las mejillas y sus sonrisas que derriten el acero, como la Pamela Arnol... Te ganó, hijo, a la hija del molinero. Ahora que él la probó, tuya puede ser por estupro no porque supiste enamorarla. Mira, yo tengo 65 años cumplidos ahora y, desde que enviudé, he disfrutado una docena de adolescentes y hasta de sus madres. Aquí hay un montón de cornudos que lo merecen... yo lo sé, saberlo me ha dado poder y no lo renunciaré...

 *

 

                        24. La compra de la Viña de Liceaga

«Perdona siempre a tu enemigo.
No hay nada que le enfurezca más».
Oscar Wilde 

               La Viña de Liceaga ha crecido en el Valle de Guadalupe de la Baja California. Es negocio estupendo y legítimo que aspira a seguir creciendo. Los últimos lotes de lo que fueron tierras 'desaparecidas' de Güeldres para aquellos rusos estudioso de la Torah y la Cábala son cercanas a San Antonio de las Minas. Decir tierras desaparecidas es que existen en mapas como parte de una Corporación de su que incluye a apellidos Güeldres o Van Vranken, el del abuelo y de su otra parentela los Stroganoff, algunos de los que todavía viven en Francia vienen, preguntan, se reunían con el Vorläufer Gründer en los EE.UU.

             Adán Rednitz les buscó compradores a las tierras de ellos y ni un acre de las tierras vendidas era suyo. O fue autorizado para tal venta. El no podía tener las, ni quería escrituras en su poder ni en su nombre. Quería la plata y, en rigor, cobrada en dólares. Para venderlas, quien lo haya finiquitado  falsificaría documentos y lo hizo. Se arriesgó en vía del despojar al Abuelo, saqueó uno que otro archivo privado. La transacción se hizo una vez se incautó de los documentos necesarios del  Stammvater poco antes de su muerte. Las tierras hoy valen tres veces más del precio a que fueron vendidas. Son fértiles viñedos, hoy parte de una corporación que sabe lo que hace y supo que las tierras que adquirían son parte de una historia rusa de Ensenada. «Es extraño que la hayan vendido».

            La ejecución y administración de este negocio parecía estar en orden. Y hasta la firma, tan compleja e inimitable del Großvater Van Vranken-Gueldres

            Sin embargo, sólo hasta la muerte de éste en 1965, el heredero, Dr. Iván Güeldres no dio con los documentos y urgió las copias de registro. «Mi padre me habría dicho que vendió», se extrañaba. Llegó a decirlo a Rednitz.

            ––¿Cómo ha sido que Papá vendiera los viñedos cercanos a San Antonio de las Minas? ¿Te dijo algo, Hermano Adán?

            ––Nada, Usted sabe que, como mi prédica litúrgica difiere de la suya... ¡bueno, ya ni hablamos! No discutimos negocios como antes... recuerda que estuvo de estudiante durante la guerra mundial... Cada cual en el lote que ha adquirido...

            A final de cuentas, hasta en el mismo registro de la propiedad de Ensenada los Viñedos no se anotó que el nombre de la Corporación rusa / Van Vranken, Stroganoff y Scrs. y su firma autorizadora, el presidente Molocano, existe. El robo de tierras fue tan perfecto que sólo se cometería mediante cómplices en alguna alta esfera de gobierno y de sus auditorías. Las evasivas acumuladas apuntaron a Rednitz. Lo acusaban. No era cooperador.

            ––Me gustaría que mi auditor revisara lotes a su cargo...

            ––Usted acusa a un hermano, sin especificar el delito. ¿De qué me acusa usted, Dr. Güeldres? Vaya al Registro de la Propiedad / a oficinas de gobierno / pregunte quien vende y compra terrenos en la Ruta del Vino...

            ––Es que los planos de la propiedad y documentos acreditatorios de que son de la Sucesión Corporativa  Güeldres Van Vranken y Stroganoff faltan en la oficina de papá. Tampoco yo los tengo y la tercera oficina administrativa para las propiedades de esta Comunidad Menonita es la suya...

            ––Si no guardan eficientemente sus documentos, ¿es culpa mía? ¡No hay problemas! Vaya y rebusque, pero pida perdón al Hermano Rednick, públicamente, si no haya nada... Usted me ha ofendido con la duda. De plano le dije: Ni guardo ni hurto lo que no es mío...

            ––Desgraciadamente, los muertos no hablan. Digo me refiero a papá, si él vendió y no tuvo tiempo de decirme. Entre usted y yo, se pueden callar los secretos. No entre mi padre y yo...

            ––Investigue hasta las últimas consecuencias.

            ––Me valga Dios que lo haré...         

            ––Entre a mi archivo, hurgue e investigue y después vaya a Registros de Tijuana...

            ––De allá vine––, ya fue ponerlo nervioso.

            ––¿Y que procede después?... porque le aseguro que tal venta de viñedos era el sustento de una decena de familias rusas...

            ––Por eso me preocupo porque yo no las dejaría desamparadas. Hay que mudarlas al Valle, acá con nosotros...

            ––O al sembradío de alpiste, ¿no producirá leche de alpiste en sus terrenos?

            ––Es una alternativa. Bien dicho.

            Con alguna nerviosidad e hipocresía, abre paso, apresura al Dr. a que entre a la sección de Archivos y, si quiere que le ayude a localizar, porque aquí utilizo el alfabeto para y no frases temáticas...

            ––Venga, haga lo que tenga que hacer y me dice luego si en algo más le ayudo.

            No encontró, en fin, evidencia que inculpara por fraude o robo de documentos al admistrador. Rednitz no le pidió al siguiente Domingo las disculpas públicas. Mas en breve predicación las dio: –– Lo que haré por respeto a los congregación y, siendo que el perdón es «la llave de la libertad y la paz interior», no sé ya de que santo leí tal frase, es solicitarlo del Hermano Iván Rednitz, Dudé de su honradez en relación a documentos desaparecidos de la oficina de mi padre. En nombre de mi padre y mío, perdón.

            Engoló la voz, se dio aire para que vibrara su palabra, frente a la voz apagada con que el Dr.  Güeldres, lo pidiera: –– Lo perdono, Hermano Iván–– , y aún se creyó honroso para que se jactara de un Dios que lo aprobaba por concederlo y vengarse de las dudas del acusador: ––El perdón es la única venganza aprobada por el Creador del Universo, alabado sea y diga la congregación amén.

            Se escuchó sin convicción y Rednitz, como si lo enojara la endeblez del amén, gritó con voz engolada:

            ––Diga la congregación amén...

            Y, puesta la petición en grito, se escuchó otro Amén más fuerte.

            ––Amén––, y más bien, los esbirros, coro de incrédulos, a los que pagaba para el trabajo sucio, quienes respondieron. Entre ellos, un alemán corpulento que, en varias ocasiones, capturaba a bellas menonitas adolescentes para llevarlas a citas con el predicador.

 

 

 

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