Friday, January 9, 2009

Israel y los palestinos: Crítica a León Rozichner


Por Eliahu Toker

Israel no es un paraíso ni un país modelo, tiene sus corruptos, sus fundamentalistas y sus pacifistas, y tiene una Corte Suprema y una opinión pública que opina y juzga sin estar sometida a una dictadura extremista como la de Hamas. Golda Meir había dicho en su momento que «va a llegar el día en que los israelíes perdonemos a los árabes el que hayan matado a nuestros hijos, pero lo que nunca vamos a perdonarles es que hayan obligado a nuestros hijos a matar a los de ellos». Y agregaba que la paz va a llegar cuando amen a sus hijos más de lo que odian a sus vecinos. Todo esto sigue siendo tremendamente actual.

Una truculenta nota de León Rozichner comete una deslegitimación masiva de Israel, una tergiversación y simplificación tramposa de una historia y de una realidad muy complejas. La suya es una construcción perversa en la que los únicos malos de la película son los israelíes (presuntamente todos neoliberales cristianizados, ¿?) que disfrutan ensañándose sanguinariamente con los inocentes y pobres palestinos, a imagen y semejanza de los nazis. El detalle que omite LR es que los palestinos de Gaza están sometidos no por Israel sino por un régimen que exalta como valores supremos el odio y la muerte propia y la del vecino.

En el comentario de León Rozichner, aparecido en el diario porteño Página 12, el domingo 4 de enero pasado, él no levantó la voz cuando caían sistemáticamente decenas de misiles sobre poblados civiles en Israel, ni dijo nada cuando los energúmenos de Hamás degollaban a sus hermanos de Al Fatah, para hacerse así del poder absoluto en la Franja de Gaza, ni cuando invertían la mayor parte de la ayuda económica que recibían en comprar armas cada vez más sofisticadas en lugar de dar mayor bienestar a su población, ni dijo una palabra cuando, al igual que Irán, declaraban que su objetivo era borrar a Israel del mapa para apropiarse de todo su territorio, ni hizo comentario alguno cuando Israel se retiró de Gaza dejando invernaderos y pequeñas industrias en funcionamiento para que los pobladores de Gaza tuviesen un medio de vida nuevo y estos destruyeron todo con un furioso entusiasmo digno de mejor causa.

Ni levantó la voz cuando implantaron bases de misiles y cohetes en medio de escuelas, mezquitas y zonas densamente pobladas, desde donde disparaban contra ciudades, escuelas y jardines de infantes israelíes, obligando a medio millón de personas a vivir bajo tierra en refugios al sonar la alarma; y tampoco reclamó que se hiciesen refugios para resguardar a la población palestina de previsibles represalias israelíes, ni dijo de dejasen de enviar por las grietas de la frontera a heroicos suicidas que se inmolaban en buses o universidades o mercados israelíes repletos de gente, obligando a Israel a blindar los pasos que la unían a Gaza. Y no levantó la voz para reclamar que apareciesen y pudiesen hablar de paz y de convivencia con sus vecinos, un Amós Oz, un Alef Bet Yehoshúa o un David Grossman palestinos.

Vale la pena recordar que es cierto que durante los primeros años de Israel como nación independiente, allá por 1948, muchos palestinos abandonaron el territorio de lo que sería Israel, por temor o por incitación de los ejércitos árabes que cruzaban todas las fronteras para destruir a ese nuevo Estado en su cuna misma. Esos palestinos se volvieron refugiados y muchos de ellos ocuparon la Franja de Gaza y se reprodujeron allí de manera exponencial, sin que ningún país árabe les abriera las puertas. Esto es muy sabido. Lo que es menos sabido es que en aquellos mismos momentos una cantidad similar de judíos fueron expulsados de los países árabes donde vivían desde hacía siglos, siendo absorbidos de inmediato por el recién nacido Israel.

Y por supuesto, a lo largo de los pasados 60 años, mientras Israel ofrecía una mano de paz para instalar dos estados vecinos, uno israelí y uno palestino, que conviviesen y colaborasen, el rechazo árabe-palestino era tajante. Esto todo es historia antigua ya, pero matiza las afirmaciones tajantes y superficiales de alguien que debería tener la hombría de bien y la honestidad intelectual de ver el campo completo y no observarlo desde una rebuscada perspectiva superficialmente ideológica, sin considerar la complejidad de un conflicto entre un grupo que hace un culto del terror escondido bajo las polleras de una población tomada de rehén, y un país con una democracia (en cuyo parlamento se incluyen diputados árabes) y una población con una multiplicidad de visiones y de ideologías, pero que se hartó de ser atacada sistemáticamente por ese régimen que lo que en realidad buscaba era esta reacción militar que lo justificase, a sabiendas del costo en vidas civiles que eso significaría, víctimas que explotan con delectación para su programada tarea mediática. Es terrible y muy dolorosa la cantidad de muertos civiles, incluidas mujeres y niños, que esta larga batalla se está cobrando, pero desgraciadamente no le dejaron a Israel otra posibilidad que entrar en su juego siniestro.

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