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Sunday, April 10, 2011
Invocación de Tlazoltéotl en las compostas
1.
A mis hijos de luna, a quienes aún
no brillan con energía de sol,
con esplendores más altos del infinito
y mi galaxia, yo, Gran Madre, les cuido
los partos, interrelaciones balanceadas
y vertederos de sus basuras.
No les miento: yo no les digo que sólo existe
la Abundancia. La escasez y la plaga puede
que los visite algún día.
La riqueza se diezma, como todas las cosas,
que se completan a medias y se truncan
por falta de eficiencia...
... pero yo instruyo la magia de los desperdicios
y el lógico y sagrado secreto sabido
de nosotros, la familia cuya ley natural es
devorar inmundicias; yo, en diálogo confesional,
con íntimas palabras para quien me accesa
y me escucha con virtud y cautela,
me encarno en la Composta
( la tengo como templo).
Allí me como los pecados,
me trago los vómitos ajenos, el estiércol
de mis hijos, la grama y abrojos de sus patios,
y les digo: a grandes y pequeños, «redúzcanlos»
en los horizontes públicos, reutilicen
y reciclen el remanente caduco, elaboren
con lo que no les sirva ni les apetezca,
aderécen sus compostas, cúbranlas con flores
aunque haya estiércol al fondo, debajo
de los pétalos.
2.
Puede que no sepan, hijos míos,
qué hacer con la inmundicia, con sobrajas
de lo que estorba, apesta y no sabe sabroso,
pero aquí está la sabia vieja, hechicera
y transformadora; yo, quien me alimento
de la suciedad de las compostas,
aquí estoy con mi nombre de Tlazoltéotl.
Compostar es disminuir las maldiciones
del mundo, la codicia, despilfarro consumista,
lujuria excrementicia de las almas lunares
e histéricas, con síndrome de frialdad y roca.
Compostar es entregar los nutrientes
al dueño debido, a quien nos prestara en simbiosis.
Cada elemento de nuestras ladronerías
a los ecosistemas se les adeuda
y desde la tierra en su ciclo natural
nos ha sido alimento.
Es nuestra labor balancear la empatía,
reciprocar misericordia, colaboración
y ustedes, hijitos míos, no devuelven
lo que el ambiente les diera.
A veces, casi siempre
por ignorancia o maldad, son ladrones.
No devuelven los nutrientes extraídos a la tierra
que cultivan, quitan el balance a la riqueza
del humus, deterioran frutos y cultivos,
sobreexplotan suelos, ríos, enferman aguas
y vientos y su abono químico y sus insecticidas
son plagas que enferman... por eso,
me han dicho
mala madre, puta castigadora,
templo de moscas e insectos,
maldición microbiológica en su mundo
y no van por mi consejo al templo
del que les dije con celo: «Vayan, adórnelo,
santifíquenlo» para que les proteja y adoren.
Diré las invocaciones necesarias.
3.
Para la nutrición de los suelos, la Gran Madre,
la piadosa paridora de riquezas orgánicas
y economías sustentables
en la Madre Tierra, Tlazoltéotl,
la rival del bromuro de los plaguicidas
y del óxido nitroso de los fertlizantes,
abrió su boca y pidió a sus hijos esparcidas
por el globo en los cuatro puntos cardinales:
«Nútranme ya que en los templos me dejan
en el hambre. No consumo nitrógeno suficiente
del abono. Ni hierro ni zinc. Ni potasio
ni calcio... ¿A dónde iré yo por mi azufre
o mi boro o mi magnesio
o ni cobre o mis fósforos orgánicos?»
La boca de Tlazoltéotl, hambreada está
en las compostas, y pide lo que llaman basura,
hojarasca del patio, ramitas, raíces, lodo,
la fruta que se pudre, tu comida sobrante,
el fregado de puercos, todo material vegatativo
y orgánico al que digas inmundo, deshecho,
Tlazoltéotl lo invoca sagrado.
Como oro santo es y puro para los dioses.
Diezmos que no se le han dado, lo espera.
Con composta casera, o industrial,
con la mierda del mundo, bocas de los Dioses
se alimentan, reciclan un bolo digestivo.
Eenrquecen subproductos del desgaste;
reconstruyen la abundancia del futuro.
A mis hijos de luna, a quienes aún
no brillan con energía de sol,
con esplendores más altos del infinito
y mi galaxia, yo, en los Altares de la Composta,
les pido ofrenda y comunión. Instruyo:
«Dénme sus locuras, sus perversiones sexuales,
sus dolores más insoportables, sus partos fallidos,
yo absolvo en mis compostas, tramito
alquimias desde el pulque y la raíz del diablo,
limpio patios, ecosistemas, basurales...
y aseguro que no soy cruel, sino que con inmundicia
reinstauro los deberes elementales
que el mortal contrajo con su medio.
Yo, Tlazoltéotl, pago las deudas
a las nutriciones del suelo y de tu propio cuerpo,
hijo mío, enseño las artes del sabio
comer y defecar, y tan sólo te pido:
invócame en las compostas,
en los patios de tu casa y tus alrededores.
Carlos López Dzur / poeta boricua
De «La Revolución profunda»
[NOTA DEL EDITOR: En la cultura azteca-mexica, Tlazoltéotl, es un aspecto de la Gran Madre protectora, purificadora y confesionaria, vinculada al cuidado de las mujeres durante el parto. Llamada la «devoradora de inmundicias» y destructora y transformación del pecado, es deidad que da acceso a otros dioses o procesos cosmológicos. Es la patrona del misterioso oficio de la confesión y el bautizo. Diosa y sacerdotisa suprema, entre los mexicas, de la tierra, el sexo, la fertilidad y el nacimiento, ella enseña el alivio a los dolores del parto. Como patrona de los médicos, visita a la gente que estaba por morir. En los códices se la representaba en la postura del alumbramiento de la defecación de excrementos].
http://ocnaranja.blogspot.com/2011/03/las-hienas-en-esteticas-mostrencas-y.html
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