Por María Luisa Etchart (Desde San José, Costa Rica. Especial para ARGENPRESS CULTURAL)
Los idiotisaurios, felices de ser entretenidos por un mes y no tener que pensar en las tremendas realidades que aquejan a nuestra madre tierra y sus habitantes. Los promotores babeándose pensando en las ganacias que este torneo aportará a sus nunca satisfechos bolsillos.Los relatores (especie que debería estar en extinción a partir de la televisión que nos permite ver los partidos y usar nuestro criterio para calificar, si queremos, cada jugada sin necesidad de que nos las cuenten). Me resulta tan ridículo ver a tremendos muchachotes y señores mirando embelesados las gigantescas pantallas de plasma y soportando, sin que les moleste, las voces estentóreas de individuos que sólo son espectadores, no partícipes de los encuentros, explicando lo que la pantalla refleja.
No puedo menos de imaginarme viendo una película de suspenso y teniendo que oìr una voz en off que me la vaya relatando: «¡Ahí entra el asesino, pero la señora no lo ve porque está mirando en otra dirección.
Allá, en la reja que da al jardín se ve una mano que hace girar la perilla. ¿Quién será? «... y así durante toda la película. Bueno, el relato deportivo es exactamente lo mismo: redundante, innecesario y un modo de anular el razonamiento personal. ¿Oyeron, idiotisaurios?
Y, calando más hondo en el tema, las sumas astronómicas que se gastaron en construir estadios, en un país donde impera la miseria en grandes sectores de la población, es una bofetada a la humanidad toda.
¿Qué uso productivo tendrán esas gigantescas moles de cemento a partir de que termine el Mundial? Salvo que surgiera un nuevo Pinochet que los usara para tener prisioneros y eliminar gente que piense distinto, lo previsible es que pueden llegar a tener algunas horas de uso cada tanto, mientras que si esos materiales se hubieran usado para construir escuelas, hospitales, viviendas para los que no las tienen, estaríamos ante un ejemplo de humanismo, aunque lamentablemente no parece ser de interés para los que tienen el dinero suficiente para trasladarse desde distintas partes del mundo en cómodos aviones, pasarse un mes en lujosos hoteles, ataviados con ropajes extravagantes y mostrando una alegría que resulta chocante, aunque sea en parte fingida.
Ni que hablar de las marcas, esa extraña especie que ha convencido a los que las usan que deben portar su logo gratuitamente, hacerles la propoganda como verdaderos hombres-sandwich, y hasta mostrarse orgullosos de ser usados comercialmente por los grandes empresarios, a los que ya les aportaron el dinero que a veces no tienen, sino que cargan a sus tarjetas que con dificultad pagarán, el privilegio de comprar un producto de marca.
Cualquiera que haya visto la película El Gladiador podrá sacar sus propias deducciones comparativas y aceptar, tristemente, que con distintos elementos tecnológicos y escenarios, no hemos progresado demasiado y que el slogan pan y circo sigue tan vigente en el actual imperio como lo era en el bárbaro imperio romano.
Lo único que nos puede salvar como especie es que abramos nuestra inteligencia y la usemos para detectar todo lo que no sirve, todo lo que es mentira, todo lo que es destructivo. Vivimos y permitimos vivir a nuestros descendientes en una ciénaga de mentiras y el precio a pagar será cada vez más terrible, más esclavizante, más sin esperanzas.
Mientras, el petróleo sigue manando, silencioso, en el Golfo de México. Y uno se pregunta, cómo las potencias que se muestran siempre omnipotentes, que viajan a la luna (para bombardearla buscando si contiene agua, no para admirarla), que mandan ejércitos a enseñar a otros pueblos cómo se debe vivir, en qué hay que creer, qué sistema deben inorporar a sus vidas, cómo han pasado dos meses mostrando en vivo su impotencia para obturar un agujero creado por su codicia y sed eterna de petróleoy seguramente dedicando toda la energía para ver a quién culparán, cuánto dinero están perdiendo, cuánto tendrán que invertir, y otros pensamientos monetarios que parecen ocupar gran parte de su cerebro reptil.
Mientras, la voz de la Pachamama que hce lo imposible por hacerse escuchar, que cada día nos envía un alerta sobre las consecuencias de nuestras acciones depredadoras, y que sin embargo sigue brotando en verdor cada vez que le dan un respiro, acariciándonos con sus flores, mariposas y pájaros, la voz de Nuestra Madre es sistemáticamente ahogada por las siniestras voces de los idiotisaurios y de los miembros de la sub-especie rapaz.
Y los millones de seres anónimos que sí la escuchamos, que en nuestro diario accionar tratamos de remendar lo que otros torpe e ignorantemente destruyen, los que trabajamos y sentimos como propio el dolor ajeno, tapándonos los oídos para no escuchar a tanto relator y especialista, pensando en el futuro de los que están llegando al mundo, no podemos evitar que se nos piante un lagrimón.
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