Por Eric Alvarez / Escritor
La amplia victoria del Partido Republicano en la elecciones parlamentarias del pasado 2 de noviembre le plantea, por un lado, una contradicción a ese partido, específicamente a sus sectores más conservadores, y a aquellos vinculados al movimiento del Tea Party.
Por el otro, ahora que los republicanos serán mayoría en la Cámara de Representantes, y además tendrán la capacidad de imponer límites a los gastos del gobierno, se presenta un reto a la manera en que habrán de ser manejados asuntos relacionados con los hispanos, como el de la Ley sobre Inmigración de Arizona, la reforma migratoria, aún pendiente en la agenda política del presidente Barack Obama, así como la política hacia América Latina y el Caribe. Finalmente, estos resultados confirman el proceso de transición que vive la sociedad norteamericana y su clase política en cuanto a la aceptación de la diversidad y la definición del “ser ciudadano” de los Estados Unidos.
Posiciones ideológicas aparte —Marco Rubio, republicano de origen cubanoamericano, electo al Senado por el estado de la Florida, es considerado por muchos como un ultra-conservador— lo cierto es que, como refleja el reportaje de José A. Delgado de El Nuevo Día, del 5 de noviembre de 2010, el peso y presencia del electorado y los líderes latinos en la política de los Estados Unidos continúa en ascenso.
A la elección de Rubio al Senado —quien se une al demócrata Robert Menéndez (por el estado de New Jersey) como los únicos latinos en ese cuerpo— se suman los 7 republicanos hispanos electos a la Cámara, un aumento de cuatro representantes de acuerdo al reportaje de Delgado. Estos se suman a los 17 demócratas para un total de 24 congresistas hispanos en ese cuerpo.
En el campo demócrata, y gracias al respaldo masivo del voto hispano, Harry Reid, del estado de Nevada, y líder de la mayoría en el Senado, así como Bárbara Boxer, del estado de California, regresarán a ese cuerpo, y Jerry Brown, será gobernador de California.
A estos resultados se suma el hecho de que los republicanos Brian Sandoval y Susana Martínez serán gobernadores de Nevada y Nuevo México, respectivamente, lo que destaca la presencia de latinos de ese partido en la política norteamericana. Es particularmente interesante el hecho de que los únicos gobernadores hispanos en Estados Unidos estén afiliados al Partido Republicano.
Las elecciones del martes pasado dejaron claro que los hispanos tienen un peso vital en los procesos políticos, lo que resulta ser un reto para toda la clase política, desde los sectores más conservadores hasta los más liberales. En la realidad sociopolítica de los Estados Unidos hay, por necesidad, que contar con el voto hispano, y el liderato político de ese sector, lo cual tiene efectos tanto sobre la política doméstica como, en el plano internacional, en la política respecto a América Latina.
En el plano doméstico inmediato, y en lo que respecta a los asuntos que preocupan a los inmigrantes hispanos, legales e ilegales, la existencia de un Senado demócrata, una Cámara de Representantes republicana, y un Presidente en minoría, plantea la posibilidad de diferentes escenarios que dependerán de las maneras en que se haga uso del poder en un sistema diseñado a base de balances y contrapesos, y de los procesos de negociación que son característicos de situaciones como la presente.
Aunque la cantidad de congresistas que apoyaban la aprobación de mecanismos condicionados para la legalización de los indocumentados se redujo de 206 a 170, la realidad es más compleja, y es de esperar que entre los propios congresistas republicanos hayan matices y énfasis distintos sobre este asunto. En ese contexto, la creciente importancia del voto hispano será un criterio que no podrá ser fácilmente obviado al momento de actuar sobre los asuntos de política migratoria. (Sobre este tema vea el artículo de Andrés Oppenheimer titulado New Congress won't lead to fortress America, publicado en el Miami Herald del 4 de noviembre, o su versión en español en Informe21.com)
El hecho de que los procesos legislativos no estén bajo el control de un sólo partido no debería impedir que se atiendan —sino todo lo contrario— los intereses y preocupaciones de quienes, ante realidades como la de Arizona, favorecen el aumento de controles migratorios, y a un mismo tiempo, permitir una vía para la legalización de los 11 millones de indocumentados, la mayoría de los cuales se encuentran hace años residiendo y trabajando en los Estados Unidos, sin representar amenaza alguna a la seguridad de la sociedad. Una reforma migratoria integral no debe promover el racismo, o el discrimen por origen nacional, ni obviar el control en los procesos de entrada y permanencia en el país.
En el plano de la política hacia Latinoamérica, se teme que por el lado republicano se insista en la reducción de las ayudas a los gobiernos de la región, particularmente México, Centroamérica y el Caribe, en las áreas de la lucha antidrogas y de apoyo humanitario.
Ante la posible reducción de las ayudas a estos países cobra mayor importancia la adopción por los Estados Unidos de una política efectiva dirigida a promover el desarrollo económico de los países de América Latina y el Caribe, lo cual contribuiría a reducir el flujo migratorio y de fuga de cerebros hacia el país. La consideración y eventual aprobación de los acuerdos comerciales con Colombia y Panamá, aún pendientes sobre la mesa, sería un paso en la dirección correcta.
Reconozco que el desarrollo de una política comercial que contribuya al desarrollo económico en la región enfrenta diversos obstáculos. La mayoría de éstos provienen de los propios países de América Latina, cegados por los populismos nacionalistas y el antiamericanismo, a lo que se unen las posiciones aislacionistas y proteccionistas de los sectores más extremos del lado conservador en los Estados Unidos. Ante estos últimos, la presión por parte de los hispanos puede servir de contrapeso para favorecer el desarrollo de políticas comerciales que promuevan el desarrollo en la región.
La gran paradoja para el Partido Republicano consiste en que su liderato sabe, como lo sabe toda la clase política norteamericana, que mostrar simpatías por las propuestas del movimiento del Tea Party, puede ganarle adeptos entre sectores conservadores de la población; sin embargo, habida cuenta del continuo crecimiento demográfico y político de los hispanos, aun dentro de su propio partido, lo aconsejable sería asumir una actitud prudente frente a las inquietudes y reclamos de este sector.
Después de todo, tanto la elección de George Bush, hijo, como la del presidente Obama en el 2008, y aún la de varios de los propios candidatos republicanos en las elecciones del martes pasado, estuvieron de una u otra manera en las manos de un sector que ha pasado de ser importante únicamente como tarjeta de mercadeo comercial, a uno que puede decidir quien regirá los destinos de los Estados Unidos. Algo que no debe, ni puede, ser desdeñado o simplemente pasado por alto.
Los resultados de las elecciones del 2 de noviembre pasado permiten reiterar que los cambios demográficos en los Estados Unidos, así como los desarrollos tecnológicos y científicos globales, han ido, y seguirán planteando, el desarrollo de una nueva realidad a la sociedad norteamericana y su clase política.
Esa gradual transformación de la realidad, así como de los paradigmas políticos, apuntan a que la noción de ser ciudadano habrá de basarse, cada vez más, en la aceptación por el individuo de un conjunto de principios y responsabilidades bajo un orden constitucional, en lugar de estar condicionados al lugar de nacimiento, a la nacionalidad o al origen étnico de las personas.
El proceso de transición que vive Estados Unidos en torno a la concepción de ser ciudadano, así como de la aceptación definitiva de la pluralidad —para algunos tal vez por simple resignación— como rasgo sociopolítico distintivo de la sociedad norteamericana es, sin dudas, uno lento y zigzagueante. Así ha sido desde la prohibición de la esclavitud, pasando por el reconocimiento del derecho al voto a las mujeres y los derechos democráticos de los afroamericanos, hasta la elección del primer presidente de la raza negra en la historia norteamericana. El desarrollo y reconocimiento de los derechos individuales y la democracia en los Estados Unidos no ha sido un proceso lineal. Por eso, y en el caso específico de los hispanos, ante sus cambios de ruta, sus avances y sus retrocesos, se puede afirmar, como dijera Galileo, …pero se mueve. Siempre lo ha hecho.
Bloguera / Quantum de la Cuneta
___
No comments:
Post a Comment