27 Noviembre 2010 / Editorial de El Nuevo Día / Puerto Rico
Haití se apresta a elegir mañana a un nuevo Presidente. No hay tiempo para demora. Haití necesita con urgencia histórica la estructura gubernamental que facilite su reconstrucción. Pero la urgencia debe ir acompañada de la transparencia electoral, pues el país no tolera un embate más sobre sus ya lastimadas espaldas.
Haití se apresta a elegir mañana a un nuevo Presidente. No hay tiempo para demora. Haití necesita con urgencia histórica la estructura gubernamental que facilite su reconstrucción. Pero la urgencia debe ir acompañada de la transparencia electoral, pues el país no tolera un embate más sobre sus ya lastimadas espaldas.
La epidemia de cólera ha dejado ya sobre 1,200 muertes en esa maltratada nación. Parecería que todo conspira para evitar que el pueblo haitiano se levante de entre los escombros. El terremoto, las réplicas continuas, los huracanes, las inundaciones, las epidemias, el hambre, la intemperie abierta, las tensiones con la Misión de Estabilización de Haití de Naciones Unidas, la corrupción interna, la celeridad de la solidaridad internacional, las violaciones a los derechos humanos: el caos generalizado. Todo unido y en menos de un año hace que muchos consideren razonablemente que Haití no tiene las condiciones mínimas para el desarrollo de un evento electoral en el que se ha de elegir un sustituto para el presidente René Preval, 11 senadores y 99 diputados entre 66 partidos.
No hay que olvidar que el terremoto también destruyó las principales infraestructuras electorales y que las elecciones costarán aproximadamente $5.3 millones. El ambiente definitivamente no estaría para elecciones, y no por mera desidia, sino porque es evidente que el pueblo aun no ha logrado salir del estado de emergencia en el que el terremoto, acontecido once meses atrás, los dejó. De hecho, su condición ha empeorado.
Pero la resistencia persiste y persistirá en un pueblo que lleva en la sangre el orgullo de la insurrección libertaria. Diecinueve candidatos se han presentado a las elecciones generales convocadas para este domingo. A pesar de todo, la actitud general, a excepción de algunos candidatos que necesitan tiempo para posicionarse mejor, es la de no demorar más unas elecciones que apuntan cruciales para brindar una infraestructura que permita encarar con bríos la histórica reconstrucción haitiana. Se busca un Presidente capaz de cohesionar al pueblo hacia este propósito y no menos capaz de garantizar la solidaridad internacional que se ha quedado más en el papel de la promesa que en los hechos concretos.
Son muchas las ilusiones puestas en el nuevo Presidente, pues ciertamente tendrá que tener la clarividencia para atender los asuntos a mediano y largo plazo, sin desatender las necesidades inmediatas de un pueblo que sólo tiene sus manos abiertas, pues todo le ha sido arrebatado.
Tenemos fe que de las crisis catastróficas pueden salir grandes líderes que den cátedra de lo que es estar a la altura de las circunstancias históricas.
En un país cuya peor catástrofe es la inexistencia de instituciones, estas elecciones deben significar una muestra fehaciente de los esfuerzos de un pueblo por asirse de las armas democráticas para alcanzar su redención. Y sólo un gobierno democráticamente elegido puede impulsar la reconstrucción haitiana ya.
Es un buen paso el acuerdo sostenido entre el gobierno y la OEA para el establecimiento de una misión observadora que garantice la transparencia del evento y la validación oficial del candidato electo.
La misión estará encabezada por el secretario general adjunto de la Comunidad del Caribe (CARICOM), Colin Granderson, e integrada por más de 180 observadores por toda la república.
Pero el cambio fundamental está en la participación activa y certera de los 4.5 millones de electores del hermano país.
Nosotros, como pueblo, apostemos por la democracia haitiana, apostemos por su reconstrucción física e institucional inmediata. Asumamos con este Haití heroico el papel de compañeros de camino en la lucha solidaria.
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