Tuesday, July 1, 2008

Agresividad, juventud y guerra




Por CARLOS LOPEZ DZUR

En los Estados Unidos de América, un adolescente es arrestado por cometer un delito cada 20 segundos. La mayoría de tales delitos son ofensas no violentas. No obstante, el mero hecho habla de una vulnerabilidad emocional a la transgresión. Niños y adolescentes en los EE.UU. están en riesgo de violencia y, efectivamente, cada día más de 9 niños y adolescentes son asesinados con un arma de fuego. Entre los países industrializados del mundo, nuestro nación ocupa el último lugar en cuanto a la protección de la niñez y la juventud contra la violencia de las armas de fuego. Según los informes de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades, en los EE.UU. los niños menores de 15 años, tienen 16 veces más la probabilidad de ser asesinados con un arma de fuego y veces más posibilidad de que un accidente ocurra con ella. La posibilidad de suicidio se suma a esta variedad de riesgos, dándole once veces la ocasión de probabilidad que en el resto de los países industrializados.

Muchos estudios sugieren que atestiguar violencia en el hogar puede ser tan traumático para los niños como el haber sido víctima de ella por «los efectos debilitadores inmediatos y en la conducta a largo plazo». Si hay armas de fuego accesibles, los niños se fascinan con la idea de utilizarlas. En muchas áreas del país, el número de muertes causadas por armas de fuego son mayores a las muertes por accidentes vehiculares. Estas armas accesibles en el hogar son estímulos para la acción violenta contra otros y aumentan el riesgo cuando surgen los pensamientos suicidas. Por lo menos, 1.2 millones de niños quedan solos al regresar de la escuela en hogare que poseen armas de fuego. Uno de cada 4 hogares en el país posee un arma de fuego. La probabilidad de un homicidio doméstico por tal causa es del 300% cuando se trata de una familia disfuncional.

En 1993, el 80% de las muertes de jóvenes entre las edades de 15 a 19 fueron ocasionadas por homicidio o causas inintencionadas. Desde el punto de los jóvenes, la violencia es sólo «una manera de saber si saben manejar conflictos». El número de los conflictos referenciales se desconoce; pero, los sociólogos y trabajadores sociales calculan que los jóvenes están expuestos a unos 4 millones de episodios de violencia de algún compañero abusador, que puede ser un familia. Los niños expuestos a violencia doméstica la aprenden y están en riesgo de utilizarla.

El artículo Youth Violence: Lesson from experts (disponible en la internet) rebate el mito de que la violencia resulta siempre inevitable al cometerse otros delitos como el robo o trato con drogas. En verdad, «menos del 15% de los homicidios son precipitados por la comisión de otro crimen».

La mención de estas probabilidades es un llamado de atención, aviso para que reflexionemos si algo es dable como medida de corrección y prevención. Cierto es que no todo lo que es trágico es evitable y se puede controlar. La pregunta es: ¿lo es en este caso?

Como yo me planteo el problema, la solución requiere que, como ciudadanos y padres de familia, entendamos un poco más sobre la naturaleza de la agresividad, las necesidades emocionales de la juventud y lo que muchas instituciones hacen equivocadamente y que afectan a la juventud.

No se trata de cerrar el entendimiento al hecho de que existen un problema juvenil de inadaptación entendido que la conducta de cada vez un número más creciente de niños es negativa: «se niegan a aceptar las normas sociales establecidas» y que con su inadptación ponen a sus padres en aprietos y originan sentimientos de inseguridad en quien los observa. Nuestro interés en este ensayo es destacar que la agresividad es conducta aprendida. El sicologo clínico Carlos Hidalgo, en Agresividad juvenil, nos dice: «Existen estudios que han llegado a la conclusión de que la agresividad se aprende: Un niño cuya conducta agresiva sea reforzada, será más agresivo que otro cuyos comportamientos agresivos se vean desalentados. Los hijos de madres que empleaban la agresión verbal y física para conseguir la obediencia, muestran una conducta similar con sus compañeros». Agrega: «la conducta depende que cómo se ha sido educado y estimulado. Es decir, el comportamiento agresivo puede ser aumentado o inhibido por la experiencia que una persona ha tenido».

Este aspecto de conducta aprendida y expresada en un individuo joven, en particular, no significa que a la violencia y la inadaptación haya que sustraerla de un entorno que la estimula. Es una conducta que la aprende la familia y la transmite a los hijos. Antes de manifestarse como agresividad visible, sea violencia sicológica o física, hay que entenderla como un instinto consustancial. Está latente en todo ser humano. Entre los jóvenes, una violencia menos visible se origina por causa de tres elementos: coacción, miedo y sufrimiento. Es más tarde que ésta se refuerza con estilos de relación basados en el dominio, la fuerza y la agresividad.

En el proceso de formación y de crecimiento como seres humanos, los niños deben estar orientados, proteguidos y guiados para que esos estilos negativos de relación no existan en sus vidas. Entre las causas estudiadas que inducen a «comportamientos inexplicables e indeseables» entre niños y cuya causa es el miedo y el sufrimiento, analicemos la soledad: La soledad es un sentimiento difícil de manejar para los niños. Pero más de 7 millones de niños estadounidenses enfrentan la soledad, al quedar solos en sus hogares, a menudo después de las horas escolares. Los púberes y adolescentes manejan esa soledad con la curiosidad riesgosa por el fumar, beber licor, el sexo o el crimen. Acuden, en el más pasivo de los casos, a alimentar sus mentes con la influencia de la TV, cierta música, ver vídeos o cine. Los contenidos de lo que observa puede ser peligroso. Se aprende a ser agresivo mediante la observación

Hay familias que no dejan sin supervisión de un adulto a sus hijos y pagan el servcio. Estos son los que suelen sorprenderse de una conducta indeseable por parte de ellos. Alegan «a mis hijos, aunque no estoy presente, ni les doy mucho tiempo, por razones de trabajo, no les falta de nada». Hay niños que para superar su necesidad de compañía requieren más de sus padres. También es cierto que 3 de cada 5 niños preescolares enfrentan su primera experiencia con la soledad cuando sus madres salen a trabajar. Entonces, se manifiesta en ellos una ansiedad de separación que a veces queda desatendida emocionalmente.

El profesor de la Facultad de Psicología de la Universidad de Valencia, Vicente Garrido, es el autor del libro Los hijos tiranos: El Síndrome del Emperador, en el que discute casos de niños que nunca aprendieron a manajar la ansiedad de separación y castigan a sus padres por la desatención la soledad inicial de sus vidas. Muchas veces un niño agresivo encarna la tensión entre padres e hijos y sus antecedentes de crianza. Garrido discute la falta de compromiso moral de padres y jóvenes y de los sentimiento de culpa. La mezcla de estos sentimientos tiene efectos catastróficos en aquellos que tuvieron dificultades para un buen aprendizaje de los principios morales y puede convertirlos en personas violentas y maltratadoras. Los padres ajenos a los sentimientos de soledad, miedo y ansiedad de sus hijos, carecería, por igual, de tiempo y aptitudes adecuadas «para imponerse». El niño se engrandece como altanero, intolerante y agresivo.

En la escuela, unos profesores «sin autoridad» y una sociedad «más permisiva» validará la «perspectiva profundamente egocéntrica» que tienen estos niños. «Se trata de niños que no han desarrollado las emociones morales, como el sacrificio, la compasión, la empatía o la piedad, y por tanto no tienen sentimiento de culpa», escribe Garrido. El gran error de esta sociedad ha sido pensar que la conciencia y la culpa «no eran importantes» y haberlas sustituido por «respeto a las leyes y tolerancia».

LO GENETICO Y HORMONAL: Garrido admite que el problema de la inadaptación y la agresivividad tiene, en adición, una base genética, que dificulta la capacidad para educar por la familia, ya que «no es políticamente correcto adoptar una postura firme con los niños», si sus problemas pueden ser médicos. No simpatiza con el hecho de que, por una condición genética, se les fomente y anime los comportamientos permisivos a los más pequeños, riéndoseles todas las gracias.

John W. Renfrew, en si libro Agresión: Natureleza y control, es quien nos vincula el tema de la agresividad temprana, su crecimiento en los ámbitos familiares y su extensión en la sociedad contemporánea, así como «en los actos criminales entre extraños y aún en las guerras entre naciones». Renfrew coincide con Garrido en que hay una gran falta de entendimiento sobre su naturaleza y sus causas, y también con los modos de resolver los problemas relacionados con ella». En su libro estudia la agresión sobre bases biológicas y ambientales y describe sus causas principales. Los temas van hasta el papel genético en la agresividad, las hormonas, las diferencias entre la agresividad masculina y la femenina, el papel del tronco cerebral, la neocorteza, el sistema límbico y su contribución a la agresividad, los fármacos y la neuroquímica de la agresividad, los eurotransmisores vinculados con la agresividad, la serotonina y su papel apaciguador, la GABA en el control de la agresividad, la acetilcolina como facilitadora de la agresividad, la dopamina y noradrenalina: las catecolaminas y la producción de agresividad.

Garrido y Renfrew dedican buena parte de sus libros a la dinámica del estrés ambiental o sucesos estresantes que afectan a la agresividad. Estudian los estado de frustración que conducen a la agresividad e informan acerca de los efectos de la violencia en películas y en televisión sobre la agresividad real y los estudios sobre el contenido agresivo de los medios de comunicación. Finalmente, se pasa a lo que más nos interesa en este artículo la delincuencia juvenil, ligándola esta vez a la miseria y cómo se ha extendido, en los últimos años, a los grupos socioeconómicos medios y altos.

Del 70% al 80% de los delincuentes proceden de familias disociadas (por divorcio, muerte o abandono) o de familias cuyos padres no se entienden. Es obvio que regresamos al punto de partida. La antisocialidad se aprende. La mayor desventaja la tiene el niño pobre y aquel que genéticamente trae mayores necesidades de atención sicofísica. Pero es obvio que todos los niños de familias disociadas o disfuncionales cuando ven a sus padres que disputan entre sí juzgan la «sociedad en su conjunto sobre el mismo modelo y llega a creer que él también debe defender violentamente su punto de vista si no quiere ser aplastado»

El ingreso a la escuela introduce a un niño al escenario donde pudiera exhibir su aprendizaje de ese mal modelo, real o imaginario. En Norteamérica, uno de cada 3 niños nacen de padres que no se casaron. Uno de cada 8 nace de una madre adolescente. Uno de cada 24 niños vive con la madre y, a duras penas, verá la presencia de un padre, dedicándole tiempo y orientación efectiva. El niño potencialmente agresivo verá, con silenciosa comparación, la situación suya y la de otros, agravando su sentido acusador. El ingreso a la escuela es, para fines prácticos, una subida a escena en que la pobreza del niño es más obvia. Se expone ante un auditorio que no lo haya oculto en la casa. Los niños, especialmente los adolescentes, son impulsivamente sinceros y dicen lo que ven en otros. Ven la tristeza de otros, la pobreza, la enfermedad, la falta de abundancia y lujo. Se fijan en lo que se tiene o no se tiene y, sobre tales observaciones, humillan o exaltan. Eligen sus amistades y sus rivales gratuitos.

Garrido menciona que muchos niños que han de ser maltratadores provienen de familias «relativamente unidas», a quienes las ocupaciones de los padres dejan muchos ratos libres. Los padres facilitan una libertad que, al perder la vergüenza, se vuelve peligrosa. Es decir, libertinaje. Esta actitud de libertinaje un adolescente se la lleva a los centros escolares. En la escuela, este aprendiz de libertino es llamado el bully. Con el término bullying se describen a «diversos tipos de comportamientos no deseados por niños y adolescentes, que abarcan desde esas bromas pesadas, el ignorar o dejar deliberadamente de hacer caso a alguien, los ataques personales, e incluso los abusos serios». El bullying lo puede efectuar un individuo aislado lo mismo que una pandilla. La acción agresiva o burlona deja efectos de amargura entre sus víctimas.

Un informe abarcador sobre los bullying, realizado en Holanda en 1992, indicó que el 25% de los niños holandeses habían sufrido actos intimidatorios graves (violencia sistemática, física, sexual o sicológica) por parte de otros alumnos. El bullying en los EE.UU. es mucho más grave. La pobreza tan marcada de la niñez en muchas escuelas de las grandes áreas metropolitana multiplica la conducta indeseada e intimidatoria. Las estadísticas del 2002-03 informan que el sistema de escuelas públicas en este país suspende a 17,297 alumnos cada día. En ese número, la conducta antisocial es el principal motivo, no sólo el incumplimiento académico. Son los mismos niños de escuelas los que originan los 2,543 casos de castigo corporal

Los Estados Unidos de América es el único país donde un niño es arrestado cada 20 segundos por algún delito, pese a que las tasas de delincuencia juvenil han bajado desde 1994. En promedio, 180 adolescentes son arrestados diariamente por cometer un delito violento y 367 arrestados por consumo de narcóticos. Unos 4,248 arrestos de niños con edad escolar cada día es una tragedia nacional. La práctica constante de bullying y los casos de agresividad en las escuelas y fuera de la escuela tienen peores consecuencias para las vidas de estos niños. El sistema de educación pública se ha visto obligado a suspender a muchos (17,297 estudiantes en promedio cada día) y otros 2,861 alumnos desertan por su propia voluntad. Entre estudiantes de la escuela preparatoria, ésto significa un estudiante cada 9 segundos.

El estudiante que deserta la escuela entra a la esfera más peligrosa de la calle y se vuelve el candidato preferente que recluta la pandilla o la banda, organizaciones cada vez más criminalizadas. En la pandilla, se esconden y se desfiguran los verdaderos miedos y el sentido de inadecuación se agudiza, expresándose en necesidad de mayor violencia. O como dice Garrido, «en la pandilla, el joven acude como estímulo a atreverse a lo que los demás no se atreven». El chico quien a menudo es activo practicando el acoso, la intimidación o victimización, según lo describe Garrido, es también una víctima que intenta ocultar que también estuvo expuesto, de forma repetida y durante un tiempo, a acciones negativas y cometidas verbalmente o mediante contacto físico, como las psicológicas de exclusión, dentro de su propia familia. La exclusión puede incluir la ausencia de caricias, de afecto familiar.

INFLUENCIA DEL MEDIO: Según un informe nacional, Juvenile Offenders and Victims: 2006 National Report, una tercera parte de los crímenes violentos son cometidos por jóvenes contra ellos mismos, especialmente los niños menores de 12 años de edad. Después de muchos años de tasas crecientes de adolescentes en custodia policíaca, ha habido una reducción de tal población en 2001 y 2003. A partir de este último año, la tasa de arresto de adolescentes se ha mantenido por debajo de los niveles de 1980. No obstante, la tasa de crecimiento de la población juvenil, con la expectativa natal entre 2000 y 2020, será más grande para el sector hispánico y asiáticos (entre 58% y 59%) que para los afroamericanos (9%) y blancos (7%).

Esto es especialmente significativo para la comunidad hispánica, la de crecimiento más acelerado. Los jóvenes latinos son detenidos en el sistema de justicia 1.5 veces más a menudo y tienen el doble de probabiklidad de verse encarcelados que los chicos blancos anglosajones, según un estadio nacional publica en julio del 2002. «Nacionalmente, hay peor trato para la juventud latina que para su contraparte anglosajona, aún cuando cometan la misma ofensa», dijo Mark Soler, presidente de Youth Law Center, la organización a la que se comisionó el estudio.

En California, sede de una población de 11 millones de hispanos, la California Youth Authority tiene tras las rejas a millares de latinos, el 48% de su población penal. El promedio de estadía de los presos juveniles latinos es más largo que el de los anglocaucásicos, 34.3 meses, comparado con los 30.5 meses para los anglocaucásicos y el 37.4 meses para los afroamericanos. La mayoría de los niños pobres en los EE.UU. provienen de 9 estados que incluyen aquellos con mayor población hispánica: California, Texas, New York, Florida, Illinois, etc.

Uno de cada 16 niños en los EE.UU. vive en extrema pobreza. Son más de 12 millones. Uno de cada 8 nunca se gradúa de la escuela preparatoria. Uno de cada 5 de los que tenía 3 años de edad en el 2002 es pobre. Uno de cada 1,056 será asesinado por un arma de fuego antes de que cumpla la edad de 20 años. Uno de cada 60 niños tendrá que confrontar la crisis del divorcio de sus padres en cualquier año subsiguiente a su edad hoy. Uno de cada 8 es hijo de una madre adolescente y uno de cada 4 niños vive únicamente con uno de sus padres. Cada una de estas estadísticas es un factor espiritual y material de pobreza.

«Los niños colocados en un medio muy pobre o que viven en condiciones difíciles están fuertemente tentados de descifrar su existencia por el robo o por la búsqueda de consolaciones dudosas. Estas son una de las razones del enorme número de condenas por delincuencia juvenil durante la guerra, las privaciones, los cambios del medio social, la inquietud y el medio han ejercido una influencia disolvente y han dado un golpe a la vida moral, de la cual todavía no se ha repuesto en los ambientes donde hay malas viviendas, donde reina la promiscuidad y la miseria, es donde se encuentran la mayor proporción de delincuentes juveniles».

LA IMPOSIBILIDAD DE AFLIGIRSE: Javier Akerman y Garrido explican además cómo la agresividad, sin la corrección moral, insensibiliza a los niños. Discuten los estudios realizados sobre la actitud de los niños tras cometer sus actos antisociales y violentos. A juzgar por las agresiones grabadas a través de teléfonos celulares, los protagonistas de las agresiones, sean chicos o chicas, «no sienten la mínima culpa antes estos hechos y que incluso venden las grabaciones a otros... Los jóvenes que realizan estos actos o los que intercambian las imágenes grabadas no tienen sentimiento de culpa y alegan que lo hacen porque tiene morbo y se lo pasan bien». Otro ejemplo de sangre fría es el de los dos alumnos que planificaron la matanza en la Secundaria de Columbine en Jefferson, en 1999.

Garrido menciona que hay un tipo de violencia que es ejercida por chicos que «no proceden de clases marginales» y «que se supone que no deberían hacer eso». Buscan demostrar que pueden «hacer lo que quieren, ser las personas que controlan». Desde pequeños, se fascinan con el síndrome de Orientación a la Dominanción Social. Este es un tema que tratamos en el ensayo «--».

Destacó el importante aumento de este tipo de agresiones y afirmó que en cinco años el número de padres que ha denunciado a sus hijos en España se ha multiplicado «casi por ocho», lo que demuestra "la cantidad enorme de violencia que debe haber detrás" para que éstos se decidan a denunciarlos.

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Bibliografía

Alexander Mitscherlich, Society without the father: A contribution to social psychology [1992: New York: Harper]. Originalmente publicado en 1963.

Alexander Mitscherlich y Mitscherlich, Margarete. The inability to mourn: Principles of collective behavior. [1975, New York: Grove Press]

Mechthild Zeul, «Alexander Mitscherlich: el psicoanálisis como teoría crítica», en: Sistema: Revista de ciencias sociales, ISSN 0210-0223, Nº 107, 1992 , pags. 105-114

Luis E. Sabatini, «Los seres humanos todos somos iguales», en: Ver

Leah Trabich, «Native AmericanGenocide Still HauntsUnited States», Ver

John W. Renfrew, Agresión: Naturaleza y control [

Javier Akerman, «Agresividad y violencia juvenil, ¿qué está ocurriendo?», en: El psicoscopio. Ver

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