Por CARLOS LOPEZ DZUR
ORANGE COUNTY: En política, la palabra de moda es seguridad. Quienes más ruidosamente se abocan a verbalizar esta palabra son los que se autodefinen los conservadores. A mi juicio, lo que atañe al sentido de comunidad tiene como raíz la familia, el vecindario que es nuestra comunidad, los esfuerzos comunales que surgen de las instituciones vivas de esa comunidad... Sin embargo, en política, ya no es así. El dinero se ha vuelto la raíz de cada empeño. El filósofo y profesor de San Francisco State University, Jacob Needleman, ha dicho con razón que, en nuestros días, «el dinero se ha convertido en la más secreta, más íntima parte de la vida de la gente... estamos más inclinados, más que nunca antes a desearlo y saber de él que del sexo en nuestras vidas... El dinero se ha convertido en una experiencia más vívida, más intensa, que ninguna otra... El mundo de arte, realmente, ha sido devorado por el dinero... En otras palabras, el mundo del dinero tiene el poder de engañarnos, engañarnos con el pensamiento de que es realmente la cosa más importante... Ahora la pregunta es cómo separar todo lo que concierne al dinero de una búsqueda de uno mismo».
Detrás de toda la retórica ultraconservadora (que en EE.UU. se reesforzó con la administraciones de de Ronald Reagan (1981-1989) y George W. Bush y, desde 2000 con los subsiguientes personeros del Partido Republicano), lo que observamos es una «postura moralmente agresiva hacia el extranjero (imposición de valores absolutos e intransigencia usando como premisa la creencia estadounidense de tener una superior autoridad moral)», por el conservadurismo social, y una mayor agresividad contra las nociones del Estado-nación y el Estado Benefector. Los ideólogos de esta retórica son portavoces del individualismo del dinero. «Time is money». No hay otros espacios interiores ni siquiera políticos. The money game is all. No se busque más. La superioridad moral nace del dinero y, por tanto, el intelectualismo y el humanismo vienen sobrando. Este es el por qué, a pesar de su mangoneo del tema de los valores tradicionales de familia, trabajo honrado y religión, los ultraconservadores no convencen a nadie. En el fondo, ninguno cree que en nada de éso. Estos individuos, vestidos con cordero, sälo conocen el lenguaje de la arrogancia y la avaricia.
Para ellos, el hombre natural, con un Ser interno y verdadero, aquel movido por un instinto cooperativo, creyente en el compartir y el altruísmo, es cadáver, a veces insepulto, pero siempre infecto. El último hombre es un animal egoísta, y si consentimos en la idea de sociedad es para no golpearnos ni herirnos las cabezas unos a otros. El ultraconservador utiliza el concepto de conservador con la referencia de «No al cambio», «No se altere el Status Quo, el momento presente» en que ellos está en control como la minoría poderosa que controla el dinero. Francis Fukuyama, en su libro The End of History and the Last Man (1992), ha escrito que después de la Guerra Fría, con la democracia liberal-capitalista, se ha impuesto un Nuevo Orden, en el que «la Historia humana, como lucha de ideologías ha terminado». Ideología es una mala palabra. El altruísmo es una aberración. La historia es innecesaria. La lucha de clases es contraproducente. Pero los ultraconservadores, que no desearían compartir sus espacios con los liberales ni los ultraliberales de la izquierda, proponen que cosas como el humanismo, la cultura y la ciencia, son males; no constituyen una base moral capaz de desplazar a la religión u otros dogmas morales o éticos. Entonces, calculan que la religión se conserve porque ésta les sirve de justificación absoluta para su reclamo, «No al Cambio». In God we Trust. En su hipocresía, estos retóricos del Poder Financiero identifican en Dios a Mamón, el dios del Dinero. El fundamentalismo religioso, en el contexto de este ultraconservadorismo, promociona que los Estado Unidos están destinados, «cual mandato celestial para operar e imperar de forma prolongada sobre el futuro devenir de la historia humana». No por otra cosa su intención de desacreditar al Islam.
No importa cuán acaparado en pocas manos el dinero esté, el pensamiento ultraconservador dispone que «en la economía, el Estado debe jugar un papel mínimo, permitiendo que el capital privado se mueva con la mayor libertad jurídica posible». Otra mala palabra, Big Goverment, sólo que el Gobierno Interventor y Gigante es malo si los portavoces del liberalismo lo ostentan y lo disfrutan. En manos de los conservadores, cuando la burocracia gubernamental es extrema no hay cuidado. Ellos son el dueño del Ganado y tienen esas ubres para su propio ordeño. Están en el poder y es lo que cuenta. Se regalan y se lucran a gusto las Ubres Estatales. Mas teóricamente saben que el lucro también viene de suprimir a las disidencias y resistencias. Son portavoces del pensamiento único y, por tanto, nada conviene al Gobierno del Dinero como el dominio de mercados. Todos los neo-conservadores creen en la globalización. O como dice Fukuyama: «Es vital una apertura internacional (globalización) que le de competitividad al mercado interno».
Una parte importante de este asunto es que, si «en muchos casos, el Estado ha sido arbitrario y rapaz» y ha reducido «los radios de confianza al nivel de la familia y los amigos», si el gobierno no funciona como un agente distribuidor de oportunidades para que el dinero llegue al máximo de personas que lo necesitan, ¿en qué debe creer la gente? El gobierno parece un mal necesario. Fukuyama cree que «la democracia liberal es el único sistema político con algún tipo de dinamismo» y que mientras disponga de una economía neoliberal, un gobierno representativo y mantenga los derechos jurídicos, puede funcionar. En nuestro mundo, la estructura financiera de los EE.UU. ha servido de modelo para casi todos los países después de las guerra mundiales. Indica Needleman: «El propósito de los EE.UU. ha sido hacer el mundo un lugar seguro para el dinero. Ahora es posible decir que nuestra cultura no quiere otras cosa que dinero... Siempre ha habido avaricia. Siempre ha habido un problema con la gente que desea más de lo que necesita. Esto ha causado más problemas a la raza humana que cualquier otra cosa».
Las diferencias entre liberales y ultraconservadores son esenciales. Ambas ideologías entienden que el dinero se ha fundamentado como base de nuestro sentido de seguridad. Los EE.UU,, como los países que dependen de su esfera de influencia, son sociedades a la expectativa de los préstamos y la ética de los bancos y las financieras. La seguridad no es ya la confianza en alguien en quien veamos un auxilio humano, nacido de valores subjetivos. Needleman lo ha puesto en estos términos: «Hemos perdido mucha de la relación humana por creer en la conveniencia, la flexibilidad e instrumentalidad del dinero. Pero el dinero se ha convertido en una promesa, no en una entidad en sí misma. Una promesa que se rompe con la inflación. El dinero pierde valor». Históricamente, la explosión de dinero fácil usualmente lleva a un colapso. Los economistas están pronosticando un déficit presupuestario de $3.4 trillones en la próxima década, no importa quien gane las elecciones de 2008.
Los conservadores esperan que la hegemonía estadounidense sobre el mundo se prolongue hasta los postreros siglos. En 1997, se fundó el Project for the New American Century (PNAC), bajo la dirección de presidente es William Kristol. La PNAC asocia a miembros del Partido Republicano e individuos como Donald Rumsfeld, Paul Wolfowitz, Jeb Bush, Richard Perle, Richard Armitage, Dick Cheney, Lewis Libby, William J. Bennett y otros cuyas ideas provienen del movimiento neoconservador. La idea del proyecto es la Pax Americana: el fin de la historia como lucha; el pensamiento único con el formato estadounidense. Esto es, «la dominación suprema, militar y económica, de la Tierra, el espacio y el ciberespacio por parte de Estados Unidos, así como el establecimiento de la intervención en los problemas mundiales». Hay que llevar el movimiento de la ética del dinero a todo confín de la Tierra. Llevar esta ética es simplemente enseñar el control, el que no haya cambio en la participación de la riqueza. Hasta el 2004, «los millonarios del mundo representaban sólo el 0.2% de la población mundial, pero acumulaban una riqueza equivalente a una cuarta parte de todo el dinero disponible en manos particulares en el mundo».
Tal parece que la ética del dinero que se preconizado se calcó del economista y financiero inglés Walter Bagehot cuando decía: «El capital debe guiarse por el egoísmo; no debe dejarse guiar por la benevolencia». Las corporaciones vienen y van y, al parecer, movidas por la definición que les diera Ambroise Bierce, el escritor norteamericano, cuando las definió en The Devil's Dictionary en 1906, «Recurso ingenioso para sacar provecho sin responsabilidades personales».
Un artículo de la blogosfera Textos de Caos y Destrucción explica: «Los ricos mantienen las estructuras del sistema dinerista con hipocresía e infamia, explotando a los pobres quienes son las inmensas masas que sostienen a su engranaje. La miseria y pobreza de millones mantiene la riqueza de unos cuantos». Pese a su decantado proyecto PNAC no hay una misión humanizadora entre esos miembros mencionados. Para los próximos 5 años, un estudio realizado por Merrill Lynch y Capgemini prevé que la riqueza acumulada por los más ricos del mundo aumentará a una tasa anual del 6.5%, hasta llegar a los 42.2 billones de dólares el año 2009. La riqueza sigue estando en manos de unos cuantos afortunados, en concreto de 8.3 millones de personas en todo el mundo y, aunque cada vez se suman nuevos nombres a este ranking de privilegiados, la estrategia escondida es preservar un dominio del sector más privilegiado.
En Textos de Caos y Destrucción se dice, con un lenguaje que no es tan sutil como el que utiliza Needleman, que «la sociedad capitalista está basada en la mezquindad y el enfermo egoísmo, en la insana ambición y codicia, el sistema del banquero y del empresario es una abominación que esclaviza a toda la humanidad». Sólo al estudiar el comportamiento de los políticos ultraconservadores, no lo que dicen, se puede discernir la verdad de esas palabras. En la sociedad capitalista, por más horror que cause la retórica de izquierda, lo único que es temido es el comportamiento de los gobierno. Lo que ocasiona temor son los altibajos de la Bolsa y los mercados. Si el crecimiento económico en los mercados internacionales es menor al 3% (los millonarios, aspirantes a super-millonarios se preocupan); el buen rendimiento en las bolsas es asunto de bajas tasas de interés y estabilidad. El que se llame a 8.3 millones de personas millonarios no significa un reparto generoso y participación eficaz en la generación de riqueza. De ese número mundial, sólo 78,000 son ultra-ricos, es decir, con más de 30 millones de dólares. Los millonarios del mundo representan sólo el 0.2% de la población mundial, pero acumulan una riqueza equivalente a una cuarta parte de todo el dinero disponible.
Los liberales, asociados en gran parte al Partido Demócrata, son un ala menos descarada de este culto al dinero. Se atreven a discutir públicamente cómo se forma la clase super-millonaria de los EE.UU. Ellos no dicen que hacer dinero sea malo, sino que hay que dejar sus migajas para el sector mayor de la población, el sector trabajador y sus familias. Hay millonarios y multimillonarios en los dos partidos principales de los EE.UU.. Hacer dinero y administrarlo bien, compartiéndolo con el pueblo en oportunidades de inversión, no es la base programática de ninguno de ellos. Estos son, más bien, los secretos que ocultan o los datos que malorientan. En Textos de Caos el planteamiento es revelador: ¿Cómo ha sido posible que los EE.UU. haya superado a Europa, por primera vez, en el número de millonarios? ¿Cómo el que ya tiene dinero se las ingenia para multiplicarlos?
En la Administración Bush hay rastros de las respuestas. Para el sector de las corporaciones y los multimillonarios es importante accesar el gobierno y asegurarse que los funcionarios dicten y aprueben recortes de impuestos que les beneficien. Exactamente, fue lo que hizo George W. Bush, como antes Reagan. Los consejeros corporativos cuidaron, supervisaron y promocionaron ese proceso. La Casa Blanca y la Cámara de Representantes concedió $7.4 billones en exempciones de pago al impuesto mínimo alternativo para ayudar a 16 poderosas corporaciones; pero ese mismo año negó o recortó fondos a programas de protección de niños maltratados, Head Start, programas remediativos para después de horario escolar y otros catorce programas de ayuda a los más pobres.
Tal es la labor de personas como Grover Norquist, «arquitecto principal detrás del desmantelamiento de la estructura financiera» de los EE.UU.. Norquist, así como ese grupo del PNAC, son la voz de la corporatocracia, vestida de santa ovejas del Neo-Conservadorismo. Su tarea es desmantelar cada uno de los beneficios del ciudadano común y el pobre, asegurándose que para ellos the money game sea imposible. Cuando hay muchos jugadores que no pierden, la ganancia es menor. Hay que disminuir los impuestos a los ricos y las corporaciones, a más significativamente mejor. En los últimos años, en World Watch Report, se informó que en los EE.UU. el número de millonarios subió en un 14%. El informe de la Reserva Federal precisó que el 1% más rico de la nación es dueño de $2.3 trillones en acciones. El asunto es que cierta cantidad de los millonarios se hicieron multimillonarios.
Cuando escucho a los neo-conservadores hablar de la ética en la sociedad capitalista y el valor del dinero en la democracia, dos cosas llegan a mi mente como su verdadera esencia motivadora: la codicia como hábito creciente y el dinero, con sus ingredientes ocultos cuando se pone en servicio de ellas. Roy Hirsch decía que el dinero abre puertas, no sólo a la oportunidad, si no a la avaricia, la lujuria, el odio, el etnocentrismo y la santurronería. Con los mismos cinco ingredientes, se despliega la retórica conservadora para hilvanar su ética práctica. En el poder, en su accionar desde el gobierno, los Hambrientos Tiburones de la corporocracia «parece que quieren obtener siempre un mayor beneficio, lo que lleva a los más necesitados a tener cada vez más dificultades, debido a que su poder adquisitivo disminuye, porque todo lo que manejan los peces gordos cada vez les resulta a ellos más costoso, y les lleva a tener problemas en numerosas áreas, incluso más de los que tenían inicialmente».
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Bibliografía
Jacob Needleman, «Money and the Meaning of Life» [1994, San Francisco], 352 ps.
«EE.UU: Nueva crisis de la economía mundial refleja decisión del Bureau de la Reserva Federal», en: ArgenPress. Ver
«Ya hay 8.3000.000 millonarios en el mundo», en: Terra-EFE. Ver
Roy Hirsch, «Codicia, dinero, negocios, mente y la humanidad», en: Shvoong. Ver
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