Por Fernando Luis Pérez Poza, escritor español
El mundo está en crisis, no cabe duda. Los bancos se han quedado sin dinero y todos debemos arrimar el hombro para salvarlos del naufragio. Pobrecitos. A uno, en un primer momento, al escuchar la noticia, le entra la flojera y hasta le dan ganas de llorar o incluso de cantar aquello de Mambrú se fue a la guerra, qué dolor, qué dolor, qué pena. Pero luego, si se detiene a pensar, le surge una pregunta: ¿A donde habrá ido a parar toda esa tela marinera que falta de las cajas fuertes? ¿Será que el Bush está montando su corralito privado para cuando se retire al rancho de Texas? Porque para mí ese tío que parecía un poco corto es más listo que el hambre. Fíjense si será listo que se ha bastado él solito para lograr en ocho años lo que no consiguió el Che Guevara, ni Fidel Castro, ni todos los revolucionarios del mundo unidos en un siglo: ¡Cargarse el sistema capitalista! No, si al final el progresismo o la gente de izquierdas va a tener que erigirle un monumento.
La causa de la crisis, al parecer, son los créditos basura, es decir, setecientos mil millones de dólares prestados sin garantías. Desde luego en USA debe ser jauja conseguir fondos. ¡Mira que son tontos los atracadores que utilizan pistola! ¡Si no les hace falta! Si lo que dicen las autoridades económicas es cierto les bastaría con ir a la ventanilla de caja, esperar su turno, presentar un certificado de insolvencia, y… ¡vualá! ¡El saco lleno!
Pschssss… No sé, no sé. ¿Por qué será que a mí todo esto me huele a chamusquina? ¿Alguno de ustedes no ha ido alguna vez a pedir un crédito y no se ha visto obligado a llevar a la firma como avalista hasta al último hermano del cuñado de la tía de su abuela para que se lo concedieran?
Hace años que le pusieron la mortaja al comunismo y todo el mundo se apresuró a enterrarlo y ahora le toca el turno al capitalismo, como era de prever si se compara el devenir de la historia y se ve lo que sucedió en los siglos anteriores con otros sistemas, pero lo curioso es que el capitalismo, en sus últimos coletazos, utiliza fórmulas intervencionistas y hasta nacionalizadoras para salvarse de la quema, es decir, remedios propiamente comunistas.
Esto es el mundo del revés, como ha dicho Moratinos, el ministro de exteriores español. Los chinos volcados en una apertura capitalista y los americanos socializando sus bancos, vamos, algo así como ver dos burros volando al mismo tiempo.
A Bush le ha entrado una fiebre socializadora. Va a socializar las deudas que todos sus amigos, consejeros y altos ejecutivos de empresas multinacionales, han contraido con la banca para poder sostener su tren de vida, sus contratos blindados, sus sueldos millonarios y, tal vez, también, sus delirios bélicos o sus ansias de petróleo. ¿Y a que no saben a quién le va a tocar pagar el pato? ¿De verdad no lo saben? ¿No se lo imaginan?
Pues a nosotros, los de a pie, los que tienen las habas contadas de una nómina o llevamos la cruz a cuestas de tratar de juntar unos euros a final de mes y ver si nos alcanza para pagar la seguridad social de autónomos.
Vivimos en una sociedad en la que los bombardeos se suceden aunque no nos demos cuenta porque el capitalismo utiliza bombas silenciosas que desposita quirúrgicamente en nuestro cerebro, una tras otras, cada pocos segundos. Las dispara con unos tanques llamados radio, televisores, paneles publicitarios, incluso por internet, y funcionan como lentas minas anti-persona. Primero crean la necesidad de poseer algo que nunca se nos habría pasado por la imaginación tener. Si lo conseguimos, nos sentiremos satisfechos un momento, se lo contaremos o más bien se lo restregaremos por la jeta a todos los vecinos o amigos para que vean lo importantes que somos y luego aparcaremos el objeto del deseo en el montón de los trastos inútiles porque realmente no lo necesitábamos para nada. Si no lo conseguimos, nos sentiremos frustrados, unos perdedores, unos inútiles de tomo y lomo y deberemos recurrir al psiquiatra para que nos atiborre de pastillas y soportar mejor así el fracaso. Y, desde ese punto de vista, casi todos somos unos fracasados porque muy pocos pueden poseer el último modelo de todo lo que hay en el mercado.
Esa es la fotografía real del mundo en que vivimos y para sostener ese sistema de vida arrasamos el planeta, lo contaminamos, nos estamos merendando los polos, norte y sur, con tanta pasión como un helado de naranja helada en pleno desierto y éstos han comenzado a soltar inmensos pedos de metano, que hasta ahora habían sido contenidos por el hielo, y que destruirán la capa de ozono más rápidamente.
El mar está subiendo de nivel a marchas forzadas pero a nosotros lo único que nos preocupan son los bancos, que no se vengan abajo, para así poder cambiar de móvil y tirar el antiguo, todavía en uso, a la basura, hasta terminar de convertir el mundo en un inmenso basurero. Y por más vueltas que le doy al asunto, no veo le veo solución, salvo votar a McCain para que todo se acabe antes, y ya situado en la catastrofe, poner en práctica, adaptada a los tiempos, aquella teoría de la anarquía palafítica que inventó hace años un hermano mío y que consiste en que, cuando toda la supeficie de la tierra quede anegada por las aguas, cada uno se construya su palafito con cien metros de pesca a la redonda, eso si después de todos los acontecimientos y la subida del Euribor ha quedado viva alguna sardina.
Septiembre 2008©Fernando Luis Pérez Poza
Pontevedra. España
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