¿PARA QUÉ SIRVE LA POESÍA?
Por Carlos Daminsky
En esta alborada añil y rojiza, me pregunto; ¿para qué sirve la poesía? Para empolvar estantes, para cebar el ego de un yo presuntuoso... o incluso peor: para NADA. Un tragito amargo de licor sirve para que mis mejillas reaccionen e intenten una sonrisa de nuevo, y por el balcón hay tirados poemarios de: Rimbaud, Vallejo, Panero, Dylan Thomas, Lorca... Y algunos otros que como respuesta al tiempo, se tornan de una amarillo pajizo.
Esto es una senda perdida, con espinos resecos que ya ni siquiera quieren pinchar. Me ofreces tus besos de hielo, pero yo te otorgo mi sangre caliente. Me voy hasta la barandilla y el vaso se me escapa, allá van los versos saltando con el reguero de alcohol hasta que que cae y se hace añicos.
Un par de vecinos me miran con mala cara desde sus ventanas, sus interrogantes rostros pálidos preguntan claramente; ¿para qué sirve la poesía? No te entiende ni dios... pero tampoco hace falta. Tan sólo le pido que sea bueno y me dé un par de billetes de vez en cuando. Gamberro.
Un amigo, o algo que se le parece, se jactaba que había ganado más dinero con sus poesías que Baudelaire y que además, gracias a sus versos se iba a la cama con muchas mujeres. Y la verdad es que sus poemas eran una pura mierda. Se lo dije directamente. Se enfadó mucho. Ya no me habla. Ni tampoco hace falta que lo haga. ¿Y así somos lo vates? Intransigentes, orgullosos, intocables... El agujero del ombligo o el culo del mundo, no lo sé.
He regresado con el sabor de la sangre de las encías, es eso a lo que me saben mis poemas. Miles y miles de palabras perdidas y miles y miles de peleas con todos. Boxeador de medianoche.
La poesía no interesa a nadie, es algo demasiado estereotipado, es un bancal de estiércol, es un callejón sórdido con alevosía nocturna en el que te conviertes en pajillero... Me voy adentro de casa, ahora que me doy cuenta; he salido desnudo afuera con una erección de caballo.
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¿PARA QUÉ SIRVE LA POESÍA?
Notas ante un texto de Carlos Daminsky
Carlos Daminsky: Tú eres poeta y, en un crecimiento autoconscientivo. Por eso entiendo y comparto un texto como éste que has escrito. Son etapas autocríticas en aras de investigar y ponderar la propia actitud ante el lenguaje y la comunicación. Sólo quien es poeta hace este tipo de reflexiones, evalúa su lenguaje y sus intenciones.
Uno es quien da a la poesía una intención útil, por más modesta que sea. Lo más que llega a ser el lenguaje, o «habla cotidiana» es, para mí, lo que llamaría lenguaje de complicidad, verborrea de los raseros y las novelerías. Ese lenguaje, protegido y amparado, en Das Man / el Don Nadie / en sentido heideggeriano, suele ser el mero parloteo cotorrero del lenguaje sin propósito, tan compartido que no es propio, que es solamente la hueca manera de transferirnos a lo banal, a la seguridad inauténtica de un ser-con-otros, sin SER-YO-MISMO. Es un lenguaje meramente interactivo ante las reacciones del prójimo y las mediocridades, expectativas y necesidades irresueltas e insatisfechas que nos circundan.
En carne y hueso, por animales, no podemos evitarlo, porque un día para no cagarnos en público, la antipoesía nos exige pedir a otros, en lenguaje que entienda y prefiera, el utilitario: «¿Dónde queda la letrina?», «¿Dónde puedo ir por unos kilos de mondongo?»
Y, aún ese lenguaje común de la cotidianidad ruidosa, su utilidad tiene; pero, entre ciertos individuos, ese lenguaje no basta. A veces molesta, aunque pretenda ser el diálogo, casual y tolerable, que nos da una pertenencia con la gente, acudiendo a las misma palabras que están en los existenciarios de la persona que no somos. O no queremos ser. En cualquier palabra en el lenguaje está contenida una determinada concepción del mundo y, posiblemente, el poeta es más consciente de ésto que los que, acríticamente, simplemente abren la boca y hablan. Sueltan lo que la palabra tiene en sí, como concepto de mundo y, así... participan de una concepción del mundo impuesta mecánicamente por el ambiente externo.
El condenado poeta, a la postre, resulta alguien que mira hacia otra manera de pensar, otras implicancias. Quien no es poeta suele tener por única realidad útil y tontamente inverificada, sus sensaciones, porque de ahí deriva lo que quiere, o le gusta, o cree. Las ideas derivan de sus sensaciones y, además, de la externalidad de su cuerpo y de lo externo que le sea estímulo son sus estructuras. Los hombres que no son poetas-filósofos, ni en el mínimo grado, no son conscientes de sus ideologías / a veces ni de sus sentimientos / por tanto, las estructuras externas son inmutables y ninguna ideología cambiará el status quo, la máquina de sensaciones que es el mundo, el cuerpo y las necesidades.
No es que esperemos que la poesía cambie la estructura del mundo, cuando sólo es un lenguaje alternativo. Sólo que la poesía es una de las ideologías que nos prepara para utilizar otras ideologías que han de ser las transformadoras. La poesía es el comienzo de la sutileza incrédula que nos antepone ante la gente cerrada, conforme, atada a las sensaciones, cuyo lenguaje es la mierda de la complicidad y la inacción en el puto mundo.
Yo no creo que la poesía ofrece ninguna solución a los problemas del mundo. Entiendo sólo lo que ésta tiene de actitud: Que nos inclina a una intensificación emocional del lenguaje, desde donde se pueda exprimir sus esencias, que apuntan, por lo general, más allá de las inmediateces de la ideología impuesta mecánicamente por el lenguaje de las sensaciones que atan a la conformidad. El lenguaje que se extrae de la palabra con «actitud» crítica, no mecánicamente impuesta, alimenta la poesía, no como fruto ya hecho, sino como una constante praxis de validez sicológica.
A mí, la poesía me hace fuerte, más fuerte sicológicamente que al hombre que tiene que ir, con lenguaje utilitario, a preguntar dónde cagar sin ser choteado, arrestado, o negado de hacerlo, cuando la necesidad impera, y la ley lo prohíbe de hacerlo en público. No me voy a cagar encima, ni me voy a quedar las ganas con preguntar dónde se compra una cerveza o un kilo de morcillas. O, como tú dices, cuando experimentas una erección de caballo mientras sales al balcón:
«Me voy adentro de casa, ahora que me doy cuenta;
he salido desnudo afuera con una erección de caballo».
Sí. El lenguaje utilitario y prosaico que sea para eso, cumplir con las aspiraciones necesarias de mis sensaciones y necesidades vitales, a más privadamente mejor. Yo soy gregario; pero, en soledad, me siento más gratamente en mi espacio, donde pueda ser el «boxeador de (mi) medianoche». Buena metáfora ésta; porque la realidad, es que el mundo es un pugilato, en el que podríamos vivir peleándonos con todos.
Y la poesía, para que sea el trabajo de mi individuación más sagrada, personal, ennoblecedora. La poesía para que sea mi afirmación como individualidad humana.
Yo también soy un poeta enconado. Me gusta mi propio agujero, mi espacio de libertad, ante ese mundo externo. Y te planteas: «¿Y así somos lo vates? Intransigentes, orgullosos, intocables... El agujero del ombligo o el culo del mundo, no lo sé». Pues sí, te diría, así somos los vates. Queremos un agujero... si no quisiera mi agujero, buscaría la forma de estar pegado como apéndice a algún otro animal, sea el humano o el caballo, o ese animalazo del Leviatán tecnocrático, ser parte de un Super-Sistema que me anule o que me cuadre. Pero no, aunque sea desde el ombligo, o el culo, quiero ser distinto, rey de mi propio agujero y quien controle, armoniosamente, lo que me circunda. Lo que no quiero en mi cueva. En cuanto es así, yo quiero mi lenguaje personal y exploratorio; ser poeta es como ser un estudiante, siempre aprendiendo de una actitud en la que pueda ser tolerado y tolerante.
El poeta para no convertirse en un ser intolerable, e intolerado, necesita otro lenguaje, que él se elabora, que él ha investigado más, aunque para los otros vecinos, en este viaje rudo de la vida, sea un lenguaje poético que no interesa. Ahí reparo en lo que dices: «La poesía no interesa a nadie, es algo demasiado estereotipado, es un bancal de estiércol». Bueno, la poesía tiene que interesar por principio a uno, a quien la siente y la toma como orientación. Los demás que frían espárragos.
La voz ajena que nos da ese juicio [tal que la poesía es inservible], «flash» de menosprecio por la poesía, ni siquiera es un relámpago de cielo, cuya luz sea clarificadora. Ese «flash» es un retozón de penumbra jactanciosa que dicen los mediocres, los alegadamente pragmáticos, los cómplices del «status quo» y la imbecilidad entronizada; gente que no es suficientemente sutil ni para comprenderse ellos mismos ni comprender a otros. Esa gente tiene prisa de consumo, de vida lujuriosa y egoísta, como para que uno los vea que se sientan a oír a un poeta, o que escarben en su mismidad con atención. La poesía les es algo tan exhaustivo, aburrido y complejo, que no lo alcanzan. Ni siquiera me dan pena. A cada cual, su cruz.
No los compadezco ni culpo porque, posiblemente, ellos a la poesía no les han dado tiempo ni energía. No me sorprende que para ellos sea estiércol. Puede que éso nos ponga a mano, parejos en el juicio... Yo, como poeta, muchas veces me he planteado lo inverso. Ese lenguaje del que echa mano mi mundo prosaico y circundante, el ambiente de mi calle o mis vecindarios, es el que para mí es un «bancal de estiércol». Ellos, para mí, son los «pajilleros». Ellos son quienes, como expones, tiran por el balcón poemarios de Rimbaud, Vallejo, Panero, Dylan Thomas, Lorca...
Me gusta cómo comienza tu texto con esta imagen: «Alborada añil y rojiza». De hecho toda alborada creativa, todo inicio de reflexión sobre el lenguaje, tiene que invocar el azul añil que, entre los estudiosos de los Arquetipos, representa «el conocimiento, la integridad, la seriedad y el poder». Hay que ponerse ante el cielo y el mar para invocar lo que sea asociable con la estabilidad y la profundidad. Pero esta alborada que evocas, además de ese azul de añil de la Tradición de la Poesía Mística, se tiñe con el rojo. Y con este color es que se evoca el fuego y la sangre. También con él se connota peligro, guerra y energía. Además, determinación, pasión, deseo y urgencia de amor. Ningún momento más apropiado para referir una alborada creativa, intensamente polarizada a nivel emocional, que esa mezcla: rojo y añil.
La presencia del rojo en esta alborada es recomendable porque dramáticamente mienta la necesidad de tomar decisiones rápidas. El rojo significa un aviso importante. «Se prohíbe». «Precaución». «Peligro». La visibilidad alta del rojo, que resalta sobre otros colores, en el contexto de tu poema, implica lo que se halla subsiguientemente en tu texto. A veces la poesía nos parece distante. Sus besos paracen de hielo, aunque sea uno quien tenga la sangre caliente. ¿Poesía y alcoholes, poesía y suicidio, actividades de riesgo? La «alborada añil» te dice: Peligro y precaución.
De hecho, las alboradas rojas, aunque provoquen sentimientos de erotismo y unión, también hablan de ese «par de vecinos» espiones, que son el interés malsano de los «rostros pálidos» que preguntan, con su mediocridad, ¿para qué sirve ésto? Uno de tales vecinos, seguro es algún «pragmático» que no acepta otros valores, sino lo que da su rendimiento cuantificable, un utilitarista sin corazón; otro de esos vecinos, con rostro pálido, ha de ser un relativista, a quien la poesía / si mala o buena / le importa poco, «tan sólo le pido que sea bueno y me dé un par de billetes de vez en cuando».
Los rostros pálidos del par de vecinos no hablan de lealtad, confianza, sabiduría, ni inteligencia, ni fe, ni verdad ni cielo eterno. Pero en la «alborada creativa», ese añil que visualizas es un color beneficioso, con efecto relajante. Está ligado a la tranquilidad y la calma. Este es su arquetipo en la comunicación visual sugerente. Cuando haya mucha rojez de peligro en tu alborada, es mejor lo que hicíste: volver dentro de la casa y proteger tu desnudez (símbolo de aparente vulnerabilidad para las acusaciones públicas). Enciérrate otra vez con tus rituales y desde algún rincón, pero «adentro» de la casa del lenguaje, reexamina la alborada y lo que implica ese azul-añil.
El azul es el mejor color y más propio de una alborada, en el cielo como su pulcritud y en las cosas humanas como la lealtad con uno mismo, que es la confianza, la fe o la calma y la sabiduría. El azul es la higiene del lenguaje, o de la consciencia. En la heráldica, representa la sinceridad y la piedad.
Cuando yo comencé a explorarme a mí mismo, como poeta, descubrí la parte azul de mi alborada. Te comparto estos textos de mi libro El hombre extendido:
Biografía escrita en azul
La mundanidad en que he vivido no fue hecha para mí.
Yo soy consciencia viva y el mundo tiene facha
de cadáver y no tiene verdad que respete la vida.
El tiempo es corredor y atleta
de flaco espacio y sus huesos y músculos
pasan de largo a prisa y, si me meto en el medio,
me empujan, me derriban. Les estorbo.
El espacio se ha llenado de dueños,
propietarios ajenos, que no me dan una tumba
con mi nombre, que no me edifican un cimiento.
Yo sé lo que soy, una consciencia
que habla sobre universo con amor y una energía
que busca conexiones que otros rompen
y obstruyen y niegan sobre el mundo.
Para mí, en cuanto es lo que sucede,
la fisicidad me despoja. La engañifa de lo vivo
me persigue; en la asocialidad me internaron.
Escribiré en azul, hasta que me canse,
por terco. Escribiré mis principios superiores
(porque por ellos sostengo mi esqueleto).
Sufro lo que me toque. Hay más cosas
que lo que ven mis pupilas; posiblemente,
diga algunas de ellas para incrédulos.
13-4-2000 / El hombre extendido
<>
Biografía escrita en azul (2)
Yo puse mi yo, quizás por un capricho,
en el ahí de un allá donde no hay algo que muera,
en ese Todo-Unitario que es el universo
y no la ilusión del ahora que irrita
y agobia y juega al escondite
con mis cinco sentidos refinados
y mi arcilla blanda y mi alambrada
de óseo calcio, mis huesos.
Yo puse mi visión en una diléctica infinita
y elegí ser poeta para decirlo al mundo
por consuelo. Otros sienten como yo.
Otros hacen lo mismo.
II.
Allá lo puse todo.
Como guardándolo del daño que conspira
el que cree que las culpas nunca
se terminan, no se curan,
sino con castigo y venganza,
némesis cotidiana y pesimismo.
Esto sé: Que la vida es energía
y ninguno la destruye, consciencia viva
que es sincrónica al vincular los azares,
cuanto parece disperso, caduco.
Otros sienten como yo.
Otros comunican lo mismo.
16-4-2000 / Sequoyah Virtual
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Finalmente, Daminsky, me gustaría publicarte en Sequoyah. He seleccionado algunos textos tuyos, muy interesantes, para comentarlos y publicarlos como parte de un ensayo sobre tu poesía. O tal vez requerirte una entrevista en que nos hables acerca de tus cuentos y poemas. Me envuelvo, poco a poco, en tu lectura. Creo que te enviaré un cuestionario de entrevista después que pasen estos días de fin de año. Piensa en algunos textos que te parezcan representativos de tu proceso literario y si te gustaría publicarlos en la revista Sequoyah.
Por de pronto, un abrazo,
carlos lópez dzur
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El hombre extendido / La función de la poesía / Las tareas / El ppeta que preserva su unidad