Por Addhemar Sierralta / Periodista peruano
Conocí a Juan Velasco Alvarado en octubre de 1970. Dos veces conversé con él. Después de la sesión del Concejo Provincial de Talara donde fue declarado huésped ilustre y en la improvisada conferencia de prensa que concedió a los medios, luego del evento, en la calle frente al antiguo local municipal. Me pareció un hombre sencillo y con mucha ilusión de lograr un Perú mejor.
En esos días estaba en el Comité de Recepción de la visita del presidente Velasco a Talara para celebrar el primer aniversario de la toma de las instalaciones de la International Petroleum Company.
Si bien Velasco me causó buena impresión, por su sencillez , jovialidad y trato afable, no fue así con la mayoría de los ministros de su Gabinete –excluyendo a Ernesto Montagne- a quienes conocí en la F-4 (Casa de Gerencia de PetroPerú). Ellos, a mi criterio, parecían oportunistas y poco preparados. No me equivoqué porque más adelante lo demostraron. No quiero mencionar nombres, a esta altura de los acontecimientos, para no abrir viejas heridas.
Velasco, quien fuera ayudado en su carrera por el ex Ministro de Guerra de Odría, general Félix Huamán Izquierdo, a quien también conocí, había sido tropero y se distinguió luego como buen cadete y oficial. Tampoco deseo analizar los detalles del golpe de 1968 pero estimo que el general hizo un viraje en su pensamiento cuando conoció a Fidel Castro y se fue rodeando de izquierdistas tradicionales y de los advenedizos.
La situación del Perú, por esos años, con sus ciudadanos llenos de esperanza al comienzo se fue trastocando en una frustración. Velasco quiso ser comunista sin serlo. Devino en un dictador más sin convicciones y jaloneado por izquierdistas y oportunistas de derecha que lo alababan y se arrepintieron después, tuvo que soportar una cruel enfermedad que minó su energía y acabó con él.
En una reunión en el Círculo Militar del Perú estaba de visita el general cubano Ochoa, el mismo que fuera fusilado por el gobierno de Fidel, y se sorprendió de la fastuosidad de la recepción, de los licores importados que corrían como agua y de los manjares excepcionales. Comentó a un grupo de oficiales del ejército peruano : «ustedes no son comunistas. Esto no lo haríamos en Cuba», señaló. No se si lo dijo por jactarse de su revolución o porque realmente pensaba así, ya que en la isla también se celebra por todo lo alto.
Dentro de lo bueno, lo malo y lo feo del gobierno de Velasco quiero resaltar dos puntos : primero que logró infundir en la ciudadanía un sentimiento nacionalista rescatable; segundo que la concepción del reparto de utilidades a los trabajadores de las empresas y su participación en el directorio de las mismas fue algo viable pero que se le escapó de las manos. Ese aspecto, aún más de 40 años después, estimo debe ser revisado para que los empresarios (en especial los neoliberales) mediten sobre la participación de sus trabajadores y el estímulo que ellos deben tener. Me parece que se exageró con la presencia en los directorios como Comunidad Industrial, pero debe verse una participación real en el accionariado de las empresas. En U.S.A., por ejemplo, muchas organizaciones empresariales conceden acciones a sus trabajadores.
Evidentemente la toma de los medios de comunicación fue un error muy grave, lo mismo que la Reforma Agraria, la eliminación de la democracia, dentro de otros que no analizaré en esta nota.
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