Por Arturo Cardona Mattei / Escritor boricua
Viajamos en una nave espacial llamada planeta Tierra. En ella vamos más de 6 billones de seres humanos. Aquí fuimos puestos para que vivamos para siempre. O sea, no hay otro lugar o planeta donde podamos tener este sistema de vida. Hasta ahora la ciencia no ha podido encontrar ni probar que hay otros lugares similares al nuestro. Estamos perfectamente colocados en un universo inmensamente grande que hace posible todo el sistema de vida que conocemos y disfrutamos. Irremediablemene, aquí es donde viviremos para siempre. La gran diversidad de vida que tenemos hace placentera nuestra estadía por estos contornos. Aquí es donde la humanidad ha tenido sus luchas, logros y fracasos.
Por los últimos 6 mil años la vida en este planeta ha cambiado enormemente. Siempre que nos damos con un obstáculo hacemos lo indecible para obtener un triunfo sobre esa piedra que nos sale en nuestro camino. Gracias a la gran inteligencia de muchos hombres y mujeres –a través de métodos científicos- la humanidad se ha movido en busca de mejores niveles de vida. Hemos caminado un largo camino, pero aún hay mucho por caminar. La misión del hombre, acompañada por sus inagotables ambiciones, no parece tener fin. Alcanzamos una meta hoy, pero mañana plantamos otra bandera en nuestro horizonte.
Lo que el hombre no ha podido descubrir es la forma de cómo dejar atrás el egoísmo, la avaricia, la injusticia y la carencia de paz. Estas son las fuerzas negativas que han viajado con nosotros por esos últimos 6 mil años. Lamentablemente, el cuadro mundial de fracasos nos indica que el hombre aún tiene mucho que aprender para saltar esos obstáculos que tanto daño le han ocasionado a toda la raza humana.
Mientras el hombre siga caminando con tan pesada carga no vamos a hacer posible el mundo nuevo que todos anhelamos. Los políticos se desgañitan hablando de progreso, paz y justicia. Pero ellos son parte del problema de que los pueblos no lleguen a alcanzar tan elevadas metas. Y los líderes religiosos, esos altaneros señores que se autoproclaman mensajeros de Dios en la Tierra, solo nos hablan de parcelas celestiales, y si cooperamos bondadosamente con el diezmo podríamos obtener grandes riquezas del cielo. La hipocresía y corrupción de ambos –políticos y religiosos- han metido a toda la humanidad en un gran hoyo negro y profundo.
La felicidad y el bien común no solo se alcanzan a través de logros materiales y científicos. El hombre es algo más, y necesita algo más. Tenemos que lidiar también con los principios morales, con la ética y con los ideales espirituales. Si perdemos estas cosas en nuestro vagar por el mundo, entonces jamás tendremos una vida completa. El oro y la plata pueden comprar casi todo, pero nunca podrán poner sobre la mesa la felicidad que tanto buscamos. Cada cosa tiene su sitio, su tiempo y su propósito.
Siempre me he preguntado, ¿cómo es posible que con tanta guía y sabiduría que acepta este mundo, tales como las filosofías políticas, económicas, científicas, educativas, sociales y religosas tengamos un mundo en tan precaria situación? Es increíble cómo el hombre pierde la razón y tira por la borda la paz, la justicia y la felicidad de la humanidad. Tuvimos una organización mundial llamada la Sociedad de Naciones. Su principal ideal era acabar con las guerras y traer la paz. Esa organización política se fue al abismo en pocos años. Luego de la segunda guerra mundial vino a tener vida la Organización de las Naciones Unidas. Con propósitos e ideales similares, también ha mostrado ser un instrumento político incapaz de alcanzar tan elevadas metas.
El brazo militar de la ONU ha estado implicado en numerosas contiendas bélicas, donde millones de seres humanos han perdido sus vidas. La paz se pasea muy lejos de ese recinto político. Y líderes religiosos del calibre de los papas Paulo VI y Juan Pablo II, han afirmado que esta organización política –la ONU- es el último refugio que le queda a la humanidad como esperanza de paz. Así se blasfema y degrada el nombre del Magnífico Creador de la humanidad y el propósito divino que éste tiene para toda su creación. Ciertamente, los propósitos de los hombres y los designios de Dios están en franca colisión.
A todo lo largo del siglo XX la humanidad vivió horrorizada por las inacabables guerras. Más de 100 millones de vidas humanas se perdieron en conflictos bélicos. Los “soles y estrellas” de este mundo nos siguen empujando hacia el despeñadero.
Con este historial humano tan ruinoso, ¿qué nos depara el futuro?
Caguas, Puerto Rico
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