Por Arturo Cardona Mattei / Escritor y poeta puertorriqueño
A eso es lo que apuntan todos los indicadores económicos. Noticia tras noticia nos traen serias advertencias de que los dolores económicos son reales. Que van a estar un buen tiempo con nosotros. Y que una esperada recuperación no va a ser fácil, ni a corto plazo. Los llamados estímulos económicos son una cataplasma a corto y mediano plazo, pero la enfermedad seguirá latente. Estos son pasos más acorde con la política que con la economía. Hay que mantener a como de lugar la confianza de la gente para que no se piense en una posible catástrofe económica. Los nubarrones que se ven en el panorama económico son muchos y pesados. El tiempo de las vacas flacas está sobre nosotros.
El juego manipulador de la economía se ha usado por muchas décadas. Y cada cierto número de años el sistema económico sufre contracciones y expansiones que hacen temblar al mundo. Así es, estos malestares son de alcance mundial. Lo que empieza en un extremo del planeta se traslada al otro extremo del globo en cuestión de días. Esto es parte de esa llamada globalización que tan perjudicial ha sido para los pueblos, especialmente los pobres y subdesarrollados. En este juego económico, con todos sus vaivenes, estamos todos metidos. Y no hay manera de salirnos. La mejor arma que tenemos a mano es la prudencia al usar nuestro dinero. El gobierno lo que hace es proveer soluciones temporeras, pero no resuelve la crisis. Todo lo contrario, la alarga, la pospone, la tapa. Los grandes intereses políticos y económicos nos esconden la verdadera realidad para evitar un pánico masivo que eche a perder los planes de esos poderosos intereses. Esos intereses quieren seguir viviendo del sudor de todos los ciudadanos. Siempre pretenden tenernos recogiendo las migajas que caen de sus mesas. En sus malévolos planes no está el buscar una cura permanente. Si una cura permanente apareciera y se aplicara, entonces esos poderosos intereses perderían su razón de ser. Es todo una falacia cuando se habla de proteger los intereses de los ciudadanos. El ciudadano, el consumidor, son los peones que crean las riquezas con las cuales esas poderosas fuerzas se alimentan y viven.
En su libro El nuevo desorden económico, el economista Dr. Larry Bates, hace una extensa exposición explicando y detallando todo este enredo político/económico que se está viviendo al presente. Lo que vivimos es el pillaje más sutil de toda la historia humana. Uno a grado superlativo. Veamos una cita. «Los autores de nuestra Constitución nunca intentaron que el gobierno proveyera para nosotros; solo quisieron que nos protegiera. Sin embargo, con el paso de los años el Congreso, el presidente y los tribunales, han olvidado aquella intención y han usado el pillaje legalizado (tomando lo de algunos estadounidenses por la fuerza de la ley, y dando sus propiedades a otros escogidos por los politicos), para servir el interés personal de los políticos, más que el del público». En este enredo tan bien tramado está la razón y lógica de la fea realidad que vivimos: que las riquezas están dolorosamente mal distribuidas. Por eso cada día hay más pobreza. La separación entre el rico y el pobre es cada día más amplia.
Desde tiempos bíblicos se nos advierte de la maldad del hombre en sus tratos con su prójimo, específicamente en los negocios. He aquí una cita que viene al pelo. «Oigan esto, ustedes los que tiran a morder a alguien que es pobre, aun para hacer que los mansos de la tierra cesen, y dicen: ¿Cuánto tiempo falta para que pase la luna nueva y podamos vender cereales? ¿También el sábado, y podamos ofrecer grano en venta; para hacer pequeño el efá y para hacer grande el ciclo y para falsificar las balanzas del engaño; para comprar gente de condición humilde por simple plata y a alguien pobre por el precio de un par de sandalias, y para que vendamos simple desecho de grano?» El hombre siempre ha buscado la manera de robar las riquezas que otros producen. Al presente esa maldad ha escalado peldaños atrevidamente utilizando los medios más sofisticados. Hoy la ley es su más fiel acompañante. El hombre tuerce la ley para perjudicar a unos muchos y favorecer a unos pocos. Desde aquellos tiempos bíblicos el hombre ha pulido bien su maldad. El sistema político/económico que vivimos es uno de pillaje, es inmoral, antiético y salvajemente inhumano. Por algún lado, en algún momento, tiene que explotar y desaparecer. Todo tiene su límite. La enorme pobreza mundial está ahí gritándonos que ellos también son seres humanos que quieren vivir como tales. El egoísmo malvado del hombre no tiene oídos para esos reclamos. Este sistema está descaradamente manchado. Está podrido. No tiene corazón.
Cierro con otra cita bíblica: «En las calles arrojarán su plata misma, y su propio oro llegará a ser una cosa aborrecible. Ni la plata ni el oro de ellos podrá librarlos en el día del furor de Jehová». No es de extrañar que nos llegue de sopetón el día en que toda riqueza material sea cosa inservible. La justicia del hombre es una mal oliente, es perversa, es hueca, es torpe, es obtusa. En fin, es una justicia letrinesca.
Caguas, Puerto Rico
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