Por Arturo Cardona Mattei / poeta y escritor puertorriqueño
En el año 2008, Haití fue azotada por varios huracanes. Como siempre, las desgracias fueron muchas. Hambre, muerte y desolación corrieron por la geografía haitiana. Ahora, a penas comenzado el año 2010, Haití vuelve a ser sometida a la ley y furia de la naturaleza. La nación más pobre de este hemisferio una vez más necesita la ayuda material que el mundo entero pueda ofrecerle. La situación es muy grave en todos los sentidos: en lo social, político y económico. Haití se nos muere en las manos. Son seres humanos que solo han conocido un lado de la vida: las desgracias de toda índole. Haití se derrumba ante los ojos del mundo. Haití vive momentos desesperantes. Estas son horas, minutos y segundos donde hay que olvidarse de protocolos y reglamentos. Hay que actuar sin dilación.
Nunca faltan las voces de líderes religiosos aduciendo a los castigos de Dios. Una vez más, el televangelista norteamericano Pat Robertson ha hecho unas declaraciones totalmente desenfocadas. Este falso profeta vuelve a derramar su verbo religioso para decir que Haití sufre una vez más el castigo divino por tener un pacto con el Diablo. ¿Y quién es este predicador para hablar de pactos diabólicos? Pues, este afable mentiroso es el mismo que tuvo una cerrada amistad religiosa, política y económica con el ya desaparecido tirano de Uganda, Idi Amin. Este es el falso profeta que hace uso de su poder económico y de la libertad de palabra para promover el miedo en la nación norteamericana. Pone la nación a temblar al hablar de ataques destructivos contra los Estados Unidos. Es el mismo profeta hipócrita que dijo que el huracán Katrina fue otro castigo de parte de Dios. Este es el mismo profeta de probeta que declaró que el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, podría ser asesinado para sacarlo del poder. Su lista de odios irracionales es larga.
Este es el torpe profeta que usa su estación televisiva para predicar milagros que no son otra cosa que puras charlatanerías. Este es el mismo profeta mentiroso que se alaba por estar en los negocios del Señor, cuando la pura verdad es que amasa una inmensa fortuna a través de negocios terrenales.
Ejemplos de sus riquezas son: su inmensa mansión con una pista de aterrisaje privada situada en el estado de Virginia. Un pequeño hotel, negocios en minas de diamantes en Zaire, y una compañía de vitaminas (Kalo Vita). Todo un imperio económico valorado entre $150-200 millones. Y para remachar su amor por los grandes negocios, cuenta entre sus más grandes colaboradores a la familia Joseph y Holly Coors, magnates cerveceros del estado de Colorado. ¿Dónde está la moral de este clarividente religioso? ¿Cómo se atreve a decir que Dios le revela todas esas cosas que van a pasar en el mundo? Con razón he dicho tantas veces que la ceguera espiritual es de un alcance y una profundidad mundial.
Para el año 2005, los estúpidos donantes y amigos de este sacrílego profeta habían puesto en sus manos la friolera de $160 millones.
La nación norteamericana cuenta con una pléyade de televangelistas que están cortados con la misma tijera. Todos multimillonarios viviendo la gran vida terrenal. Entre ellos están: Benny Hinn, Jesse Duplantis, Kenneth Copeland, Tim LaHaye, Robert Schuller, Jerry Falwell, Jim Bakker y Oral Roberts, entre muchos otros. Creo que el lema de ellos debe ser: el cielo es para los pobres, la tierra es para los ricos. ¡Qué le importa la salvación de la humanidad a estos trogloditas de la religión falsa! Estas son las columnas de la torre de la infamia religiosa de este mundo. De estos lengüeteros religiosos el pueblo de Haití no puede esperar nada. El brazo político de toda esta mafia religiosa –la Coalición Cristiana- tiene como propósito el acaparar puestos políticos en los cincuenta estados y en la Cámara y Senado de Washington, D.C. ¿Para qué? Para montar un estado político/religioso a la imagen de otros estados teocráticos que pululan por el mundo, especialmente en el seno musulmán. El fanatismo religioso cunde por todas las latitudes del globo terráqueo. Y Puerto Rico no está inmune de ese virus religioso.
Yo creo en las promesas que están abiertamente declaradas en la Biblia. Algunas de ellas son: «Jehová hace cesar las guerras hasta la extremidad de la tierra». «Realmente se sentarán, cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera, y no habrá nadie que los haga temblar». «En cuanto al que me escucha, él residirá en seguridad y estará libre del disturbio que se debe al pavor de la calamidad». «Ningún residente dirá: estoy enfermo». «Como el último enemigo, la muerte ha de ser reducida a nada».
Las guerras, los conflictos civiles, el crímen, la violencia, y el hambre son algunas de las plagas de la humanidad que hacen que millones vivan en temor. Lamentablemene, este cuadro mundial de desgracias lo vamos a seguir viendo hasta tanto ese mundo prometido se convierta en realidad. En esas promesas descansa toda mi vida. Si todo eso resultara ser un mito, entonces la humanidad no tiene razón alguna para preocuparse y sentirse mal. Seremos rehenes de la muda naturaleza por los siglos de los siglos. Y toda nuestra maldad no será castigada. Entonces, los líderes religiosos de este mundo tendrán una libertad completa e ininterrumpida para seguir con sus infames falsedades.
Caguas, Puerto Rico
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