Por Arturo Cardona Mattei / Escritor puertorriqueño
Vivimos en un mundo falto de seguridad. La paz es letra muerta. La justicia es una ilusión. Las guerras aturden a la humanidad. Los valores de tiempos milenarios se han desmoronado. La delincuencia está imparable. La deshonestidad y el engaño nos tienen atrapados. La corrupción es agobiante. Nada de lo bueno y lo limpio se ha salvado de toda la maldad que existe en nuestro mundo. La confianza se ha desvanecido. El amor por los otros se agota irremediablemente. Enfermedades y pestes siguen galopando sin frenos por el globo terráqueo. La pobreza sigue en aumento. El cuadro mundial que tenemos mete miedo. Los sistemas políticos, económicos y religiosos son cómplices de toda esta gran maldad.
¿Cuánto tiempo podrá sobrevivir este mundo bajo estas circunstancias? Los ingredientes están presentes. Creo que estamos cocinando un gran desastre de proporciones nunca antes vista. Hollywood multiplica sus riquezas llenándonos de películas que auguran un final catastrófico. Ultimamente se escribe mucho sobre las profecías Mayas. Y las profecías de Nostradamus siguen siendo muy populares. Todo esto abona a la gran inquietud que siente la humanidad al no conocer con certeza el futuro. El miedo y la ignorancia han cambiado nuestro modo de pensar. Ninguna otra generación ha oído hablar tanto acerca del fin del mundo.
La realidad que vivimos diariamente pesa mucho en nuestras mentes, pues lo negativo nos llega en grandes cantidades. El sistema político es un nido de corrupción. el sistema económico cada día se hace más inestable. Y el sistema religioso recoge en su seno la más vil hipocresía. Todo esto lo tenemos a nivel mundial.
Estos tres pilares de toda la sociedad mundial han tenido un maridaje de muchos siglos. Han invadido los mismos pueblos. Han pisado las mismas tierras. Han colonizado las mismas gentes. Y han impuesto sus criterios a la fuerza. Y sus riquezas las han amasado como suyas. Cuando la cabeza está enferma, el resto del cuerpo no puede funcionar del todo bien. Líderes corruptos e inmorales no pueden guiar a un pueblo hacia puerto seguro. Tarde o temprano el barco tiene que irse a pique.
El mundo ha vivido muy poca paz, pero sí muchos escenarios de guerras. Este siglo XX1 nos seguirá trayendo noticias sobre más guerras. Oraciones y plegarias hipócritas y huecas no nos van a consolar. Esos pedidos contaminados no serán oídos.
La primera guerra mundial fue una devastadora. Desestabilizó todos los cimientos sociales, políticos, económicos y religiosos. Y la segunda guerra mundial -26 años más tarde- fue mucho más destructiva. El pasado siglo XX se convirtió en un matadero mundial. Jamás el mundo había sido testigo de tanta locura. Con ese historial tan brutal e inhumano no podemos albergar muchas esperanzas. El presente se nos muestra peligroso. Y las ilusiones de un futuro mejor nos podrían muy bien reventar en nuestra propia cara. Siempre buscamos y deseamos lo mejor, pero la demencia humana también tiene su propia agenda. El altar de la maldad siempre tiene sus puertas abiertas. Hasta el día de hoy la locura ha vencido a la razón. Dijo Cicerón: «La verdadera función de la sabiduría es distinguir entre El Bien y El Mal». Si esto es así, entonces el hombre ha probado hasta la saciedad cuán grande es su estupidez. Pues, ha hecho de este planeta un enorme cementerio y una fea cloaca.
Ahora bien, ¿qué sistema político nos podrá garantizar un mejor mundo? ¿Qué sistema económico nos podrá salvar de una pobreza paupérrima? ¿Qué sistema religioso se nos podrá poner de frente con altos quilates morales y espirituales? ¿Cuándo terminarán las lágrimas de dolor para toda la raza humana? ¿Llegará el día en que el mundo no tenga lamento ni clamor ni dolor? ¿Será posible mejorar el mundo? Veamos lo que nos tiene que decir un ex-asesor del gobierno de los Estados Unidos.
«La política es incapaz de devolver la cohesión a la sociedad, pues no está bien preparada para restablecer los principios morales tradicionales. Ni el mejor programa puede recuperar los valores relacionados con el noviazgo y el matrimonio ni hacer que los padres sean responsables de sus hijos ni que la gente vuelva a sentir indignación y vergüenza como antes. La ley no logra erradicar la gran mayoría de los problemas morales que nos aquejan». ¡Qué colosal chapucería la del hombre al ejercer su mayordomía sobre la tierra!
Voltaire dijo: «Es muy peligroso tener razón cuando el gobierno está equivocado».
Caguas, Puerto Rico
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