Por Arturo Cardona Mattei / Escritor y poeta puertorriqueño
Es intrigante ver cómo la ciencia y la Biblia no están de acuerdo en ciertos temas. A la misma vez, es esclarecedor cómo se dan las manos en otros asuntos. La comunidad científica se aferra a sus teorías y no da su brazo a torcer en cuanto a su negación de un Dios supremo, infalible, justo y poderoso. Sencillamente, no creen en Dios y hacen todo lo posible por desterrarlo de la mente de los seres humanos. En escuelas, colegios y universidades la ciencia es materia de suma importancia. No tengo ninguna duda de su gran importancia y sus grandes logros con beneficios para toda la humanidad. Sería una locura sacar las ciencias de las aulas de los centros docentes.
En una carta dirigida al director de la revista Time, se dice lo siguiente: «La mayoría de los cristianos creen que los relatos de Génesis, como el de Adán y Eva, son puras alegorías». También eruditos católicos y protestantes afirman que gran parte de ese libro bíblico no concuerda con la evidencia histórica ni científica. ¿Tenemos alguna base para creer en ese relato, donde comenzó la vida según la conocemos hoy? Veamos.
La Biblia da esta sencilla explicación: «Jehová Dios procedió a formar al hombre del polvo del suelo y a soplar en sus narices el aliento de vida, y el hombre vino a ser alma viviente». Recordemos, la Biblia no es un tratado de ciencia, pero explica científicamente muchas cosas. Veamos si este versículo tiene base científica.
Según el libro Nanomedicine, el cuerpo humano está formado por 41 elementos químicos. Entre estos figuran el carbón, el hierro, el oxígeno y muchos otros componentes básicos que también están presentes en el polvo de la tierra. Quiere esto decir que estamos literalmente hechos del polvo del suelo. Hay ciencia y poesía en dicho relato. Y contiene una sencillez difícilmente de imitar por los hombres de ciencia.
Nos dice una fuente bíblica: “Ahora bien, pensemos en el formidable trabajo que supondría combinar esta variedad de elementos inertes a fin de producir un ser humano». Continúa así: «Para darnos una idea, tomemos por caso una de las máquinas más complejas que se han sideñado: el transbordador espacial. Esta maravilla de la tecnología tiene nada más y nada menos que dos millones y medio de piezas». Pues bien, ¿qué hay del cuerpo humano? La cita dice: «este está formado por 7.000 cuatrillones de átomos, 100 billones de células, una gran cantidad de órganos y al menos nueve sistemas que hacen posible su funcionamiento». ¡Eso sí es ciencia! ¡Eso sí es tecnología! ¿Será necesario un diseñador de primera para lograr tan sofisticado producto biológico? ¿Sería un mono el arquitecto de tan magno ejercicio inventivo? ¿Podrá algo tan complejo advenir a la vida como si fuese un juego de azar?
¿Cómo se colocaron en tan perfecta armonía todo ese conjunto de órganos, celulas y huesos? ¿Cómo tomó vida tan maravilloso experimento? Los científicos admiten que no lo saben. De hecho, ni siquiera se han puesto de acuerdo al definir qué es la vida. ¿Y cómo adquirió esta criatura el don del habla, el pensamiento y sus principios morales, éticos y espirituales? ¿De dónde tomó su libre albedrío? ¿Cómo fue dotado de un cerebro tan extraordinariamente complejo y desarrollado? ¿Por qué se siente tan atraído por las bellas artes? ¿Por qué ama la verdad y detesta la mentira? ¿De quién copió todos esos atributos tan nobles y elevados?
Hay otras pruebas no científicas que sí prueban la historicidad de los relatos de Génesis. Pruebas son, los capítulos uno al nueve de Primero de las Crónicas y el capítulo 3 del Evangelio de Lucas. Allí encontramos listas genealógicas del pueblo judío. Estos detallados registros abarcan 48 y 75 generaciones, respectivamente. Ambas listas mencionan a Adán junto a personajes históricos como Salomón, David, Jacob, Isaac Abrahan y Noé. Dado que todos los que aparecen en estas listas existieron en la vida real, ¿no es lógico pensar que Adán también fue una persona real?
Pero sobre todo, el testimonio bíblico más confiable sobre la existencia de Adán y Eva es el propio Jesucristo. Respondiendo a una pregunta dijo: «Desde el principio de la creación Dios los hizo macho y hembra”. ¿Recurrió Jesús a una alegoría? ¿Mintió Jesús para salir del paso? Si Jesús mintió, entonces, ¿dónde queda su santidad? ¿Acaso cayó en pecado? ¿Perdió su perfección como hombre terrestre? ¿Cómo pudo ser escogido por su Padre para redimir a toda una humanidad pecaminosa?
Finalmente, ¿qué propósito tiene la vida para quienes rechazan el relato de Génesis? Para Richard Dawkins –un conocido científico evolucionista que rechaza la existencia de Dios, en el universo no hay «ningún diseño, ninguna intención, ningún bien ni ningún mal, nada más que indiferencia ciega y despiadada». ¡Qué perspectiva tan deprimente para la raza humana! Vivir así sería ponernos al nivel de los animales irracionales. Sería vivir sin conciencia de nada. Tendríamos un cerebro vacío sin producir ninguna clase de pensamiento. Seríamos una cosa. No tendríamos motivos ni razones para preocuparnos. Seríamos máquinas deambulantes. Seríamos completamente amorales. El llanto y dolor de un bebé serían ignorados por sus padres. ¡Qué horror de vida llevaríamos sobre nuestros hombros!
Quien no vive para servir, no sirve para vivir.
Caguas, Puerto Rico
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