De ArgenPress
La visita del presidente ruso Dmitri Medvédev a Eslovaquia y la República Checa los días 6 y 7 de abril permitió a los ciudadanos de esos países miembros del desaparecido Pacto de Varsovia la oportunidad de conocer de cerca al presidente de Rusia, país que durante décadas fue su antiguo aliado.
Durante los últimos años Rusia se ha visto envuelta en debates con los países de Europa del Este acerca del pasado y el presente. Es simbólico que el mandatario ruso decidió iniciar su gira por la mencionada región en Eslovaquia que junto con sus vecinos, la República Checa y Austria, fue la primera víctima de la ofensiva de Hitler.
La primera República Eslovaca (en realidad, un régimen títere de la Alemania nazi) fue creada y proclamada independiente en 1939. Aunque sus líderes se daban por cristianos y se vanagloriaban de la soberanía recién adquirida, no tuvieron nada de cristiano o soberano en su colaboración con los nazis.
Los soldados soviéticos descubrieron qué sentimientos experimentaba el pueblo eslovaco hacia los nazis sólo en agosto de 1944, cuando los eslovacos hicieron un intento de poner fin a la ocupación alemana al mismo tiempo con la sublevación de Varsovia.
Desafortunadamente, los eslovacos fracasaron, pero los combatientes del movimiento de resistencia que sobrevivieron posteriormente se unieron al Ejército Rojo de la Unión Soviética que inició una ofensiva para la liberación de Bratislava, y el 4 de abril de 1945, tanto soviéticos como eslovacos entraron juntos en la ciudad.
Según los datos estadísticos de la URSS, las pérdidas sufridas por el Ejército Rojo durante la liberación de la antigua Checoslovaquia ascienden a unas 140 mil personas, entre los que por lo menos 60,000 murieron en combates en Eslovaquia.
Los eslovacos lo recuerdan. A diferencia de los países limítrofes, Polonia y la República Checa, Eslovaquia conservó casi todos los monumentos a los soldados libertadores soviéticos. Hay muchas placas conmemorativas en Bratislava que marcan los lugares de las más sangrientes batallas.
Los historiadores y analistas locales coinciden en afirmar que lo único que pudieron aportar los soldados soviéticos a Eslovaquia fue la liberación del país de los invasores nazis. Los soldados fueron incapaces de dar solución a todos los problemas nacionales, ni asegurar el crecimiento económico, la prosperidad y libertad absoluta de Eslovaquia, porque eso tampoco lo tenían en su propio país, la URSS.
Sea como sea, lo más importante es que el Ejército Rojo puso fin a la amenaza más grave para Europa en aquella época, es decir, el dominio nazi a largo plazo. Hoy día, parte de la comunidad internacional tiende a olvidar ese hecho irrefutable, que de hecho es la alternativa a la gran victoria común en la Segunda Guerra Mundial.
En su Breve historia del mundo, el ilustre historiador británico John Morris Roberts escribe que Hitler planteó la expansión del espacio vital hacia el este como un proyecto que lograría la germanización de extensos territorios en la Europa oriental poblada por la raza inferior de los eslavos... Según Roberts, este mito que recuerda las cruzadas se utilizó para justificar las hostilidades mucho más graves que las hechas por cualquier otro mito en la historia de la humanidad.
Cuando Hitler especula sobre sus planes para las llamadas naciones orientales, suele mencionar a los eslavos en general, sin distinguir entre eslovacos, rusos, polacos o ucranianos. Sería irracional describir estos planes en detalle, porque son bien conocidos y los historiadores no los disputan.
Se presumía que los eslavos sólo podían contar hasta 100 y sabían leer las señales de tráfico. Se preveía vacunarles obligatoriamente contra enfermedades para que no infectaran a la raza superior alemana, y permitirles un poco de religión como consuelo. Esto fue el destino de los que sobrevivirían porque los nazis planeaban exterminar una gran parte de la población eslava en caso de una eventual resistencia.
La segunda mitad del siglo XX, con todas sus imperfecciones, dificultades y tragedias pasó a ser mucho mejor para los eslavos en comparación con la perspectiva prevista por Hitler.
Desde esta óptica, deberíamos analizar los acontecimientos que tuvieron lugar hace 65 años. Está claro que la libertad no fue obtenida inmediatamente. Según el historiador estadounidense, Erich Goldhagen, el aforismo de Dante Alighieri «¡Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza!», bien podría haberse escrito sobre las puertas de Europa tras la ocupación nazi, pero esa inscripción, ni siquiera al más pesimista se le hubiera ocurrido escribirla sobre las puertas del mundo comunista.
Porque los rusos, eslovacos, polacos y otras naciones de Europa del Este fueron capaces de reformarse independientemente. Y aunque este proceso llevó mucho tiempo, al fin y al cabo se hizo realidad.
Rusia fue uno de los primeros países que reconoció la independencia de Eslovaquia en 1993. Durante los últimos años el intercambio comercial entre Rusia y Eslovaquia alcanzó unos 5,500 millones de dólares. Además, Moscú dio la bienvenida al ingreso de Eslovaquia en la Unión Europea y continua la cooperación económica y cultural con este estado con su nueva identidad.
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