Marcha contra la guerra en Iraq
Por CARLOS LOPEZ DZUR
Barack Obama, Jr. es el candidato presidencial que ante su adversario, el republicano John McCain, ha dicho que los soldados estadounidenses deben regresar a los EE.UU.. El cree en poner fin a la guerra de Iraq y que ésto sea una de sus prioridades nacionales. Desde la Convención Nacional Demócrata de 2004, tal ha sido su voz: «Cuando enviamos a nuestros jóvenes y mujeres a la guerra, nosotros tenemos una obligación solemne de no evadir los números ni esconder la verdad sobre porque ellos van, y preocuparnos por sus familias una vez se han ido, tener expectativa del retorno de los soldados, y nunca jamás entrar en guerra sin tener tropas suficientes para vencer en la guerra, asegurar la paz y ganar el respeto del mundo».
En este mensaje destacaría tres advertencias que él hace como normas de buena política: (1) Ser honestos con el país y las familias cuyos hijos han ido a la guerra. No esconder la verdad. (2) Asegurar la paz y (3) Ganar el respeto del mundo. Deadly force is a last resort.
Barack Hussein Obama; Candidato presidencial demócrata. Apoya la «diplomacia directa» con los líderes de Irán, el fin de la guerra de Iraq y establecer las fechas de retiro de tropas de combate estadounidenses para finales de 2009.
El adversario McCain opina que Obama es ingenuo al pensar que se pueda con el diálogo con Irán hacer que este país asuma una mejor conducta. Su actitud es hobbeana. Hay que instaurar ese «trono de bayonetas» en que los EE.UU. se quiere sentar y para lograrlo el presidente tiene que seguir los consejos de Thomas Hobbes en The Leviathan: «La fuerza y el engaño son, en la guerra, las dos virtudes cardinales». Esa es la continuación, en boca de McCain, de la estrategia de seguridad nacional de Bush. Donde la diplomacia fracasa, sea utilizada la coersión.
Por el contrario, Obama sabe que «puede muy bien un hombre erigirse un trono de bayonetas, pero no podrá sentarse en él». Esta es la sabiduría enseñada por W. R. Inge en su Wit and Wisdom of Dean Inge. «A man may build himself a throne of bayonets, but he cannot sit on it». McCain huye de ese diálogo amparándose en el criterio de que esos enemigos de Oriente (Irak e Irán) sólo entienden las bombas. No vale la pena dialogar con ellos. Obama responde: «Los presidentes fuertes hablan a los enemigos, incluyendo a la Unión Soviética, que antes se supuso una mayor amenaza a los EE.UU. que Irán». Contrapóngase tal visión (que Obama califica como «diplomacia agresiva») con la administración actual que le huye a diálogos cara-a-cara con los predefinidos prejuicios de los acólitos de Bush. Los «hard-liners», con quienes si se dialogara, adquirirían de repente el fortalecimiento de su posición y la similitud de respetabilidad, según McCain. Es decir, quienes luchan por su pueblo saqueado y bombardeado debe someterse voluntariamente. No tienen ya, por la guerra que van perdiendo, el derecho a un Estado nacional soberano ni el derecho a defender la personalidad de su Estado. El Estado es la guerra y su sumisión.
John McCain: candidato republicano a la presidencia de los EE.UU. Proponente de un aumento de tropas en Irak; interpreta que la estrategia en Iraq está funcionando. Quiere una «fuerza militar de paz» permanente en Irak, similar a la que EE.UU. mantuvo en Japón y Sur Corea.
¿Por qué la resistencia de McCain a dialogar? Obviamente, porque no otra cosa que «Force and Fraud», violencia y engaño, es lo que él, su jefe Bush y el pentagonismo criminal, han representado en estos años de estrategia militar en Oriente. Ante las críticas que McCain lanzó sobre la ingenuidad de Obama en asuntos de política exterior y guerra, Obama respondió, según un artículo de AnneAnne Gearan, la escritora de asuntos diplomáticos de Prensa Asociada: «Contrary to the claims of some, I have no interest in sitting down with our adversaries just for the sake of talking. But as president of the United States, I would be willing to lead tough and principled diplomacy with the appropriate Iranian leader at a time and place of my choosing if, and only if, it can advance the interests of the United States»
[Contrario a los que algunos piensas, yo no tengo interés en sentarme con nuestros adversarios para hablar por hablar. Pero como presidente de los E.UU., estaría deseoso de conducir una diplomacia dura, basada en principios, con el dirigente iraní apropiado en la fecha y el lugar de mi elección si y sólo si se avanzaran los intereses de los EE.UU.»]
La Administración Bush, dice
Por supuesto, tales intereses no pueden ser los que han sido hasta ahora los del gobierno de Bush: violencia y fraude. Violencia, o la fuerza, engaño del pueblo estadounidense y engaño para ganar la complicidad de otras naciones. La guerra de Irak es, sobre todo, un pretexto de ladrones. Ya lo decía George Herbert en Jacula Prudentum: «War makes thieves», la guerra hace ladrones. Y un economista de la Universidad de Monterrey, Mario Tejada Harsanyi, al estudiar lo que han podido ser los móviles de la Guerra del Golfo y de Irak, nos explica:
«Un documento de 1947 de la planeación gubernamental de los Estados Unidos intitulado United States Petroleum Policy establece: los Estados Unidos deben de buscar la ‘eliminación o modificación de las barreras existentes a la expansión de las operaciones petroleras Americanas en el extranjero’ y '...promover... la entrada de nuevas firmas estadounidenses en todas las fases de las operaciones petrolíferas extranjeras'. Hasta mediados de los años 50 la mayor barrera en Irak era la Gran Bretaña, para quienes el petróleo fue la principal recompensa por su colonización temprana en gran parte de la región. De hecho, cuando la Standard Oil de California aseguró la primera concesión occidental en Arabia Saudita en 1932, un consorcio mucho más grande y poderoso estaba ahí para impedir el trato, la Iraq Petroleum Company (IPC)».
El ensayista árabe y profesor de Literatura Inglesa en la Universidad de Columbia (Nueva York) Edward W. Said también observa sobre el engaño de esta guerra y su verdadero origen: Que EEUU «está determinado a hacer caer el régimen iraquí por las reservas de petróleo del país y porque Iraq es un enemigo de Israel».
Y Said, ganador del Premio Príncipe de Asturias y un opositor de la guerra, de «sangre por petróleo», extiende su mirada sobre las consecuencias de la guerra en la economía estadounidense: el encarecimiento del crudo. Los votantes estadounidenses que pagan $4 dólares o más por galón de gasolina opinan que ese aumento es más que una nota para los debates de campaña política. Avisa y apunta hacia el potencial lesivo que que la guerra esparce. «It is a measure of the spreading influence and deadly potential of the main U.S. rival in the Mideast».
El analista Emiro Enrique Vera Suárez, en el blogsite Alas de Cóndor, escribió desde Venezuela el 6 de junio, a varios días del triunfo de Obama, sobre la proyección del potencial presidente y dijo: «El pueblo nórdico sólo desea un nuevo ciclo político en su tierra para avalar el dólar en su precipitada decadencia bursátil... La victoria del afronorteamericano en la extensa demografía estadounidense marcaría una sorpresa ineludible en este país norteño, reconocido por su actitud antinegroide».
Concluye además: «Los estadounidenses buscan un candidato presidencial que refleje una preocupación sincera ante un Estado demasiado dividido, un caos financiero y una guerra con Irak que está agotando las finanzas del ente central económico, aunque cada aspirante tiene su propia fortaleza, los estadounidenses visualizan un país que ponga a un lado sus niveles guerreristas para buscar con sus aliados un avance tecno agrario».
La guerra es costosa. Drena y debilita la economía del país, aunque crea nuevos ladrones, como decía George Herbert. A los ladrones, suma los mentirosos. Una mentira es ocultar el origen motivador de la misma. Otra decir que la guerra es popular y moral, pues, ha sido fundada en una necesidad de defensa ante el terrorismo. Mas quizás la peor de las mentiras es que a esa guerra no se la podrá poner un alto, ya sea por aquello que planteara el poeta inglés John Milton en un soneto que dedicara a Lord Fairfax: «¿Qué puede engendrar la guerra sino guerra sin fin?»
Bombardeo estadounidense sobre Irak
A McCain en campañas se le ha escuchado cantar jocosamente Bomb-bomb-bomb, bomb-bomb Iran, con la tonada de Beach Boys del hit de Barbara Ann. Para él, la guerra parece una distracción de niños. El cree en lo que se ha llamado la política del garrotito de Bush («carrot-and-stick policy»); sólo que ese Garrote de Zanahoria arruina la economía y el prestigio de los Estados Unidos y el pueblo está comenzando a entender que We Are Fighting the Wrong War, a un costo de $275 millones diarios en promedio.
Por más manipulación propagandística que se haga, la guerra de Iraq es una que los EE.UU. no quiere. La construcción mediática y politiquera de esta guerra comenzó en enero del 2002 cuando el Presidente George Bush fue al Congreso y apalabró un discurso con el objetivo de «prevenir que los regímenes que respaldan el terror amenacen a los Estados Unidos o a nuestros amigos y aliados con armas de destrucción masiva». Ese mismo año, en la Academia Militar de West Point se declara enemigo de las políticas de la Guerra Fría, basadas en contención y disuación. Según Bush, una nueva estrategia de seguridad nacional tendrá que basarse en acción militar.
Según crece la tónica en pos de guerra, el ex-inspector de armas de la ONU, lanza este lamento ante los EE.UU., el 30 de julio de 2002: «Esta guerra sin fundamento debe evitarse a cualquier costo. La seguridad nacional de EE.UU. ha sido secuestrada por un puñado de neoconservadores que aprovechan su posición para concretar sus propias ambiciones políticas».
ARMAS QUE NO EXISTEN: Con engaño y coersión han formado un espectáculo de violencia contra un pueblo musulmán, cuyas aldeas han llenado de masacres. Desde hace cinco años, la duración actual del conflicto, ni los 500.000 millones de dólares que ha costado la guerra), con sus más de 4,000 muertos estadounidenses, harán que el mundo olvide lo que una mentira es capaz de desatar. Martin McLaughlin y David North han llamado la Guerra de Irak y sus bombardeos un Capítulo vergonzoso en la historia de los Estados Unidos. «La razón dada por el Pentágono -una gran mentira- fue la preocupación por los civiles iraquíes, que podrían morir de los agentes químicos y biológicos. La verdadera razón es que no existen tales fábricas de armas de destrucción masiva, y los Fuerzas Armadas norteamericanas no van a desperdiciar bombas en localidades que no existen».
Recientemente, en un libro escrito por Scott McClellan, ex-Secretario de Prensa de George Bush, titulado What happened: Inside the Bush White House and Washington's Culture of Deception [PublicAffairs, ISBN 978-1586485566], muchos detalles sobre la toma de decisión de la guerra de Iraq salen a la luz. McClellan dice cómo los asesores principales de Bush le malsirvieron con el resultado de «sistemáticamente engañaron al público estadounidense acerca de sus razones para lanzarse a la guerra en Iraq y acerca del esfuerzo para desacreditar a un crítico de la guerra, Joseph Wilson, al hacer pública la posición de su esposa en la Agencia Central de Inteligencia» (el caso de Valerie Plame); McClellan es un admirador de Bush, en cuya decencia cree y le lava la cara a Karl Rove y Lewis Libby como personas no involucradas en la infiltración de información clasificada; pero, al final, informa que para él fue una desventura «ser el portavoz para una administración donde el engaño y la prevaricación fueron el lugar común». «Me culpo. Yo permití que fuera engañado», dice.
McClellan, al recordar el día en que Tim Russert, de NBC, preguntó a Bush en febrero de 2004: «En vista de no haber sido halladas las armas de destrucción masiva, ¿cree que la guerra contra Iraq es una opción o una necesidad» Bush quedó perplejo. «Hoy me choca como una indicación de su falta de inquisitividad y su resistencia detrimental a la reflexión, algo que sus asesores necesitaron comentar mucho mejor que lo que lo hicieron». Bush fue la clase de líder «incapaz de reconocer que se equivocaba, no deseoso de crecer en su cargo al aptrender de sus errores, demasiado testarudo para cambiar y crecer». Para él, «George W. Bush, como consecuencia directa de su propio carácter y acciones, es el más impopular presidente en la historia norteamericana, destrozado y dominado por sus luchas partidistas y una cultura de engaño».
Otro libro de un «insider» que explica esta cultura de engaño que prevale en la Casa Blanca y en la institución del Pentágono es Spies for Hire: The Secret World of Intelligence Outsourcing, escrito por Tim Shorrock y reportero investigativo de la CIA. El explica cómo los intereses especiales de los contratistas han sido los que dominan y operan el Pentágono y la CIA, trabajando mano con mano en multiplicidad de proyectos que van de satélites de reconocimiento a operativos que desatarán asesinatos y desestabilizaciones en países extranjeros. En recientes años, después y poquito antes de los ataques del 9/11, ha comenzado a cambiar.
No obstante, según informa el investigador, hoy los contratos de inteligencia son una industria de $45 billones al año y el presupuesto de servicios de inteligencia asciende a $60 billones anuales. Después del 9/11, Richard Helms, quien sirvió 30 años en la CIA y se retiró 1999, formó su propia agencia privada, con funcionarios retirados que han estado siendo subcontratados. Helms aprovechó el momento al crear Abraxas, una compañía que ha crecido a tal punto que tiene ingresos por $65 millones con más de 200 ex-espías en su nómina. Tim Shorrock alega que Abraxas es el principal agregado de análisis de contraterrorismo fuera de la CIA y el gobierno: «The largest aggregate of analytical counter-terrorism capabilities outside of the U.S. government».
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Bibliografía
Anne Gearan, AP Diplomatic Writer, McCain, Obama both say Iran is other's weakness, en: Associated Press
Emiro Enrique Vera, «Obama, proyección de un presidente», en: Alas del Cóndor. ElPaís.com
Mario Tejada Harsanyi, «Guerra en Irak. Historia de la crisis». Monografía.com Ver
Edward Said, «Desinformación sobre Iraq», en: Rebelión, 5 de diciembre del 2002.
En: El crimen de la guerra de Iraq
Editorial: Irak, un bombardeo bajo sospecha. Ver: El Mundo. España.
Tim Shorrock, Spies for hire: The Secret World of Intelligence Outsourcing [Simon & Schuster, 2008. ISBN 978-0743282246] 439 páginas.
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