
La Mara Salvatrucha es un ejemplo del enmalecimiento de las palomillas de jóvenes salvadoreños, quienes arribaron a Los Angeles, California, en los principios de 1980. Sus familias fueron víctimas de las guerras civiles internas. La agresión norteamericana, el apoyo a los contras nicaraguenses y lo salvaje de la guerra, marcó con ira las almas de estos jóvenes.
¿POR QUE HAY PANDILLAS?: Las familias en las comunidades han llegado al punto de reconocer la importancia del por qué existen las pandillas y ya no son como antes que la pandilla fue una simple reunión de gavilleros y muchachos andariegos y callejeros, que no necesariamente eran unas malas personas. No se puede cambiar las actitudes de la pandilla de hoy sin conocer qué es lo que ellos quieren, qué les afecta y les duele, al punto de que hayan decidido solucionar sus problemas antisocialmente.
¿CUALES SON LAS ASPIRACIONES DEL PANDILLERO?: Una definición de pandillero que puede ser muy útil es: «el chico que se va de la casa, rompe con los valores de su familia y es una presencia vacía o invisible delante de sus padres, custodios y parientes». Este irse de la casa puede ser permanente, o temporal; pero siempre es una reacción a algo que falta en la casa. Se va por una carencia, cuya esencia es algo que él aprecia. No se abandona aquello cuya conexión es significativa, o sentimental o espiritual fuerte. La carencia que provoca la ausencia, la desvinculación del hogar, tiene que ser tentadora. Tiene que suponer algo que se quiere, aunque parezca egoísta. Irse ya presupone una búsqueda y hallazgo de un destino, al mismo tiempo una nueva forma de vinculación. El que se va se unirá a un espacio de admisión. Cree que halló una puerta abierta.
Hay que decir otra cosa del que se va. Su huída del hogar es premeditada. Sabe que se va sin una bendición. Bendición se enterá como sin el permiso expreso de su familia y de su comunidad. Cuando una comunidad identifica un pandillero, lo menosprecia. Lo avizora como un ser-no-bendito. Siente vergüenza de él y, aunque no haya recibido ningún daño de parte de él, el pandillero como joven, sin bendición, lo declara sospechoso, éticamente reprobable. Esto es así porque, como explicara Van Gennep, el único joven admisible en su comunidad es el que ha sido iniciado en rituales iniciáticos que explican el tránsito entre «viajar y retornar», irse y regresar. Esta expectativa de integración social está en la psiquis de una comunidad natural. Si bien es cierto que ya no existen los ritos de paso la idea trasciende los tiempos y la existencia o no existencia de rituales institucionalizados por la comunidad. En las sociedades no industrializadas, en las viejas comunidades naturales, que el niño y el adolescente se sustraiga de la autoridad de los adultos, en la forma de un irse, formar un grupo aparte, «representa un peligro potencial». En las viejas comunidades, es la familia y la comunidad, la que da ese permiso. Los ritos iniciadores, llevados a cabo en forma individual, no se condonan, dice Van Gennep. Son una huída, una deserción. En término de cómo intuye una comunidad, la conducta de un pandillero y cómo lo evaluará por no sujetarse a su trámite es el desertor, no bendito, que huye y quien huye, desafía. La pandilla es el lugar de los proscritos.
LA HUIDA DEL LENGUAJE TRADICIONAL: La primera reacción del niño / adolescente / que rompe sus relaciones con una comunidad que ya no le bendice es adquirir un lenguaje que les diferencíe de ella. La palabra es__- Lo primero que anhela decirle el proscrito a quien le proscribió es que ya ni el lenguaje es común. No los une. El niño / adolescente / los desafiará mediante su adscripción a un caló, jerga o slang, que contengan una actitud desvinculadora respecto al habla general, sea el español o el inglés, que habla su familia y su comunidad en general. Los estudios de Stephen J. Caldas, de Hofstra University, Hempstead, tienden a evidenciar que «en general, los niños evalúan su bilingualismo y biculturalismo mucho más que los adolescentes más viejos y adultos jóvenes» y, de hecho, los adolescentes más que los adultos y ancianos de su comunidad. Dice Caldas que «también los niños exhíben una autoconfianza bilingüe más grande y consciencia propia menos dismininuída o acomplejada que otros adolescentes de mayor edad, cuando se les plantea que, al madurar, decidan sobre su identidad»; pero, esta actitud de autopercepción saludable es vulnerable a la presión cultural circunstancial. «Greater exertion of peer pressure in early adolescence», se impone en la manera de un menosprecio a la condición de niño inmigrado, latino, de ancestro extranjero, sea monolingüe o esté en el proceso del aprendizaje del inglés como segundo idioma, por lo cual el niño minoritario sufre. En Estados Unidos («the US venue in particular did not place high value on bilingualism») no se tiene en alta estima al chico bicultural.
Otros estudios, como el realizado por Alexander Seeshing Yeung, en Can Two Tongues Live in Harmony: Analysis of the National Education Longitudinal Study of 1988 (NELS88) Longitudinal Data on the Maintenance of Home Language, indican que las especulaciones en torno al efecto negativo en la adquisición del inglés como segundo idioma, por hablarse o preservarse el español («home language») no tienen base. Las lenguas extranjeras pueden vivir en armonía y no es necesario poner esta presión en la comunidad. De hecho, los estudios sugieren «la necesidad de apoyo para que se amplíe el lenguaje nativo o primario («first language (L1, non-English») para que su uso proeficiente sea conservado». En el discurso comunitario, la actitud es prejuiciosa. El sistema educativo público ejercita una actitud anti-étnica y pide a la comunidad la renuncia al idioma nativo, la asimilación total, no el aculturamiento y ésto se revela en la presión política que se cierne sobre las escuelas con las propagandas del English Only, desmantelamiento de programas de ayuda para la Educación Bilingüe y otras iniciativas.
Considerado este hecho, el desprecio de la biculturalidad y la bilingualidad, el niño rebelde y tránsfuga juega creativamente con los lenguajes. Crea códigos de intercambio. La pandilla le permite este juego. La investigadora Letticia Galindo, de la Arizona State University, estudia estos fenómenos (la conservación del español, las actitudes hacia el hablarlo con acento, el cómo afecta la identidad étnica y social) entre adolescentes chicanos de Austin (Texas) hasta motrar la variedad de actitudes lingüistica posibles y su función comunitaria entre hablantes.
Cuando la comunidad distancia al adolescente mexicano, o ya mexico-estadounidense por su adquisición del inglés y otros valores de la corriente hegemónica de cultura, le estampa el nombre de cholo. Mas habría que entender que cholo no necesariamente significa a gangster, o pandillero, aunque recientemente el término da por sentado que lo son y que todo cholo es miembro de una pandilla. La más antigua acepción de la palabra fue en atención a su vestir: utuilizando baggy chinos (o pantalones khaki). Cuando son cortos khaki, utilizan calcetines a media rodilla. Cholo es dicho, con cierta actitud despreciativa por ellos, en particular, por miembros de la comunidad de origen mexicano, que conocen el término náhuatl xolo y al indio que lo fue. El cholo no describe ahora un estatus de esclavitud ni inferioridad social; pero connota un más o menos tono de piel oscura.
En 1571, Fray Alonso de Molina, estudioso del náhuatl en su Vocabulario en Lengua Castellana y Mexicana Y Mexicana y Castellana, definió la palabra xolo / cholo como «esclavo, criado, sirviente». En toda América, la palabra designa al mestizo o al indio e, históricamente, en las áreas de la frontera, es un calificativo derogoratorio para clasificar a los inmigrantes de la más baja clase social. El mexicano blanco de las áreas norteñas, como su homónimo suramericano, al decir cholo dice dos cosas: «Eres prieto e indio» y «ya no conoces ni eres fiel a la cultura de su origen». Cholo es el mexicano, «al que viéndosele el nopal en la frente», no sabe el español o la habla muy deficientemente. Al cholo no se le respeta el acento ni se le perdona que se haya asimilado.
El cholo vive en la cultura de la acusación. Se le reprueba su modo de vestir. Se le acusa de pandillero aunque no lo sea. Se le reprende por olvidar el español. Se duda que sea suficientemente inteligente para articular un inglés como una persona educada. Le menosprecia el anglosajón y el paisano. Cholo en el discurso público de la vida diaria significa «indio como insulto»: mudo, incivilizado o poco sofisticado. El trato que damos al cholo aquí es el mismo que da la clase alta y media en México al indio.
Citaré del blog de Exktor H. Martínez, lo que a su vez él transcribe de Nikito Nipongo en su libro Perlas (Lectorum, 2001), respecto a la situación de los indios en México: «Somos así con los indios: los vemos fuera de nuestro mundo, los suponemos inferiores, les hablamos de tú, nos causan risa, no les damos la mano por temor a un contagio, los consideramos siempre sucios, los tenemos por torpes y lerdos, no los concebimos cultos jamás, se nos antoja el color de su piel signo de enfemedad degenerativa, no admitimos que ningún indio pueda progresar, sostenemos la vieja creencia de que los indios son peores que los animales, contemplamos inmutables su miseria, nos parece indecente que tengan parcelas y casa de cal y canto, jamás se nos pasa por la cabeza la posibilidad de ser amigos de los indios, estamos acostumbrados a la descriminación del indio hasta verla como simple costumbre, nos oponemos a su autonomía cultural, no permitimos que adelanten en ninguna forma, tenemos la convicción de que en México los indios significan un estorbo, consideramos que sus mujeres sólo pueden aspirar a ser sirvientas, no condenamos su maltrato ni su exterminio y de ninguna manera les concedemos la calidad de mexicanos. Así somos con los indios los hombres de razón... ¡ah!, mas cuando ellos se rebelan, aullamos: "¡No, no, violencia no, violencia no!» Ver
NO VUELVAS A LLAMARME CHICO: Lo primero que hace el chico étnico, o bicultural, es declarar una independencia lingüística. Ya no será el chico o el kid / boy / young fellow del barrio, o la vecindad donde viva. Entre los calificativos que, según su edad, admite para sí están las siguientes construcciones: boi, boo, boyz (compañwros de su pandilla), homie, homey, homeboy, peeps {gente no de la pandilla con la que se puede hablar), dime (la chica sensual, hot girl), shorty (niña, o chica), haps (la jefa o madre), vato loco (crazy dude),
Cambian las maneras de saludo: Orale («Woah man!»),
SUS RIVALES: Para sus rivales, según sean, tendrá sus nombres: los policías o cops son: popo(s),
Para los miembros de pandillas latinas, los negros son: nigga, niggaz, nizzle, busted (ugly nigga), jigga,
RECONSTRUCCION ILUSORIA DE LA CUADRILLA: lll
Locations
* areous - area* crib - place of residence* hood - neighborhood* bodega - corner store* the shops - mall somewhere to go shopping
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Bibliografía
Laura L. Cummings, «Cloth-Wrapped People, Trouble, and Power: Pachuco Culture in the Greater Southwest», en: Journal of the Southwest, Vol. 45, 2003
Allan M. Hoffman and Randal W. Summers, The Anatomy of Gangs [ Praeger, 1996. 358 pgs]
Alejandro Tagliavini, «Las Pandillas Latinas en Estados Unidos», en: Diario de Américas. 3/9/2005 Ver
María Elena Salinas, «Las pandillas, el nuevo enemigo urbano», en: Voces de Univisión. Ver
José Baig, «Detroit, la pobreza y las pandillas», en: BBC Mundo. 22 de abril de 2008 Ver
Lis Horta Moriconi, «Crecimiento de pandillas femeninas en Estados Unidos preocupa autoridades», en: Comunidad Segura. Ver
Stephen J. Caldas, Changing Bilingual Self-Perceptions from Early Adolescence to Early Adulthood: Empirical Evidence from a Mixed-Methods Case Study [Applied Linguistics, June 1, 2008]
Letticia Galindo, Language Attitudes Toward Spanish and English Varieties: A Chicano Perspective [Hispanic Journal of Behavioral Sciences, Vol. 17, No. 1, 77-99 (1995)]
Himilce Novas, Everything You Need To Know About Latino History [A Plume Book, 3d. Edition, 2003}, ps. 96-104.
Horne, Gerald, Fire This Time: The Watts Uprising and the 1960s, Charlottesville: University of Virginia Press, 1995.
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