Por CARLOS LOPEZ DZUR
CONDADO DE ORANGE: En una nación, para que los jóvenes sean verdaderamente los depositarios de la posteridad, su presente, su situación concreta, se cuidará. Se atenderá la balanace entre los estímulos ofrecidos y la disciplina que los orienta, la educación que se les da y el entretenimiento que se les permite.
Cada comunidad formula, pública o privadamente, un ideal en torno al joven en cuanto que ellos «prometen», o tienen idealmente como promesa. Lo que pueden ser. Teóricamente al menos, para sus padres y la comunidad que los observa crecer, cada joven tiene la posibilidad de satisfacer una promesa. Y hay quien ha dicho que «las iniciativas de la juventud valen tanto como la experiencia de los viejos». ¿Tendrá razón la Mme. de Knorr cuando ésto dijo?
PERSPECTIVA SICOLOGISTA: Hay dos aproximaciones básicas al estudio de la juventud como el fenómeno social que es y nos predispone a juazagar si han de una basura, o lacra social, sin ningún aporte a la posteridad, o si, por el contrario, son la promesa para un mejotamiento de la civilización. El primero de tales enfoque es el sicológico, cuya base es que los años de la niñez y de la interacción de niños, preadolescentes y adolescentes con la familia nuclear, son los más importantes. Si no se cuidara la relación del adulto con los menores y faltara la nutrición afectiva en tal hogar, la base de esa posteridad idealizada se vendría abajo. Las repercusiones sociales del fracaso de la familia haría una víctima a la propia juventud y su entorno. Se preservaría el «progreso de un error», como lo especulara William Copwer.
Tal vez la perspectiva sicologista nos puede explicar y convencer en torno al por qué un ex-senador estadounidense, investido del poder, el prestigio y el éxito profesional, es capaz de echarlo todo por la borda. Moralmente obligado a renunciar al Senado Federal por el peso de sus adulterios y dieciseis alegaciones de acoso sexual. La patología sexual de Bob Packwood, su mea culpa, es tan interesante desde el punto de vista sicológico como el que se daría para Bill Clinton, o la terapia para los matrimonios de conveniencia de la Princesa Diana, o la explicacisón posible del por qué niños blancos, de familias prósperas, aterrorizan sus escuelas y desatan matanzas en actos que no tienen otra ideología que sus conflictos privados. El FBI se sorprende y distingue los Nasty Boys de otros grupos que, si bien son parte de los conglomerados de pandillas étnicas de Los Angeles, son diferentes: terroristas bancarios que en las décadas del '80 y los '90, siendo blancos disparan sin piedad contra hombres, faltan el respeto y manosean a las mujeres, brincan sobre equipos y escritorios, para imitar a los ladrones de bancos del Viejo Oeste. En 1992, antes de acabarse el año, habían cometido más de 363 robos. «They don't just rob banks. They assaut them», cita la revista Time [12-21-1992].
Ciertamente, son distintas dinámicas la que explican las motivaciones humanas cuando se habla de las pandillas y el vandalismo juvenil en comunidades pobres. En «The Jungle» (la Jungla) de un distrito pobre, eminentemente negro, el séptimo de Washington, D.C., los policías dice que un pandillero juvenil asalta a otro niño tan sólo por quitarle un par de «knickers». Las escuelas suelen estar agujereadas por balazos, la prostitución es rampante, el pandillerismo marca las fronteras de La Jungla y la policía se juega la vida cada vez que penetra a ese barrio. Sin embargo, todo el mundo entiende un problema de fondo, donde la explicación apropiada es social. Ted Gup, de Time, fue a ese barrio a escribir sobre una escuela elemental que se abrió como homenaje a Malcolm X y lo primero que llamó su atención fue que sólo 1 de cada 10 niños matriculados allí proviene de un hogar, donde conviven los dos padres; algunos viven en refugios. Otros sólo han conocido y presenciado la violencia. La mitad del estudiantado no tiene otra comida que la que la escuela les da gratuitamente a través de su programa nutricional. Tres cuartas partes de tales alumnos viven tres veces bajo la línea definida de pobreza. A estos niños, en riesgo de adicción drogas e involucrarse en una vida de violencia, emocional y física, los maestros tienen que motivarlos de un modo poco tradicional: «Tendrás que ser tu mejor amigo o tu peor pesadilla».
PERSPECTIVA SOCIOLOGICA: El segundo enfoque es sociológico. Este es mucho más rico al explicar los desplazamiento y exculusión de las familias y, por tanto, de los jóvenes, al insertarse en la modernidad urbana. Se vale de comparaciones históricas para estudiar ciertos patrones de conducta, vaores y aspiraciones entre familias a las que se les imposibilita tal cumplimiento debido a sistemas de domnio impuesto, sea por la relación amo-esclavo o élite vs. minorías. Este segundo enfoque utiliza los hallazgos de la psicología personal; pero los estudia en el marco mayor de la necesidad de apoyo social de los distintos grupos humanos y su familia, así, por ejemplo, puede ser más clara y evidente la consecuencia sociológica que resulta de la privación a otros de sus características de auto-expresión, la afirmación de su autovalía y liderazgo, cuando ésto se hace en un ambiente hostil.
«Nosotros nunca podremos solucionar nuestros problemas con el crimen, la educación o el medio ambiente con asignaciones de dinero, sino con leyes y cambios fundamentales en la filosofía nacional»: Henry Steele Commager.
FAMILIAS FUNCIONALES Y DISFUNCIONALES: Sean buenas o no las familias, el ambiente tiene un impacto. Un ambiente de pobreza u opresión para comenzar. Antecedamos a los años anteriores a la consecusión de derechos civiles y políticos por la comunidad afroamericana.
Los sociólogos e historiadores Samuel Walker, en su libro The Police in America: An Introduction (1982), y John F. Heaphy, en su edicIón de Police Practices: The General Administrative Survey (1978) destacan el hecho de que las «law enforcements agencies in the South were primary instruments in the maintenace of the racial caste system». La discriminación racial existía en las prácticas del personal de ambas agencias, policía y judicatura. Es el Movimiento de Derechos Civiles de mediados de los años '60 el que trae y posibilita para el Sur y otros estados con prácticas discriminatorias las normas de profesionalismo que faltaban en el sistema de justicia criminal y legal. Hoy por hoy, al menos, existen 3,300 departamentos de alguaciles condales y 13,500 agencias de policía municipales en la nación con otra mentalidad y normas profesionales de servicio, lo que no significa que la brutalidad policíaca, los arrestos injustos y la corrupción, hayan desaparecido en su totalidad. El estereotipo del Sheriff como una persona «gorda, maleducada y mal entrenada» (S. Walker) ha desaparecido
La familia disfuncional resulta de la rotura de sus nexos inherentes y de los conflictos de sus integrantes con el orden legal establecido. Las relaciones entre los grupos sin poder, especialmente jóvenes, y tan poderosos aparatos policíacos es un problema. No que sea la causa; pero es un aspecto que da la visibilidad a lo que ha surgido en la familia y la comunidad. En términos generales, cada comunidad en la nación aspira a una moralidad respetable y común. Es difícil sostenerla cuando la familia disfuncional lava sus trapos en la calle y la policía interviene. Los crímenes contra la persona, pequeños o serios actos de violencia personal, son las que llegan a las cortes, en una proporción de casi 4 de cada diez («indictments»). Y hay una relación entre el rápido crecimiento de las áreas urbana y la proliferencia de este tipo de felonía. Antes los actos de venganza personal o las disputas privadas, características de la familia disfuncional, se arreglaba privadamente (duelos a puño, a palos, cadenas o pistolas); pero ya se llevan a las cortes. La presencia de la policía en la comunidad es demasiado poderosa y la gente de los vecindarios tiene un apetito cada vez de hacerla presente y que haga el encaramiento con los que originan violencia.
A mediados de la década de los '70, una de las ciudades representativas de lo que hoy es el ideal de los planificadores urbanos, las megápolis, fue el área de Houston (Texas), en el Viejo Sur. Pero el hecho fue que el 42% de todos los asesinatos cometidos en la nación provenían de esas áreas de acelerado crecimiento urbano y Houston ganó el calificativo de Murder City / Ciudad Asesina / Capital del Crimen / por el alto número de crímenes.
Hoy creemos, como en los tiempos de la Era de la Reconstrucción y la Gran Sociedad de Lyndon B. Johnson que la única manera de tratar con las contradicciones de nuestra sociedad es asignando dinero y concediendo ligeros remiendos o subsidios a los agujeros en el tejido social. Que así se salvará la integridad de la institución familiar o se refrenará la violencia. Lo cierto es que el reformismo hipócrita no hará milagros. La educación podría hacer más si las oportunidades que brinda fuesen parejas a una economía justa y una filosofía de vida, donde las instituciones universitarias se vean libres de las ataduras que a su autoridad administrativa ciñe con intereses anticomunitarios, represivos e imperiales. En el país en que esparamos que los jóvenes sean los «depositarios de la posteridad» la enseñanza básica del orden político-social no ha variado muchos desde esas épocas que creímos superadas: esta es una sociedad con un sistema de clases, donde el fuerte es rey. La economía está movida por la ambición, la acumulación propiedad y ya queda poco espacio para el honor, la decencia y la convivencia armoniosa.
Al joven que no obedezca se le hará comer de sus excrementos. Lo picará la gran ponzoña del áspid, que es el aparato represor, o jurídico-policíaco. El Sistema Establecido proveerá para neutralizar a quienes no se avienen al consenso del status quo. Henry Steele Commager, en su libro The American Mind: An Interpretation of American Thought and Character Since the 1880s (1950) explica cómo el pueblo estadounidense, desde que la televisión y los medios de entretenimiento se han convertido en el verdadero poder-guía, al que responde todo, hasta los intereses económicos de las élites, ha hecho más daño que bien. Ha dañado el espíritu de libertad y el análisis crítico de las ideologías de modo que se pueden gastar cientos de millones de dólares en una elección presidencial o estatal y no sucederá nada. Este es el país que entrena a su gente para tomar riesgos para satisfacer las normas de la sociedad, que son las normas de la riqueza. El único liderazgo que se forma en nuestras universidades y se alienta en el sistema es business leadership. «It's financial leadership, not political leadership. Our best people don't go into politics». Y no solamente porque entrar al juego de los partidos es muy costoso, sino porque ya significa deshonor, ser comprado y vendido al mejor postor, ser limitado por grupos ponzoñosos que amordazan y atan las manos a quien tiene voluntad de hacer cambios.
LA VIOLENCIA COMO ESENCIA: La esencia de las historias e imágenes que la televisión y el cine patrocina (que son esencialmente mensajes de codicia, celos, ambiciones incoherentes, deslealtad, individualismo y violencia emocional) se traducen en la vida real en violencia real: asesinato, robo, pánico, etc. Los mensajes de gratificación son el sexo y el dinero. A principios de los '90, si se encuesta a la gente en cuanto a qué contenido le parecería el más indeseable o problemático en una película que viese en el cine o la TV, posiblemente, el 44% diría la violencia, frente al sexo explícito (18%). Hoy por hoy, hay menos sensibilidad. Ser listo e inteligente es no extrañarse de nada. La sociedad es más violenta y los valores han sido transvalorados. Se vale el morbo. Que su imagen visual sustituya al lenguaje porque, en ese mundo de percepciones, la realidad no existe.
Un estudio de expertos en violencia juvenil explica: «Los niños expuestos a la violencia virtual de los medios electrónicos son más propensos a creer que la violencia es un buen medio para resolver conflictos interpersonales. Ellos también son más propensos a creer que el mundo es peligroso y malo y juzgar las situaciones ambiguas como amenzantes... Cálculos aproximados indican que en promedio el niño y el adolescente estadounidense observa más de 10,000 asesinatos, ultrajes sexuales y asaltos por año en la televisión. Esto es un promedio de 24 actos de violencia por día. Los medios hacen de la violencia un lugar común».
Un estudio nacional sobre la violencia en la TV halló que en el 73% de las escenas en 2,623 programas de 23 canales la violencia no es castigada, las víctimas no muestran dolor. Es sólo un azar que no deja impacto emocional ni físico. El Instituto Nacional de Salud Mental ha concluído que hay creciente consenso entre los sicólogos e investigadores sociales en cuanto a que la violencia televisiva estimula las conductas agresivas de los niños y adolescentes que ven esos programas. De la TV se copia inclusivo el lenguaje ofensivo, el ademán grosero, el tono irrespetuoso y las jergas vulgares. No obstante, la actitud de muchos padres es darlo por bueno porque, si se hace en la TV, es porque es admisible y está de moda.
Es el joven de hoy quien más directamente siente que no cuenta, que lo educan para la agresión y la codicia. Es quien al ver que no puede obtener todo los que las imágenes de consumo le venden, le incitan o hacer desear, lo arrebata, desafía y culpa a aquellos que supone él que debieron dárselo, sus padres. Este es el tiempo en que un niño educado de ese modo tiene que descubrir otras fuentes de esperanzas que no sea lo que asimila de la presión de grupo y las diversiones equívocas. ¿Es ésto posible?
____
No comments:
Post a Comment