Por Mercedes López Baralt / Profesora universitaria
En asamblea democrática, los estudiantes de la Universidad de Puerto Rico han decidido, mayoritariamente, continuar la huelga. La administración universitaria, que tanto tardó en dialogar con ellos, interrumpió las negociaciones y ahora quiere desalojarlos del campus, donde viven hace más de dos semanas cercados por la policía. ¿Cómo? Quitándoles el agua y la luz. Y prohibiendo a madres, padres, parientes y ciudadanos solidarios llevarles el alimento. Sin darse cuenta, el gobierno ha convertido en héroes míticos a los estudiantes. Porque el inhumano asedio nos recuerda aquellas ciudades antiguas, Sagunto y Numancia, que hoy reconocemos como metáforas de la libertad.
Mientras a la policía se le provee el sustento, y las autoridades acuden a Fortaleza a dirimir estrategias que sustituyan el diálogo, cada vez más urgente, vuelan, por encima de las altas verjas de la IUPI, las subversivas botellitas de agua. Ya lo dijo Eduardo Galeano, al hablar de la represión uruguaya en los años de la dictadura: "Prohibieron el agua. Pero no pudieron, porque nadie puede, prohibir la sed".
Mercedes López-Baralt
Universidad de Puerto Rico
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