Monday, September 5, 2011

Las hienas / Capítulo Dos


FACEBOOK / Carlos López Dzur / Diálogo Digital / UPR / Revista TRIPLOV de Artes, Religiões e Ciências / Amor a la Vida / Youtube / Carlos López Dzur: Indice / Teoría de la sustentabilidad / El Vigilante y la Consciencia (Frags. 3 al 7) / Homenaje a Hebe / Vuelo de las Grullas / Kool Tour Activa / Letras Under / Revista / Revista Sequoyah #82 / Microrrelatos / Carlos Lopez en PR / La Naranja de OC / Ahamkara / Sadhana / ArgenPress / La casa y la Invasión de 1898 / LIBROS

Capítulo Dos

Lecciones sobre nuestros nombres
Y Luis Guillermo se encontró conversándole sus intimidades a Ed. Otro amigo, pero a quien conoció en una firma cabildera, la de Jack Quinn. Durante esta etapa en su vida, se sentía heroico y digno de emplearse en un bufete legal, el mejor que hubiese en Hato Rey o, mejor, en todo Puerto Rico. Todavía no había decidido, con la certeza de Pedro, meterse ya en serio a la política. La política le gustaba; «pero la política en grande; la del Primer Mundo». Pedro le daba el convite.

«Rosselló nos necesita».

Sin embargo, es la política estadounidense dentro del Partido Republicano la que él mira con interés. La colonia de Puerto Rico, hasta para él mismo, es rasero desprecianle. Para afinarle una visión, el nuevo amigo Ed le dio muchos consejos. «Deja de utilizar esas palabras, colonia. colonialista, colonialismo.... No digas esas cosas. Eso ahuyenta a la gente, a inversionistas y correligionarios. Eso es como dejar que, en la Administración de Bush, sus enemigos le comparen su lucha contra Al-Quaeda con Vietnam. Vietnam es una mala palabra y colonialismo es una mala palabra. Las malas palabras desnutren la representación del poder. El mundo como voluntad y representación. Aprende a comunicarte, Luis».

Quien lo espabila es el estratega Edward W. Gillespie, ex-consejero de George W. Bush y la firma Quinn, Gillespie & Associates. Este sí era un joncho exitoso y en su firma se habían recibido tajadas de abundancia lucrativa de la vicepresidencia de Al Gore.

Ed se ríe de las bobadas, insensateces que Luis Fortuño se toma en serio. ¿Es o no un hombres inteligente o es sólo uno superficial? ¿Pinchoncillo en política todavía? Se evidencia. Que un abogado, con su título adquirido de la Universidad de Virginia, haya tomado en serio sueñitos con vacas, gatos, perros o elefantes flacos, le parece delirante e infantil. Una pérdida de tiempo. Hasta es preferible que sea un tonto confeso y poner unos billetes en su campaña que el que parezca un pedante que se llena la boca con las ínfulas de idealismo, o de tener el derecho de echar pedradas o patadas en el culo a esos animalejos con que sueña. O colonialistas que lo disgustan.

Además, ir con el amigo Pierluisi Urrutia al kiosko de un charlatán, más ignorante que ellos mismos, ir con el fin de pedirle 'revelaciones', «¡ah, no! Esto es para reirse de los dos». Es ridículo. Luis se siente cohibido. Es la segunda vez que habla con Ed. La primera que se entienden a tal grado que se llamanamigos.

No obstante, Ed le recordó una frase que se dice en Puerto Rico, por igual. ¿Amigo? Amigo un peso en el bolsillo. Ed Gillespie, ya que se ha mofado tan descaradamente de Luis, que está decidido a dar un paso mayor en la política, le dijo que no se tome la vida tan en serio. Lo que hace a un hombre exitoso no es perder el tiempo con resentimientos o rumores inútiles, o con imágenes inconcientes, de lo agradable y desagradable. Entonces, le cita a Arthur Schopenhauer. «El destino mezcla las cartas y nosotros jugamos».

Significa que el hombre sensato, el que es homo politicus y único digno de sus triunfos, aún si se llamara Piece of Shit, no menospreciaría su nombre. No. Si se llamara Miseria / Vaca Flaca / no menospreciaría su nombre / porque el Destino es quien baraja las cartas.

«Se juega o no se juega, Luis. Esto es, si no crees que el riesgo es la esencia de la vida, ya has perdido. La verdadera hija de Júpiter / la Grandeza / es una totalidad de Destino, que incluye el riesgo. Dicen que Tijé / la fortuna / Fors Fortuna / es ciega como la Justicia. No tiene que ver necesariamente con la esperanza de lo bueno. La fortuna contiene el arrebato, lo malo... no sólo la buena suerte. De modo que el político afortunado tiene que estar dispuesto al riesgo, a lo bueno y lo malo. Juega a lo malo, si es necesario, pero habla o discursa como si lo malo fuese bueno... Eso te hará un gigantes, jupiterino.... Mira... a Jack Quinn le dio con consultar los astros, esperar alineamientos planetarios, o conyunturas místicas, para hacer ciertos movimiento... y por estar con tales infantilismos perdió mucho dinero; pero, cuando yo llegué, con menos misticismo y más sofismo pragmático, empezamos de veras a ser los asesores más poderosos de Washington. Le pusimos buena cara hasta al mismo Demonio... Enseño ésto, Luis. Ni amar ni odiar: ésto lo aplico a la luz y a la sombra, a la gente y las bestias. Compadece, pero no ames. Así no te sentirás mal cuando tengas que sacrificar a una bestia o un ser humano; no lo amas. Sin embargo, puede abrogarse el privilegio de compadecerlo, o cuando no, sacrificarlo... Sacrificar significa ésto: quitarlo del medio piadosamente, sin mucha violencia. Schopenhauer decía: El hombre es superior a las bestias, no porque las pueda hacer sufrir, ¿te das cuenta? El hombre sensato, pragmático y superior, es excelente sacrificador. Mas a los estorbos en su camino los debe eliminar con compasión. De un modo no doloroso».

Ed Gillespie es ya importante en la vida de Luis porque, de golpe e inesperadamente, le hizo o hace comprender que el objetivo de la política capitalista dentro de la democracia burguesa es que las corporaciones y las multinacionales le ofrezcan una tajada.

«Nos ofrezcan, Luis».

Buena tajada de prosperidad personal. Si ellos son los acaparadores del 40% de la riqueza de la nación, o porcentaje mayor de la riqueza del mundo, y son menos del 10% de los propietarios privilegiados de la Tierra, la Gran Burguesía, ¿para qué jugar con riesgo con esa zafia y traicionera Vieja / con colmillos afilados y gastritis crónica, que se llama el metafórico Destino / Tiké o Fors Fortuna».

Para Luis Fortuño, la idea de que el nombre debe ser destino tiene algún prestigio. Ed lo ubica. No es cierto. «Ojalá no te llamaras Fortuño ni Fors de nada. Más mérito tendría que te llamaras Cagada / piece of shit / y que todo lo que tocaras lo transformaras en bolas de oro. Ese es el único problema que tienes con el nombre. Que das importancia a llamarte Fortuno / fortunato / hijo de la recontraputísima suerte. Mas el Destino no es Buena Suerte. Es riesgo».

Ed cuenta también intimidades inquietantes de las que Luis aprende. Tener una sed de riqueza es como beber agua salada. «Cuanto más se bebe, más sed da». Para que Bush lo llamara a Casa Blanca, a trabajar «on a full-time basis», Ed tuvo que traicionar a muchos. Lo supo hacer y cotizó muy bien la remuneración del despegue. Hacer esos sacrificios en el Juego del Destino tendría que enriquecerlo más allá de cálculos conservadores e ínfimos. El fue el consultor que desde 2000 estuvo en negocios con la idea clara de que la política es para hacer dinero. Autoservirse. No se está en las grandes ligas del poder para servir a la gente pobre. No para servir a ideales, a pueblos y naciones. El pueblo es ingrato. «A él le sobra mes a final de sueldo y siempre está con los cascos calientes. Ya sabe que el sistema político siempre está contra ellos. Ya sabe sobre el .Error 404: Democracia not found. Y cuando ésto sucede, Luis: El pueblo quiere ser jefe de los políticos y eso es lo peor que puede sucederle a una gente que quiere enriquecer y sólo tiene el fisco público para hacerlo y unos donativos aquí y allá de los intereses especiales, en aras de favores políticos».

«¡Al carajo la comunidad!», le dice Ed a Luis. Y comienzan las confidencias porque de ellas se aprende. A lo que se ha de servir es al beneficio propio y privado. Y diseñar que el poder mediático mantenga a la gente sin pensar. «Elevar el salario de $168,000 anuales con que comienzas en el gobierno a $1.3 millones anuales, con estipendios, bonos y aumentos salariales y eso fue lo que hice cuando el imbécil de Bush me llamó», se jacta Ed..

Estar con un sujeto como ése, «bastante incompasivo, por cierto; el ser menos schopenhauriano y antirromántico que he conocido», vale dinero. Hay que hacer muy buenos cobros para sorpotarlo y, desde antes del 2007, Ed lo hacía gracias a que dejó el lobbying shop por él. Su amigo Jack Quinn era mejor persona. Con él, llegó a originar una fortuna acumulada de $7.86 millones. Sin embargo, cuando deja a Quinn en favor de los intereses de Bush, se impuso algo más.

«Llevar esos $7.86 millones a $19.4 millones. Esto sí será mamar de la Fortuna Virilis».

Se refiere a los templos del Poder en la Roma republicana, no necesariamente en la Roma capitolina. Había entrado en Casa Blanca a exprimir la ubre de la Fortuna y la quería hacer llorar.

Ed dice que aprendió de Serbio Tulio lo que hay que aprender del poder y las Ciegas Ideologías de la mediocridad parlamentaria. «Y me da lástima de que quieras ser un político con el pretexto del idealismo o los rumores inútiles que sobre política hablan la gente utópica y no fogueada por el Destino».

Le dice que el Destino es una víbora, una enorme Serpiente que da dinero / oportunidad de enriquecimiento / o te da una mordida, si no eres un buen Encantador de Serpientes. Aconseja que vaya a la India para ver cómo el Destino muerde a los más pobres y charlatanes 'encantadores'. Cualquier país del Tercer Mundo es una India de montoneros, militarotes y politicastros, que presumen que conocen el Secreto del Encantamiento serpentino. Mas lo que se observa es la miseria del Destino. Inmunda pobreza, violencia, el veneno de esa bestia elemental. Tal parece que, con el atestiguamiento, se contradice la enseñanza de Arthur Schopenhauer: «El hombre es superior a las bestias»...

Para que el hombre sea superior a las bestias, debe encantarlas. El Destino es esa pantalla de elementales pensamientos que se vuelven tentáculos colectivos o dragones serpentinos. Uno tiene que adormecer esos muchos ojos y cabezas medúseas que el Destino para su mal o su desgracia tiene. Un monstruo de ideologías lo que necesita es un hombre encantador, que ni ama ni odia, «uno que adormece y se lleva el tesoro que el Monstruo Serpentino vigila celosamente».

«Si te digo que vayas a la India, o que vayas a Suramérica o China, es porque allá se han dado cuenta que los malandrines, malos encantadores de serpientes, deben ser suplantados. El pueblo que despierta, que deka de ensoñarse, quita dinero a los poderosos. Deja de creer en Suerños Americanos y aún en Leyendas de Ek Dorado, de modo que hay que aprender a tiempo, aprovechar el tiempo, porque el pueblo está dejando creer en los contratos de los malandrines y malos políticos. Pero el pueblo tiene razón: No falta el dinero. Sobran ladrones».

A Luis le parece diverida la sabiduría zorruna de Gillespie.

El homo politicus es el único que adormece las bestias. El único que sabe enamorar a la Diosa Fortuna. «Ella lo ve como un Macho leal. No advina que viene con la esencia dual de la masculinidad: voluntad que se arriesga y representación que engaña. Si tienes un puñal en el costal, no lo enseñes, Luis, y si crees en la fortuna de ser un Fortuño, ayudáte con el principio de que la Fortuna es mujer y es putarraca, libidinosa, ciega y caprichosa. Le gusta el dinero más que al hombre. Al que le provee las condiciones de Abundancia y Prosperidad le da el placer, tres veces más intenso y te pare trillizos».

El joven abogado se jacta de que no necesariamente anda en aras de lucro. Su padre ha sido un dentista exitoso y su madre, científica de Yabucoa. Una química graduada. Gente profesional de círculos pequeñoburgueses y anexionistas. Los cuatro hermanos Fortuño Moscoso no necesitan del robo. «Somos gente idealista». Enumera que presidió la Asociación de Estudiantes Estadistas de Puerto Rico. Para 1980, promovió el voto ausente para las elecciones e hizo que ganara el Partido Nuevo Progresista (PNP), el único que cree en una amistad leal con el pueblo estadounidense. Se molestar de que Rosselló, durante su gobernación, no apreciara su patriotismo anexionista.

«¿Quieres que te aplauda tu expediente colonialista? Mira quer no hay diferencias sustanciales entre esos rojos de La Pava y los azu;es de tu Partido. Ambos están vendiendo a su país, unos al contado; otros a plazos cómodos como Hernández Colón, Acevedo Vilá y soberanistas entre comillas. Rosselló empuja plesbictos. Tiene prisa de entregar la pobre isla a la desintegración, eh».

«¡Amamos a Puerto Rico. Queremos progreso».

«¡Ay, Luis! Me recuerdas a Jefferson Davis y Robert E. Lee cuando decían que amaban al esclavo sureño... Sí, sí, puede que haya habido un cariño y sueñito a fin de emanciparlos, en proceso que vengo natural e históricamente sin presiones, pero, mientras tanto: ¿Qué amaría más la hacienda algodoneta, el cañaveral con mano de obra gratis, o barata?: A veces hay que elegir entre el dinero y el poder y las causas federales de libertad y derechos simiares... El hpmbre sureño supo lo que que quería... yo no pongo la cabeza em el asador por el patriotismo de Robert Lee y menos por el de Nathan Bedford Forrest:, comandante de los Ku Klux Klans y ellos decían, todos ellos que la esclavitrud es na mal político y moral, que no se debe separar la nación y llevarla a la guerra civil, que liberaría a negros t chinos — pero palabras, para batallar se necesitan dos y basta un terco airado para iniciar una guerra y echarlo todo a joder».

Luis corrige un poco su entusiasmo. No le parece tan diverida la sabiduría zorruna de Gillespie.

«No sé que decirte, Ed».

No es suficiente para Ed, discípulo del propio Serbio Túlio y del templo de Fortuna Virilis que le escuche escrúpulos. Dice que le gusta de la idiosincracia latinoamericana, la personalidad «a la macharrana». El político asertórico es como Trujillo, o Pinochet, o Strossner. O más modernamente, macharranes de apariencia amaricada, como Fujimori o Uribe, pero con sus costales armados de voluntad asertórica. No aman a nadie; pero, en apariencia, tampoco odian.

En conjunto, cualquiera de los machos del Templo de Fortuna Virilis, son los especímenes que entienden de que se trata el poder. Se trata de dinero. El egoísmo del dinero y la voluntad de adquirirlo. Como dice Schopenhauer, no son «hombres superficiales» que malgastan su tiempo con boberías; son los sensatos porque utilizan el tiempo para enriquecerse y garantizar a su familia que no vivan miserias ni incertidumbres. Dice que comprende el pavor en que viven, en estos tiempos, los políticos presionados por un pueblo que ya comienza a pensar. El pueblo les está pidiendo a senadores, diputados y jueces, a los grandes de la patria, que entreguen las pensiones que no merecen... «¿Has pído que cuando los de abajo se mueven, los de arriba se tambalean?»

A Luis no le parece tan diverida la sabiduría zorruna de Gillespie. Ahora lo escucha yendo a especificidades: «Tal vez, la razón por la que sueña, con vacas flacas o elefantes difusos es porque no puedes garantizar que te irá bien con ese bufete legal para el que trabajas. El servicio exterior no creo que te guste. ¿Sabes, Luis? Eres muy ingenuo por ser diplomático e inclusive muy tonto para ser patriota, en ese mismo contexto con que ahora se habla aquí de 'Contratos con América' y neoconservadorismo... Eso es una mierda sofística. Un pueblo sabe cuando se vive en una crisis, producto de la estafa... Estoy escribiendo para uan revista lo siguiente que acabo de leer, oírlo en Europa: Esto no es una cuestión de izquierda contra derechas. Es de los de abajo contra los de arriba. Volviendo a tí... Lo que de veras hace a uno encantador de serpientes y hombre político es querer la Fortuna a nuestros pies. La hija de Júpiter mamándonos de la bragueta como Mónica Lewinsky al ex-presidente Clinton. No es para que estemos divertidios con la cantidad de rumores inútiles que nos toca soportar como hombres políticos; la importancia de la inteligencia política es que es inversamente proporcional al rumor, al chisme, a las acusaciones. Tenemos que ser ecuánimes porque los destinos políticos son caóticos si no jugamos bien con las buenas cartas... Te lo digo, como estratega que he sido de Bush: Una buena carta con las que se juega es la carta del dinero... ¿Te gustaría hacer mucho dinero, Luis? ¡Cuanto más dinero sea el que quieras acumular y conseguir, más lejos y exitoso serás en la política! ¡Cuanto más arriesgues, más ganas! El destino mezcla las cartas, y nosotros jugamos».

PREVIO / SIGUIENTE / 3
___

Las Vacas Gordas y la Muñeca de Trapo / El chantaje / El regalito / Para el maquiillamiento de todo lo viejo / Coquito y los PNPeos / ¿Quién es el desquiciado que se sienta allí?

No comments: