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Por CARLOS LOPEZ DZUR
Quien no escribe lo que siente, con sinceridad, nunca se sentirá poeta. Y es como si se incomunicara para sí y para otros.
En el flujo de su sinceridad, su pureza sin ocultamiento, está la energía del eros vivificador de toda la poesía y de todos los intereses que uno tiene porque el poeta lo explora todo cuando se sintoniza, se filtra en lo abierto de sí.
Se mete hasta en sus propios poros, se incide en medio de sus células, se cuela en sus excrementos, en sus secreciones, se percola y se estercola. Se mete por sus oídos y dibuja media oreja y se mete por el otro oído, como en inmantaciones de imán, con esas mismas simetrías... Todos los temas y aproximaciones se vuelven terreno de filtraje.
Es tan simple y a la vez inexplicable la descripción de ese proceso sinceratorio que precede a escribir un poema. Lo que uno infiere del proceso, una vez desatado, es que el poeta no se puede fingir. Se sabe de inmediato porque es como querer sonreir cuando no se quiere, cuando el otro nos desafía con asco y rencor y no podemos perdonar su presencia.
El texto es siempre una victoria, tras una lucha interna con el fingidor, con la parte oscura y desautorizadora de los sentimientos. Uno sabe de esa victoria cuando dice: «Este poema me gusta; me liberó, o se liberó de mí». Por eso es que los poemas abren a uno mismo y se abren ante el lector.
¡Hay una bruta sinceridad que tiembla en ellos, vibra el regocijo de saberse abierto, como en dos mitades de un enorme fruto y poder verse en tal masa, verse contenido en sus muchass cosas, multi-tematicidad y muti-posibilidades formales, organizadas, o semi-organizadas, pero cognitivamente desafiantes, palpitantes...
A veces ante el quehacer poético y su acumulativa adicción / cuando hay interés en dejar una obra / la pienso como si se tratara de un melón gigantesco, que es el espíritu, la dación de ese melón / o puede ser una papaya / del que uno extraerá cosas... lo primero es abrir el melón y cuando está plenamente rajado, abierto, regocijarse viéndole todas las semillas de su interior, tonos de sus pulpas, a más de su corteza y, al final, hay que echarse de boca a comerlo y chupar ¡como en la jugosa vulva de la vida!
Si hay un Arbol de la Vida / de la Ciencia del Bien y del Mal, el poema es un fruto de ese árbol, hoja del libro de melones y papayas, cúmulo de de semillitas, jugo de sabores lícuos, bebibles y esencias potables, que nos alimentarían. Con sólo querer, pero sólo se abre con sinceridad.
Uno no se puede chupar lo que asquea. Los poemas hay que quererlos desde la sinceridad del querer. La sinceridad es lo que forma la boca, los labios, la sonrisa, la disponibilidad. El chupar de la lectura comio si se trata de gozo erótico es rico.
Recuerdo uno de mis poemas más antiguos, que originalmente, titulé «Promesa verbalizada» y después: «¿Qué es el gozo?» Son textos de mi libro sobre el poeta como ladrón / hábil mañoso...
En el gozo hay más que promesa. El gozo es el acto mismo del poema. El gozo es la invocación cumplida y satisfecha, no la promesa quedada a mitad de camino, sordo eco de nada. Aquí un trozo de ese poema:
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¿Qué es el gozo?
¿Una promesa verbalizada meramente?
¿Un discurso en los labios del Hacedor Sublime?
¡Pues linda miseria que hicieron de los gozos,
promesas y promesas y promesas!
Que no haya sublimes labios ni hacedores.
Que se forme la boca.
Que el beso retoñe.
Que las raíces crezcan...
¡A chupar venimos!
a absorber,
a rastrear el camino
vestidos de piel,
desnudos e inmersos
dentro de las charcas de escozores.
Sin embargo, una vez existe el hábito y la praxis de un gozo por la palabra, aparecen otros prerequistos o calidades que iluminan más a los poemas que leeremos de otros o de nosotros mismos. Otras características deseables en adición a la disposición sincera son:
Escribir un poema nos enseña a (1) oír y ver la música, las estructuras ocultas de las cosas. Hay música / ritmo / vibraciones en todo. El poema es una manera de espiar detalles sutiles, no en el sentido del ver meramente perceptivo-óptico ni de un oir lo obvio del ruido o del golpe aparatoso.
El proceso del poema oye, ve y siente el movimiento de cosas y es por lo que digo que la «palabra» no baila con cualquiera, así como pudiera decir que músico bueno / compositor inspirado / no es cualquiera. Ni cualquiera lo sabe cantar.
LA PALABRA QUE NO BAILA CON CUALQUIERA
A veces, la palabra es verazmente inconmovible
como el amor que no cuaja,
como el deseo que queda insatisfecho
y la caprichosa fiera, jactanciosa, que se burla.
Oíd que la palabra no baila con cualquiera.
Este es su día de rabieta femenina,
su Luna, su pantano de escorpiones,
su cumbre de cabrita cabrona.
Consigo baila.
Ella misma se besa,
se corrompe a solas con su narcismo
y se desplaza con trámite de nóumeno
como perversa coqueta del lirismo.
Una palabra,
para ser lo que es,
se espía desnuda sus tropos,
lexémicos romances de su ombligo,
sus curvas y caderas
de sibarita fonológica
ante el gran espejo de la mundanidad.
También me gusta que los poemas tengan (2) sabores. De ahí que me plazca compararlos con melones y papayas.
Cuando fuíste primitiva, originariamente diseñada,
Vida, fruta del cosmos, me díste deseo,
miedo, voluntad sobreviviente,
¿pudíste entonces ser más generosa?
Fuíste principio desatado del bíos,
el forcejeo con mitocondriones
y el desbordamiento / Ibris.
Pero quienes te vieron ayer,
sin usanza de golpes de pecho,
y lamidas frívolas y ascos y ñáñaras,
¡mucho más de tu dulzura, fruta del Todo,
han conocido!
Son pioneros de tus devociones,
bayas del placer infinito,
vainas de la Delicia.
2.
Soy un pedacito de presente que te invoca.
Y pelaré tu cuerpo, fruta del cosmos,
con este beso,
con afán,
mordiéndote de tal modo
que cuando estés desnuda,
sepa que eres la causa de todo lo que existe.
Que vencíste la fromulación arbitrraria y opresiva
de lo adjetivo a este mundo y filosofemas
de la historia, mi pasado,
mis muchas vidas previas
mordiendo la pulpa,
hasta mecerte en geotropismos de la aurora.
Ya no son necesarios ni sistemas
ni epistemologías
para quererte entender lo que das,
fruta tras fruta.
Eres la vida-muerte, el final del comienzo, nada más.
Se goza de tu amor al primer bocado.
Y, como flor entre dientes, se muerde en tu gruta
y tus vísceras, por la ternura precisa,
el necesario alimento.
8-2-1997
<>
MITOPOEMA
Te abriré, mitopoema
porque estás más allá de habla caprichosa.
De estas murallas secas donde la gente
come vidrio y escupe lajas.
Yo sí creo en el Jardín con manzanas
de núcleo medulares e ígneos.
No me quedo sobre fiambre de tejones y espejismos.
Yo sí quiero la muerte, la vida,
y seré un revendón
de estas verdades, los frutos.
Solazaré mis dedos por las grietas.
Buscaré la semilla, lo Eterno.
El que escrutó los grumos, las espinas,
y dijo «me es suficiente», no sabe de tus colores
más bellos, no sabe decir: «¡Existes!»
A corte de machete, dividiré las horas del presente
y los objetivos que guardaste dentro de la pepa.
Cantaré cuando el sol se despida desde esta orilla
a la pulpa blanda como vientre, comO alma.
Habrá objetivos que no pueda decir todavía
que son míos, hortalizas prohibidas por ahora.
Las dejaré crecer y madurar para mí.
Vendré cuando me digas, renaceré.
Y sabré que hay sustancias para otros ojos
que me llevan ventaja, viejos almas
con eterno espíritu y cuyas gargantas
ya no conocen amargura; una visión estuvo
inserta en las estrofas del origen.
Estos poemas se inckuyen en mis libros HEIDEGGERIANAS, EL LADRON BAJO EL ABRIGO y otros... aunque esencialmente inédita, los libros completos se comparten en mis bitacoras de la internet y sueltos en grupos revistas.
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1 comment:
Saturday, September 24, 2011 9:32 PM
From: "Alejandro Drewes" / drewes@arnet.com.ar/
RE: [literatura-bolivia] Re: SOBRE LA POESIA
Carlos, amigo querido, como siempre gracias por esta reflexión sobre tu forma de aproximarte al poema. Espero luego que el tiempo y la mala salud me den algún respiro para comentar.
Celan por su parte, en aquella carta a Bender, recordaba que el poema era “lo más parecido a un apretón de manos”. Eso vale sin duda para los muy escasos textos cabalmente poéticos de los que se han escrito desde entonces -y ni hablar de los que pretenden pasar por tales y desfilan por las pantallitas- y en cuanto a mí, resumiría diciendo que el poema es una gran, una excelsa, invitación al silencio.
Un abrazo / Jens
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