Wednesday, February 11, 2009

Contra el antisemitismo: un problema real

Por David Karvala / Desde Barcelona

Cualquier persona que haya levantado la voz contra los crímenes de Israel y a favor del pueblo palestino habrá sido acusada en algún momento de antisemitismo. Este tema produce mucha confusión, y merece una seria consideración. Antes de nada, es esencial insistir en la distinción entre el sionismo, como ideología política, y el judaísmo, como religión.

Haría falta la misma distinción entre la ideología bélica de George Bush y las creencias religiosas de la gente cristiana, incluyendo a los creyentes de la Iglesia Metodista a la que Bush pertenece. El hecho de que Bush y su entorno utilicen citas bíblicas para justificar sus acciones no significa que éstas sean una expresión del cristianismo.

El sionismo utiliza el judaísmo como coartada, pero las dos cosas son muy distintas. Se ha demostrado que Ben Gurion, fundador de Israel, no creía en las justificaciones religiosas para la creación de Israel, sólo las utilizaba. Si el sionismo y el judaísmo fuesen lo mismo, sería difícil explicar por qué muchas de las personas más críticas con Israel, como Noam Chomsky, Ilan Pappe, o Naomi Klein, son de origen judío.

Por otra parte, el apoyo incondicional al Estado de Israel —lo que sería una definición aproximada del sionismo— no se limita, ni mucho menos, a la gente judía. Sectores del entorno de Bush se declaran explícitamente como cristianos sionistas.

Algunas personas intentan explicar el respaldo a Israel por parte de EEUU y la Unión Europea recurriendo a una supuesta “conspiración judía”. Los que participaron en las movilizaciones contra la guerra de 2003 deberían haber aprendido lo suficiente acerca de los intereses imperialistas en Oriente Medio, de la importancia del petróleo, etc. como para saber que la foto de las Azores no surgió de ninguna conspiración judía. Son estos mismos intereses los que explican el apoyo occidental a Israel.

Más allá de las confusiones creadas, el antisemitismo es un problema real, que no debe tomarse a la ligera.

Argumentar, por ejemplo, que no se puede hablar del antisemitismo contra los judíos, porque los palestinos también son un pueblo semítico, no nos hace avanzar ni un ápice. Llámese antisemitismo, judeofobia, o lo que sea, es innegable que ha existido, y existe, en Europa un racismo dirigido específicamente contra la gente judía. Durante la primera mitad del s.XX, fue una de las formas más extendidas de racismo en Occidente; hoy lo superan otras formas —como la islamofobia— pero sigue existiendo y que hay que combatirlo.

En parte debido al éxito del Estado de Israel y de sus defensores al identificar el sionismo con el judaísmo, alguna gente honestamente piensa que la culpa del sufrimiento del pueblo palestino la tienen “los judíos” como tal, lo que es igual que decir que los cristianos son los culpables del calvario actual del pueblo iraquí.

Más preocupante, aún existen grupos de extrema derecha que utilizan los argumentos contra Israel para justificar el antisemitismo. No tiene sentido equiparar tales organizaciones fascistas con las organizaciones progresistas pro palestinas. Los fascistas no esconden su odio hacia los judíos, lo proclaman abiertamente, reclamando la figura de Hitler y cosas por el estilo. La izquierda internacionalista, en cambio, siempre ha luchado —con más o menos éxito— contra el fascismo y contra el antisemitismo. En este sentido, no sólo el antisionismo y el antisemitismo no son la misma cosa, sino que en general son opuestos.

No se puede decir lo mismo del sionismo y el antisemitismo. Arthur Balfour, el político británico que firmó en 1917 la declaración a favor de un Estado judío en Palestina, era antisemita. Siendo Ministro del Interior, introdujo la primera ley británica contra la inmigración en 1906, específicamente para cerrar la puerta a los judíos que querían escapar de los pogromos en Europa del este. Su apoyo a la creación de Israel reflejó su deseo de que los judíos fuesen a otra parte.

Para el sionismo, no hay problema alguno en tratar con los antisemitas. Según la lógica sionista, expresada por su fundador, Theodor Herzl, todos los no judíos son irremediablemente antisemitas. De ahí que la única solución es un Estado de Israel, apartando a los judíos de los no judíos. Y “los gobiernos de todos los países afligidos por el antisemitismo tendrán gran interés en ayudarnos a obtener la soberanía que queremos”. El sionismo intentó llegar a acuerdos con la Rusia zarista, con la Italia fascista e incluso con la Alemania nazi.

Resumiendo, el argumento esgrimido por los representantes de Israel y sus simpatizantes, de que los anti sionistas son antisemitas, es deshonesto, dado que según el sionismo, todos los no judíos son antisemitas, apoyen o no al Estado de Israel. Más importante, el sionismo niega la posibilidad de luchar contra el antisemitismo, y por extensión contra el racismo en general. En cambio, el antisionismo consecuente conlleva luchar contra toda forma de racismo: contra el apartheid que sufren los palestinos; contra el racismo hacia los negros; contra la islamofobia; y contra el antisemitismo.

Y esto no puede quedarse en palabras, sino que implica actividad. Cuando surgen los grupos fascistas —que utilizan argumentos antisemitas o islamofóbicos, según les conviene en cada momento— las fuerzas progresistas que se solidarizan con Palestina deben sumarse a la lucha contra ellos… igual que hizo la izquierda internacionalista frente al fascismo y nazismo el siglo pasado.

Los que son consecuentes con el sionismo, no lo harán, como no lo hicieron entonces.
David Karvala es activista en la Campanya catalana de solidaritat amb Gaza.

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