El secretario de Justicia, Antonio Sagardía, reveló el sábado que ha habido un alza en la comisión de delitos económicos y de corrupción, tanto en el ámbito público como en el privado.
Por Arturo Cardona Mattei / Escritor puertorriqueño
Puerto Rico está en crisis. Nuestra geografía toda está manchada por los males y desgracias que provienen de esa propia crisis. Todos queremos lo mejor para nuestra patria, pero la maldad no ceja en su empuje. Lo que vemos, oímos y leemos a diario no nos deja margen para especulaciones. Nuestra realidad cotidiana nos pone de rodillas, nos abruma y nos paraliza. El poder de la ley no se ve, ni se siente al grado que debiera funcionar. Ya se habla del peligro de que la gente tome la justicia con sus propias manos. Precisamente, esto es lo que está sucediendo en otros países. Esos ejemplos son muy fáciles de copiar.
Desde los sucesos del Cerro Maravilla –julio 1978- Puerto Rico no había caído en un estado de incertidumbre tan grande hasta llegar al dramático juicio que se está llevando contra el ex-gobernador Aníbal Acevedo Vilá. En el Cerro Maravilla dos jóvenes independentistas fueron emboscados y asesinados. Luego vino una extensa investigación por el Senado de Puerto Rico que se convirtió en toda una novela política. Aquel enredo se fraguó en las más altas esferas gubernamentales. Las huellas llegaban hasta La Fortaleza. Aquella confabulación le costó mucho dinero y sufrimientos a todo el pueblo de Puerto Rico. Al final, hubo culpables que fueron a dar a la cárcel. Los verdaderos autores, los que astutamente escribieron el libreto, nunca fueron alcanzados por el brazo de la justicia. Desde aquellos hechos la paz y la tranquilidad se han esfumado de nuestra sociedad. Las malditas ideologías políticas le han robado el corazón y el aliento a nuestro pueblo.
Hoy, treinta y un año después, volvemos a caer al fondo del caño. En el fondo de este caño hay más de un negrito. Es más, en este caso los muchos son los blanquitos. Las ambiciones políticas, el egoísmo desmedido, el poder corrupto y las venganzas fraticidas nos tienen una vez más de rodillas. El drama político que estamos viviendo es uno donde acto tras acto vemos cómo la señora corrupción se está tragando nuestro país. En el Cerro Maravilla dos jóvenes idealistas fueron ultimados a balazos, en el juicio contra el ex-gobernador Aníbal Acevedo Vilá estamos presenciando el asesinato de la democracia puertorriqueña. Un gran secreto ha quedado al descubierto: los políticos han mancillado la democracia puertorriqueña. Los partidos políticos se han vendido descaradamente a los grandes intereses. Han formado un gran matrimonio y han subido al altar de la corrupción y la inmoralidad. El dios dinero ha tomado asiento de primera fila. En este juicio –que durará unas seis semanas- estamos viendo cómo una gran confabulación entre políticos e intereses creados se han burlado del pueblo por muchos años. Pero el pueblo no se revela. Cada cuatro años –como ovejas mansas- vuelven a depositar su confianza en los mismos políticos que han sido sus verdugos.
La fiscalia federal está empeñada en descifrar todo un complejo sistema de lavado de dinero. Paso a paso ha ido poniendo las piezas de un enmarañado y hábil método usado para levantar enormes sumas de dinero para ser usadas en las campañas políticas. Ese secreto lo sabía todo el país. Lo nuevo es que ahora todo está en blanco y negro. Actores que han estado dentro del monstruo están revelando los pormenores de cómo trabaja dicha conspiración. El fango es tanto que tiene tentáculos allende los mares. La lista dada a conocer de los conspiradores es extensa. El teatro de operaciones es ancho y profundo. El pueblo debe tomar conciencia del porqué de sus males.
Sí, pues esa corrupción tiene efectos devastadores para toda la sociedad. Pero los políticos solo piensan en escalar puestos para llenar sus oficinas de honores y diplomas que los hagan más importantes ante sus semejantes. La vanidad, el egoísmo y la avaricia rompen los moldes del buen juicio, la moral, la ética y la espiritualidad. Esos son los mismos angelitos que se nos muestran en cuanto círculo de oración se hace en La Fortaleza, el Capitolio y en otros muchos lugares.
Por otro lado, una defensa sumamente costosa –sobre dos millones de dólares- está usando todo su arsenal legal para ver cómo puede contener los embates y cornadas de una fiscalía muy bien atrincherada. De la culpabilidad o inocencia de Aníbal Acevedo Vilá van a depender muchas cosas. Pero lo que va a quedar absolutamente claro es que nuestro pueblo está enfangado en una muy seria corrupción. Ese cáncer habita en todos los niveles políticos de nuestra ultrajada democracia. Quedaron atrás los tiempos de una santa y bendita democracia. Hoy nuestra democracia anda al garete y en harapos.
En desgracia eterna se revuelcan nuestros valores más apreciados. Los vicios nos sofocan. Luego, los chapulines de nuestra cristiandad se desbordan en saliva diciendo que nuestro pueblo es uno bendecido por Dios. He aquí otro tipo de corrupción: la espiritual.
Caguas, Puerto Rico
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