My fellow Americans, I'm pleased to tell you today that I've signed legislation that will outlaw Russia forever. We begin bombing in five minutes: Ronald Reagan
Ocurrió el once de agosto de 1984. En breves momentos, un ex-actor experimentado que ha llegado a la presidencia de la nación más democrática y próspera del mundo se presentará ante las cámaras televisivas. Le llaman el Gran Comunicador. El ha sabido colocar en la agenda de su administración uno y cada uno de los tópicos del Conservadorismo e hilvanó un estereotipo exitoso. La Unión Soviética es el Imperio del Mal.
La economía sufre una recesión profunda y algunos aumentos en los gravámenes tributarios serán necesarios, aunque él no querría contradecir sus promesas al pueblo, máxime cuando ha dicho que son necesarios recortes en el gasto social. Le han dicho que la inflación es elevada. Que es necesario reducir la inversión en beneficencia pública. «El pobre que se aguante». Le propusieron lo que él, por jactarse llama, la reaganómica. Es un mal consejo, en defensa de la Industria de la Defensa y al Armamentismo, que quita la beneficencia al pobre para darla a las corporaciones.
Está en compañía de estos industriales que lo chulean como a un viejito lindo. El quiere hacerse chistosito durante una revisión de micrófonos. Engola voz y dice, creyendo que los micrófonos radiales están fuera del aire: «Mis compatriotas: Me complace anunciarles hoy que he firmado legislación para ilegalizar a Rusia para siempre. Comenzaremos un bombardeo en cinco minutos».
El Kremlin reaccionó con estupor. El ex-chota de sus compañeros actores en el decenio del '40, aquel que ayuda a elaborar Listas Negras de presuntos comunistas en Hollywood, tuvo que decir que fue una broma. No obstante, a la larga, fue efectiva. A tres años de lo dicho, como si no olvidara, el líder soviético Mikhail Gorbachev, firmó un tratado para eliminar las armas nucleares de alcance intermedio.
Sin embargo, ese mismo año, durante su primera aparición televisiva tras las audiencias del Escándalo Irán-Contras, el presidente-actor, dice: «No soy perfecto. Fui testarudo. Con ésto de los Contras y las ventas iraníes, todito se me fue de las manos».
La economía sufre una recesión profunda y algunos aumentos en los gravámenes tributarios serán necesarios, aunque él no querría contradecir sus promesas al pueblo, máxime cuando ha dicho que son necesarios recortes en el gasto social. Le han dicho que la inflación es elevada. Que es necesario reducir la inversión en beneficencia pública. «El pobre que se aguante». Le propusieron lo que él, por jactarse llama, la reaganómica. Es un mal consejo, en defensa de la Industria de la Defensa y al Armamentismo, que quita la beneficencia al pobre para darla a las corporaciones.
Está en compañía de estos industriales que lo chulean como a un viejito lindo. El quiere hacerse chistosito durante una revisión de micrófonos. Engola voz y dice, creyendo que los micrófonos radiales están fuera del aire: «Mis compatriotas: Me complace anunciarles hoy que he firmado legislación para ilegalizar a Rusia para siempre. Comenzaremos un bombardeo en cinco minutos».
El Kremlin reaccionó con estupor. El ex-chota de sus compañeros actores en el decenio del '40, aquel que ayuda a elaborar Listas Negras de presuntos comunistas en Hollywood, tuvo que decir que fue una broma. No obstante, a la larga, fue efectiva. A tres años de lo dicho, como si no olvidara, el líder soviético Mikhail Gorbachev, firmó un tratado para eliminar las armas nucleares de alcance intermedio.
Sin embargo, ese mismo año, durante su primera aparición televisiva tras las audiencias del Escándalo Irán-Contras, el presidente-actor, dice: «No soy perfecto. Fui testarudo. Con ésto de los Contras y las ventas iraníes, todito se me fue de las manos».
09-03-1989 /
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