Por Adriana Riss El Librepensador
Se anunció hoy el fallecimiento, ocurrido el pasado domingo, del último gigante del pensamiento francés, fundador de la antropología moderna. El año pasado, al cumplir cien años había sido homenajeado con una jornada dedicada a él y a su obra en el Museo del Quai Branly, una exposición en la Biblioteca Nacional y la publicación o reedición de numerosos libros suyos.
«Odio los viajes y los exploradores …»: así de radical hubo comenzado, uno de los viajeros y exploradores más prolíficos del siglo XX su autobiográfico Tristes Trópicos (1955). El tono escéptico, aunque no cínico, era característico de quien tal vez haya visto demasiadas cosas y sufrido demasiadas decepciones como para dejar un hueco a la esperanza en el ser humano. Quizá esa distancia hacia las personas y hacia la vida en general le haya permitido a Levi-Strauss convertirse en un genial observador del ser humano.
Había estudiado filosofía y derecho, aunque lo aburrieron. Contaba con una vasta cultura clásica y literaria y también con profundos conocimientos en música clásica y contemporánea. Sin embargo, sus “tres amantes”, como él las definía, fueron la geología, el marxismo y el psicoanálisis. Tanto la geología, como el marxismo y el psicoanálisis comparten una premisa: las cosas constan de estructuras y estas estructuras pueden ser descubiertas y analizadas en detalle
Pionero del estructuralismo, recorrió el mundo para comprenderlo y estudiar sus mitos, Lévi-Strauss obró por la rehabilitación del pensamiento primitivo, a veces con la mirada de un moralista. «A caballo entre filosofía y ciencia (…), su obra es indisociable de una reflexión sobre nuestra sociedad y su funcionamiento».
En 1931 obtuvo el título de catedrático de filosofía. Nombrado profesor en la Universidad de Sao Paulo, se trasladó en 1935 a Brasilia donde dirigió varias misiones etnológicas en Mato Grosso y en Amazonia. «He sido siempre un americanista a causa de la impresión imborrable provocada en mí por el Nuevo Mundo, a lo que se agrega el trastorno, que dura aún, causado por mi contacto con una naturaleza virgen y grandiosa (…) Creo que ningún otro continente necesita tanta imaginación para estudiarlo», escribió.
En 1941, debido a su origen judío que lo obligó a dejar Europa, se refugió en Estados Unidos, enseñó en Nueva York y conoció allí al lingüista Roman Jakobson, que tuvo una gran influencia sobre él. En 1949 asumió el cargo de subdirector del Museo del Hombre de París. En 1959, ocupó la cátedra de antropología social del Colegio de Francia, donde ejerció hasta su jubilación, en 1982. Doctor honoris causa por varias prestigiosas universidades (Oxford, Yale, Harvard, etc…), fue el primer etnólogo elegido miembro de la Academia Francesa (en 1973).
Entre sus principales obras figuran Estructuras elementales del parentesco, Antropología estructural I y II, en las que aplica al conjunto de los hechos humanos de naturaleza simbólica un método, el estructuralismo, que permite discernir formas invariables dentro de contenidos variables, y El pensamiento salvaje. Es también autor de Mitológicas, obra de la que el primero de sus cuatro tomos (Lo crudo y lo cocido) ilustra la oposición entre naturaleza y cultura.
En una de las escasas entrevistas que otorgó en los últimos años (en 2005), tras evocar su deuda con Brasil, afirmaba: «vamos hacia una civilización de escala mundial. En la que probablemente aparecerán diferencias, al menos hay que esperarlo (…). Estamos en un mundo al que yo ya no pertenezco. El que yo he conocido, el que he amado, tenía 1.500 millones de habitantes. El mundo actual tiene 6.000 millones de humanos. Ya no es el mío».
Se anunció hoy el fallecimiento, ocurrido el pasado domingo, del último gigante del pensamiento francés, fundador de la antropología moderna. El año pasado, al cumplir cien años había sido homenajeado con una jornada dedicada a él y a su obra en el Museo del Quai Branly, una exposición en la Biblioteca Nacional y la publicación o reedición de numerosos libros suyos.
«Odio los viajes y los exploradores …»: así de radical hubo comenzado, uno de los viajeros y exploradores más prolíficos del siglo XX su autobiográfico Tristes Trópicos (1955). El tono escéptico, aunque no cínico, era característico de quien tal vez haya visto demasiadas cosas y sufrido demasiadas decepciones como para dejar un hueco a la esperanza en el ser humano. Quizá esa distancia hacia las personas y hacia la vida en general le haya permitido a Levi-Strauss convertirse en un genial observador del ser humano.
Había estudiado filosofía y derecho, aunque lo aburrieron. Contaba con una vasta cultura clásica y literaria y también con profundos conocimientos en música clásica y contemporánea. Sin embargo, sus “tres amantes”, como él las definía, fueron la geología, el marxismo y el psicoanálisis. Tanto la geología, como el marxismo y el psicoanálisis comparten una premisa: las cosas constan de estructuras y estas estructuras pueden ser descubiertas y analizadas en detalle
Pionero del estructuralismo, recorrió el mundo para comprenderlo y estudiar sus mitos, Lévi-Strauss obró por la rehabilitación del pensamiento primitivo, a veces con la mirada de un moralista. «A caballo entre filosofía y ciencia (…), su obra es indisociable de una reflexión sobre nuestra sociedad y su funcionamiento».
En 1931 obtuvo el título de catedrático de filosofía. Nombrado profesor en la Universidad de Sao Paulo, se trasladó en 1935 a Brasilia donde dirigió varias misiones etnológicas en Mato Grosso y en Amazonia. «He sido siempre un americanista a causa de la impresión imborrable provocada en mí por el Nuevo Mundo, a lo que se agrega el trastorno, que dura aún, causado por mi contacto con una naturaleza virgen y grandiosa (…) Creo que ningún otro continente necesita tanta imaginación para estudiarlo», escribió.
En 1941, debido a su origen judío que lo obligó a dejar Europa, se refugió en Estados Unidos, enseñó en Nueva York y conoció allí al lingüista Roman Jakobson, que tuvo una gran influencia sobre él. En 1949 asumió el cargo de subdirector del Museo del Hombre de París. En 1959, ocupó la cátedra de antropología social del Colegio de Francia, donde ejerció hasta su jubilación, en 1982. Doctor honoris causa por varias prestigiosas universidades (Oxford, Yale, Harvard, etc…), fue el primer etnólogo elegido miembro de la Academia Francesa (en 1973).
Entre sus principales obras figuran Estructuras elementales del parentesco, Antropología estructural I y II, en las que aplica al conjunto de los hechos humanos de naturaleza simbólica un método, el estructuralismo, que permite discernir formas invariables dentro de contenidos variables, y El pensamiento salvaje. Es también autor de Mitológicas, obra de la que el primero de sus cuatro tomos (Lo crudo y lo cocido) ilustra la oposición entre naturaleza y cultura.
En una de las escasas entrevistas que otorgó en los últimos años (en 2005), tras evocar su deuda con Brasil, afirmaba: «vamos hacia una civilización de escala mundial. En la que probablemente aparecerán diferencias, al menos hay que esperarlo (…). Estamos en un mundo al que yo ya no pertenezco. El que yo he conocido, el que he amado, tenía 1.500 millones de habitantes. El mundo actual tiene 6.000 millones de humanos. Ya no es el mío».
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Rememorando: Levi-Strauss dixit
Tomado de Europa Press
El etnólogo francobelga Claude Levi-Strauss, galardonado con el XVII Premio Internacional Catalunya de la Generalitat, declaró durante una entrevista realizada en París el 30 de marzo, que el mundo actual, «aunque parezca homogéneo y uniformizado, alberga más diferencias de lo que parece».
El pensador sentó las bases para una etnología del futuro y apuntó que es quizás «la ceguera» de nuestro mundo actual la que no permite ver las diferencias entre los pueblos. «Además», prosiguió, «seguimos estudiando todavía civilizaciones que dejaron de existir como la griega o la romana».
Levi-Strauss negó que la etnología esté muerta, ahora que gracias a la tecnología, las distancias entre los pueblos son menores. «Queda trabajo por hacer durante años, porque hay muchos pueblos que, a pesar de estar en contacto con los nuestros, albergan una mina de informaciones», aseveró el maestro.
Visiblemente cansado por la rueda de prensa, a sus 96 años, Levi Strauss aseguró que el mayor servicio que se le puede hacer a los pueblos es «salvaguardar su memoria, instituciones, costumbres y arte» y que las generaciones futuras no pierdan ese legado.
El etnólogo se mostró reticente a hacer juicios sobre la actualidad internacional. «No me siento capaz de un juicio objetivo sobre la actualidad. Y aún menos sobre el porvenir», reconoció Levi-Strauss.
Con modestia, el influyente pensador negó haber sido el padre del estructuralismo, una de las corrientes de pensamiento más importante del siglo XX. «Se trató de un esfuerzo modesto, para intentar introducir el rigor en las ciencias humanas, y sólo en algunos campos», apostilló.
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El sujeto fementido y el ladrón / Doce de octubre y los derechos de los niños y niñas mapuche / Chile: Niños mapuche: ¿Quién escuda qué? / Carabineros desalojan escuela y detienen a niños mapuches / ¿QUIEN PROTEGE A LAS NIÑAS MAPUCHES?
Rememorando: Levi-Strauss dixit
Tomado de Europa Press
El etnólogo francobelga Claude Levi-Strauss, galardonado con el XVII Premio Internacional Catalunya de la Generalitat, declaró durante una entrevista realizada en París el 30 de marzo, que el mundo actual, «aunque parezca homogéneo y uniformizado, alberga más diferencias de lo que parece».
El pensador sentó las bases para una etnología del futuro y apuntó que es quizás «la ceguera» de nuestro mundo actual la que no permite ver las diferencias entre los pueblos. «Además», prosiguió, «seguimos estudiando todavía civilizaciones que dejaron de existir como la griega o la romana».
Levi-Strauss negó que la etnología esté muerta, ahora que gracias a la tecnología, las distancias entre los pueblos son menores. «Queda trabajo por hacer durante años, porque hay muchos pueblos que, a pesar de estar en contacto con los nuestros, albergan una mina de informaciones», aseveró el maestro.
Visiblemente cansado por la rueda de prensa, a sus 96 años, Levi Strauss aseguró que el mayor servicio que se le puede hacer a los pueblos es «salvaguardar su memoria, instituciones, costumbres y arte» y que las generaciones futuras no pierdan ese legado.
El etnólogo se mostró reticente a hacer juicios sobre la actualidad internacional. «No me siento capaz de un juicio objetivo sobre la actualidad. Y aún menos sobre el porvenir», reconoció Levi-Strauss.
Con modestia, el influyente pensador negó haber sido el padre del estructuralismo, una de las corrientes de pensamiento más importante del siglo XX. «Se trató de un esfuerzo modesto, para intentar introducir el rigor en las ciencias humanas, y sólo en algunos campos», apostilló.
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El sujeto fementido y el ladrón / Doce de octubre y los derechos de los niños y niñas mapuche / Chile: Niños mapuche: ¿Quién escuda qué? / Carabineros desalojan escuela y detienen a niños mapuches / ¿QUIEN PROTEGE A LAS NIÑAS MAPUCHES?
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