Friday, November 27, 2009

El mayor engaño de la historia


Por José Fernando Jaramillo / De El Librepensador

Disraeli acertó al afirmar que «El arte de gobernar a los pueblos es el de engañarlos», lo cual es una vez más confirmado con el gran engaño de que durante siglos hemos sido víctimas al creer que las verdaderas dimensiones de nuestro territorio son las que para su beneficio los grandes poderes han difundido como ciertas. Tal engañifa es parte del exorbitante precio que pagamos al ahogarnos en los profundos fangales del agro y la minería, que tanto beneficia los intereses de los señores neofeudales, a quienes el conocimiento y el avance tecnológico tanto molestan.

Como es sabido, durante los 10 a 12 milenios que duró la era agraria ningún país enriqueció su pueblo con lo que produjera el campo. Sus mayores beneficiarios han sido siempre los grandes terratenientes, quienes apoyados por la fuerza bruta de las armas, además de las exenciones y subsidios que gobiernos corruptos les otorgan, aumentan sus fortunas y tamaño de sus tierras, ya de si herencia de conquistadores quienes a sangre y fuego las arrebataran a los aborígenes.

De hecho, para engañar un país basta con controlar sus medios educativos y de comunicación y hacer creer que la difunta revolución agraria, que hace tres largos siglos feneciera para darle paso a la también ya obsoleta revolución industrial, podría sacar del precipicio estas colonias incapaces de llegar a una revolución del conocimiento que ya mismo, en países desarrollados, incuba los más espectaculares avances tecnológicos. Es una de las mentiras más infames con que somos explotados por megapoderes e innumerables oportunistas auxiliados por caudillos que sin recato mienten y ocultan tan valiosa información como la referida para poder detentar sin contratiempos las lucrativas riendas del poder. Sin embargo, una mentira de aun superiores proporciones nos oculta la mayor y sin duda más trascendental de las realidades concebibles.

Hace un tiempo, se hizo un descubrimiento cuya magnitud es fácil de valorar. De él, no solo se infieren las maniobras de que se valen los hábiles barones del agro para ocultar las verdaderas dimensiones de sus tierras y así evadir impuestos que por concepto de patrimonio, catastro, renta presuntiva y varios otros rubros debieran tributar, que conjuntamente podrían más que duplicar los que actualmente son recaudados, sino las gigantescas dimensiones de Colombia y Latinoamérica y por ende las de sus cada vez más incalculables riquezas naturales allí ocultas.

El ensayo adjunto, revela las auténticas extensiones de nuestra nación, que sumadas a las aun más descomunales de Latinoamérica presentan un panorama tan insólito de nuestras enormes riquezas que radicalmente debiera cambiar la concepción que desde la conquista se ha tenido de una región que como ninguna otra siempre ha sido la más inagotable despensa del planeta.

A pesar de lo incómodo que pudiera ser la divulgación de su contenido para una clase dirigente que con tanto placer posa como ilustrada y bien informada, cuento con su integridad para que sea difundido a través de ese y otros medios de comunicación de la nación y Latinoamérica. Tan contundente revelación, de hecho única en su género, bien podría ser la noticia del año.

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