Por Johari Gautier Carmona / De El Librepensador / España
«Nunca ha habido una mejor época para hacer periodismo escrito, y nunca ha habido una peor para ganarse la vida ejerciendo y escribiendo». Con estas palabras se ha iniciado la conferencia del colegio de periodistas de Cataluña en la que John Carlin, periodista destacado del panorama internacional, ha presentado su experiencia personal como reportero y comentado la situación crítica que atraviesa el sector. El periodista del diario El País, que se define como «un hombre de acción más que un hombre contemplativo», ha subrayado las dificultades que supone ser periodista hoy en día y ha señalado Internet como el causante de estas profundas complicaciones. «El periodismo no es un trabajo muy digno», así lo ha expresado el exponente con un tono realista, recordando lo difícil que es percibir una remuneración respetable, las largas esperas para entrevistas siempre inciertas y la inestabilidad del puesto. Y todas estas cuestiones se ven increíblemente agravadas por la aceleración de las comunicaciones y la saturación de información.
«El problema es internet»
«El problema es internet», de eso John Carlin no duda un solo instante. Según él, nadie ha dado con la fórmula para traducir lo que vemos en Internet en dinero y, como se puede anticipar, los periodistas y redactores son los primeros en padecer de la situación. La competencia es aberrante, los soportes informativos cuantiosos y, además de esto, intervienen actores sin formación dispuestos a desempeñar las tareas de gente que antes eran formados especialmente con ese fin. Por todos estos motivos, John Carlin considera que es imprescindible encontrar una manera de rentabilizar Internet. «Vivimos en un mundo capitalista y las empresas han de buscar una forma de generar dinero para retribuir a los periodistas».
Reflexionando sobre lo que ha llevado a esta situación crítica, el reportero subleva una cuestión interesante: quizás el pecado original resida en que, cuando Internet se abrió al gran público, los periódicos no se juntaron para cobrar la lectura de sus publicaciones en Internet. «Ahora es muy difícil cobrar a la gente cuando está acostumbrada a no pagar». Es efectivamente un desafío aunque mucha gente preparada, grandes cerebros de Estados Unidos y del mundo de las comunicaciones, buscan desesperadamente la forma de sacar la industria adelante. Las soluciones no son para nada evidentes como lo señala John Carlin haciendo referencia a una conversación que tuvo con un director de The Guardian, un periódico inglés. El hombre alardeaba de contratar a los mejores cracks del mundo, estrategas de Google o Yahoo, y, sin embargo, gran ironía del destino, el periódico cerró el año pasado con pérdidas espantosas (80 millones de libras).
El periodo que atraviesa la profesión periodística no es el mejor, insiste el reportero. No podemos discutir esta idea y, no obstante, John Carlin se muestra optimista. «Siempre va a existir un mercado para los contadores de historias». Eso es lo que somos, nosotros periodistas: contadores de historias. Cinco mil años atrás, cuando los tiempos eran distintos y el fuego encendido en las afueras de la cueva era el lugar de reunión, siempre se hallaba una persona que animaba a la multitud con un cuento, el relato de la caza del día, la matanza del terrible mamut o la desafortunada pesca en el río. Los contadores siempre han existido y, siendo una tradición milenaria, el periodista hispano-británico considera que seguirá habiendo un mercado para ellos, pese a los últimos cambios tecnológicos.
«El hambre ha sido siempre un gran factor de motivación».
El periodismo nunca ha sido un lugar tranquilo en el que, desde el inicio, los ingresos son abrumadores. Al mismo tiempo que describe algunos de sus recuerdos más significativos, John Carlin explica que el hambre ha sido siempre un gran factor de motivación. «En México, tenía la necesidad vital, o sea para alimentarme, de producir artículos a un nivel suficientemente bueno para que lo publicaran en el Times, en Londres». El hambre le obligaba a superarse, a mejorar la calidad de sus artículos y, sin embargo, John Carlin no eligió la profesión de periodista para callar esa hambre enorme que le caracteriza. Según sus comentarios irónicos (que le permiten ganarse la atención del público con mucha facilidad), la razón por la cual hoy sigue escribiendo es porque, entrando en las oficinas de la primera redacción en la que trabajó, la del Buenos Aires Herald Tribune, pudo contemplar a su mano izquierda, detrás de una máquina de escribir, una chica rubia que él describe como muy guapa. «De repente, mi interés por hacer este trabajo se multiplicó por quinientos», reconoce el exponente. Sin lugar a dudas, la mujer que se hallaba detrás de la máquina de escribir debió ser preciosa y sus consejos muy interesantes para que, veintisiete años después, John Carlin siga en esta profesión con el mismo ahínco y la misma preocupación por la credibilidad. Esa obsesión por la credibilidad es justamente lo que le ha mantenido a ese nivel y le ha permitido producir reportajes sublimes.
Pero, ¿es la credibilidad y el hambre los únicos factores del éxito de John Carlin y de todo periodista? Es difícil de creerlo. John Carlin ha sabido revelar el factor humano que existe en cada uno de nosotros y ha combatido la acción inhumana de regímenes totalitarios coma la Argentina de los militares o El Salvador de los escuadrones de la muerte. Ha aplaudido la figura de Nelson Mandela y detectado en ese político africano los rasgos de un hombre súper evolucionado. El hambre ha podido ser un motivador en algún momento para el periodista pero iba doblado en todo momento por un compromiso. John Carlin hace patente ese compromiso humano cuando habla de objetividad. Para él, hablar de objetividad en los medios de comunicación es una imbecilidad. «Somos seres humanos y somos por definición subjetivos. Lo que debemos hacer es ser lo más honestos y equilibrados posibles».
En definitiva, el sector y la profesión en general se han visto muy afectados por Internet pero, pese a la revolución de los cambios, John Carlin deja claro que existe un espacio para el periodismo profesional y responsable. Ahora sólo queda concienciarnos de ello.
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