Por Carlos López Dzur / Fundador de La Naranja de OC
En Norteamérica (USA), donde se decanta la Sublime Democracia, teóricamente, cada individuo tiene el derecho a abrir su bocota y sacar las excresencias de su alma. Si algo más que eso tiene dentro que advenga a posteriori. Y yo digo, «eso es bueno», que se desahogue el frustrado, con palabras, pues así nos da una idea de a cuanto ascIende, o cuán acumulado está lo indeseable. Que haya esa posibilidad, de sacar a luz pública, lo que nos pudre dentro, es algo que Michael Graham ha aprovechado muy bien.
Graham tiene cuatro libros publicados desde 1995: «Banned from Public Radio» (1995), «Clinton & Me: How Eight Years of a Pants-Free President Changed My Nation, My Family and My Life» (Pinpoint Press:2002), «Redneck Nation: How the South Really Won the War» (Warner Books: 2002) y «That's No Angry Mob, That's My Mom» (2010)... y yo los leo todos. Pertenezco a un club de lectores («Conservative Books») que me los regala y no es que yo sea conservador. Se me ofertan por casi nada. O gratis.
Principlamente, se trata de que me interesa el estudio de la política estadounidense y ese fenómeno que llaman el conservadorismo, del que muchos comentadores politiqueros, patanes de nuevo cuño, se aprovechan y hacen galas de él, volviéndolo un vómito. Michael Graham es uno. Se suma a otros como él, expertas lenguas vipirinas, cacatúas, parloteadores con mucha lengua y poco razonamiento, sensacionalistas profesionales que defienden a las élites y la burguesía y echan excremento sobre el pobre, los inmigrantes, las naciones no cristianas. Me refiero a otros anfitriones de programas radiales o de TV (Glenn Beck, Karl Rove, de Fox News, Rush Limbaugh, Michelle Malkin, Anne Coulter, etc.); pero estos judocas verbales, sofistas y retóricos del ruido y la poca sustancia, no aguantan nada y cuando les viene un ser pensante, más hábil técnicamente en el arte del «verbal-jud» y con sustancia, se cagan.
Estos conservadores, como Graham, sólo son llamaradas de petate y fuegos artificiales con auditorios cautivos por el dogmatismo, resentimiento y falta de pensamiento crítico. Son más chismosos en pataleo que gente con verdaderas ideas. Sirven para hilvanar «slogans», «jingles» y estereotipos, pero no para meditar y dar soluciones. No son suficientemente inteligentes para darse cuenta de lo que defienden o dicen; pero están muy bien pagados y promocionados. El poder deshonesto, los afanes de lucro, los utilizan para inundar los foros públicos con sus majaderías y cortinas de humo.
Hay dos momentos muy significativos para que surgiera el Conservadorismo Estadounidense como una actitud seudo-intelectual del Establecimiento en los últimos 50 años. Estudiosos serios del tema observan que el libro del ex-Senador de Arizona Barry Goldwater, «The Conscience of a Conservative» (1963) es el génesis de este «conservative movement»; en ésto coinciden activistas conservadores de hoy como Phyllis Schlafly, el columinista George F. Will y otros.
Además del «Momento-Goldwater» (al que habría que asociar los nombres de gente que ayuda a colocarlo en el mapa político están el senador por Ohio, Robert Taft, el expresidente Ronald Reagan y el-portavoz de la Cámara de Representante Newt Gingrich), hay el Momento más reciente del que el Dr. B. Leland Baker en su libro Tea Party Revival: The Conscience of a Conservative Reborn, da por nacido en 2009. Lo llama el «Fenómeno Tea Party», asociándolo a una revuelta histórica, así conocida contra los impuestos exigidos en tiempos coloniales por Inglaterra, mas ahora en el contexto de los «incontralados gastos y crecimiento del Gobierno Federal».
El error del Dr. B. Leland Baker es creer que sólo los «conservadores» es gente interesada en que un Gobierno Central / Federalista / se mantenga «pequeño», sólo centrado en lo esencial, que cumpla con sus mandatos constitucionales, respete los derechos de los Estados dentro de la Unión, evite los gastos y los impuestos crecientes, restaure derechos individuales y pida responsabilidad e integridad a los ciudadanos.
Para seguir sumando a la falsa idea de que los liderazgos liberales en los EE.UU. no sirven a este punto de vista del Gobierno Pequeño y Responsablemente Controlado, ahora que el gobieno está en manos del Partido Demócrata (o el Equipo Obama, como se dice), Michael Graham, la cotorra radial sale en defensa del Fenómeno de los «Tea Partiers» y los «neo-conservatives» en su libro That's No Angry Mob, That's My Mom [Regnery Press: 2010], que no es otra cosa que 259 páginas de chisme, poliquería sectaria, pro-republicana, siendo consulto de partido. Con ese tono que caracteriza sus libros, sentirse siempre insultado, aludido por idiota por la «arrogante Izquierda»; pero, tomando ese sentimento devaluador no como propio, sino proyectándolo al país, como diciendo «a tí es que te ofenden, no a mí». Entonces, adopta ese patriotismo defensivo que acusa a los medios de prensa liberales que lo confrontan por sus superficialidades, y simula una defensa en favor de «every typical American who's been insulted, attacked, and abused by the liberal media just for showing up at a tea party or townhall meeting». Para él, es el Americano Común y Corriente, el ciudadano ordinario, el que batalla contra el mega-Gobierno, su libertad y soberanía, a cualquier precio.
¿Será verdad? Pues, yo ví y me entero de gente liberal, pueblo estadounidense, exactamente ese que es común y corriente, que lucha en las calles por una reforma de salud (recién aprobada en contra de los intereses especiales de las compañías aseguradoras y los políticos conservadores republicanos que en bloque no desearon esa reforma); veo ese pueblo común y corriente, presionando por estímulos financieros para no perder sus viviendas, tener un reconocimiento «legal» como residentes en la nación, consolidar su derecho al empleo y otras agendas, que no son necesariamente esas que Michael Graham o Lee Evans, en su libro The Conservative Revolution: The Movement That Remade America, mencionan como revolucionando a Norteamérica (USA).
Me da la impresión de que no es el Equipo Obama, ni la prensa liberal, la que está llamando a los republicanos conservadores «locos, racistas, aberrada ala del derechsmo» («the liberal media are labeling conservatives as crazy, racist, right-wing nuts»). Al contrario, ese ese pueblo, simple y batallador, dentro de la crisis que hoy vive. Si el Movimiento Tea Party es la fuerza más rápidamente creciente en la nación, éso está por verse.
Concuerdo con Graham de que hay muchas razones para sentir frustración y angustia en los EE.UU., sentimiento que se agudiza cíclicamente por razones de economía en un mundo globalizado. Con un obvio doble estándard, al dar calificaciones a la idiosincracia estadoundense, Graham arguye que lo que antes fue una nación de gente trabajadora, independiente y responsable, «hoy es una nación de mantenidos, inculpadores, fabricantes de excusas» («a nation of whiners, blamers, and excuse-makers», en la que se premia a los fracasados, los irresponsables por sus acciones y se espera que el Gobierno («Nanny State» o el Estado Benefactor) pague los gastos y las consecuencias.
Es demasiado, explica Graham, que la clase media estadounidense vea cómo se añaden casi 2 billones de dólares al déficit federal en sólo un año. El tiene en su cuenta, por ejemplo, el recién aprobado proyecto de la Reforma de la Salud (que beneficia a 36 millones de estadounidenses); pero, «a Health Plan aeans bigger deficits and higher taxes». Quisiera hallar una página del libro que diga que clase media y la clase pobre estadounidense se sienten hoy y se sintieron, cuando dieron su voto a Obama, harto después de siete años de guerra en Irán / Afganistán / por las desvergozadas de Bush, «the blindsided» y factor esencial en crear la crisis financieera desde la Gran Depresión; pero no lo dice.
Según la vieja acusación conservadora, los burócratas gubernamentales amenazan siempre con más altos impuestos, más participación del gobierno en todo: educación, salud, el mercado de la vivienda, la vida de los ciudadanos y dizque los «ciudadanos comunes y corrientes, como los conservadores del Movimiento Tea Party no quieren ésto» y el gobierno les paga diciéndoles que asemejan un culto de gente incompasiva. Y el hecho es que, cuando los republicanos están en control del Gobierno, el Gobierno tanto como el déficit. La población crece. Los estadounidenses de la cúpula más adinerada no pierde poder ni dinero; pero la clase trabajadora, los más pobres, no pueden tener un plan médico, pieden sus empleos y, a la hora de los impuestos, son los más ricos quienes reciben más «tax breaks» (exempciones) y son las empresas de los ricos las que chantajean al gobierno enviando los empleos al exterior, no invirtiendo en Norteamérica.
Si el Movimiento Tea Party (al que Graham loa) fuese tan popular, tan típicamente representativo de trabajadores y no elitista, me estarían muy claras unas nociones sobre el por qué escribe ese libro y lo que realmente piensa ese movimiento conservador. Pero es un libro hueco, No está clara la idea más básica de la que hay que hablar cuando se discute sobre Norteamérica y es muy sencilla. The rich don't want to pay their fair share, esto es, los ricos no quieren pagar impuestos. No quieren subsidios para la gente pobre. Y uno se pregunta: ¿Para qué carajos es el dinero de los impuesto? ¿No es para ayudar a los más débiles económicamente? ¿Por qué cada vez que se hace un aporte necesario, auque costoso, como Salud Pública para los pobres, salta el sector conservador o como se le llamara ahora, los Tea-Partiers, a oponerse?
Si el Movimiento Tea Party representara a las «moms» / a las madrecitas pobres y de clase media pobre (esas que ganan menos de $250,000 al año), y no son una chusma iracunda («Angry Mob»), ¿por qué no van al punto y se las pasan comadreando con el estilo sensitivo, histérico-lllorón de Graham? Es hora de hablar claro, el Gobierno (cuando está dominado por republicanos) es la Nanny / Protectora / Criada de los Ricos («Uncle Sam is the rich peoples nanny»); el precio de Obama por un plan de salud es que se le diga «socialista» por una gente que tiró a la basura, en dos guerras en Oriente Medio, 700 billones de dólares y ahora lloran porque habrá un seguro médico para los pobres y el impuesto por Medicare aumentará del 2.9% a 3.8% para los solteros cuyos salarios sean mayores a $200,000 y parejas que devenga un salario mayor a $250,000 al año.
Esos son los llorones del Tea Party Movement. Esas «mom» por la que Graham se despeluca en su defensa y en la Sarah Palin. Esta es la gente que lo único que le falta decir es que «el pobre se vaya pa'l carajo», que se lo trague el infierno, junto con todos los inmigrantes ilegales, y que se muera el pobre, aunque sea un «redneck», si no está ganando $200,000 anuales. Para los buenos entendedores, los libros de Graham son muy claros, pese a tanto pajeo. Repiten un mantram republicano: «No somos los idiotas. Los idiotas son ellos».
Obama y su equipo no habían comenzado a gobernar, cuando se planificó en el Establecimiento Conservador que Sarah Palin sería reinvindicada porque se le dijo morona. Con la publicidad se puede hacer de ella, un portento. Así, como Rove fue capaz de hacerlo con Bush, a un costo de $2.5 millones en honorarios durante una campaña gubernativa y otros tanto en la presidencial de 1999..
En la actualidad, los conservadores post-Bush, o sea de Palin si se lanzara a la presidencia, no desean que se les acuse de ser una turba airada, «angry mob». Donde hay que buscar la incompetencia y la idiotez es entre los demócratas. Hay que atacarlos por arrogantes: «On shocking incompetence: President Obama has overreached; the Democrats' hubris has created an opportunity for conservatives». ¿Y qué mejor cerebro que Karl Rove para este trabajo de maquillaje. Siemrpre ha sido el Arquitecto del Conservadorismo? Un investigador político Paul Alexander, en su
Karl Rove, republicano desde los días de Nixon, es el creador del mito que Graham repite como una cotorra para adjudicarle incompetencia: «Obama 's a hard-left ideologue who's never held a position of responsibility». Es el hombre que dice, en defensa del ex-presidente George W. Bush, Jr., su engendro, que éste «did not mislead the country on Iraq» y, a poco de irse de la Casa Blanca, Bush lo desmentiría y asumió responsabilidades: que se dejó embaucar y que hizo todo lo que pudo para amenazar a dirigentes exranjeros de unirse en apoyo a la invasión de Irak en 2003.
Mas en los libros conservadores la historia se escribe a base de desmentir ex-cathedra los hechos históricos, tal cual son, y taparse los ojos de entendimiento, a fn de defender lo indefendible.
Lo que Graham tilda como utilización de la libre expresión nunca se le ha negado; se ha despachado con la cuchara grande, con el pretexto del tema del terrorismo, para originar islamofobia durante días y días a través de su «talk-show» por radio WMAL y en julio del 2005, el mismo pueblo, oyentes estadounidense y organizaciones como «Council on American-Islamic Relations» (CAIR), le dijeron: «Ya es suficiente». Una cosa es provocar y otra opinar para llamar la atención de modo sensacionalista y homofóbico. No fue ni Clinton ni Obama ni nadie en el gobierno en que le echó de la estación radial. Fue la presión popular al entender que él ofende a mucha gente con sus comentarios anti-islámicos.
Aún fuera de sus empleos, cuando es enfermiza su cruzada («America is at war with islam»), durante ese año del 2005, él fue por lucro a seguir su escándalo a teleprogramas y radio como «The O'Reilly Factor», «Hardbal»l con Chris Matthews y «Fox & Friends». Este es el hombre que se queja de que le callan la boca en los EE.UU. y que la prensa liberal lo ataca. Bobadas. Si él fuera comunista, socialistas, anarco o verdaderamente un hombre de ideas, él no tendría esas oportunidades. El sabría lo que es censura. El Establecimiento de prensa en los EE.UU. proteje más a hombres payasiles y morbosos, como él, que a pensadores de verdad. Lo controversial, por chistoso o por morboso, es sensacionalismo que vende.
Como una muestra de las «trascendencias temáticas» a las que él corre a dar su participación una es «The N-Word», el debate sobre el uso de la palabra Nigger, lo que me parece a mí una pendejada' pero en el Programa Especial del Dr. Phil ésto requirió seis panelistas y el sabihondo Graham tenía que estar ahí. En fín, ¿con que fuerza moral este autor de marras puede decir a Joe Biden que es un racista porque diga que los republicanos lo son con la frase «racist, teabaggers, and stupid»? Si por Graham fuese, él diría «Niggers» a los afroamericanos y demonio socialista a Obama.
Un hombre como éste jamás pierde ni empleo ni foro, porque él ruido que gusta a los estadounidenses; ruido republicano, que es la segunda fuerza política del país. El es un columinista del Heraldo de Boston. Sigue en la radio, aunque él mismo es quien define su estilo «loud, obnoxious and frequently fired»; periodista escandaloso, desagradable y frecuentemente despedido. Al decirlo así, trata de neutralizar con ironía cuando a radio WMAL lo despidió. No el gobierno federal, una radio local..Cada año parece que ocurre un despido nuevo. Siete despidos de estaciones en 7 y todavía no se da cuenta que hay algo antipaático en él. Pienso que su estulticia aburre y que si él representa algo en Norteamérica es al gringo enfermo, minoritario, aislado, «el redneck» del que habla en uno de sus libros desinformadores. Como historiador, él es un petardo.
La estación adujo que se le despedía «por violar las normas de la estación»; él tomó el asunto, como toda la gente intolerante y resentida, y comenzó a escribir editoriales en protesta, en su defensa y hacer ruido en otras emisoras de radio y televisión. Así escribió su primer libro, Banned From Public Radio sobre cómo el sistema de radio pública de Carolina del Sur lo «censuró» y «prohibió», siendo el primer empleado estatal en ser despedido... Mas no... a este tipo de elemento resentido y vociferador de odios personales no se les despide por ser respetuosos e inteligentes. Ni por condenar de «Nanny State» en forma racional. Ni porque tengan la autoridad moral para defender a los «tea baggers' and 'angry mob» del Nuevo Movimiento Conservador que se identifica con el síndome de locura de Sarah Palin. Esta es la fallida candidata presidencial que regresa, deificada por Graham, Joe Wilson y otros conservadores, como «the voice of the citizens who become a lightning rod for the ire of the media elites», voz de los ciudadanos bajo la ira de las élite de los medios informativos liberales.
Tanto ruido de Graham, simplemente, para decir que él está con Sarah Palin y que él no tolera una reprimenda, ni del gobierno ni de sus audiencias en radio o TV, gente a la que llama élites o «vacas salvajes». El quiere se bocaza privilegiada para opinar de todo, «cueste lo que cueste».
Fue su estilo irrespetuoso de abordar temas lo que hizo que se le despidiera de su primer «talk-show comercial» (con WBET Radio) en Carolina del Norte. Esa vez tocó el tema de la Masacre de la Columbine en 1992. Ya se hizo evidente que este Graham no se sabe comportar ni un empleo estatal de goberno ni un empleo privado en la radio. No admitirá jamás que tiene un problema de actitudes y de ego agigantado, sensacionalista y agresivo y él, maníaco-narcista, utiliza todos los recursos disponibles para hacerse notar. Así, por ejemplo, utlzando sus credenciales de ABC Radio, vestido con una camisa del INS, desobedeció las normas de «seguridad pública» y entró a un evento en protesta contra la legislación «Real ID».
Muy lloró cumplió sus objetivos porque finalmente le fue permitido entrar al evento (si se quitaba su camisa del INS): con su actitud anunció su espíritu anti-inmigrante y, al mismo tiempo, le echó estiércol encima a los funcionarios gubernamentales, para proclamarse un pobrecito «republicano / ciudano común», victmizado y perseguido por sus ideas conservadoras por el Establecimiento Liberal, porque él siempre es el «inocente», que no mata un mosca.
La boca de Graham se ampara en el humor (¡buena coartada!) para llamar a la ex-Primera Dama Hilary Clinton (lo hizo en el programa CNN Headline News y el Show de Glenn Beck «Big Pussy»; después se pregunta, con cínica inocencia, ¿por qué se enoja? ¿por qué me botan de los empleos o me censuram?» En buen castellano, él vive de hacerse el pendejo pero es un gran vival.
Desobedece las leyes cuando maneja con licencia revocada de Motores y Vehículos; pero, si lo hiciera un inmigrante indocumentado, pondría sus gritos en el cielo... Bien, resumamos diciendo que, entre los conservadores, este parece el más chistoso, pataleador e infantil.
Karl Rove, que es uno de los conservadores más jactanciosos, autor de la autobiografía Courage and Consequence: My Life as a Conservative in the Fight [2010 ], al menos, en la Administración Bush, era llamado «El Arquitecto» y el «Cerebro de Bush» y su comportamiento fue temible (ganándose acusaciones que van de «criminal de guerra», «engañador» y «coorupto» (por sus prácticas de «campaign chicanery»). No extraña su mala fama en quien llamara a Bush «un extraño líder de convicción y claridad moral que enfatizó en la primacía de la libertad, la democracia y la apertura de mercados en un tiempo de extremada inseguridad nacional». Uno debe entender lo que dijo al revés, como un acertijo cabulero.
Tomar en serio un libro del explosivo y temperamental Graham es como tomar en serio como teórico del conservadorismo a Glenn Beck, otra celebridad nacional de Fox News en televisión. Otro teleperiodista con un profundo trauma de que pueda la izquierda liberal llamarlo ignorante e idiota político. Entonces, él se cura en salud repitiendo o proyectando la misma acusación contra sus cíticos. Y personifica al gracioso; el periodista humorístico porque no puede ser más que chistoso con su agenda trivial e indefendible:
Glenn Beck es el autor de Arguing With Idiots: How to Stop Small Minds and Big Government [Threshold Editions; 2009]. Los temarios de su obra, tras ese fantasmal mensaje subliminal de que el dinero del gobierno estadounidense debe ser para los ricos y no para que los liberales / socialistas / se lo ofrezcan a los pobres, son la defensa a la venta de rifles y armas de uso casero, cómo prevenir que se haga una reforma de la salud, cómo prohibirr todo cuanto pueda desear un inmigrante y evitar que se legalicen. Esa es la Agenda del nuevo fenómeno Tea Party. Nada nuevo. La agenda post-Bush. Cuando uno recuerda el Primer Momento Conservador, el de Barry Goldwater, ya sabemos que hablamos del extremismo abierto: Hay que recordar su frase en la Convención Republicana de 1964: «El extremismo en defensa de la libertad no es vicio. Y permítanme recordarles, por igual, que la moderación en la búsqueda de justicia no es virtud»
Ciertamente, Goldwater es el maestro de la terquedad arrogante de los republicanos y su agresividad verbal. Es el autor del manual: With No Apologies: The Outspoken Political Memoirs of America's Conservative Conscience (1979), orgulloso de sus nexos con Ku Klux Klan, enemigo de los derechos civiles de los afroamericanos y la integración racial.
Pero un último comentario, en el por qué de esos libros defensivos, nerviosos con la etiqueta de que sus autores son unos estúpidos, u horda de histéricos. Ese amtecedente viene del primer Momento-Génesis de los Conservadores, cuando un encuestador envió a 12,357 siquiatras un cuestionarios sobre qué opinaban del comportamiento político de Barry Goldwater y su candidatura presidencial. De los 2,418 que contestaron el cuestionario, 1,189 dijeron que «Goldwater was mentally unfit to be president». Ese número especial de revista, con el título The Unconscious of a Conservative: A Special Issue on the Mind of Barry Goldwater, escrito por Ralph Ginzburg, le dio un quemón un movimiento racista y conservador en los EE.UU.. Eso nunca se lo perdonará a los liberales, a los intelectuales, a la prensa. Pintaron esa mentalidad, de visos totalitarios que caracteriza a las derechas, como una partida de deficientes mentales.
Otros aún hoy, en análisis desapasionados, discuten o se preguntan por qué la élite intelectual y las mayorías pobres, no aceptan los síndromes de enojo de Bush, Palin u otros políticos consevadores. Al síndrome se la ha llamado «Derangement Syndrome», tal como el siquiatra Charles Krauthammer lo acuñara en 2003, definiéndolo como «indicios agudos de paranoia en gente de otro modo normal, en reacción a ciertas normas, o la presidencia».
Estoy comprendiendo algo del inconsciente conservador que discutía Ginzburg, a la luz del síndrome en estos paranoicos, escritores conservadores que creen que Obama los persigue por el ser monstruoso socialista, pro-árabe, no nacido en Norteamérica y rodeado de mafiosos o corruptos de peor enjundia que los republicanos, «Obama and His Team of Tax Cheats, Crooks & Cronies», diría Malkin. Y, en todos estos libros, nadie habla en defensa del pobre que gana menos de $40,000 anuales o devenga del salario mínimo. Lo que más me impresiona de estos libros conservadores es que el único estadounidense o ciudadano que existe gana más de $200,000 anuales...
Estudios oficiales del 2008 indicab que en los EE.UU. viven 39.1 millones de persona en pobreza. Para ese mismo año, el 5.8% de todas las familias de pesonas casadas vivían en pobreza y el 26.6% de todas las personas solteras y el 19.1% que viven solas, por ser ancianos o lo que sea. Los republicanos consevadores no se molestan en escribir de estas cosas, si no de cómo hacer que no cuenten en el mapa político. Es que ahí, entre ese número de 39 millones o más, están las minorías (negros, latinos, indocumentados), gente de las que tradicionalmente los republicanos piensan que son carga gubernamental, que no merecen que se invierta en ellos, que no son valiosos como para dedicarles un análisis objetivo y serio de sus necesidades.
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