Wednesday, January 12, 2011

Hostos 2011: Natalicio del Eugenio M. de Hostos


Por Marcos Reyes Dávila, Ph. D. / Letras de Fuego

Agitada defensa de la educación es probablemente un titular adecuado para los sucesos acecidos ayer, día del natalicio de Eugenio María de Hostos, en el Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico (UPR). La prensa, presa quizás del temor de verse indefensa ante el reclamo de vandalismo que hicieran las autoridades empresariales de la UPR respecto a los actos que se desataron en una oficina de la Facultad de Administración de Empresas y en el Centro de Estudiantes, privilegió ese enfoque oficialista al que debió destacar.

Pues si bien, tras los actos conmemorativos del natalicio de Hostos, unos pocos integrantes de la enorme marcha que se desplazó por diversas áreas del recinto quizás incurrió en excesos censurables y contraproducentes, los actos en honor a Hostos tuvieron una magnitud y una calidad sublime. No puede ponerse al margen en la evaluación de estos actos que la UPR se encuentra en estado de sitio, sometida a la obediencia por el poder de la intolerancia antidemocrática de un estado fascista. A mi parecer, esta fue la más hermosa y significativa conmemoración del natalicio de Hostos que he presenciado.

En forma alguna cabe adjudicar los hechos de ayer como una deshonra a la figura del prócer. Hostos fue, antes que nada y sobre todo, un revolucionario, un activista, un militante, un agitador de masas, o como gustaba el de llamarse, un propagandista que embistió las fortalezas de múltiples injusticias. Así se comportó toda su vida.

Bastaría para honrarlo, saber que Hostos, en su tiempo, hace más de un siglo, fue una figura de alto prestigio en varios países latinoamericanos. Bastaría saber que Hostos, en su tiempo, hace más de medio siglo, realizó una obra de vanguardia en la educación, en la sociología y en la moral. Bastaría pensar que se trata de una figura históricamente importante, en su tiempo, cuya obra debemos agradecer. Pero Hostos es mucho más que eso.

La idea del Hostos abrazado a un libro y ratón de bibliotecas no le hace justicia porque parcializa demasiado la imagen verdadera. Esa imagen de pieza de museo, inerte y caduca es falsa. Hostos fue no sólo un estudioso y el escritor de innumerables obras. Antes fue, como hemos señalado ya, un militante y un activista que quiso ser soldado y quiso incluso defender con un fusil la independencia de Cuba y la de Puerto Rico. Pero, además, Hostos fue un investigador de campo, un estudioso de la realidad social y natural concreta, un explorador y un observador que sometió a experimento intuiciones e inducciones. Su obra más grande estuvo consagrada con absoluta abnegación a la forja de un carácter, el carácter de un ser humano completo que, con denuedo y rigor, hizo de sí mismo, y del que dedujo una pedagogía que aplicó a múltiples generaciones de jóvenes dominicanos y chilenos.

No obstante, la grandeza de Hostos despunta más allá de esas prédicas atadas inexorablemente a la época que le tocó vivir. La grandeza de Hostos excede con mucho a la defensa pionera de la educación de la mujer y de su derecho a educarse como un ser humano completo, pareja, par a la par, del hombre; excede a su defensa de las poblaciones marginadas en todas las Américas, fueran indios, negros, chinos o inmigrantes; excede a sus afanes por destruir los cimientos coloniales que sobrevivieron en todos nuestros países a la independencia; excede a la defensa de nuestros países ante el empuje imperialista de los países europeos y de Estados Unidos; desborda sus afanes por lograr la independencia de Cuba, de Puerto Rico, de las Antillas todas, y de construir la Confederación de las Antillas; desborda la pedagogía para la construcción de seres humanos completos, libres e independientes; desborda la construcción de los finos instrumentos filosóficos y científicos con los que levantó la sociología, la moral, el derecho constitucional; desborda la delicada exploración de la psiquis humana, la literatura y el arte; desborda la pertinaz e insobornable manera como defendió en toda tribuna a su alcance el derecho de los pueblos todos de América, e incluso del mundo.

Hostos no fue nunca un simple autonomista, comparable a Luis Muñoz Rivera. Lo afirmo por una razón muy sencilla. Detrás de toda su lucha política estuvo, y el norte de toda su gestión fue, la libertad de los hombres y los pueblos, no la independencia. Su Programa de los independientes lo prueba, pues fue escrito para formular los principios que debían regir a los independientes y después de alcanzar la independencia. Ese programa fue escrito durante el periodo revolucionario posterior a su etapa española.

Pero un examen cuidadoso de los textos que se conservan de la etapa del joven Hostos pone en evidencia que Hostos reclama todos los derechos compatibles con el estado social de las Antillas, y que busca nuevos modelos de reivindicación político-social para sus islas. Ese joven Hostos reconocía la debilidad estructural y sociológica de su Madre-Isla, y por eso no busca arrastrarla al abismo de una independencia prematura que la deje a la deriva y a merced de los poderes opresores del mundo. Por eso su solución primera es la federación hispánica. Por eso no incurre en ataques contra los revolucionarios de Lares ni de Yara, y nunca embiste contra la prédica revolucionaria de Betances. Por el contrario, defiende a los revolucionarios y demanda su libertad y valida sus reclamos.

El principio de los independientes más alto Hostos lo formula de esta manera: La Libertad es un modo absolutamente indispensable de vivir. Ese principio, atado como está a la moral social, al derecho y la justicia, no caduca nunca. Y no sólo no caduca, sino que es necesario ejercerlo, lucharlo y validarlo todo el tiempo. Esa bandera certifica nuestra condición humana, pero es necesaria validarla levantando su bandera con el sol de cada día, pues la libertad no descansa en un certificado ni en el artículo de una constitución: se ejerce en cada acto del vivir, o no existe. Derecho no ejercido no es derecho, dice Hostos.

Eso vimos en los actos de ayer frente a la estatua de Hostos. Vimos no solo a una muchedumbre portando antorchas de papel rojizo: vimos jóvenes proclamar con conciencia plena y transparente el derecho de ser libres frente a un estado de opresión inmoral que cuida muros y portones mientras macanea a los jóvenes estudiantes que deben proteger. La actual administración de la UPR, incapaz e inservible, es la negación de Hostos. En Puerto Rico se lucha hoy contra el fascismo.

Creo de Manrique Cabrera, José Ferrer Canales, Manolín Maldonado Denis, Julio César López y Juan Mari Bras –entre otros grandes hostosianos–, y Hostos mismo, se hubieran sentido muy felices de ver cómo se yergue su relevo en esta juventud universitaria en pie de lucha.

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