Por Luis Rafael Sánchez / Escritor puertorriqueño
Por la misma puerta que salen de la WIPR los periodistas Gloria Soltero y David Reyes, la actriz y dramaturga Tere Marichal, el productor Manolo Coss y el legendario cantante Danny Rivera, despedidos junto a otros cuarenta y ocho compañeros por razones de ajuste fiscal, entran los asesores contratados por razones de desbarajuste moral. Pues así merece tildarse el hecho de que la mano encargada de firmar los despidos de empleados de carrera sea la misma firmante de los contratos de más y más asesores.
Si no hay el dinero necesario para honrar los salarios de empleados de carrera, ¿de dónde sale el dinero necesario para honrar los salarios de los flamantes asesores? Unos salarios de jugosidad ofensiva a los empleados despedidos y a la gran mayoría ciudadana, obligada a contabilizar hasta el último centavo en el empeño de comer caliente a lo largo de la quincena y de sobrevivir, a duras penas, a la retahíla de impuestos que la exprime sin misericordia. Una jugosidad económica muchas veces reñida con el talento esmirriado del asesor.
A menos que la Junta de Directores de la Corporación de Puerto Rico para la Difusión Pública clasifique la partida para el pago de salarios a los empleados de carrera como una partida tocable y la partida para pagar a los asesores como una partida intocable. Si así fuera, cabría pensar que la perversión intelectual se ha instalado, sin mayores escrúpulos, en las entrañas de un gobierno de juramentación reciente, cuyo alumbramiento recibió un endoso numérico de veras colosal. Tan colosal que trastornó el presente y el destino de los otros tres partidos en la contienda electoral.
¿No es trastorno que, a la fecha de hoy, como un Hamlet ñangotado en el batey, el Partido Popular Democrático dude entre si fomentar la gringosidad o si amenguarla? ¿No es trastorno que el Partido Independentista Puertorriqueño continúe enfrascado en el análisis de su último y penúltimo fiasco en las urnas como si el uno y el otro necesitaran mayores análisis? ¿No es trastorno que la mudez del Partido Puertorriqueños por Puerto Rico le impida articular siquiera la melodía bisílaba de su alegórico coquí?
Sí, la victoria arrolladora de la papeleta novoprogresista, a la cabeza de la cual figuró el licenciado Luis Fortuño Burset, trastornó el presente y el destino del resto de los partidos. Hasta el extremo de obligarlos a razonar su existencia, por encima de la fogosidad retórica.
Sin embargo, al margen del trastorno resumido en sucinto, a escasos siete meses de su ocurrencia, el endoso que le valió un magno copo eleccionario al Partido Nuevo Progresista, se transformado en gradual y sigiloso desencanto. El precoz desencanto ha fertilizado el terreno para que se disparen las especulaciones sobre sus causas posibles.
Naturalmente, la causa principal apunta hacia el manejo administrativo errático del Señor Gobernador. Y hacia sus nombramientos a personas de capacidad ajena a las exigencias intrínsecas del empleo a realizar. Y hacia su indiferencia ante el desamparo de la clase media, la clase que carga como burro, el peso pesado de la economía. En resumen, a la ineptitud de que el Señor Gobernador empieza a hacer gala. Dicha ineptitud no sólo la expresa su dejadez ante el engordamiento de la nómina elitista de asesores para la cual no existe el cinturón apretado ni la medicina amarga. Una élite con pezón garantizado en la teta presupuestaria a lo largo del cuatrienio.
La expresa, sobre todo, la incapacidad del joven gobernante para esperanzar al país. Desgraciadamente, a la fecha de hoy, el caos reina en varias secretarías gubernamentales. Desgraciadamente, a la fecha de hoy, los tiburones a que alude el doctor Iván González Cancel se disponen a tiburonear, pase lo que pase, dado que el olor a billetazo los alerta. Desgraciadamente, a la fecha de hoy, la misma puerta que se cierra, con carácter hermético, a los empleados que dejan su única vida en el servicio público, se abren, de par en par, al ejército de asesores bien recomendados y bien apellidados. Desgraciadamente, en el tiempo récord de unos escasos siete meses el país se redujo a dramática ineptocracia. Una ineptocracia que lo coloca al fatal borde del caos o del abismo.
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